viernes, 14 de enero de 2011

CUANDO LOS PERSONAJES SUPLANTAN AL AUTOR


Morir en agosto

Javier Martín

Editorial Candaya, Canet de Mar 2004, 246 páginas

   En Candaya, un pequeño pero selecto sello editorial que toma su nombre de quijotescos reinos fantásticos y que nace para luchar desde la modestia contra aquellos maleficios que condenan al ostracismo a muchos escritores, hace su debut en el género novelesco Javier Martín, un narrador apenas conocido pero que se perfila como un verdadero autor de culto y es uno de los grandes descubrimientos literarios de hace unos años. La novela con la que se estrena, Morir en agosto, no deja dudas de su admiración por Roberto Bolaño, Enrique Vila – Matas y Javier Marías, así como de su empeño por cuestionar las fronteras de la ficción narrativa. La realidad y la ficción se mezclan de hecho en buena parte de esta novela y entre los personajes de la misma se encuentran, no por arte de magia, sino para vagar a la deriva, distintos escritores actuales. Entre todos ellos, Santos Puebla, un raro espécimen  de la fauna de los “bartleby”, escritores que no escriben, que han dejado de hacerlo ante la convicción de que la tarea resulta inútil e imposible.

   La novela es sin embargo la de un escritor que, a pesar de mantener esa creencia, pretende escribir pero acepta de antemano sus fracasos y opta por permitir que sean sus personajes los que escriban la obra. La novela, no obstante, no ofrece respuestas claras y contundentes a los interrogantes sobre la inutilidad de la escritura.


   Es Santos Puebla quien dedica sus esfuerzos a tramar una novela de la que todo el mundo habla, pero que nadie ha leído porque está sin escribir. Son entonces sus personajes los que determinan llevar a cabo la tarea. Hay una verdad terrible de la que huye el protagonista, algo que ocurrió una lejana tarde de verano en 1969 que acaba bruscamente con la infancia de Santos Puebla y de su hermano Juan. Para alejarse de ella, el protagonista trabaja como diplomático en lugares cada vez más remotos. Empresa imposible porque la verdad está construida de tiempo y no resulta factible olvidarla voluntariamente. Pero intentará reconstruirla a través de la escritura que es capaz de elaborar refinadas mentiras con palabras.
Javier Martín
   Descubrir cuál es esa verdad secreta convierte a Morir en agosto en una novela de intriga que se enfrenta con los perturbadores enigmas que esconde la existencia humana. Al final, conoceremos la problemática ruta existencial del protagonista por las pesquisas de su hermano que levanta finalmente la novela que aquel no fue capaz de escribir. Para ello, convocará a diversos personajes, entre ellos el propio Santos Puebla, que le entregarán la llave de sus recuerdos sobre el escritor diplomático sumido en el mal del estado de no escritor.
   Novela de estructura fragmentaria que demanda un lector activo, un pacto con el narrador. Amparada y bien amparada según el prologuista, Vila – Matas, en Los detectives salvajes de Bolaño, Morir en agosto con prosa precisa y diáfana rinde homenaje a la literatura, representada por escritores “desarraigados y a la deriva”, que surgen como interlocutores de un narrador que poco a poco se va evaporando, y nos hacen llegar sus reflexiones, lúcidas pero inquietantes, sobre el proceso y el sentido de la escritura. Novela pues seductora para aquellos lectores refinados dispuestos a alimentarse con una narrativa que cada vez es más metanarrativa y juega con las fronteras de la realidad y la ficción.

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