La cartuja de Parma
Stendhal
Traducción de Pilar Rubio Ortega
Akal España, Madrid, 512 páginas
(Libros de siempre)
En el año 1839 Marie-Henri Beyle finalizaba su segunda obra maestra, La Charteuse de Parme. Este oficial administrativo de los ejércitos de Napoleón y funcionario del gobierno revolucionario de 1830, es conocido universalmente por el nombre la minúscula villa alemana de Stendahal, si bien él deseaba que en su epitafio rezase: “Arrigho Beyle Milanense”, como homenaje a los años maravillosos de su descubrimiento de Italia.
La Chartreuse fue dedicada a la minoría selecta que conocía Stendhal. Sin embargo, el mismo autor profetizó que sería comprendido en 188º y leído en 1935. Que Stendhal ganó la apuesta es una muestra La Cartuja de Parma, traducida a la mayoría de los idiomas y calificada por André Guide como “la más bella novela del mundo”.
En efecto, las aventuras pasionales y apasionantes de Fabricio del Dongo encierran una mezcla de intensidad, sutileza y atractivo sensualista que no cesa de crecer con el paso de los años. Y, hoy en día, el libro esta considerado como uno de los clásicos de la fabulación romántica realista, afirmación que no obstante las apariencias, no supone una contradicción.
Stendhal
Nada nuevo, excepto alguna prescindible petulancia, se puede decir en nuestros días sobre La Chartreuse de Parme. Contrariamente de no pocas consideraciones valorativas es merecedora la gran novela de Stendhal. En primer lugar, la constatación, por ejemplo, de que ese referente imprescindible de una cultura como la gallega de los últimos 50 años que es la editora que publicó la novela en gallego, sigue actuando y enriqueciendo con proyectos ambiciosos, como el de este libro, a la cultura de este país. Gracias a la decisión traductora de la editora decana gallega que se empeña y arriesga en una empresa de alto voltaje literario, paginación voluminosa y dudosa rentabilidad económica, las letras gallegas incorporan a algunas de las obras más importantes de la narrativa universal.
Y a la par de todo esto, el trabajo de los traductores, personas que generalmente quedan olvidadas en el anonimato, y que cuando desarrollan su trabajo con lealtad al idioma original y a la lengua traducida y que sin estridencias vierten a lenguas minoritarias las aventuras y empresas de Fabricio del Dongo, todo un mundo rebosante de brillantez y voluptuosidad, además de ser un regalo inestimable a los sentidos y a la mente, hacen posible el propósito de la editorial y nos permiten disfrutar en nuestra propia lengua las exquisiteces de la novela más bella del mundo.
Francisco Martínez Bouzas
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