Sombras en el laberinto
Francisco X. Fernández Naval
Editorial Trifolium, Iñás-Oleiros (A Coruña), 2012, 182 páginas.
La coruñesa Editorial Trifolium brinda a los lectores de narrativa española la posibilidad de disfrutar con una historia hábilmente narrada por Francisco X. Fernández Naval, autor de una amplia y polifacética obra literaria en gallego que incluye poesía, novela, relato, ensayo, literatura infantil y juvenil, guiones cinematográficos y teatro. Sombras en el laberinto fue publicada originariamente en gallego en el año 1997. La colección “Litterae” de Trifolium la acoge ahora posiblemente traducida por su mismo autor.
Como en obras anterior (O bosque das antas, 1998, Tempo de crepúsculo, 1993) Fernández Naval introduce en su fabulación elevadas dosis de intriga y con ella consigue que el lector muerda el anzuelo, el cebo de un mundo fabulado que tira de nuestra atención, ansiosa de ver dónde y cómo finalizan los largos hilos de esta trama de de búsquedas y escondites. Pero, al igual que en los libros anteriormente mencionados, el verdadero protagonista narrativo de Sombras en el laberinto no son las vicisitudes del enredo, sino la recuperación, el borbotear de los recuerdos, la reconstrucción de las raíces.
Como telón de fondo, el paisaje majestuoso del Cañón del Sil, en la Ribeira Sacra, corazón de Galicia y ciertos acontecimientos de un pasado relativamente reciente, convertidos en materia narrativa por algunos escritores gallegos: los atropellos de la banda de los encapuchados en lugares donde solamente nace el yermo del tojo, las acciones del así llamado en su día “Exército Guerrilheiro do Povo Galego Ceibe” (voladura del chalé de Fraga Iribarne, la sencilla y fácil detención “conforme a lo previsto” de sus autores en la cueva del río Sil) y de los Grupos Revolucionarios de Acción Patriótica (asesinato de Claudio San Martín).
En las mismas fechas, finales de mayo de 1988 y por los mismo caminos de carro y pronunciadas laderas del río, intenta perderse y huir de su desasosiego existencia el principal protagonista del relato. La pareja formada por Carlos y Marta hacía tiempo que había olvidado el cine, el libro de la sexualidad, las discusiones sindicales. Se les habían ido apagando los ideales de la juventud en épocas en las que expulsaban a las parejas de los hoteles de Vigo cuando en la recepción no les creían que estaban casados. Pero no les importaba porque eran capaces de reír bajo la lluvia y brindarles a los poderosos dioses del amor sus noches sin dormir. Pronto vendrían los hijos. Sencillamente llegaron y el tiempo, tejedor testarudo y silencioso, empezó a nutrir la tela de sus vidas con tedio e indiferencia. Viven y mastican el silencio de las comidas y cenas. La misma monotonía, el mismo aburrimiento opresivo en el trabajo. Carlos huye de este yugo de la vida y es el Cañón del Sil el paisaje escogido para librarse de sus ataduras existenciales y enlazar la pasión de una renovada libertad.
Pero la fatalidad hace que no halle en la Ribeira Sacra el espacio y el tiempo de la libertad, sino el escenario donde todo el mundo busca y vigila. La fabulación de Fernández Naval es pues la historia de un sueño de libertad que acaba en tragedia, en un laberinto de desolación. Es así mismo una novela de búsquedas. Búsquedas sin encuentros porque solamente se recuperan los recuerdos.
Bien escrita, formalmente muy bien escrita especialmente cuando el autor penetra en la personalidad de sus principales actores. Pero quizás con sobreabundancia de argumento, con demasiadas historias cruzadas, con excesivos recuerdos por rescatar que a veces dificultan atender a la línea argumental principal. A pesar de todo ello, el trabajo narrativo de Francisco Fernández Naval es en su conjunto my aceptable y supera con creces la insubstancialidad de tanta narrativa, convertida en éxito a través de marketing y promoción.
Francisco Martínez Bouzas
Francisco Fernández Naval |
Fragmento
“La mujer no le miró a los ojos cuando le devolvió el carné por encima del mostrador de recepción. El color del sujetador daba a entender una existencia triste, sin sobresaltos, una manera de vida que él conocía bien y de la que huía. Pagó. Quizás a ella le extrañaba su soledad. No era fácil que sospechase nada de él, que lo viese como un hombre capaz de abandonar a su familia y de quedar prendido por un trozo de cuerpo intuido a través del hueco causado por la falta de un botón de una bata de flores. Si ella no le miraba, no podía leer el deseo en sus ojos. Metió la mano en el bolsillo de la americana. Allí estaba la pistola, cargando la chaqueta de aquel lado. Si ella pusiese sentir el tacto frío del metal en su pubis, su dureza compacta, la suavidad de sus cachas. «Buen día para un viajante», exclamó decidido a mentir, dibujando en su rostro una falsa expresión de júbilo mientras firmaba la factura. Ella no le contestó”
(Francisco X. Fernández Naval, Sombras en el laberinto, página 49)
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