Montserrat Villar González
Ilustraciones de Ángel Perdomo
Prólogo de María Ángeles Pérez López
Amargord Ediciones, Colmenar Viejo (Madrid), 2015, 88
páginas
Se ha afirmado, y no sin razón, que los que
escriben fuera de Galicia no existen para el sistema literario gallego. Es el
caso de Montserrat Villar González, hija de esta tierra (Cortegada de Baños,
Ourense). Y lo es por doble motivo: por ser una poeta y traductora que escribe
extramuros, llevando dentro, no obstante, esa música mortal que nos ata a la
tierra, como escribió Fermín Bouza. Y en segundo lugar, porque según los
cánones que pontifican lo que es y no es literatura gallega, Montserrat Villar,
pese a que alguno de sus libros, la antología bilingüe traducida por Xavier
Frías Conde, Terra en mármore e tenrura
(2015), nos permite leer sus versos en la lengua de Rosalía. Montserrat Villar,
por circunstancias de la vida, es una poeta “en tránsito” en Salamanca, una
ciudad de monumentos y momentos de intenso contenido cultural, formativo y
también literario para muchos gallegos y gallegas. Quizás algún día se pueda
reunir en una antología, como se hizo con los poetas gallegos residentes en
Cataluña y Madrid, los poemas y textos de escritura de escritores gallegos
asentados en la “diáspora” de la vieja Helmántica.
Sea como fuere, la verdadera biografía de un
escritor está en sus escritos. Pero la escritura (el poema, el relato, la
novela) no sale de la nada, sino de un ser de carne y hueso, que lo es desde la
niñez. Y la infancia de Montserrat Villar se alimentó entre los paisajes y
rumores que baña o genera el río Miño, en su Galicia natal. Apostaría pues que
los vacíos “que la realidad clava en mi alma” y que “se llenarían de poesía”,
tal como lo expresa en su poética Montserrat Villar, también se han ido
colmando en los paisajes y vivencias de su tierra natal, y han sido fecundados
por las aguas del padre de los ríos gallegos. También es verdad que Montserrat
Villar, en su ya dilatada obra poética, plasma la condición más esencial para
escribir poesía: percibir el universo con su carga profunda de significados
para descorrer el velo de la realidad, y, tras un tiempo de reposo en sus
entrañas, los ha sabido expresar con palabras sonoras, “con la pretensión de
comunicar y de hacer sentir emociones” (de nuevo me remito a su personal
poética). Ciertamente en Bitácora de
ausencias, el verbo creado y creador (Pedro Salinas), el logos sonoro de
sus poemas cumple con esa función de la poiesis y del poeta, en las tres partes
en las que la autora estructura el poemario. Tres partes que configuran, no
obstante, una singular obra unitaria.
La primera, “Las cenizas del silencio”,
enraizada en tan solo cuatro poemas, encierra en sus estrofas y versos una gran
tensión creativa, muy congruente con los momentos en los que una espantosa
realidad se clavó en el alma de la
poeta: un viaje a Polonia, la visita a los campos de exterminio de Auschwitz-Birkenau
y el esfuerzo / homenaje que la poeta rinde a las víctimas del Holocausto.
Poesía habitada por una inhabitual potencia expresiva para hacernos presente el
horror, el tormento, el dolor y la muerte. Y aquí surge, una vez más, “la
palabra que más ha atormentado la imaginación poética del siglo XX”, como
escribe María Ángeles Pérez López en un pórtico introductorio digno del
poemario de Montserrat Villar: Auschwitz. A la mente viene el dictum de Adorno: “Escribir poesía
después de Auschwitz es un acto de barbarie”. Mas Montserrat Villar, como lo
hicieron en su día Primo Levi, Imre Kertész, Wislawa Szymborsca o el mítico
Paul Celan, le quita la razón a Adorno, porque, aunque es cierto que ninguna
lengua cuenta con las suficientes palabras para expresar la ofensa recibida por
la humanidad, un poeta no puede dejar de escribir, como mantuvo Paul Celan. Y
suyo precisamente es el más célebre y estremecedor poema sobre Auschwitz,
“Muerte en fuga”.
