Angelica archangelica y otros relatos
Ramón L. Fernández Suárez
Opera prima, Madrid, 2013, 129 páginas.
A través de una mano amiga,
puedo leer esta colectánea de relatos de Ramón L. Fernández Suárez, profesor jubilado de la Universidad
Politécnica de Madrid, tras haber impartido igualmente docencia en la
Universidad Politécnica de Mikkeli (Finlandia).
Angelica
archangelica y otros relatos es su debut, no en campo de la escritura -ha
publicado varios estudios relacionados con su especialidad académica y
profesional-, pero sí en el ámbito de la narrativa ficcional. Un debut para el
que el autor reúne doce relatos rotulados con el título de uno de ellos:
“Angelica anchangelica”. Presenta Ramón Fernández y Suárez su primer empeño en
el terreno narrativo dividido, desde el punto de vista editorial en tres
grandes secciones, tomando como criterio, en las dos primeras, la espacialización de las historias: “Peninsulares”, “Insulares”
y “Otros relatos”.
Si algo, en mi opinión, caracteriza esta
primera incursión narrativa del autor en el campo de la ficción de formato
breve, es la disparidad de temas, de marcos escénicos, de formatos -al lado de
relatos de quince o más páginas,
conviven otros que consumen su carga diegética en una o dos. Y por supuesto,
también la calidad. Desde el punto de vista diegético o del significado
esencial de los mismos, derivado de las historias narradas, son relatos,
reconoce el autor, que recogen vivencias y experiencias de épocas y escenarios disímiles,
y muchos de ellos se mecen en un claro transfondo histórico, y también en el
presente, en la cotidianeidad complicada en la que se mueven algunos protagonistas
y que en ciertos casos (“Memorias del conde Mijail”, por ejemplo) lo que
predomina no es la ficción sino “memorias adobadas con un toque de fantasía”
(página 112).
La espacialización de los relatos de la
primera parte (“Peninsulares”) tiene que ver con España. Es este país su marco
escénico. El primero de ellos, “Angelica archangelica” es un relato de
solidariedad con un joven desconocido por parte de una misteriosa mujer, que da
comienzo con la preparación de una infusión -el título sugiere que con hierbas
del Espíritu Santo, la angelica archagelica-, que le proporciona al joven
herido, preso más tarde en las cárceles franquistas y posteriormente exiliado
en Francia. “El pan bendito”, el relato que le sigue, es un reflejo de cómo la
actual crisis actúa sobre una pareja y sobre su hijo de cortos meses. Una
escena familiar y ruptura de una pareja por culpa de la lacra del desempleo en
el que se ve sumido el protagonista masculino. Relato doliente provocado por
las inclemencias de nuestro tiempo. En “Herodiano” somos testigos, a través de
la voz vicaria de una mujer en feliz armonía con su pareja, de las atrocidades
de todo tipo incluidos los abusos sexuales, que otra pareja comete con sus
propios hijos menores. Un relato que ahuyenta cualquier optimismo,
inteligentemente desarrollado a través de la presentación de facetas
antagónicas: la felicidad de una pareja y la sevicia de otra. “Kale borroka” es
un encuentro con la dura realidad que se
abre ante los ojos de un joven vasco condenado en Francia y que, en prisión se
entera un día de que la mujer que le había amado, decide olvidarlo. Finalmente
en “Tres episodios musicales” la prosa de de Ramón L. Fernández presenta el
mundo de las emociones que un día brotaron de la audición de tres conciertos,
recuperados ahora con un poso de nostalgia y como contrapunto, un presente con
el veintiséis por ciento de parados.
