lunes, 8 de junio de 2020

ESPERANZAS Y MISERIAS EN UNA FRANCIA PERIFÉRICA


Sus hijos después de ellos

Nicolas Mathieu

Traducción  de Amaya García Gallego

Alianza Editorial, Madrid, 2019, 456 páginas.



   


    El protagonista de esta novela de Nicolas Mathieu, Leurs enfants après eux, ganadora hace dos años del Premio Goncourt es un verdadero antihéroe. La novele arranca en el verano de 1992, con Anthony que acaba de cumplir catorce años. Es vulgar en todos los sentidos, vive una vida artificial y parece condenado a un mundo sin salida, con un futuro lleno de nubarrones como el de su padre, una víctima más de la desindustralización de la región de Lorena. Novela de formación, espejo de una juventud  que pendula entre el deseo sexual -desea  ir a una playa nudista y está loco por una chica- y la frustración de una existencia sin norte, porque las desigualdades sociales lastran cualquier posible futuro de la juventud.

   Por eso, a la par que novela de iniciación, Sus hijos después de ellos es un fresco sociológico de la decadencia industrial de la Francia de la periferia. Seres desmotivados  como Anthony que solamente piensan en hallar en el incierto amor de Steph, una joven de la burguesía provinciana y que a la vez lo desprecia y lo busca, la estrella polar de su vida. En esa existencia desmotivada, a Anthony le queda el refugio de las motos, las peleas, el instinto sexual y el alcohol.

   La trama novelesca se desarrolla en el valle ficticio de de Heillange en el noreste de Francia, en plena Lorena, castigada por la desindustralización, con paro creciente y ausencia de perspectivas. Transcurre en cuatro veranos de los años noventa. Sus principales protagonistas, no obstante ser una novela coral, son Anthony que inicia la historia con catorce años y la termina con 20; el joven Hacine, hijo de marroquí nacido en Francia, y la  joven  Stéphanie - Steph- , el objeto del deseo de Anthony. Todos jóvenes ya que ese es el punto de vista del autor: retratar a los jóvenes que se ahogan en el claustrofóbico valle, con un futuro cada día más negro para ellos. Igual que lo fue y los es para sus padres.

   En agosto de 1992, Anthony tiene catorce años y está tan aburrido que acaba robando una canoa para poder curiosear en una playa nudista cercana. Pasarán cuatro veranos, cuatro momentos hasta el mundial de futbol  de 1998. Y en  ese intervalo, el autor relata unas vidas que transcurren sin pausa en la Francia de los hombres que se consumen en el tajo y las mujeres enamoradas que se marchitan a los veinte años.

   Anthony, a sus catorce años, crece a la sombra de la crisis conyugal de sus progenitores debida al paro del padre y al alcoholismo y a la frustración de la madre que ha vendido su belleza a la falsa promesa de una periferia que no la compensa. Hacine, adolescente que descuenta en su conducta la integración no alcanzada por su padre emigrante; y Steph, belleza viciada, objeto de pasiones y caprichos que dificultan la definición de su identidad. Entre ellos, como en cualquier época adolescente, sus encuentros se suceden bajo el signo de sentimientos exacerbados: el amor, la atracción sexual, el rencor, el rechazo, incluso la violencia.

    

                                         
Nicolas Mathieu
 
   Y como telón de fondo, un escenario privado de cualquier atisbo de romanticismo, y repleto de criminalidad y de crisis: fábricas cerradas, droga  cada día más difícil de hallar, peleas… Un paisaje árido incapaz de dar cabida a cualquier forma de afecto, descargando brutalmente sobre estos jóvenes y trazando la senda de sus destinos inapelables. Destinos anunciados que generan el deseo de fuga mientras la edad adulta se acerca de forma inexorable.

   Sus hijos después de ellos recalca la idea de que la sociedad es una máquina de perpetuación. Una cadena fatalística que el autor pone hábilmente de relieve. Solamente algunos son capaces de huir de los confines sofocantes de la región. La mayoría, sin embargo, permanece bajo la capa asfixiante de una condena común y generalizada.

