Ricardo Martínez-Conde
Ediciones Vitruvio, Madrid, 2016, 76 páginas.
A pesar de su tardía incorporación a la
poesía -se dio a conocer en los años noventa con un poemario en gallego, Lento esvaece o tempo, y su primera obra
lírica en español, Los argumentos de la
tarde es de 1991-, Ricardo Martínez-Conde es hoy en día autor de una
extensa obra lírica escrita y publicada tanto en gallego como en español, con
aportaciones importantes además en el
terreno de la prosa y del ensayo. Ricardo Martínez-Conde es uno de los poetas
que, en esa década de los noventa, contribuyó con su personalísima forma de
poetizar a la superación de la resaca culturalista en la poesía gallega. Con
una calidad literaria innegable y un estilo tan definido que es reconocible, la
escritura poética del autor nacido en Aldariz-Sanxenxo hizo posible una
productiva convivencia entre el poema prosificado y el lirismo en variadas
formas poéticas (versos cortos, haikus, líneas versales de amplio recorrido…).
Su arma preferida a la hora versificar será una lengua sencilla, cercana a lo
coloquial y con una cadencia rítmica no muy alejada de la prosa. Todo ello hace
que Ricardo Martínez-Conde goce actualmente de un nombre propio, fruto de la
valía de su trayectoria.
Paisaje,
su último poemario en español, concentra su foco de atención en una lírica que
no es ajena al autor ya desde su primera obra en gallego: en la interiorización
y evocación melancólica del paisaje, de las realidades de la naturaleza, para
poder expresar de forma plástica, serena y sencilla, pero con fuerza
reveladora, reflexiones de carácter metafísico y existencial, los grandes temas
atemporales como el paso del tiempo, el destino, la memoria, la fugacidad de
los seres, las perturbaciones angustiosas del ánimo, la esperanza, la noche del
alma, la incertidumbres, el amor, el miedo cotidiano, el destino…
Sesenta y seis poemas que se caracterizan,
casi todos ellos, por estar dotados de una perspectiva subjetiva, que giran en
torno a un yo que osmotiza la realidad física o exterior desde su punto de
vista, y en los que el objetivo principal no es la descripción de lo externo,
sino la expresión de la interioridad de las sensaciones y sentimientos. La
palabra no tiene pues sentido por sí misma, sino como vehículo transmisor del
interior del poeta: el azul del mar recuerda los días felices; el cielo, ese
“cielo manual” es recordación del Cielo y del Destino; los sonidos y colores,
cada uno en su lugar y en su hogar, nos advierten, nómadas como somos, de
nuestro tránsito, de nuestro destino; la sombra de la nube y su extraño paisaje
que nos señalan nuestra condición de “no-ser” que “todos aceptamos en silencio”; la
sombra que miramos y que encierra una luz que nos convoca hacia una inesperada
aventura; esa luz veraniega que le hace pensar a la voz poética que es, que
existe; el cumpleaños del amigo que le recuerda cómo el tiempo ha ido pasando;
las blancas piernas maternas y su blanca entrega que evocan en el yo poético su
fracaso a la hora de imitarla; el vuelo de la mariposa “que invita a recordar /
que algo florece lejos”; las hojas otoñales que se suturan con el yo en “una comunidad de espera”; la mirada a los
objetos que impulsan a establecer una relación con la voz poética, que “es como
mirar hacia mi”; la sonrisa tan pasajera como el mismo vivir. O, en fin, el
fecundo silencio de la rama del poema que clausura el libro, que en su origen
fue una semilla, pero ahora nos surte de frutos reales.
Poemas de profundo e indiscutible calado
filosófico que se interrogan sobre los grandes temas en los que se cimienta el
ser humano, que cuestionan el valor de la libertad y nos invitan a meditar
sobre la fugacidad del tiempo desde múltiples formulaciones (“la sordina del
tiempo”, “el tiempo es el susurro”, “el tiempo cuenta, predispone”, el tiempo
que es “como el ser, viva espera”. O cavilan sobre la concepción
materialista-dialéctica de la existencia, como revelan los magníficos poemas en
los que se cita a Epicuro o el dedicado a Lucrecio. Ese “certo que non hai cousa por derriba das cousas” que
poetizara otro gran vate gallego, lo expresa Ricardo Martínez-Conde en un
hermosísimo poema que no me resisto a reproducir: “Tomó de cada cosa el ser. /
Tomó de cada nombre el nombre. / Tal fue el origen / ya inmutable e infinito, /
pues no hay otro. / Tiempo y espacio; / un dios y un vago itinerario /
indecible. No hay nada más / No existe nada más” (página 63).
Poesía sapiencial como se ha escrito, ajena
a barroquismos y a vanos artificios, en la que el poeta busca y consigue el
término exacto, la palabra apropiada. Con significativos recursos como el
abundante empleo de los paréntesis -una llamada de atención quizás sobre la
presencia de la voz poética-. Poesía cristalina, con elevada concentración
conceptual para degustar al abrigo de una lectura profunda y sin prisas.
Francisco
Martínez Bouzas
Selección de
poemas
Mar
“Espero que nada turbe lo que pienso:
me gusta la afinidad con el mar.
Es casi azul y casi amigo (a veces gris,
indiferente, simula no querer escucharme.
Pero lo hace sin duda; luego
me lo recuerda)
Es grande como el viento, móvil
como la extensa lluvia de los días felices”
(página 12)
…..
“La muerte es tan fiel como el agua, y
como ella me forma y recorre y guía
con la lentitud de lo necesario
(Apenas reclama, siendo su discreción
un paradigma de intriga y armonía)
Guarda y me guarda. Vive y me vive
con la intimidad de una costumbre.
Y solo cuando está muy cansada
pide mi
compañía; pide para sí.”
(página 26)
…..
“Miradme hojas. Sí, vosotras, las últimas
del Otoño que
guardáis la memoria
del año para verterla luego en ceremonia
(ese elaborado fervor estético al caer)
Pocos quedan que quieran recordar; esos
huyen, pero huyen de sí ¿Cómo puede ser eso?
¿Habrá justificación humana en algo así?
Miradme hojas. Juntos formamos
una comunidad de espera:
sin palabras, siempre innecesarias
(ahora ya innecesarias)”
(página 41)
…..
“Verum in nubibus”
“Si miro al cielo pienso en la vida
(un gesto
cualquiera, el más mínimo, es
capaz de
despertar intimidad o decepción)
Si miro a la vida, pienso en las nubes
(¡qué cantinela la suya; el viajero distraído!)
Cada día se reserva para sí aquello
que ya hemos
pensado un día a solas”
(página 51)
…..
“La sonrisa se atiene al gusto,
a lo contado; así es el vivir.
¿Y qué otra verdad hay
sino esa sensación?
Epicuro ha querido decir
que soy en la medida en que existo.
Es decir, ser es vivir.
A uno y otro lado ya el vacío.
¿Y ha dicho algo distinto de cuanto
pensamos a solas?
A solas, eso es vivir”
(página 64)
(Ricardo Martínez-Conde, Paisaje)
Me ha gustado mucho este acercamiento a la voz del poeta. Te guía con precisión al encuentro con su palabra...
ResponderEliminarVerdaderamente distinto a lo habitual...
ResponderEliminarUna delicia, leer parte de los escritos de Ricardo Martinez. Aflora una sensibilidad y delicadeza que perfuma cada línea de su prosa poética. Profundos pensamientos expresados con la maestría del que domina la metáfora y el lirismo. Gracias por traerlo, Francisco y gracias por tu reseña. Saludos
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