Vente conmigo
Roberto Saviano
Traducción de Francisco J. Ramos Mena
Editorial Anagrama, Barcelona, 2011, 214 páginas.
En el epílogo de agradecimientos de este libro, Roberto Saviano le da las gracias a los catorce hombres de su escolta que aceptan pasar buena parte de su tiempo lejos de sus casas, apoyando su trabajo con gran disciplina y siempre con una sonrisa en los labios. ¿Quién es entonces Roberto Saviano? ¿Un político o un magistrado comprometido, en lucha contra la mafia, contra la corrupción, contra la “Ndrangheta” calabresa? No, Roberto Saviano (Nápoles, 1979), aunque es autor del best seller internacional Gomorra, es sobre todo un periodista, creador y presentador del programa de la RAI-3, “Vieni via con me”, el gran acontecimiento televisivo en Italia durante el pasado año. Ahora, editado por Feltrinelli este mismo año y traducido hace menos de un mes por Anagrama, aquellas historias televisivas se han convertido en libro. Perderemos el idilio entre voces y signos, el tono de su voz, los aspectos paralingüísticos, pero podemos disfrutar de la lectura de unos textos anclados a veces en la tensión, a veces mucho más distendidos, que nos empapan por igual de la fuerza y de la necesidad interior de retratar la Italia de hoy, de ahondar en las heridas que desde hace muchos años lacran al país transalpino.
Precisamente por su rebeldía, porque no acepta la realidad fáctica, porque es un personaje-símbolo de la Italia honesta, le quieren matar. Porque Roberto Saviano defiende la ética como principio rector de la vida pública y de los negocios privados en una Italia, que en efecto no es presa de totalitarismos fascistas, pero está embutida de mecanismos censores insidiosos, no reconocibles de inmediato, que difícilmente toleran que se hable de la máquina del fango, de la ósmosis de la mafia en la política, de la compra de votos, de las mentiras sobre el terremoto de L’Aquila, de los negocios a cuenta de los residuos.
El libro, así como el programa televisivo, está dirigido a aquella parte del país, la inmensa mayoría, que ansía rediseñar el “clima nacional”, afirmar que no todos los italianos son iguales, que su diversidad “reside en saber equivocarnos sin ser corruptos” (página 13). Para ellos, para un público que ante todo se siente ciudadano habló y escribe Saviano intentando explicar en primer lugar cómo funciona la máquina del fango, ese mecanismo que escupe contra todo aquel al que el gobierno considera un enemigo, equiparándolo todo para poder afirmar que todos estamos sucios, que así funciona el mundo, que no hay esperanzas. Para explicar el Norte de Italia como un territorio cada día más controlado por la “Ndrangheta” y todas las mafias del Sur. Reglas atávicas, inamovibles, económicas pero sobre todo culturales, asumidas como formas de estar en el mundo, pero desafiadas por el magistrado Falcone hasta que lo asesinaron. Y también por la historia de amor de Piergiorgio y Mina Welby o por la lucha por una muerte digna de Beppino Englaro, que transformaron sus cuerpos en dramáticos campos de batalla en defensa de los derechos humanos.
También escribe Saviano para la mayoría de los napolitanos que desahogan sus rabias ante una ciudad tapizada con las inmundicias de los residuos, conscientes de que la mayoría de las veces no se desenmascarará ese gran bluff mientras las mafias sigan ganando.
Y así, con un discurso incómodo y en voz alta nos enfrenta con el último monólogo: una defensa de la Constitución italiana, antídoto legal contra todo lo horrendo que está ocurriendo en Italia, porque son las leyes de todos los italianos, no las leyes de unos pocos.
Palabras de un rebelde, con alternancias de narración y reflexión, escritas directamente para la sociedad italiana pero que nos conciernen a todos, porque en todos los países suelen prosperar los mediocres, los que agachan la cabeza, miran hacia otro lado y hacen oídos sordos a aquel principio kantiano de la universalidad de las normas éticas: “Actúa de tal modo que puedas desear que la pauta de tus acciones se haga universal”. En todas las sociedades, estados y naciones, valores tan fundamentales como la ética, la moralidad, el respeto a aquellas leyes que mantienen viva no sólo la libertad, sino el mismo aires que respiramos, suelen estar enfermos, acosados de reiteradas y profundas fragilidades.
Fragmentos
“De un tiempo a esta parte vivo como una especie de obsesión, una obsesión que concierne a la máquina del fango, el mecanismo con el que es posible difamar a cualquier persona. Y tengo esta obsesión porque nací en una tierra en la que cualquiera que haya decidido obstaculizar al crimen organizado ha sufrido siempre esa clase de deslegitimación total. Incluso los que son asesinados, los que han muerto y caído por enfrentarse a las mafias, son difamados. Y por lo tanto soy sensible, tengo los nervios a flor de piel frente a ese mecanismo”
…..
“En realidad frente a la máquina de fango no hay que responder diciendo: «Nosotros somos mejores». Hay que decir: «Nosotros somos distintos». Hay que subrayar la diferencia, no meterlo todo en el mismo saco. Señalar, por ejemplo, que la privacidad es sagrada y uno de los pilares de la democracia: poder declarar el propio amor a la persona a la que se ama sin que nadie lo escuche” (…)
“¿Qué sucede en Italia cuando se molesta a quien manda? Se activa una máquina hecha de dossieres, de periodistas conniventes, de políticos intrigantes que tratan a través de medios de comunicación y chantajes de deslegitimar a sus rivales. Podría contaros muchas cosas. La historia de la casa de Montecarlo del presidente de la Cámara Gianfranco Fini, surgida cuando empezó a disentir de algunas de las posiciones de su partido. Pero ¿dónde estaba el delito? Era un gesto inelegante, inoportuno. Mas no había delito. Podría contaros la historia de Dino Boffo, el director del diario católico Avvenire que había empezado a criticar tímidamente la conducta de Berlusconi. La maquina de fango dio a entender que estaba en posesión de un documento de naturaleza judicial que rezaba: «Conocido homosexual, ya objeto de atención de la policía.» Pero ¿cuál era el delito?, ¿la homosexualidad? Podría contaros que la presunta homosexualidad de Stefano Caldoro se convirtió en el arma utilizada por un colega suyo de partido, Nicola Cosentino, para arrebatarle el puesto de candidato a gobernador de Campania”
(Roberto Saviano, Vente conmigo, paginas 41, 43-45)
Un libro denuncia y encima contra "la máquina del fango".No conocía a éste autor pero entiendo que claramente denuncia y conoce los tejes y manejes de la corrupción y política italiana. Creo que es un libro que todo italiano debe leer.
ResponderEliminargracias por compartir.
Un libro que debería leer todo italiano y cualquier ciudadano del mundo que crea en la dignidad del ser humano, en los derechos humanos, en el primado de la ley, en la universalidad de las mismas. Y que esté en contra de la corrupción, la manipulación, los poderes paralelos promovidos por ciertos estados que enfangan el honor de los ciudadanos
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