Emmanuel Bove
Traducción de Mercedes Noriega Bosch
Editorial Pasos Perdidos, Madrid, 2018, 202
páginas
La
primera oportunidad de poder leer en español a Emmanuel Bove (1895-1945) tuvo
lugar con la traducción de Mes amis
(1924), la novela que, interesada por su obra, publicó Colette. Un libro que
proporcionó al autor un gran éxito. Será alabado por Rilke, Gide o Beckett, y
Emmanuel Bove comienza a vislumbrar que puede tener un lugar en el mundo. Previamente,
en 1921, había iniciado una carrera de novelista popular llegando a publicar
diez novelas ligeras con el pseudónimo de Jean o Emmanuel Valois.
Autor de
al menos treinta y ocho novelas firmadas con su nombre -a veces publicaba hasta
seis libros al año- en el periplo de una vida repleta de altibajos y rachas
buenas o malas de la fortuna. Sus últimas obras, La Piege, Départ dans la nuit y Non-lieu
fueron escritas en Argelia a donde se había trasladado huyendo de la ocupación
alemana. Desde la década de los setenta, Emmanuel Bove es un figura reconocida
como uno de los grandes narradores franceses del pasado siglo, especialmente a
partir de que Peter Hancke tradujese sus obras al alemán, llegando a compararlo
con Chéjov y Scott Fitzgerald.
Un home que saveit, ahora traducido por
Pasos Perdidos con el título de Un hombre
de talento, es una de las últimas novelas de Bove. Escrita en 1942, no vio
su edición hasta 1985.
Aunque en
la novela intervienen otros personajes, el principal y único protagonista es
Maurice Lesca. Tiene cincuenta y siete años. Vive en un pequeño apartamento de
la calle Rivoli con Emily, su hermana. Su vida transcurre como la de un modesto
jubilado, a pesar de que había sido médico, profesión de la que desertó por
falta de vocación. Hasta la llegada de Emily hacía sus propias compras, se
preparaba la comida, se lavaba la ropa, cosía los botones. Pero no cobraba
ninguna pensión. Ahora, lleva cinco años malviviendo con su hermana,
aparentando lo que no es, desarrollando una problemática vida cotidiana, ni
buena ni mala, pero muy superficial, reconoce él mismo. Pero estaba convencido
de que los hombres de talento, especialmente los hombres de carácter siempre
terminan teniendo éxito en la vida.
Sin
embargo Maurice Lesca en el fondo no sabemos lo que es: un hombre galante con
su amiga la señora Maze a la que, no obstante, estafa; un embustero; un
infeliz; un manipulador que sobreactúa en algunas ocasiones; un enfermo incapaz
de llevar a buen término sus proyectos que constantemente planea. Con todo,
sabe sacarle partido a su lacerante ineptitud. En realidad, Maurice Lesca
anticipa las turbadoras obsesiones de algunos personajes de Beckett.
La
novela, excepción hecha de algún receso que al autor emplea para darnos cuenta
de los antecedentes del protagonista y de su hermana, se reduce a narrar la
rutinaria convivencia de un egoísta con su hermana, rodeados de un París, una
ciudad dulce y brumosa, pujante de vida, de encuentros, con animados cafés y
tiendas de negocios. En ese ambiente, Maurice Lesca deambula por las calles,
observa, recuerda, se interroga sobre su propia condición alienada, piensa en
las ocasiones perdidas y sueña con otras que llegarán; a veces conversa con su
amiga librera sobre la que fantasea que podrá ayudar.
No hay
otro argumento en esta pieza. En el fondo, el lector se queda sin saber quién
es realmente Maurice Lesca. A pesar de que nada sucede, Un hombre de talento es realmete un libro muy duro, en el que
reluce la tremenda desilusión del autor en el momento en el que escribía la
novela, al poco tiempo de su huída de Francia.
Novela
escrita con una gran parquedad de medios: diálogos aparentemente banales que,
no obstante, revelan una gran profundidad psicológica. Frases breves,
reiterativas, gusto por los detalles, por la elusión. En síntesis, una novela
en la que lo que la hace interesante no es tanto una interesante trama
argumental como la tonalidad con la que
está escrita.
Emmanuel Bove |
Fragmentos
“-No me ha dejado terminar, querida. Estoy loco. Iba a decirle que estoy
loco. Jamás, jamás, jamás habría ido a ver a se hombre. ¿Cómo ha podido creer
que lo haría?. Usted me conoce. Yo hablaba…hablaba como un hombre razonable.
Pero no soy razonable. Nunca lo h sido. Lo sabe de sobra. Hay que dejar las
cosas como están. Hay que vivir. Hay que amar. No debemos pensar en todos los
errores lamentables que hemos cometido,
¿no es así, Gabrielle? Pero que le voy a hacer, a veces siento que soy
una especie de Don Quijote. No puedo soportar que se atente contra las personas
que me son queridas. Lo malo es que paso la mayor parte de mis días solo. Mi
hermana, mi hermana…es como si no estuviera.”
…..
“A las cuatro volvió a salir para ir a ver a la señora Maze. Había estado
reflexionando. Se había esforzado por salir de sí mismo, por juzgar su forma de
actuar y analizarla con los ojos de los demás. Era evidente que algunos
(Donguy, sin ir más lejos) podían pensar que el papel que desempeñaba en esta
historia era de lo más ruin. ¿Quién era ese desgraciado venido a menos que no
tenía ni para vivir y que se preocupaba tanto por el dinero de una mujer que
estaba sola? Vivía con una hermana a la que no quería, una hermana que, por
otra parte, tampoco parecía engañarse demasiado con respecto a él. Se había
aprovechado de las vagas aspiraciones de
una de esas innumerables mujeres cuyos matrimonios han fracasado. Había
representado el papel del amigo fiel. «Tiene que recuperar su dinero, créame».
Y si insistía tanto era, por supuesto, movido únicamente por su afecto profundo
y sincero y no, como ciertos individuos mezquinos insinuaban, porque pensase
ese secreto que siempre habría una manera de apropiarse de ese dinero.”
…..
“Contemplándose desde fuera, se veía a sí mismo ahí, en esas calles sin encanto,
pobremente vestido, con sus recios hombros encorvados, torciendo sin querer
hacía adentro el pie derecho, con esa cara de garduña, tan fina, una cara de
niño con triple papada, una cara terriblemente devastada en la que, incluso
después de afeitarse, aún se percibían mil signos de envejecimiento, lágrimas
de frío, cortes, grietas, pielecillas blancas y secas en los labios…A lo largo
de su vida se había cruzado muchas veces con hombres de esas características,
pero no les había prestado ninguna atención, hombres mucho mayores que él,
vencidos por la edad, de quienes era imposible precisar si habían sido buenos o
malos. Ahora se habían convertido en uno de ellos.”
(Emmanuel Bove, Un hombre tranquilo, páginas 47, 123, 147)
Muy interesante
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta