Jugaban con
serpientes
Francisco Solano
Editorial Minúscula, Barcelona, 2016, 150 páginas.
La obra narrativa del escritor y crítico
literario Francisco Solano (Burgos, 1952) constituye uno de los recintos más
singulares y desconocidos, y a la vez más sólidos, de la actual literatura
española. Una obra frecuentemente emparentada con la mejor tradición literaria
centroeuropea. Una narrativa consiste que se manifiesta tanto en la novela como
en el relato breve. Tal es el caso de Jugaban
con serpientes, una novela breve o un relato largo, editado recientemente por Editorial Minúscula, que le ofrece al
lector una original visión reflexiva de una relación adúltera. No son ajenas a
la literatura las tramas basadas o derivadas del amor adúltero, un tema humano
conflictivo y delictivo en algunos casos, al menos en el territorio de las
conciencias, y por consiguiente propicio para su novelización.
La infidelidad ha nutrido novelas memorables
en todos los tiempos, como Las amistades peligrosas
de Chordelos de Laclos, Rojo y Negro
de Stendhal o Madame Bovary de
Flaubert. Pero lo que en ellas suele primar es la imaginación de aventuras y
transgresiones, la pasión de vivir plenamente un raudal de emociones, la
descripción excitante de los sentimientos, las consecuencias de la infidelidad,
considerada por ejemplo como uno de los grandes vicios desorganizadores de la
vida social.
El tratamiento literario del adulterio con
el que Francisco Solano desarrolla su novela, camina en otra dirección: es un
intento de comprender la infidelidad por parte de un anónimo narrador, “el
otro”, amante ocasional de Cristina, una mujer casada. Un verdadero triángulo
amoroso en el que el protagonista más importante es el personaje ausente. El
marido al que engaña su esposa, y cuya vida enigmática y personalidad borrosa
lo convierte en un fardo en los brazos de su cónyuge, que acepta tal situación
para no parecer una viuda reciente.
La novela, más que de acciones o de relatos
de encuentros clandestinos -muy escasos por cierto-, se alimenta de reflexiones
sobre las motivaciones de los adúlteros y de una imaginaria reconstrucción de
la personalidad del marido engañado. El anónimo narrador confiesa haber sido
amante de muchas mujeres casadas, pero un amante adiestrado en el arte de saber
escabullirse cuando el matrimonio renueva su confianza. Piensa pues que la
infidelidad, seguida de un supuesto sacrificio, contribuye a la estabilidad de
las parejas, ya que cumple una misión delictiva a la que seguirá inexorablemente
una cancelación. Por eso mismo, se sentía útil. Se adaptaba al modelo de amante
furtivo, cedía a comportamientos parecidos al amor, aunque solamente fueran una
interpretación, y medía sus palabras para que la relación no se prestara a
equívocos sentimentales. Y es consciente de que le debe al marido de la
adúltera el hecho de que Cristina le hubiera elegido para consumar sus deseos
sexuales, y acto seguido huir de la cama debido a la necesidad que ella sentía
de volver con Santiago, su marido, y ocupar de nuevo su lugar de mujer casada.
Una relación adúltera que en el fondo no es más que un intercambio de
servidumbres.
El tercer componente del triángulo es el
marido ausente, un hombre borroso, huidizo, con propensión a ser un fantasma
para acostumbrar a su mujer a su ausencia. Aparece revestido de la imagen que
de él se forma el narrador, tras haberle conocido superficialmente. Una imagen
que convertía en virtud la deslealtad y las maniobras extraconyugales de su
esposa.
Así pues, un relato sobre las razones
profundas de un adulterio en el que ninguno de los protagonistas del mismo está
dispuesto a verse en otra condición que no sea la de amante. Con abundantes e
incisivos interrogantes tanto sobre al adulterio, su naturaleza, su finalidad
(quizás el amor clandestino no se opone al matrimonio sino que lo fortalece),
como sobre la relación de pareja y su inevitable erosión: “Las relaciones no se
terminan si no se rompen, pero se dejan desgastar” (página 108). Una historia
más interior que exterior que el autor desarrolla con una lógica irrefutable y
con una prosa intensa y minuciosamente labrada, rica y poderosa.
