jueves, 10 de noviembre de 2011

"TIEMPOS DE FUGA": NARRATIVA DE SABOR FATALISTA


Tiempos de fuga
Ramón Caride
Traducción: Xoán Fuentes Castro
Editorial Almadía, Oaxaca (México), 250 páginas.


Con una cuidada traducción del gallego, obra de Xoán Fuentes Castro, la mexicana Editorial Almadía pone a disposición de los lectores en español, Tiempos de fuga de Ramón Caride. Sería suficiente un título como este para hacer de su autor  un escritor de culto. Pero la novela es algo más: ante todo, una prolongación y un reencuentro con ese macrotexto que Ramón Caride lleva escribiendo desde siempre, de forma especial en sus últimas obras, en esas historias profundas y dolientes en las que alientan sus grandes obsesiones: la contingencia de la felicidad, la incerteza de los paraísos, la imposibilidad de encerrar en el determinismo  de leyes y de teorías el mundo de sus héroes y personajes. Porque el azar, que todo lo gobierna con mano implacable, es quien en última palabra decide en nuestra vida.
No actuaré de spoiler de la trama novelesca de Tiempos de fuga, pero no me resisto a no cavilar, en la arena de la reflexión pública, sobre alguna de las grandes ideas que, en mi opinión, actúan como vigas maestras de esta excelente novela. Una novela de dolores metafísicos como las del mejor Paul Auster, el escritor por excelencia del azar, uno de los que mejor han sabido novelar las casualidades que gobiernan las existencias humanas.
Ya en el punto de arranque de las historias que en Tiempos de fuga  corren paralelas hasta la confluencia final, hallamos el sabor fatalista que engullirá con tentáculos herméticos a los protagonistas. Los vientos fatalistas soplan, e efecto, ya en la primera página: “A fin de cuentas, nadie puede huir de su destino, ni siquiera de su pasado”. A partir de aquí, todo será un encadenamiento de casualidades. Por puro azar, uno de los protagonistas presencia una persecución automovilística y, también por circunstancias azarosas, decide esconder en su bolsillo la llave metálica que pierde uno de los automóviles. Lo hace sin saber muy bien por qué: “En ese instante ignoraba que aquel sencillo acto de agacharme, apretar el llavín y llevarlo conmigo iba a cambiar para siempre mi vida” (página 23).
También para Natalia, el personaje femenino que comienza a viajar a la deriva para engañar y entretener su soledad suicida, todo tiene el mismo valor: cero. La única valía es la de la casualidad, lo aleatorio, la fugacidad del tiempo que deja apenas mínimos instantes de placer o de asco. Nada más. Incluso el mismo itinerario que elige, estará determinado por el azar; como todos los viajes de esta novela de rememoraciones y de huidas interiores en las que participan seres humanos con la misma conciencia de estar en manos del azar.
Y a la par de todo esto, otra idea recurrente en la narrativa de Ramón  Caride: la contingencia y la precariedad de los paraísos. Ninguno es eterno. Todos son precarios e inciertos.
Tiempos de fuga es una novela rebosante de trama, de argumento, de verdaderas historias. Un núcleo diegético fuerte que no se deja devorar por los aspectos formales, sin duda novedosos, de la narración. Una historia que mantiene siempre la primacía, el interés, la verosimilitud y nos obliga a reflexionar sobre el sentido de nuestras vidas y sus azarosas contingencias.
Novela de carreteras, -road novel, sin duda-, de peregrinaciones, de huidas de uno mismo, de identidades cambiantes, también de pesadillas, relámpagos y frialdades. Con dosis selectas de erotismo, de onirismo, de cabalística, de querencias por la ciencia ficción tan arraigada en la narrativa de Ramón Caride.
Ramón Caride
Atendiendo a la arquitectura y configuración formal, Tiempos de fuga es un verdadero reto para el lector. El autor escribe esta novela con la lengua y con el estilo de siempre: un realismo iluminado con flashes de fantasía. La gran novedad reside en aquellas características que tienen que ver con la arquitectura interior de la obra, congruentes con las técnicas literarias de vanguardia más actuales. Un cóctel de voces narrativas, rupturas y dislocaciones temporales y distintos hilos argumentales articulados en el mismo discurso ficcional. Varios niveles semánticos, una cierta tendencia al fragmentarismo y  a la experimentación que le permiten a cada lector inventar su propia lectura. Todos estos lances y riesgos arquitectónicos convierten Tiempos de fuga en un producto literario interesante, muy alejado de esas golosinas que alimentan a aquellos que se dan por satisfechos con una narrativa cimentada en la levedad y en la intrascendencia.

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