Marcos
Ordóñez
Editorial
Anagrama, Barcelona, 2020, 332 páginas.
Lo reconoce el escritor Marcos Ordóñez, autor de una importante obra
literaria y afamado crítico teatral: “En un libro como Una cierta edad cabe todo”. Pero no es este un dietario en la
definición de la Real Academia: libro en el que
se anotan los ingresos y los gastos
de una casa. Ni tampoco un libro como aquellos en los que los cronistas
de Aragón escribían los sucesos más notables del reino. El de Marcos Ordoñez es
un dietario literario, escrito entre 2011 y 2016.Y en él, muestra sentir
interés por los dietarios gracias a Ignacio Vidal-Folch e Iñaki Uriarti.
Tampoco escribe un diario, un registro de lo
cotidiano. Si bien dietario y diario comportan rasgos comunes: se alejan de la
novela, mas sin renunciar a cierta narratividad. Nos acercan a vivencias, más o
menos próximas, al autor pero sin las pretensiones del gran ensayo, de la tensión de la novela o
de la exaltación de la lírica. Diarios y
dietarios tienen la pretensión de ser un registro que gira sus ojos hacia el
entorno cotidiano en cualquier circunstancia. Pero las sendas entre diario y
dietarios son diferentes. En los diarios predominan las referencias subjetivas
del autor. En cambio, los dietarios son más propensos a abrirse a la
objetividad. En los primeros domina el punto de vista del autor. Los dietarios,
por el contario, difuminan los acontecimientos referentes a la vida de quien
los escribe, y se convierten únicamente en una escusa para hablar de los divino
y de lo humano, y con el empleo de las formas más dispares. La diferencia entre
diario y dietario se desvanece en el libro de Marcos Ordoñez. Su libro,
glosando la definición de Miguel Sánchez Ortiz, es una celebración y testimonio
de los trabajos y los días y de muchos detalles mayúsculos o aparentemente
insignificantes.
Marcos Ordoñez escribe Una cierta edad en un momento de “sobredosis de malos momentos”. Por eso sus dietarios tienen algo
de autobiografía íntima, como el de Jules Renard, Ignacio Vidal-Folch e Iñaki
Uriarte. Y para que no nos perdamos tratando de adivinar el porqué de
escribirlo, en las primeras líneas del libro da cuenta de sus motivos. “tratar
de sujetar lo que se escapa del paso de los días, pensar un poco con calma y
correr con libertad jugando con tonos y géneros”. Reconoce así mismo que
escribe para fijarse, para caer en la cuenta. Para prestar atención a las cosas
y a las gentes, y observarlo todo con mayor precisión, aunque de esa precisión
están exentos dos días pero no los años, “y dejo que el lector aprecie cómo van
pasando las estaciones”.
En su dietario hay de todo: anécdotas,
reflexiones, por ejemplo sobre la ironía que se suele tolerar mal, sobre todo
por escrito; en la avenida de Roma toma nota del anuncio en el que se ofrece
una recompensa. Impresiones sobre paisajes y calles (“Gracia con calles vacías
parece un pueblo”); frases de madrugada: en buena medida la cultura está hecha
de muertos”, es humus. Las últimas palabras que le contaron de Paul Claudel:
“Doctor… ¿usted cree que ha sido el salchichón?”. Sueños de viajes para el 68
para follar con Emma Cohen. Frases que en línea y media son como un poema. “Los
trozos del tronco de una merluza recién servidos, bellos como un plato roto brillando bajo la luna”. Recuerdos de una
mañana de otoño de hace cuarenta años; chismes y maledicencias sobre el
mundillo literario; juicios sobre películas. Textos más amplios, como la
primera lección de arte que recibe de un amigo sobre un cuadro de Picasso.
No podían faltar por supuesto sus
incursiones culturales, sus lecturas y relecturas, valoraciones sobre películas
y obras de teatro, tanto españolas como extranjeras. Y anécdotas compartidas
con la gente de teatro, amigos suyos. Incluso Pepita, su esposa se convierte en personaje que recorre no
pocas páginas. Múltiples reflexiones sobre teatro, pero las historias que
cuenta valen por sí mismas, no porque provengan de los escenarios o del mundo
de la farándula. Y aquí hace acto de presencia Lady Espert (Nuria Espert) que
al autor convierte en asidua de estas páginas. Aborrece sin embargo los
aforismos, las sentencias y ajustes de cuentas. Y un tema que atraviesa las
páginas del libro es el del envejecimiento, sobre todo cuando la salud ha
sufrido serios achaques. El título en ese sentido es una parte del libro.
Libro en definitiva rebosante de sabiduría,
enunciada modestamente, en frases sobe temas muy heterogéneos, exentos de
pomposidad. Si la hay es la de un sabio que no pontifica.
Francisco
Martínez Bouzas
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