Francisco
Martínez Bouzas
Francisco Solano, Fotografía de Gloria Gauger |
Fragmentos
“Fui
el otro con Cristina, y con Amelia, y con Viviana, y con… La enumeración sería
equívoca y tormentosa; basta declarar que no me faltaba experiencia en ser
relegado, y al cabo me adiestré en escabullirme cuando el matrimonio renovaba
su confianza; antes de que el nuevo régimen exigiera la supresión del amante
(sospechado, pero no confirmado). Mi sacrificio contribuía, pues, a la
estabilidad, y ninguna mujer me lo agradeció. Cumplía una misión delictiva,
pendiente de una cancelación anunciada; pero no puedo negar que, al
descomponerse la dirección de mi deseo, no podía evitar la sensación de haber
sido útil, no a la fatal adhesión del corazón de una mujer, sino al acatamiento
de un pacto económico; durante dos semanas, o tal vez tres, yo era un cuerpo
abolido y desorientado. La tarde en que, asaltado por el recuerdo de Cristina, sentí
aquel ímpetu de derroche (un vestido no es un detalle) caí en la cuenta de mi
debilidad, y empecé a temer el momento de la cancelación.”
…..
“No
esperaba de su parte ninguna precipitación, y yo me veía más bien arrastrado,
aunque también complacido. El azaroso encuentro tomaba un rumbo que me excedía:
ella me conocía por un nombre falso, pero no iba a entrar en una casa ilusoria.
En el ascensor tuve la tentación, y busqué en sus ojos la indulgencia que
podría venir de la sinceridad, pero parecían ansiosos por diluirse en su
pigmentación, en el marrón veteado de las nueces, y más que replicar a mi
mirada se diría que la recogía para distribuirla por todo su cuerpo. Se apoyó
con languidez, extendió los brazos y bajó pausadamente los párpados, como vencida
por algún cansancio. No era sinceridad lo que ella quería, sino la turbulencia
de la ignorancia. Ya dentro de la casa se asomó al balcón, y en la silenciosa
contemplación la vi envuelta en una suave melancolía, enfrentándose a un dolor
que persistiría más allá del placer. Me pidió luego que apagara la luz, y
cuando entró en la cama su cuerpo, simultáneamente fresco y agrio, olía a
adolescencia triste; su boca, sin embargo, escondía un dulce fango con
insólitos peces vivos.”
…..
“Nada
impide a una mujer casada y a un hombre
sin compromiso dormir juntos a cualquier hora del día, si así lo deciden ellos
contra las circunstancias, pero se interponen tantos factores que, a la hora
del pacto, cada uno debe olvidar de dónde viene y conciliar armónicamente voluntad
y deseo. Y lo peor es que, si se logra (y ciertamente se logra, aunque sea un
instante) nos afiliamos a la fatalidad, y lo que había sido un tanteo de fascinación
y torpeza, un juego de equívocos, predomina después en el ánimo. Hay en ese lapso
una predisposición al reencuentro que solo necesita un aviso. Si aceptamos esa llamada,
comenzamos una peripecia sentimental, una fábula con progresión y desenlace, y con
la conclusión viene el registro, la archivística de la memoria, y a partir de ahí
se construye la narración moral del idilio, nuestra participación agradecida o insensata
en la historia del deseo.”
(Francisco Solano,
Jugaban con serpientes, páginas 18-19. 38-29, 117-118)
llama mi atención, tal como tú lo destacas, la forma de expresión de este escritor. Me ha parecido en algunos párrafos que juega con la ironía, pero a veces me deja en la duda si sólo es un pensamiento superficial del narrador. Me inclino más por la ironía. Sin embargo el narrador se muestra a pesar de su comportamiento pre juicioso y ambiguo en algunos conceptos.
ResponderEliminarComo siempre tu reseña nos deja con deseos de saber más.
Saludo afectuoso.
con inucitada atención se asoma una temática que al parecer tiene el realismo que el adulterio tiene como acto acusativo. interesante.
ResponderEliminarUn tema muy interesante...
ResponderEliminarGracias por tu reseña, como siempre nos muestras tu conocimiento y nos das la mejor opción. Un tema controvertido esto de la infidelidad que valdría la pena leer, para ver lo que el autor intenta revelarnos en el trasfondo de los personajes de esta novela. En lo particular, no creo sea necesario el adulterio para mantener un matrimonio, pero vamos a ver con qué nos sorprende el autor. Por lo pronto veo un lenguaje fácil de leer, muy bien cuidado y estructurado ya lo leeremos. Felicidades. Un abrazo.
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