En los tres relatos de la sección
“Insulares”, la acción se traslada a Cuba. La Isla caribeña sirve como marco
referencial de los mismos. Es interesante el subtitulado “Cuba y Merced” por el
buen retrato de Cuba cuando ya se sienten los aires independentistas,
promovidos por terratenientes criollos y por sus esclavos liberados. Así como
la historia de amor entre la devota terrateniente española y su confesor. Por
el contrario, en las otras dos historias de la calle Cuba, el autor abandona el
mundo ficticio y su discurso se centra en reflejar una visión de la isla en 1961 con la persecución de los
disidentes, y en una relación de agravios achacables al régimen castrista en
los primeros tiempos de la revolución. Esta misma visión negativa del régimen
político imperante en la Isla antes de la revolución, es el telón de fondo del
relato “Los felices 50”,
en mi opinión, el más logrado de la colectánea. La prosa de Ramón Fernández visibiliza de forma inteligente y sugestiva los prejuicios racistas
de una mujer viuda americana que se enamora en Cuba de un hombre casado y con
dos hijos -circunstancias que no le importan-, pero sí, en cambio el miedo a
una sociedad que le hará el vacío, tras el conocimiento, sobrevenido al
enamoramiento, de que el hombre que la estaba haciendo feliz, también en la
cama, era descendiente de esclavos negros llevados a la Isla. Por último, en “Memorias
del conde de Mijail. Biografía fragmentaria de un libertino tropical”, el
lector se “divertirá” con la historia patética de un casanova especialista en
reenamorar en vano a antiguas amantes o
amigas.
De la sección “Otros relatos”, destaco
“Indianos y moriscos”, una buena historia de los tiempos de la
conquista/colonización en Perú, con trata de esclavos, relaciones sentimentales,
infidelidades y abusos cometidos en los cuerpos y en las almas de jóvenes
indígenas.
Plantación de Angelica archangelica |
Francisco
Martínez Bouzas
Ramón L. Fernández y Suárez |
Fragmentos
“-A
ver…trae acá ese crío, que si no lo hago ahora, luego me dará pereza.
-Déjale
dormir ahora hasta que despierte por su cena. Luego le coges en brazos hasta
que se rinda.
-Entonces
déjame que te coja yo a ti en brazos y te dé un buen magreo -respondió el
marido mientras se acercaba para sobar sus posaderas.
Ella
entonces dio un breve respingo, pero, reaccionando, buscó ansiosa con su
diestra el paquete genital que le ofrecían. Media hora más tarde, aún en la
cama, sintieron cómo Luisito despertaba moviendo sus pequeñas piernas fuera de
mantillas y pañales. Esta vez no comenzó a llorar, pero en cambio, al ver
asomar los rostros de sus padres, una minúscula sonrisa desdentada les dio la
bienvenida.
Paco
extrajo al crío de su cuna mientras Mamen ataba a su cintura el cordón de la
bata de lana que había rodado al suelo al tumbarse afanosamente en pos de su marido.
Fue un momento de tierna felicidad que bien podía compensar otros
inconvenientes del presente.”
…..
“Si
entre sus amigos alguien descubriese que tenía un amante, posiblemente se
encogería de hombros y de seguro pensarían: «Bueno, siendo viuda, no hay
derecho a criticarla» Pero si se conociese que dicho amante descendía de
remotos esclavos africanos, entonces, seguramente, se le haría un vacío
alrededor imposible de superar siendo, como era, una viuda respetable. Si fuera
un hombre a quien se le supiese compartiendo lecho con una mujer del mismo
origen, entonces todos lo comentarían irónicamente durante las partidas
dominicales del country y
mirarían displicentes a otro lado. Pero no era éste el caso y ella sabía que no
la excusarían.
Pero,
¿y sus propios sentimientos? ¿No pertenecía ella misma a una raza secularmente
maltratada y perseguida? ¿No sentía por aquel taxista negro un auténtico
entusiasmo que pocos días antes le hiciera abordar el primer avión que le
acercase a él? ¿Eran sus sentimientos realmente auténticos o sólo falsas
ilusiones incapaces de sostenerse ante el prejuicio? Una vez más no halló
respuestas. Quizás tampoco tenía fuerzas para ahondar en un intento por
localizar el reducto racional de su intimidad. Debía tomar alguna decisión y
así, tres semanas más tarde, compró un billete de ida a New York, desalquiló el
apartamento y nunca regresó.”
(Ramón L. Fernández y Suárez, Angélica archangelica y otros relatos, páginas 36, 94)