Monserrat Villar reescribe pues el infierno
inimaginable, la irracional monstruosidad del campo de exterminio, y, en sus
estrofas y versos, nos damos de bruces con el espanto. La poeta no admite que
un mundo de palabras silencie los horrores del pasado; recuerda a los muertos
que “dejaron caer el peso de sus cadáveres sobre los otros” y apuesta por la
vida y sus sueños que permitan suavizar el silencio que asfixia la voz de los
masacrados. Ese millón y medio de almas, los cadáveres amontonados que esperan
solo ser cenizas, como los recuerda la poeta en esas cortas estrofas de un
largo poema, “Breviario”; y por los que implora en el poema “Oración por los
derrotados. Una súplica en forma de anáfora que intensifica el relieve
semántico, dirigida no solo a y por los muertos en el Lager, sino también por
nosotros para que nunca olvidemos, porque Auschwitz, como explicó Elie Wiesel,
Premio Nobel de la Paz y también deportado, desafía la imaginación y la
percepción. Solamente se somete a la memoria. Mas si hay un poema en esta
primera parte que testimonie el pavor, este es sin duda “Cóncavo silencio”.
Precedido de un esclarecedor epígrafe de Antonio Orihuela (“Auschwitz no es
historia, era premonición”), la poeta rememora “el grito cóncavo del horror”,
“el dolor cóncavo de vuestros cuerpos” que macera nuestra piel. Un poema
merecedor, en mi opinión, de figurar en la antología poética de muerte y vida
que significó y sigue significando Auschwitz. Y digo vida siguiendo a Hölderlin
(“Nada viviría que no tuviera esperanza”), porque, en la obra de arte, la
muerte es tan solo un pálido reflejo, porque es la vida, quizás transmutada, la
que al final triunfa.
“Andamio y tormentas” es el título con el
que Montserrat Villar rotula la segunda parte, los veintidós poemas que
constituyen el andamiaje del poemario. Poemas para sobrevivir, para sujetarse a
la vida, para no derrumbarse, que hablan de abandonos invisibles, del hambre
que tatúa todo el cuerpo, del llanto que testimonia que sigue viviendo, que
urgen a liberarse del terror de estar viva. La poeta que gritó lo ocurrido en
Auschwitz-Birkenau, dirige ahora la rabia de sus gritos hacia el propio yo. Y
con poemas de tonalidad expresionista, la voz poética explora la dimensión
existencial, la finitud, el duelo con final previsto entre la vida, una obra
que nunca termina de construirse, y su desenlace, la muerte. Versos que exploran
lo que somos, y lo hacen con un lirismo frecuentemente explosivo, radical, con
un léxico duro, furioso, arrebatado que expresa cabalmente esa “ubris”
psico-afectiva constitutiva de nuestra especie. Dolor, terror, espanto
existencial, pero sin olvidarse de la mejor coraza: el abrazo amoroso. Un
panegírico dedicado a Leopoldo María Panero, un pota admirado por Montserrat
Villar, le pone el ramo a esta parte, preñada así mismo de dolor, pero también
de esperanza.
Concluye Bitácoras
de ausencias con dos largos poemas que le dan forma y contenido a la
sección “Ausencia de la memoria”. Dos poemas metagenéricos, construidos desde
una deliberada transgresión de géneros, en los que tienen cabida y acaban por
confundirse lo poético y lo narrativo. Poemas y prosas poéticas que
cartografían el personal periplo repleto de ausencias y de presencias, y que,
desde la infancia y sus recuerdos y a través del océano de la vida, arriba en
ese lado del mar que es el presente, un presente compartido: “el mío y el suyo sin
fantasmas / sin vampiros que me sangren / sin conciencia ni recuerdos”. Y que
es así mismo un regreso al paraíso, al incendio de la ternura, ya que la vida se
construye con mimos y deseos.
Versos, estrofas, poemas que configuran un
personalísimo magma lírico, un cuaderno de bitácora, repleto de operaciones de
lenguaje y pensamiento. Y aunque no desprecie la poeta las gracias
fonocéntricas, no es cautiva de la métrica ni de la rima, de versos
aprisionados; versos libres en su mayoría los suyos, mas no carentes de forma. Poemas
escritos sin palabras vanas, alejados de excesos barroquizantes, pero
rebosantes de tensión, fuerza, emotividad, bríos y fulgores. Poesía pues para
ser pensada y gozada.
