sábado, 1 de junio de 2013

LOS CAMBIOS EN CHINA DE LA MANO DEL NOBEL MO YAN



Cambios
Mo Yan
Traducción de Anne-Hélène Suárez Girad
Editorial Seix Barral, Barcelona, 2012, 127 páginas.

   Un libro peculiar, que se puede encuadrar entre la novela, las memorias y la autobiografía. No es ninguno de estos subgéneros por separado, pero, sin duda, es todos ellos juntos. También, una mirada a los cambios operados en China desde la llegada de Mao. De hecho Mo Yan, escribió este libro en 2010, por encargo de una editorial india y para una colección titulada “¿Qué es el comunismo?”. Son las coordenadas editoriales en las que se mueve Cambios, seguramente la obra más personal del último Premio Nobel de literatura y quizás el más apropiado para introducirnos en la producción literaria de un escritor conocido en España gracias a su novela Sorgo rojo, sobre todo en su versión cinematográfica realizada por el director Zhuang Yimou.
   Pero para comprender cabalmente el fondo de la novela y los rasgos del escritor Mo Xie, alter ego de Mo Yan y protagonista principal de Cambios, considero que es conveniente conocer algunos jalones de la vida del Premio Nobel. Mo Yan, que significa irónicamente “No hables”, es el heterónimo de Guan Moye, nacido en 1955 en el seno e una humilde familia rural. A los doce años abandona el colegio -su alter ego Mo Xie es expulsado- y,  a partir de este momento, comienza la connivencia con el régimen comunista. Debido a su extracción social, “campesino medio”, tiene acceso a las Fuerzas Armadas. Se alistó por consiguiente en el Ejército popular y empezó a estudiar literatura y a escribir. Para el régimen comunista Mo Yan es el primer escritor chino que ha conseguido el Nobel, puesto que le niega esa misma condición a Gao Xingjian que fue premiado por la Academia Sueca en el año 2000. Sin embargo, la disidencia interna y externa china ha puesto en tela de juicio al Nobel del año 2012, debido precisamente a su complicidad con el régimen. No obstante, Mo Yan sigue viviendo y escribiendo en China y en Cambios censura y pone en tela de juicio muchos de los avatares soportados por sus compañeros durante la Revolución Cultural, si bien su enfoque es desdramatizador y en cierta medida está dulcificado por la impregnación de un fino humor.
   Cambio es el relato de los últimos cuarenta años de la historia china, reflejados en la percepción de un chico, Mo Xie, que alcanza la edad adulta en un ambiente demasiado estrecho. Y como el protagonista es el alter ego del autor, con lo que se va a encontrar el lector es, en definitiva, con la vida y peripecias existencias del escritor, en sus itinerarios vitales y profesionales: estudiante, obrero, militar y escritor. En este libro, autorreferencial aunque sea de forma vicaria, tienen así mismo un papel relevante las personas corrientes que le acompañaron desde su niñez: sus profesores, especialmente Lin el Bocazas, el descarado compañero He Zhiwu, que se substrae a cualquier principio de autoridad y que regresa en la conclusión del texto para hacer un minucioso relato de sus vida y peregrinas proezas; Lu Wenli, la hermosa compañera que acaba contrayendo matrimonio con el profesor del colegio al que todos odian. Incluso forma parte del repertorio de personajes el camión Gaz 51 de fabricación soviética, que conducía el padre de la bella Lu Wenli y que en la novela aparece como un actante más, plenamente humanizado.
   Mo Yan enhebra en su relato la historia cotidiana de un país en permanente cambio, usando el pasado para describir el presente y esforzándose para que su escritura sea un fiel reflejo de la sociedad china, una sociedad que,  a pesar del desarrollo y del progreso alcanzados en la últimas décadas, sigue conservando sus costumbres ancestrales: la consistencia de las jerarquías sociales, la costumbre de los regalos, esos sobres con dinero, verdaderos sobornos a posteriori, la obsesión por la riqueza, mucho más importante que el amor a la hora de concertar matrimonios o relaciones sentimentales.
   A lo largo del relato, el autor sigue la trayectoria de sus personajes y con ese rastreo intenta reflejar las transformaciones acontecidas en China en las últimas décadas, que justifican el título del libro. El tono de la escritura de Mo Yan no transmite, sin embargo, una perspectiva de la vida negativa. Predominan las modulaciones maliciosas, sarcásticas, sobre todo cuando de una forma sutilmente  corrosiva critica las tropelías y desmanes que tuvieron lugar durante la Revolución Cultural. Añádase a todo esto una prosa con un gran poder descriptivo y narrativo, la creación de verdaderos universos satíricos, conjugados con excelentes ráfagas de lirismo. Y buenas dosis de magia, aprendida o heredada de escritores como Faulkner, García Márquez o Italo Calvino y que alimenta las raíces de una estética que ha sido bautizada como “realismo alucinatorio”, que justifica el dictamen de la Academia Sueca cuando le concedió el Nobel: “una fusión de realismo visionario, cuentos populares, historia y contemporaneidad”.

Francisco Martínez Bouzas

 
 
El Premio Nobel 2012, Mo Yan


Fragmentos

“Yo era muy poca cosa, un desgraciado desde la infancia, especialista en pasarme de listo para acabar metiendo la pata en todo. A menudo, cuando trataba  claramente de hacer la pelota a algún profesor, éste creía que en realidad estaba intentando comprometerlo o meterlo en apuros. Cuántas veces exclamó mi madre: «¡Hijo mío, eres como un búho anunciando una buena nueva: por mucho que te esfuerces, a nadie alegra!», y era verdad. A nadie se le ocurría nunca relacionarme con una buena acción; en cambio, todo lo malo era culpa mía.”

…..

“Era Un Gaz soviético desechado en el 53, tras la Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y de Ayuda a Corea. Dicho de otro modo, era un camión histórico y de méritos gloriosos. En los años de violencia desatada, había desafiado lluvias de balas avanzando siempre heroicamente. En los de paz, seguía corriendo sin parar, dejando tras de sí una nube de polvo en la carretera. Cuando el camión pasaba delante de nosotros, veíamos a través de la ventanilla el aspecto ufano que mostraba el padre de Lu Wenli. Unas veces iba con gafas de sol, otras no. Unas veces llevaba guantes blancos, otras no. A mi lo que más me gustaba era cuando llevaba los guantes blancos y las gafas de sol. Porque habíamos visto una película en la que un heroico agente de nuestro ejército en misión secreta de reconocimiento llevaba guantes inmaculados y gafas oscuras, disfrazado de oficial enemigo para inspeccionar las posiciones de artillería del ejército opuesto.”

…..

“Lo primero que hicimos fue ir a la plaza Tia’anmen, donde hicimos cola para fotografiarnos, luego otra cola para visitar el mausoleo del presidente Mao y rendir homenaje a sus restos mortales. Mientras contemplaba al presidente tendido en el sarcófago de cristal, recordé la sensación de cataclismo que había tenido  dos años antes al oír la noticia de su fallecimiento; el desengaño al descubrir que en el mundo no había dioses. Ni en sueños habríamos creído que el presidente Mao moriría un día, pero murió. Creíamos que si moría el presidente Mao, sería el fin de China. Pero llevaba dos años muerto, y el país no sólo no había llegado a su fin, sino que iba mejorando paulatinamente.”

(Mo Yan, Cambios, páginas 9-10, 20-21, 59-60)

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