Bahía Blanca
Martín Kohan
Editorial Anagrama, Barcelona, 2012, 276 páginas.
Martín Kohan (Buenos Aires, 1967), estudioso y docente de Teoría Literaria, es como narrador no una promesa, sino una realidad consolidada, especialmente desde que en 2007 su novela Ciencias morales se hizo merecedora del Premio Herralde de Novela. Un narrador que se mueve como pez en el agua abordando uno de los grandes temas de literatura: los conflictos psicológicos, las relaciones anímicas a las que observa en sus obras desdoblándose y con la suficiente frialdad como para ser capaz de observar el panorama interior de sus criaturas, de sus héroes o antihéroes, especialmente aquellas pulsiones refrenadas que nos atormentan.
Lo acomete con brillantez en esta novela compleja, pero al mismo tiempo muy rica en su elaboración, novela de amor, pero sobre todo de secretos y obsesiones. Para ello, Martín Kohan, partidario de la épica del abandono y solidario con los perdedores, ha elegido una ciudad: Bahía Blanca, en el sur de la provincia de Buenos Aires (un sur de cerca de setecientos kilómetros!), puerta de acceso a la Patagonia, una ciudad negativizada, paradigma de la ciudad maldita, hasta el punto de que sus habitantes, en un juego de iniciales y para no nombrarla, la llaman Brigitte Bardot. Atraído por la mitología de una ciudad hasta tal extremo maldita, Martín Kohan sitúa la primera parte y el desenlace de su novela en Bahía Blanca, porque le interesaba, para levantar su edificio narrativo, todo aquello que se cobija bajo el principio de la negación, el lugar optimo para alguien que precisa olvidar, anular, negar.
Ese alguien es Mario Novoa, un héroe/antihéroe en soledad como los personajes dostoievskianos en la visión de Georg Luckács, que viaja a Bahía Blanca con el aparente propósito de recoger datos sobre el escritor argentino Ezequiel Martínez Estrada. Deambula por la ciudad buscando evadirse, alejar sus obsesiones, anular la colección de sus fijaciones, que nos transcribe en un diario escrito en primera persona, en el que apunta sus desconcertantes e insubstanciales vivencias, pero en el que, sin embargo, no anota los oscuros secretos que configuran su neurótico drama interior. Hasta que la aparición, en un inesperado encuentro, de una figura del pasado, introduce la figura de Patricia, ex mujer de Mario, cuyo marido había sido brutalmente asesinado, meses atrás. La referencia, en la charla entre ambos, a este personaje como “el marido de tu mujer”, convence al protagonista de que poco importa que ella lo haya abandonado hace siete años: él la sigue amando y ella es su mujer.
El secreto que el protagonista le confía al amigo recién encontrado, genera un giro de ciento ochenta grados en la narración. Martín Kohan nos introduce en una nueva historia: la historia de un perdedor que hace de sus obsesiones un verdadero personaje, especialmente en la última parte de la novela, donde cambian la rutinas de Mario Novoa, pero no así su obcecación, la fijación por una historia de amor/desamor escondido, no resuelto en su momento, que arrastrará al protagonista a una drama personal y a la pérdida definitiva del bien más preciado, cuya desaparición contempla sin pena ni gloria.
Para Martín Kohan Bahía Blanca es una novela de amor que aparece escondido, precisamente porque para el protagonista el amor es lo fundamental y no soporta que haya habido un tercero, al que justamente por eso se lo excluye. Como lector interpreto la novela como un deslizamiento entre un relato de amor fou y una inmensa y desmedida obsesión de que todo puede llegar a revertirse.
Pero sea como fuere, Bahía Blanca es el triunfo de la narración, porque Martin Kohan, sin caer en los tópicos empalagosos de la queja tanguera, retrata en su escritura reiterativa el mundo de las obsesiones de forma muy notable. El registro que el protagonista hace de forma precisa de los mil detalles de la ciudad, en la que el principio de la negación lo rige todo, o en Buenos Aires, con su seguimiento de calles, es una optima arma narrativa para sumergirnos en la desgarradora obstinación de un perdedor que hasta el final no asume su derrota.
Francisco Martínez Bouzas
Martín Kohan |
Fragmentos
“-Viste, ¿no? -dice Ernesto.
-No sé, ¿qué cosa? -yo.
-Lo que pasó, ¿sabés? -Ernesto
-No sé, depende -espero yo.
-Que se murió, ¿no es cierto? Que lo mataron en un robo. Al marido de Patricia, digo. De tu mujer, quiero decir -dice-. Se murió, ¿sabías? Lo mataron en un robo. Ya sabías, ¿no?
-Sabía, sí.
(…)
-Qué raro, ¿no? -consulto-. ¿No es raro?
-Qué cosa, no se -se confunde Ernesto.
-Esa manera de decir, como dijiste vos: «el marido de tu mujer».
-¿Dije así?
-O parecido.
-No dije así.
-Es parecido. Pero está bien -lo calmo-; solamente suena raro. Porque parece una frase absurda, ¿no?, un contrasentido lógico: «el marido de tu mujer». ¿Quién podría ser el marido de mi mujer? Si es mi mujer, que es lo que dice la frase, ¿quién podría ser el marido? Tendría que ser yo, ¿no es cierto? En un sentido lógico, quiero decir, puramente lógico, ¿no tendría que ser yo?”
…..
“Perfectamente, sí, ¿por qué no decirlo? ¿Por qué no decir, si es la verdad, que fue acá, en este auto, en este asiento, en este auto que ahora manejo, en este asiento que ahora ocupo, donde di muerte (dar muerte es dar algo también) al remoto Luciano Godoy? ¿No iba acaso sentado acá, desatento a lo que sucedía en torno? ¿No tenía una carterita repleta de dinero justo ahí, ahí donde ahora Patricia duerme y se deja llevar? ¿No pasé mi brazo y mi mano, y en mi mano un terrible cascote, por esa misma ventanilla que tengo ahora abierta apenas, tan sólo lo necesario para que el aire del habitáculo no se envicie (…)?”
…..
“Lo que digo, me parece con balbuceos, tiene este sentido aproximado: que podríamos intentar, por qué no, estar los dos juntos de nuevo (digo así: «estar los dos juntos de nuevo»).
Patricia me responde, palabras más palabras menos, que a ella le parece que no.
Le digo más o menos esto: que ya han pasado algunos años, que seguramente este tiempo nos ha servido para entender los errores cometidos, que podríamos perfectamente hacer el intento (digo así: «perfectamente»).
Patricia me responde de nuevo, palabras más palabras menos, que a ella le parece que no.
Le insisto aproximadamente así: que hemos crecido y madurado, que debemos haber comprendido sin dudas todo eso que hace años no comprendimos, que evitaríamos sin duda alguna cometer todos esos errores que hace años cometimos, que si volviésemos a intentarlo, porque ella está sola ahora y yo estoy solo también, nos saldría bien fuera de dudas, nos saldría perfectamente bien (digo así: «perfectamente bien») fuera de toda duda.
Patricia replica más o menos esto: que no, que no quiere.
Yo le digo más o menos esto otro: que por qué, que por qué.
Patricia responde más o menos esto: que no, que no quiere, que no me quiere”
(Martín Kohan, Bahía Blanca, páginas 129-131, 255, 266)
Gracias, Francisco! Me cautivó la trama y voy a tratar de comprarlo. Tus reseñas son de mucha ayuda, amigo y excelentes!
ResponderEliminarUn abrazo desde Miami.
Jeniffer Moore