Manuel Rico
Algaida Editores, 2016, 431 páginas.
Una obra que “abre una puerta a un tiempo
pasado para relatar las vivencias de muchas personas en los desconocidos campos
de trabajo del franquismo.” Así reaccionó Manuel Rico al recibir la noticia de
que su novela había sido galardonada con el IX Premio Logroño de Novela. Y en
efecto, a través de una inteligente sutura de novela histórica y de intriga,
con el añadido de una historia de amor,
Un extraño viajero abre las puertas lectoras a un tema real pero muy poco
trabajado ficcionalmente: los campos de trabajo de la dictadura franquista,
aunque no sea ese el tema central ni el hilo conductor de la novela. Y a pesar
de que la obra de Manuel Rico se desarrolla en el presente (años 2005 y 2006),
a través de una trama rebosante de intriga, de hechos y de personajes reales
aclimatada ficcionalmente, enlaza con un pasado terrible de la no muy lejana
historia española. “Nadie o solo de manera oblicua y tímida ha dado testimonio
escrito de la vida en los campos franquistas de trabajo”, escribe Manuel Rico.
Sin embargo, el escritor madrileño solamente pretendió escribir literatura, una
historia de amor que se mueve en el presente aunque, eso sí, abre ventanas
hacia el pasado, hacia la posguerra franquista, con prisioneros, presos
políticos esclavizados en campos de trabajo borrados del mapa a partir de los
años sesenta, a lo que contribuyó el
interés de muchos testigos por enterrar el pasado.
No obstante, el tema central de la novela es
otro: mostrar el absurdo de una desaparición inexplicada. Solo de forma
indirecta y tangencial se acerca a ese mundo canallescamente enterrado que
fueron los campos y destacamentos penales franquistas, porque varios de los
personajes que actúan en la novela llegan al presente desde los tiempos de la
posguerra. Y porque además la reivindicación de la memoria histórica, la
recuperación del pasado está presente tanto en la obra poética como en la
narrativa de un escritor cívico, comprometido de forma consciente con la
realidad y con la denuncia de aquellas facetas sórdidas de nuestra historia.
No es tarea fácil perfilar una breve sinopsis
que no “spoilerice” el argumento y menos el desenlace, de una novela rica y
compleja en la que tienen además cabida varios subgéneros: novela histórica,
novela de investigación con algunos elementos fantásticos. A un hotel rural
situado en las estribaciones de Somosierra, llega en una cruda noche de
invierno un extraño viajero humildemente vestido y carente de documentación que
dice llamarse Salko Hamzic, originario de la antigua Yugoslavia. A pesar de la
carencia de documentación, Lucía, la propietaria del hotel, lo acoge y le
proporciona habitación. A los pocos días y tras una noche de amor y de sexo, el
extraño viajero desaparece dejando únicamente algún dinero y el resguardo de un
laboratorio fotográfico, con la petición de recoger las fotos. La protagonista
retira las fotos descubriendo que son de los años cincuenta. En ellas aparecen
hombres con el aspecto de presos de los años posteriores a la Guerra Civil
española, rostros famélicos, cuerpos perdidos en ropas andrajosas.
A partir de aquí la narración se convierte
en un caleidoscopio de inquietudes y obsesiones de la protagonista porque no es
capaz de desterrar el recuerdo de Salko Hamzic, su circunstancial amante de una
noche. Una presencia caleidoscópica aparejada para ella con una inimaginable
desolación: un mundo de sufrimientos, de largas condenas, trabajos forzados,
depuraciones políticas, seres cuya pista se pierde. Una verdadera intriga en la
que Lucía, a través de indagaciones con varios personajes secundarios y sus
propias sospechas, es capaz de hacer que vayan aflorando rasgos del fantasma y
a la vez una terrible incógnita sobre el extraño viajero. Será la obsesión de
la protagonista por hallar noticias de su amante desaparecido la que le obligue
a entrar de lleno en los espantosos días de la posguerra española.