Francisco
Martínez Bouzas
Montserrat Villar González |
Selección de poemas
CÓNCAVO
SILENCIO
(Auschwitz-Birkenau, abril 2014)
Auschwitz no es historia,
era premonición
Antonio Orihuela
“El grito cóncavo del horror en los ojos
se clava
en la cara de los que silenciaron vuestras muertes,
en las manos que ahogaron vuestras vidas,
en la mente de los que prefieren ignorar vuestra
ausencia,
en la espalda de quienes, todavía, os buscan,
en el alma de aquellos que no olvidan.
El dolor cóncavo de vuestros cuerpos
nos envuelve macerando
nuestra piel hasta llegar a la inconsistencia
de estas cenizas de las que somos cómplices.
En la hiel de los que os despidieron
se agarra el horror ante la noche
en la que los sonidos expulsan ecos
que mueren a la muerte misma.”
…..
AQUÍ ESTOY Y
AQUÍ ME SOSTENGO
“Aquí estoy y aquí me sostengo
con una mano en tu cordura
y con otra en el desenfrenado miedo
a esta falta de futuro que nos corresponde.
Aquí estoy y aquí me acieno
subida a este andamio que es la vida
a esta obra que nunca se construye
a estas goteras que no precipitan.
Aquí estoy y me derrumbo
en esta nocturna tarde
en que no comparto abrazos
bajo los escombros de esta oscuridad.
Aquí estoy sin equilibrio
al perder la
sonrisa ante lo imposible
esperanza de vivir en un mundo
de sueños, caricias y sólidos lazos.”
…..
NECESITO
ROMPER LAS MANGAS
“Necesito romper las mangas
de esta camisa de fuerza que me abraza
y liberarme del terror de estar viva.
Necesito rasgar estas mangas
Desalojar la nada que me puede
ahogar este incansable llanto
asesinar mis miedos y vergüenza.
Necesito crear un abrazo
que llegue hasta ti sin recuerdos
sin pisadas de pies que me persiguen.
Sin demoras de horas que se han ido
entre sombras y uñas clavadas en los ojos
sin ningún ayer, sin nada.”
…..
PARIA POR NO
PARIR
“Paria por no parir.
Paria por parir ausencias.
Paria por parir pena
o palabra sin sentido.
Paria por parir silencios
Paria por finitud.
Paria por desesperanza y desespero.
Paria por parir nada.”
…..
PANEgiRicO,
EN ESTE DÍA DE MUERTE Y SILENCIO
(A Leopoldo Mª Panero, el día de su muerte)
“Que la sangre
que cuaja en el cuello de los ahorcados
sirva para calmar
tu dolor y enjugar
en tus ojos las lágrimas
que se convirtieron
en palabras.
Que la violencia
con la que tú mismo te agredías
se convierta en belleza
que calme tus entrañas
y, ahora, ya, sólo grites
para disfrutar el eco de tus versos.”
(Montserrat Villar González, Bitácora de ausencias, páginas 22, 36, 52, 54, 63)
Ciertamente interesante...
ResponderEliminarPara leer...
ResponderEliminarUna ofrenda impactante y extremadamente hermosa al holocausto. Versos llenos de dolor y furia ante el horror que enfrentaron miles de seres humanos en aquellos años, y que no deben ni pueden olvidarse. Una poeta maravillosa que al reconocer el dolor de otros la hace grande en todos los sentidos, he quedado maravillada con la autora, que es sin duda un templo donde habita el más grande corazón. Mis felicitaciones a ella y a ti Francisco por esta bella reseña que nos compartes, donde nos invitas a leer a tan perspicaz poeta, mi reconocimiento a ella y a ti, por tu brillante modo de comunicar, un abrazo.
ResponderEliminarY un comentario, que sintetiza con rigor sobre todo la primera parte del poemario de Montserrat Villar. Una poeta española comentada por una poeta mexicana dueña de una explosiva creatividad. Muchas gracias por tu palabras, Araceli.
ResponderEliminarEs difícil describir el horror, y más e horror de las víctimas de los campos nazis, ya que por muchos testimonios que leamos o nos cuenten, por mucha empatía que estemos dispuestos a ofrecer, jamás podremos llegar a entender tanta maldad y tanto sufrimiento.
ResponderEliminarMe han encantado los poemas. Muchas gracias por darlos a conocer.
Un abrazo,
Muchas gracias a Francisco por leerme y contarme con este interés y maestría. Gracias a todos vosotros por vuestros comentarios. Mi poesía, como me dice un amigo, "es poco complaciente", por eso agradezco que loslectores sientan tanto como yo siento cuando a leen.
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