Yo que nunca supe de los hombres
Jacqueline Harpman
Traducción de Alicia Martorell
Alianza Editorial, Madrid, 2022, 185 páginas.
La autora, Jacqueline Harpman (1929-2012) fue una psicoanalista y novelista belga, cuya obra -la experiencia del antisemitismo reflejada en su producción literaria- fue galardonada con el Premio Médicis. Ahora, en traducción de Alianza Editorial, nos sorprende con un libro inquietante en un escenario posapocalíptico , inspirado en el antisemitismo que se vio obligada a soportar y que aparece en esta novela doblemente distópica, y que profundiza en temas como la dignidad y las dificultades de permanecer humanos frente al sufrimiento.
La novela, con dos partes bien diferenciadas, parte de un situación uncial tan distópica como desconcertante. La protagonista de la trama, y también narradora en primera persona, echa la mirada hacia atrás para reflexionar qué ha sido de su vida en la que no ha sido feliz y que ha vivido en extremo aislamiento, soledad y desamparo, carente así mismo de emociones y de sentimientos. Solo muy tarde reconoce que es humana. Con anterioridad había presenciado el sufrimiento, el temblor, los gritos de muchas mujeres, pero todo esto lo vivía y experimentaba como algo que no le atañía.
Y entonces recuerda y reconstruye el escenario en el que se vio sometida tiempo atrás: encerrada y secuestrada con treinta y nueve mujeres en un minúsculo sótano sin pareces, sometidas a normas draconianas: siempre visibles y exhibidas y vigiladas por carceleros. Sin la más mínima opción de intimidad, con la prohibición de tocarse entre ellas -y no solo en el sentido sexual-. Tratadas como sujetos únicos individuales, aislados pero juntos. Agua y comida es lo básico de que disponen. Sin noción del tiempo ni de la vida exterior. También de su vida anterior se han disipado los recuerdos. En definitiva, se hallan enjauladas en una jaula y en sí mismas. Ninguna de ellas conoce por qué están allí, ni quién las ha llevado a ese destino maldito.. La protagonista y narradora que es prepuber, es la única que recuerda cómo era el mundo antes de su cautiverio.
Así concluye la primera parte, hasta que un día los guardianes desaparecen y las mujeres salen al exterior. Pero en ese momento se inicia su errancia en búsqueda de sentido a través de una tierra baldía. Es la segunda parte de la novela, tan inquietante o más que la primera, ya que temen no ser capaces de vivir sin miedo después del trauma de su aterrador encierro. Invadidas por la incertidumbre, la angustia, el desacople en un mundo anteriormente conocido pero que no recuerdan. Solamente a la púber narradora nada le sorprende porque había nacido en una situación donde las cosas tenían sentido. He aquí pues la segunda distopía de la novela.
Jacqueline Harpman
Un libro de ficción -y le hago caso a la traductora- de los mejores que en este momento podemos encontrar. Estructuralmente la novela es un monólogo, con descripciones precisas y también digresiones que son puramente divagaciones; pequeños relatos situados en el relato principal. Así pues un texto de registro híbrido y de difícil clasificación. Escrito con un estilo de prosa muy sobria, sin florituras, pero capaz de transmitirnos a carta cabal la sensación de soledad de la protagonista y el aislamiento al que es sometida por el resto de las mujeres. Y la decepción al salir del sótano sin rejas y la renuncia a esperar nada; la derrota sin batalla. La tonalidad seca y cortante contribuye a que esta novela impacte a los lectores, sobre todo por los ecos y el paralelismo con el nazismo y lo absurdo de la situación, con existencias carentes de sueños y aspiraciones.
Francisco Martínez Bouzas
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