El desenlace de esta novela en la que
conviven varias pesquisas y múltiples enigmas, es, en mi opinión, muy
apropiado: sin respuestas definitivas, abierto únicamente a una vaga
expectativa y a una irracional esperanza.
Manuel Rico escribe una novela muy rica, mas
no demasiado compleja para un lector interesado en la novela de intriga y
sensible a los tiempos sombríos de la posguerra. El principal mérito del
narrador es el de haber sabido amalgamar, sin distorsiones, el relato de las
obsesiones y enigmas surgidas a raíz una
noche de amor y de sexo, con la memoria enterrada de los campos de trabajo, los
sótanos de un Régimen dictatorial no derruido -más bien cubierto con una capa
de olvido- en la democracia. Por eso mismo, es preciso reconocer la
acuidad del autor al trabar los
distintos niveles del universo ficticio establecido en el discurso, dotándoles
de coherencia interna. Es una de las propiedades más destacadas de la
narratividad o competencia narrativa de esta novela, en la que asistimos, así
mismo, a varias vueltas de tuerca.
Pero hay más razones para leer Un extraño viajero. La certera y
profunda caracterización psicológica de los personajes; la habilidad con la que
el autor los integra en hechos paralelos, o incluso dispersos, que, así mismo,
se orquestan en una sólida arquitectura superior. Manuel Rico hace avanzar la
trama, haciendo progresar la acción dosificadamente, logrando mantener la
tensión narrativa, aunque sobren secciones o excursos, en mi opinión
innecesarios. Sobresalen igualmente el realismo y la verosimilitud con las que
se recrean escenarios, tiempos y espacios, con la presencia de personajes
reales como el pintor, escritor y activista político Humphrey Slater, cuyo
destino sigue envuelto en el misterio. El recurso técnico, inteligentemente
aprovechado de lograr que algunos personajes se adentren en el pasado a partir
del presente y que otros lleguen al presente a partir de los tiempos de la
posguerra.
Un estilo de prosa elaborado y vigoroso que
integra múltiples diálogos instalados en un verismo consistente y creíble. La
incorporación oportuna de pocas pero oportunas citas como la del poema “Fin y
principio” de Wislawa Szymborska. Anoto en el debe de la novela la función
excesiva del actante principal de la acción narrativa: Lucía es el sujeto o
fuerza fundamental generadora de la acción, mas su prácticamente exclusivo
protagonismo -compartido eso sí con personajes secundarios- quizás debiera ser
aminorado con secuencias en las que sus cavilaciones y obsesiones quedasen al
margen.
Una novela que, en cierto modo y como ya
señalé, incluye tres novelas: un relato de amor, una novela histórica y una
novela de ideas. Pero que es especialmente una narración política, comprometida
con un pasado reciente, con la historia y la memoria enterrada, con la
objetividad de los dramas dormidos y silenciados en los campos de trabajo
franquistas. Hablar de ese tiempo gris y borrado y de sus miles de víctimas
como lo hace Manuel Rico no es literatura maniquea.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Salko se
sentó a su lado, le rodeó el hombro con su brazo derecho y se quedó, en
silencio, a la espera de su reacción, una reacción que Lucía parecía demorar
atada a la vieja culpa, a la memoria de su vida con Eladio, a antiguas
frustraciones. «Me ha dicho
que estoy bella. A los cuarenta años no es fácil recibir piropos, escuchar
palabras así», pensó
mientras se relajaba abandonándose a las
manos de Salko, ahora entregado a acariciarle la espalda con una delicadeza que
no dejaba de sorprenderla y excitarla. Lucía no pudo controlar su pudor, ni su dependencia
de viejos remordimientos, y se inclinó hacia la izquierda, hasta sentir la
delgadez firme del tórax de Salko y
notar que su mano abandonaba la espalda y buscaba en el interior de su bata y
debajo del sujetador hasta provocar la rebeldía casi automática de sus pezones,
y la vuelta de un calor que creía perdido para siempre. Se abrazó a él, se
abrazó al olvido, arrumbó culpas y memoria, y se dejó llevar por el puro deseo
hasta sentir la desnudez compartida bajo una sábanas conocidas y desconocidas a
la vez, hasta tantear el cuerpo delgado de Salko y notar la irreverencia de su
sexo dentro de ella mientras se desvanecían todas las confusiones y todas las
herencias y complejos y una voz antigua y honda la llamaba a recobrar el
sentimiento olvidado, a amar a aquel hombre que le devolvía la conciencia del
cuerpo, del gozo, des sí misma.”