   En el diseño de la delicadeza de estas relaciones, nacidas en el tormento de la pasión amorosa, reside la fuerza de esta novela de formación. Además Nicolas Mathieu es capar de insertar los elementos fundamentales de la crisis económico-social, los conflictos de pareja, en los ojos de los adolescentes. No se olvida de  aquel escenario desolado en el que tres adolescentes se hallan desorientados. Por eso, a la par que novela de iniciación, el texto de Mathieu es un fresco sociológico de la Francia de la periferia, escrito con lenguaje sumamente plástico, revestido de la oralidad, sin omitir el relato de las escenas de un  sexo crudo, descarnado. Sincero en algunas ocasiones.



Francisco Martínez Bouzas

jueves, 4 de junio de 2020

NOVELA QUE ATRAPA Y ATERRA



Malaria sentimental
Xavier Queipo
Brinte Notworks, Santiago de Compostela, 2019, 186 páginas.

     


   Xavier Queipo (Santiago de Compostela, 1957) es un escritor que frecuenta todos los géneros: narrativa, poesía, literatura infantil y juvenil, ensayo e incluso ha hecho varias incursiones en performances. Sin embargo, como narrador es como ha alcanzado sus mayores éxitos. Desde Artico e outros mares (1990) hasta Os kowa (1916) es donde su pluma ha dado a luz obras importantes en la narrativa gallega como O paso do noroeste, Dragona, Extramunde o Los kowa. Piezas narrativas que suturan aventura con imperativos éticos; traducidas al español y portugués muchas de ellas y que se han hecho merecedoras de los premios más importantes de la narrativa gallega.
   Hoy revisito tras diez años Malaria sentimental, una novela que sigue siendo actual y digna de de figurar  en esta bitácora.
   Xavier Queipo escribe en varias de sus piezas al estilo de Conrad. Lo hace en Malaria sentimental con plena acuidad. El relato es una vez más una tentativa, como en el caso de O paso do noroeste, de viaje al corazón de las tinieblas o de sobrevivir entre las banquisas  heladas de los mares del norte. Un viaje al corazón de la selva camboyana con la finalidad de estudiar la flora parásita del templo de Angkor, cuando aún subsistía la resistencia guerrillera de los Khemeres Rojos, con bandas rivales en su interior.
  En Malaria sentimental la aventura se sitúa ciertamente allí donde es legítimo pensar que la podemos encontrar: en la acción. Desde esta perspectiva es una novela enteramente aventurera que se ajusta a las definiciones canónicas del género: superación de espacios y tropiezos que acosan a los protagonistas en su caminar por la selva. Y que, por la misma naturaleza de las cosas, actúan de la única forma concebible; es decir en un comportamiento lineal. Sin embargo, en contraposición con las leyes del género, no destaca en la novela de Xavier Queipo la así llamada “retórica del acto”. Las reflexiones, las consideraciones existenciales, los interrogantes éticos no pierden importancia  frente a los hechos. Son estos acertadamente el verdadero objetivo de la acción narrativa, mas no muy alejados de los hechos, y como horizonte de resonancia, la digresión ético-existencial.
   Malaria sentimental es al mismo tiempo una novela que cautiva y aterra. Engancha y seduce el lector desde la primera línea con esa llegada al trópico y con el sucederse continuo de la aventura,  con el encuentro amoroso con la sensibilidad de de Woi, con la despedida hablando del tiempo y de la nada, con el viaje en avioneta sobre los arrozales, el aterrizaje, la brevísima visión de Angkor, el asalto y el secuestro por manos guerrilleras, el viaje por la selva, la llegada al campamento, la reclusión en un pozo anegado de orines, el trabajo en el campo, la tentativa de huida y el escarmiento: los tres días y las tres noches en la tortura del parque. El calvario negro: comidos por las sanguijuelas  y trabados por las ratas. La firme voluntad de resistencia y las noches de soledad.
   Y en la mitad del infierno, el despertar del sexo entre los dos oficiantes que son números impersonales. Todos como una epifanía y un desahogo en esa frontera lábil entre el mar y el deseo, repitiendo la máxima pactada hasta el delirio: el amor solo existe en la imaginación de los hombres..
   

