domingo, 5 de marzo de 2017

LOS FOTÓGRAFOS DESAPARECEN AL FINAL DE LAS GUERRAS. UN POEMA DE WISLAWA SZYMBORSKA


Embalse de Riosequillo cosntruido por presos represaliados por el franquismo

   En la posguerra española, la dictadura franquista mantuvo, al menos durante veinte años, campos de presidio y de trabajos forzados: destacamentos penales, donde los soldados y antifranquistas que habían perdido la guerra eran obligados a levantar muros de presas o a construir líneas de ferrocarril. Era teóricamente una forma de redimir condena. Uno de esos lugares de presidio y trabajos forzados se asentaba al lado del embalse de Riosequillo. Un numeroso destacamento de penados vivía en barracones al pie de la presa. Redimían la pena mediante un trabajo de esclavos, en condiciones infrahumanas, con comida escasa y miserable. Pero en la actualidad no queda ningún vestigio que indique que allí se levantó un campo de concentración semejante a los que construyó el nazismo en Alemania. “Al contrario de lo que ocurrió con los otros campos de Europa, han desaparecido: el franquismo tuvo muchos años a su disposición para borrar las huellas de su vesania, mientras en los campos de Centroeuropa la derrota del nazismo y la entrada de los aliados lo impidió”, escribe Manuel Rico en su blog Al margen (19 de julio de 2015), reproducido como anexo de realidad en su novela Un extraño viajero.

   El escritor reconoce que, tanto su última novela como Trenes en la niebla nacen de la desazón y perplejidad ante la práctica inexistencia de documentos gráficos de la cotidianeidad en estos campos de trabajos forzados. Solamente de forma muy tímida se ha dado testimonio escrito de la vida diaria en los campos de trabajo franquistas. “Apenas nadie cuenta a través de la fotografía de aquel mundo oculto…que expresaba la vertiente más dura de una Guerra Civil que el Régimen prolongaba pese a haberla dada por concluida  el 1 de abril de 1939”. La Guerra Civil española, sin embargo, no está huérfana de documentación gráfica. Pero al acabar la Guerra los fotógrafos y filmadores desaparecieron. En una de las secuencias de Un extraño viajero, el escritor alude a este hecho y lo ilustra con un poema de la Premio Nobel polaca Wislawa  Szymborska: los fotógrafos dejan atrás los desastres, las secuencias más terribles de las posguerras porque también dejan de ser noticia. Y se retiran para dar testimonio de lo que le interesa al morbo del gran público: retratos de otras guerras. Fotografiar lo que es noticioso.

   Como adelanto de la reseña de la novela de Manuel Rico, reproduzco aquí el poema de Wislawa Szymborska.

Francisco Martínez Bouzas

                                              
Wislawa Szymborska

FIN Y PRINCIPIO

“Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.

Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.

Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.

Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.

Eso de fotogénico tiene poco
y requiere años.
Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra.

A reconstruir puentes
y estaciones de nuevo.
Las mangas quedarán hechas jirones
de tanto arremangarse.

Alguien con la escoba en las manos
recordará todavía cómo fue.
Alguien escuchará
asintiendo con la cabeza en su sitio.
Pero a su alrededor
empezará a haber algunos
a quienes les aburra.

Todavía habrá quien a veces
encuentre entre hierbajos
argumentos mordidos por la herrumbre,
y los lleve al montón de la basura.

Aquellos que sabían
de qué iba aquí la cosa
tendrán que dejar su lugar
a los que saben poco.
Y menos que poco.
E incluso prácticamente nada.

En la hierba que cubra
causas y consecuencias
seguro que habrá alguien tumbado,
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes”.


(Wislawa Szymborska, El gran muro. Fin y principio y otros poemas, traducción de Abel. A. Murcia, Madrid, 1997, Ediciones Hiperión, 1997)

2 comentarios:

  1. Muchas gracias, Francisco. Es un espléndido poema que me sirvió para dar un sentido profundo al motivo central de la novela. Buena lectura. Manuel Rico

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