…..
“Rostros
delgados, famélicos, cuerpos casi perdidos en ropas que a Lucía le parecieron
desmesuradas. Duros primeros planos de seres anónimos de rasgos como esculpidos
con cortafríos sobre una piedra imaginaria. Ojos entre el asombro y el
abatimiento. Sombras de árboles desnudos, esqueletos de oscuridad sobre un
fondo demasiado claro, sombras humanas caminando en fila, sombras. En un
pequeño montículo de roca, un grupo de hombres, con mazos desmesurados para su
delgadez, horadaba la roca bajo la mirada de varios guardias
civiles. Por ese detalle, junto con los contornos reconocibles de las cumbres
de Somosierra, Lucía tuvo la plena seguridad de que aquellas escenas procedían
de un lugar cercano a Brezo. «Son
del pasado, pero de muy cerca de aquí»,
se dijo.”
…..
El
CD CONTENÍA UN MUNDO. HABÍA EN ÉL OTRAS veinte fotografías con escenas en las
que se veían hombres trabajando, subiendo piedras por una escalera improvisada
en la montaña, el interior en claroscuro de un barracón lleno de camastros
sobre los que se advertían bultos humanos con caras sorprendidas, con los ojos
desmesuradamente abiertos. Y, en un espacio exterior, contra un muro hecho de
rocas, varias filas de hombres, con el brazo en alto, mirando hacia un lugar
más allá de la cámara. Lucía pensó que allí latía una realidad desconocida, un
universo que podía formar parte de la geografía ignorada de la posguerra, nada
que ver con Salko y con Yugoslavia, todo con el tiempo inicial de la dictadura,
con los derrotados y con las sevicias que padecieron. Había, además, un
paralelismo inquietante con las imágenes que había podido ver en libros de
historia y en documentales sobre los campos de concentración del nazismo.
Aquellos hombres no vestían uniformes de presidiarios como en los campos de la
vieja Europa, pero llevaban ropas elementales, miserables, pantalones atados a
la cintura con cuerdas, camisas y chaquetas raídas, y se protegían del frío con
precarias mantas que parecían más de tela de arpillera que de lana.”
…..
“Después,
se dijo que la prueba de la verdad que quedaba de aquella historia era, ante
todo, la realidad que la exposición restituía a una sociedad que había perdido
la memoria: presos, obras interminables,
guardias civiles, policías y soldados vigilando columnas de presidiarios,
rostros delgados, famélicos, de ojos vencidos, perplejos; andrajos convertidos
en ropas, montañas de adoquines, cielos oscuros y fríos, altas cumbres
inabordables…el agujero negro de un país avanzando, bajo la paz ficticia de
Franco, hacia el vacío.”
(Manuel Rico, Un
extraño viajero, páginas 66-67, 117, 121-122, 354)
Muy interesante...
ResponderEliminarGracias Francisco. Estupenda reseña que invita, sin duda, a disfrutar de su lectura. Un abrazo.
ResponderEliminarExcelente reseña Francisco, la represión franquista tiene muchos secretos guardados, así que será interesante leer este libro que aunque no es mi género favorito, creo que me dará un amplio conocimiento de la política de aquellos tiempos en Europa.
ResponderEliminarUn abrazo y mis felicitaciones.
Muy buenos, amigo, la reseña y la obra reseñada. Enternecedora la escena del primer párrafo. Un abrazo y gracias.
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