Patrick Modiano
Traducción de María Teresa Gallego Urrutia
Ilustración de portada de Pierre Le Tan
Editorial Anagrama, Barcelona, 2014, 199 páginas
Libro
de familia es uno de los títulos de la amplísima obra narrativa de Patrick
Modiano que todavía no había sido editado por Anagrama. El plus promocional que
supuso que a Modiano le concedieran en octubre el Premio Nobel y la misma
calidad de la obra han permitido que esta novela, publicada en francés en el ya
lejano 1977, con una primera edición en español en 1982, nos llegue de nuevo a través de
Anagrama, la editorial que desde 2007 nos permite leer en la encomiable versión
de la gran traductora de Modiano, María Teresa Gallego Urrutia, este buceo en
el pasado que es Libro de familia.
Libro
de familia, novela autobiográfica, pero erguida con ese mismo aire que
respira la memoria -uno de los motivos por los que los académicos suecos le
concedieran el Nobel- es un buen punto de partida para contactar con el macrotexto
o “Universo Modiano” que, como ya he señalado en este cuaderno de crítica
literaria, se mueve en torno a varias ideas temáticas fundamentales: la búsqueda
de la identidad; la escritura como medio de lucha contra el olvido: olvido de
familiares, amigos, de las calles del viejo París y especialmente de la inmensa
barbarie que eclipsó el siglo XX; así como las penumbras inquietantes y sus
incursiones en pasados turbios para llegar a ese “remate de un recuerdo” como
señala la cita de René Char situada en el pórtico de este libro; un personal
ajuste de cuentas del propio escritor con su pasado familiar que late con
fuerza en todo el manantial creativo de su propia obra, tal como lo reconoció
el propio Modiano en su discurso de aceptación del Nobel. Y en el caso de esta
novela, una singular exploración de su propio territorio que se desvanece entre
la bruma y que la memoria lucha por recobrar.
Novela autoficcional por consiguiente, con
un marcado carácter autobiográfico, amalgamando realidad y ficción, que da
comienzo con el relato del nacimiento de la hija del autor (Zina Modiano), las
prisas para llegar al ayuntamiento para registrarla y que figure con nombre y
apellidos en el libro de familia, el encuentro en el trayecto con un viejo
amigo de su padre. Y a partir de aquí, la necesidad de indagar en los orígenes
del padre que había añadido otro apellido a su nombre falso, de la madre…de él
mismo. El nacimiento de la niña y su nombre plasmado en el libro de familia iban
a ser el principio de algo: del propósito de recuperar la partida de nacimiento
de la propia existencia. Pero es preciso colmar los vacíos de esa vida y
Patrick Modiano hurga en el pasado: “Despego los carteles pegados en capas
sucesivas desde hace cincuenta años para dar con los jirones de los más
antiguos”. Una paciente y finalmente fructífera indagación que se expande por
todo aquello que se relaciona con la propia identidad del escritor. El acta
matrimonial de sus padres, él con nombre falso porque había sido un matrimonio
celebrado durante la Ocupación nazi y era judío. La calle donde vivió la abuela,
los comercios donde compraba, el ascensor que cogía. Su madre, una joven belga
que a los dieciocho años inicia una carrera cinematográfica en las tinieblas
del año 1940 y anteriores. Saltos en el tiempo: con quince años participa en
una montería a la que lo lleva su padre. La guerra de 1973 en Oriente Próximo y
la toma de conciencia de que algo se estaba acabando. La búsqueda de la partida
de un bautismo casual en Biarritz en 1950, con imágenes que recuerda vagamente.
Estancia en Suiza. El encuentro con el hombre responsable de las deportaciones
que había pretendido que él no llegase a nacer. Su matrimonio, los meses
pasados en Túnez, país de su mujer. Los ecos de Alejandría, de Salónica y de
muchas otras ciudades antes de que las incendiaran. El regreso al piso parisino
de la infancia, mas en el que ya nada quedaba de lo que había entretenido sus
primeros años, y sin embargo muy importante porque allí se habían conocido sus
padres.
Así se va fraguando la recuperación, con su
propio ajuste de cuentas con su pasado, con cientos de recuerdos de detalles,
de imágenes, de historias, de personas que le ayudan a henchir su pasado,
percibido entre brumas espectrales. Y ese París y la Ocupación que reaparecen
siempre. No solo el París de la niñez y de la adolescencia. También el París
interior, casi onírico, como el mismo Modiano lo ha definido. El París de los
tiempos turbios con el veneno de la Ocupación que se adueña incluso de su
memoria anterior al nacimiento preñada de detalles íntimos y perturbadores. El
periplo indagatorio que había comenzado con el nacimiento de su hija, vista a
través de la mampara con dos días de vida, se cierra igualmente con esa niña a la
que nada perturbaba porque todavía no tenía memoria.
No es ésta la mejor novela de Patrick Modiano.
