An
Alfaya
Traducción
de Moisés Barcia
Pulp
Books , Cangas do Morrazo (Pontevedra), 2018, 247 páginas.
Pulp Books, un sello de Rinoceronte Editora,
ofrece la oportunidad de poder leer en español esta novela de An Alfaya,
publicada originalmente en gallego en 2015. La autora es una narradora que
cuenta con una extensa obra literaria. Se mueve con igual destreza tanto en la
narrativa dirigida a lectores infantiles y juveniles, como en aquella más
propia de personas adultas. Muros de aire
es por el momento su última obra para lectores adultos. Y posiblemente su pieza
narrativa de mayor entidad, aunque un cierto aire de familia la emparenta con otras obras publicadas hace ya años,
tales como Areaquente o Vía secundaria, esta última una novela
folletinesca, pero rebosante de sufrimientos, obsesiones y calamidades vitales.
Todos llevamos en nuestro interior obsesiones personales y la autora de Muros de aire no se excluye de tal
servidumbre. Ella misma reconoce ser sujeto de manías y dolencias, y en esta
novela se propuso dar cuenta de las mismas, que aparecen muchas veces
disfrazadas, mas muy presentes como germen de lo que escribe. Una de ellas es
el eterno enfrentamiento entre el bien y el mal, que se encuentra en el origen
de innumerables conflictos humanos; desde los principios y postulados de
aquella secta cristiana fundada por el babilonio Mani y que inquietó así mismo
a Agustín de Hipona, hasta tantos altercados y tragedias de nuestros días. Todo
eso, esa lucha entre el bien y el mal, lo traslada An Alfaya a no pocas
secuencias de esta novela que, si de algo está a años luz, es de la dulzura y
de la amabilidad.
En un tiempo y en un espacio indeterminados,
sitúa la autora el núcleo temático de su propuesta narrativa. Una historia de
ruindades, horrores, juegos perversos, amores, superaciones y no pocos muros de
aire alzados entre varios de los personajes que intervienen en la trama. Muros
de aire que se yerguen cuando alguno o algunos de ellos alcanzan situaciones de
difícil resolución. Una trama modulada por un dramático tema de fondo: los
sufrimientos y amarguras con los que la vida abruma con frecuencia a muchos
seres humanos que, víctimas de extrañas vicisitudes o de malos tratos, hallan
en el suicidio la huida, la única vía de escape de una realidad nauseabunda e
insoportable.
En Cora, la protagonista principal, que
junto con su pareja, recibe el encargo de elaborar un estudio sobre aquellas
personas que intentaron o consumaron el suicidio, en paralelo frecuentemente
con actos criminales, halla la autora a la investigadora de eses porqués de la
muerte o de la premuerte. Pero no es esta una novela sobre el suicidio, a pesar
de que su estructura se halle cimentada en once cartapacios suicidas, y la voz
narrativa no ahorra profundizar en eses instantes previos al fin voluntario de
una existencia y en los oscuros y escondidos impulsos que estallan en la
premuerte e impulsan a los suicidas hacia esa caída definitiva.
Muros
de aire es, sobre todo, el retrato del mundo interior de un amplio número
de personajes heridos por el sufrimiento, por episodios familiares repletos de
mezquindad, de sucesos escalofriantes que suelen desembocar en un desenlace que
en nada tiene que envidiar a las tragedias griegas. ¿Con qué escondidos
impulsos coquetean aquellos hombres y mujeres tentados y tentadas por la
premuerte y que los conducen al fatal final?
Así pues, en la novela, el lector hallará el
vaciado de argucias de víbora, de maldades, de las tan frecuentes soledades en
compañía, de recuerdos enterrados en el subconsciente que reviven en los
momentos presentes puesto que el pasado siempre pasa factura. Y a la vez que se
relata esta presencia del mal y las experiencias de los aspirantes a suicidas,
también da cuenta la novela de la historia presente y del pasado de los
principales actantes: Cora, Amalia, su madre y la castradora abuela Remedios.
Novela pues con el dolor de la vida como tema de fondo, elaborada con una
maestría que nos perturba y fascina a la vez de forma contundente.
Muros
de aire es una novela de personajes. Algunos están presentes en todo el
relato, otros, de forma especial, ciertos suicidas, cobran vida en sus
desahogos / desafíos, en las entrevistas que les hace Cora, para desaparecer
acto seguido. Una estructura compositiva equilibrada, rica, quizás compleja mas
no ilegible; con el oportuno empleo de frecuentes analepsis, saltos hacia el
pasado para descifrar el presente. Un ritmo pausado que, sin embargo se acelera
en las últimas carpetas suicidas, momentos en los que la trama adquiere más
intensidad dramática y se transforma en un verdadero relato criminal. Una
novela, por lo tanto, de suicidas o de pre-suicidas, a veces emparejados con
actos criminales, a los que la vida poco les importa.
An Alfaya |
Fragmentos
“Todas las mujeres
amargadas guardan en el pecho un desamor. Esa es una afirmación poco ingeniosa
y, como mínimo, tendenciosa. Amalia podía ser una excepción. De hecho ella
trataba de que lo fuera, inventando un mundo a su medida, pero la presencia de
Cora suponía un permanente recordatorio de las rémoras del pasado.
Los ojos de
Remedios parecían los faros acusadores. Delante de su nieta disimulaba, como
disimulaba delante de los Camões, de los Liñares, mostrando un carácter que no
tenía nada que ver con la mujer que mangoneaba a todo el mundo dentro de su
territorio, manteniendo las apariencias, detestando su casta. De ese modo había
ido perdiendo la clientela de la barriada, escarmentada con sus malos modos.”
…..
“Antes de tomar la
decisión definitiva de acabar con su vida, en el recorrido vital de de Mauro
Luaces había un largo rosario de intentos frustrados, algunos con un fin
provocador o experimental sin verdadera intención de que concluyeran en la
muerte, pero tampoco excluyendo drásticamente tal posibilidad. Estos primeros
intentos nacieron muy temprano, en los albores de la infancia, efectuando
juegos rituales en solitario; luego en la compañía de Cora, que curiosamente, a
pesar de superarlo en edad, pues los inicios de la pubertad de ella
coincidieron con los comienzos de la escuela de él, se dejaba dominar por las
obsesiones del chico con extraña sumisión, compartiendo misterios en aquel
territorio de penumbras que los acogía a todas horas en el siniestro cuarto de
los relojes.”
…..
“La primera
obsesión de Mauro durante su recorrido vital fue mantenerse en el umbral de la
muerte y jugar a traspasar la línea de vez en cuando. Sabía que su destino
sería acabar como siempre había preconizado, es decir, suicidándose. De no
hacerlo, sus acciones pasadas carecerían de justificación, y su existencia
futura quedaría injustificada. Aquella certeza, en lugar de darle ánimos para
poner fin a su tragedia personal, refrenaba su determinación. A medida que
fueron pasando los años y quedaban atrás los juegos de la infancia y de la
adolescencia, y con ellos sus compañeros insobornables Cora y Arcadio, dos
puntales insustituibles, comprendió que quizás resultaba fácil jugar, pero era
más complicado ser consecuente con lo teorizado. Aceptar cierta dosis de
cobardía para cumplir sus pronósticos no estaba en sus planes. De este modo
buscó el contacto con el desconocido a través de la red para que le ayudara a
acabar con su existencia, sin atreverse a admitir que la tortura de vivir, en
el fondo, era un placer para él.”
(An
Alfaya, Muros de aire, páginas 25,73,
177)
Muy interesante ...
ResponderEliminar