                                                  
Xavier Queipo
 

 Como paño de fondo el escalofrío. El estremecimiento suscitado desde el comienzo por la sensación de ahogo de una selva lujuriosa, pero terrible e inabarcable, de la que están ausentes los caminos, no así los azares. Y con el suelo siempre húmedo y resbaladizo; y uno siente que está siendo observado, que está siendo cazado, que tiene su existencia pautada. El horror, el estremecimiento delante de una realidad trágica, delante de la barbarie totalitaria de los Khmeres Rojos. Una experiencia terrorífica que se hace presente en el cuerpo del guía-amante, despellejado y laminado en la tortura.
   Un final bien poco eufórico para esta historia escrita con agilidad, con realismo y verosimilitud, sin aquellos excesos de divagaciones científicas y de distracciones intertextuales de los primeros libros del autor.
   Una historia que cuenta un viaje al corazón de la tenebrosidad, para  hallar únicamente un gran vacío y permanecer definitivamente solo. Con un interrogante removiendo nuestra conciencia: ¿Hasta cuándo André Malraux enterrado con los franceses ilustres tras haber expoliado Angkor? ¿Hasta cuándo  los museos de medio mundo construidos sobre o con las ruinas del Tercer Mundo? ¿Hasta cuándo Tercer Mundo?

Francisco Martínez Bouzas

lunes, 1 de junio de 2020

HERIDAS EN LA PIEL QUE NO CURAN


Donde no puedas amar
Dionisia Gómez
Celya, Toledo, 2020, 245 páginas.


    

   Esta novela, en la intención y en las palabras de la autora, es un chillido, un grito vomitivo, porque es imposible soportar tanta abyección. Resulta imposible sobrellevar la incomprensión y la injusticia generalizada de las que son víctimas las mujeres. Dionisia Gómez ha escrito un libro contra la violencia machista que no tiene complejos, ni siente culpabilidad en violar y asesinar mujeres que no pueden defenderse. Un libro lleno de rabia e indignación, escrito en parte en forma de thriller, mas sin omitir las escenas de sexo forzado y los asesinatos de jóvenes adolescentes.
   Pero, en este caso, las que investigan hasta dar con los violadores, no son detectives ni policías, sino  mujeres dispuestas a no dejar pasar por alto la bárbara injusticia, y aliviar el shock postraumático de las víctimas. Una buena trama que en parte de la novela desorienta al lector debido a una estructura, en mi opinión mejorable; y a la abundancia de personajes y relaciones de parentesco que pueden confundir al lector. No obstante, en las páginas finales, la autora es capaz de recopilar los actos de barbarie y poner nombre a los violadores.
   La novela es sobreabundante en acontecimientos. Desde el inicio en el que  se refleja la amistad de un niño de Tinduf, cuya madre debido a un golpe de calor, lo deja sin protección, y viene a España con una española que le acoge en los veranos. Parejas que conviven, pero que apenas se conocen realmente, nada saben de cómo son y la única relación que se genera entre ellos es tóxica.
   Una chica, Alba, víctima de un estrés postraumático, a la que una de sus profesores conoce, pero se encuentra con las dificultades del profesorado para acercarse a los alumnos y alumnas adolescentes y hacer que confíen en ellos. Parejas que del día a la noche se rompen y entonces los amigos abandonan a una de las partes. Maridos vividores que no trabajan o, si inician alguna ocupación, la abandonan a la semana.
   Hasta que la trama entra de lleno en el tema de las violaciones. Al menos dos adolescentes son violadas de forma brutal. Y otra violada y asesinada. Como decían lo que investigan, son mujeres expuestas a los abrazos peligrosos. Serán ellas los que descubran la trama de los violadores. La novela diferencia dos tipos de violaciones: las cometidas por niñatos que por ser hijos de papá y del patriarcado se consideran prepotentes, y las que son obra de seres llenos de poder (jueces, policías, ricos cazadores) que han acondicionado un cortijo o una mansión para realizar en él sus depravadas fechorías.
   La autora fue capaz de reflejar fielmente el pensamiento masculino morboso en el momento de la violación, en descripciones que posiblemente para los lectores resulten vomitivas. Le da presencia así mismo a otro grupo no menos responsable: los que se indignan si alguien se queja y hacen apología del machismo. Acierta igualmente al hacer hincapié en que frecuentemente se fiscaliza el comportamiento de la víctima -por ejemplo, si lleva pantalones demasiado cortos-, pero lo más grave es que ciertos grupos sociales pasan por alto a quienes son brutales violadores.
   


                                                   
Dionisia Gómez


 Novela, que no obstante su temática, no emite escenas de sexo.  De sexo forzado, ese que convierte a la adolescente, y en general a la mujer, en un trapo para usar al antojo del usuario/violador. La novela se cierra con una clara conclusión: hay muchos cazadores que están siempre al acecho, y muchos cortijos y mansiones preparadores para los actos execrables de las violaciones más abyectas. Y abundan por todas partes. Llega igualmente a otra conclusión: hay muchos hombres que no saben amar, hombres posesivos, agresivos, tóxicos, pero también hay hombres decentes capaces de amar en libertad. Novela escrita con un estilo de prosa fuerte, apropiado a la temática, y en la que existen algunos errores topográficos.

Francisco Martínez Bouzas

lunes, 25 de mayo de 2020

"EL HIJO CULEBRA": ENTRE AUSENCIAS Y ZARPAZOS


El hijo culebra

Ángela Álvarez Sáez

InLimbo Ediciones, Albacete, 2020, 109 páginas



    


   Aunque estructuralmente bastante polimorfo, el nuevo poemario de Ángela Álvarez Sáez, El hijo culebra, es temáticamente suficientemente unitario. El núcleo que subyace en los diversos poemas y textos confeccionados en distintas hechuras, es la maternidad y su ausencia, y la suplencia dolorosa de la maternidad subrogada. También la familia  y las ausencias, sobre todo afectivas.

   Diez libros de poesía en el haber creativo de la joven poeta Ángela Álvarez Sáez. Y de entre los que he tenido la oportunidad  de leer, este es el más complejo. También el que más golpea, quizás porque es el más audaz. Pienso en un estilema de la lengua poética rosaliana (“mármol y ternura”), pero aquí el lector solo encuentra mármol, el frio de la realidad  de una maternidad muy especial: la mamá abismo, aunque venga arropar al bebé a su cama; la mamá sombra. El mármol convertido en piedra dura, afilada, insensible, fría como el viento que hiela. La maternidad como algo extraño.

   Pero un gran libro para inaugurar una nueva editorial independiente: InLimbo Ediciones, cuyo lema es la extrañeza, lo raro: “Hacemos libros sobre la cara b del mundo” escriben en su presentación.

   Nueve acotaciones y secciones de poemas y un diario estructuran el material poético de este libro, de este artefacto radical que tiene mucho de insólito.

   Ya en las acotaciones que sirven de pórtico, se nos hace saber que no habrá carne ni cuerpo en el poema, solo un río “que nace de mamá y nos desborda”. Silencio, obscuridad. De inmediato, el programa de la maternidad subrogada, tan frío como un protocolo médico, pero es el último clavo al que agarrarse debido a la fría ausencia del hijo que se niega a ser concebido en el vientre materno. En el Diario, con voz narrativa, se transcriben los sentimientos de la mujer cuyo cuerpo es subrogado, alquilado para llevar el feto de otra mujer durante nueve meses. Ella es la culebra. Piensa en sus hijos abortados, ahora que ya en su vientre está floreciendo un óvulo ajeno y gestando así una vida. Y piensa en su madre. Contempla la leche que mana de su pecho, pero que nunca dará vida. El parto inducido y el bebé cuya piel no puede tocar.

   Una sección de poemas (“Poemas deformes”) nos enfrenta con los problemas familiares, con el abandono del papá, y el hambre devorando a los hijos. Poemas sobre el abandono en el seno familiar, alejados de toda calidad que hieren como navajas. Varias páginas de breves textos poéticos, y a la vez narrativos, le dan la voz a la madre: su desesperanza por su infertilidad.

   Todo es frío como la cánula que se introduce inútilmente en el útero, pero la inseminación florece, y se siente árbol de luz. En un texto confesional, el hijo habla,  descubre el drama familiar y percibe sobre todo lo seco, los renacuajos del estanque, los recuerdos, lloros, la invocación a la protección materna, desintegración.

   Una cita espeluznante de la poeta María Auxiliadora Álvarez (“Mamá es un animal negro”) le presta de nuevo la voz al hijo que se siente un cuerpo si raíz, una garrapata que se agarra a la madre. Y la acotación final de la madre: “-Hijo, tú eres el río y la culebra” (página 95). Un largo poema final que confirma lo poetizado en el libro: “No hay luz en este poema” (página 101.).

   


                                              
Ängela Älvarez Saéz



   A pesar de ello y de  que El hijo culebra es libro de poemas bisturí, hay ciertas gotas de ternura, como cuando la madre viene de noche a arropar al niño en su cama.

   Tonalidad limpia, pero mucho más hermética que en la de otros poemarios (La casa salvaje, 2019 o Palabra vegetal, 2019), en la que tienen cabida ciertos elementos oníricos.

   Una nueva indagación de la poeta en nuestro mundo, sin contemplaciones ni eufemismos. Libro duro, cruel, bisturí, en el que ciertas imágenes potentes y dramáticamente crudas a la vez que nos golpean, nos arrojan de bruces en la realidad que nos rodea, especialmente en los ocultos secretos de la familia y en esa práctica  en la que dar una nueva vida se transforma en una cantidad de dinero

Francisco Martínez Bouzas





Breve selección de poemas



“Mamá dice que de bebé me dejaba

llorar  en la cuna. Escuece  el llanto

como músculo. Mi llanto de bisturí

desgaja las articulaciones

de papá y de mamá. Y yo, expuesta,

me duermo como un himno gigante.

Mamá no viene y la cuna

es el cuerpo del sapo”

(página 35)



…..



“Mamá no se mueve.

La hemos dejado en la cama

con sus llagas de dolor.

Mamá no nos enseñó

qué hacer cuando ella no estuviera.

Barremos. Limpiamos la casa.

Esperamos el movimiento de mamá

subiendo por las puertas. Abriendo

y cerrando cajones. Mamá no se mueve.

Papá nos deja solos sin el movimiento

de mamá. Mamá nunca descansa.

Mamá duerme en su saco

de dolor como un animal cautivo.

Enjuagamos su frente. Mojamos

sus  labios violetas.

Mamá no se mueve”

(página 40)



…..



“De nuevo la cánula. Pero esta vez siento que me infiltran más oscuridad. Una boca negra de oscuridad en el cristal. Un vaho negro. Escucho unos perros ladrar fuera de la clínica. Pienso en sus patas manchadas de orín. Pienso en las niñas que se cobijan en los hocicos de los perros mientras yo me desangro.”

(página 49)



…..



“El poema me lleva en su boca.

Es un perro con las patas manchadas

de barro. El poema me deja desasido

en el claro de un bosque. Busco a mamá.

Sólo hay imágenes de mamá. Lloro.

No hay centro. No hay carne.

Nadie me abraza. Sólo imágenes sin brillo.

Pero, ah, la sed. Mamá viene a darme paz.”

(página 80)