Una novela cargada sí de historias, de recuerdos, de peripecias, de pesquisas,
pero poco comercial, que no ponen los pelos de punta a no ser cuando tras esa
urgencia por recuperar su propia identidad, se vislumbran los días tenebrosos de la Ocupación nazi. No obstante,
como ya señalé, Libro de familia se
presta para iniciarse en el conocimiento de un escritor obsesionado no solo por
la Ocupación, sino también por la gélida soledad en la que vivió su niñez y
adolescencia.
Un interrogante que el lector puede plantearse
versa sobre el estatuto narratológico de este texto: ¿biografía o ficción?
Patrick Modiano no es un escritor posmoderno. No obstante en Libro de familia hallamos un texto donde
se hace patente la autorreferencialidad del yo, con claras manifestaciones en
el plano enunciativo, ejercida por un narrador en primera persona que no
solamente le da cabida al punto de vista de la voz narrativa, sino que él mismo,
con su nombre y apellido (Patrick Modiano), es el personaje central. Estamos
sin duda pues ante un adelanto de varias décadas de lo que hoy se llama autonovela:
trabajar con las técnicas de la ficción
la historia real del propio protagonista que no es otro que el mismo escritor.
Y hacerlo a base de insinuaciones y recuerdos, amasando realidad y ficción.
Autonovela tejida con ese estilo de prosa
que ha hecho nacer el neologismo “modianesque” y que una alusión de Stendhal
define a la perfección: presentar las sombras, no la realidad de los hechos.
Una lengua sobria y escueta, como atestigua, con mucho más criterio que el mío,
la traductora, que insinúa más que muestra y que se va desarrollando con
sutileza a través de hilos casi intangibles. Y no obstante registra minuciosamente
los hechos y sus detalles, a la vez que abre pistas para que el lector pueda
navegar imaginativamente y recrear hechos y leyendas de un tiempo pasado y que
el arte cartográfico de Modiano va insinuando en esta y en otras novelas.
Francisco
Martínez Bouzas
Patrick Modiano |
Fragmentos
“-¿Has
visto? Qué raro es un registro civil, ¿verdad?
¿Y a él? ¿Lo habían inscrito en algún registro
civil? ¿De qué nacionalidad era en origen? ¿Belga? ¿Alemán? ¿Báltico? Ruso más
bien, me parece. ¿Y mi padre antes de llamarse «Jaspaard» y añadir «de Jonghe»,
ese otro apellido? ¿Y mi madre? ¿Y todos los demás? ¿Y yo? Debía de haber en
algún sitio registros de hojas amarillentas donde hubieran anotado nuestros
apellidos y nuestros nombres y nuestras fechas de nacimiento y los apellidos y
los nombres de nuestros padres con pluma y con una letra de trazos enrevesados.
Pero ¿dónde estaban esos registros?”
…..
“Ayer
paseábamos mi hijita y yo por el Jardín de Aclimatación y llegamos, por
casualidad, junto a ese picadero. Habían pasado treinta y tres años. Los
edificios de ladrillo de las cuadras, donde hallaba refugio mi padre,
seguramente no habían cambiado desde entonces, ni los obstáculos, las vallas
blancas, la arena negra de la pista. ¿Por qué he notado aquí más que en ningún
otro sitio el olor venenoso de la Ocupación, ese mantillo del que procedo?”
…..
“¿Quién
pudo sacar esa foto un atardecer de la Ocupación? Sin esa época, sin los
encuentros azarosos y contradictorios que traía consigo, yo nunca habría
nacido. Atardeceres en que mi madre, en la habitación del quinto piso, leía o
miraba por la ventana. Abajo, la puerta de entrada hacía un ruido metálico al
cerrarse. Era mi padre que regresaba de sus misteriosos periplos. Cenaban
juntos en el comedor de verano del cuarto piso. Luego, pasaban al salón que le
hacía a mi padre las veces de despacho. Allí había que correr las cortinas por
el oscurecimiento de la defensa pasiva. Seguramente oían la radio y mi madre
escribía torpemente a máquina los subtítulos que tenía que entregar todas las
semanas en la Continental. Mi padre leía Cuerpos y almas o las Memorias de Bülow.
Hablaban, hacían proyectos. Con frecuencia les daban ataques de risa (…)
La
gente esperaba en grupos compactos a que dejase de llover. Y los soportales
estaban cada vez más oscuros. Ambiente de expectación, de gestos en suspenso,
que procede a las redadas. No se atrevía a mencionar su miedo. Mi madre y él eran
dos personas sin raíces, sin el mínimo vínculo, fuere cual fuere, dos mariposas
en aquella oscuridad del París de la Ocupación en que se pasaba con tanta
facilidad de la sombra a una luz demasiado cruda y de la luz a la sombra.”
(Patrick Modiano, Libro
de familia, páginas 24, 186, 191-192)
Realmente interesante...
ResponderEliminarVeo poesía, amigo; y me conmueve esa visión de los fragmentos que nos ofreces. Me sineto cómplice en eso de memorizar, de revivir lo que ya es materialmente irrecuperable. Uno es un baúl de recuerdos, y eso lo mantiene vivo. Gracias por este regalo. Un abrazo.
ResponderEliminar