Tariq Ali
Traducción de Miguel Ángel Pérez Pérez
Alianza Editorial, Madrid, 2015, 378 páginas
A la sombra del granado es el
primer volumen del Quinteto del Islam
que el narrador y ensayista paquistaní Tariq Ali (Lahore, 1943) decidió
escribir sobre las relaciones en Europa entre la cristiandad y la civilización
islámica, cuando durante la primera Guerra del Golfo escuchó en una televisión
occidental la afirmación de que los árabes eran un pueblo sin política.
Consciente de que no era verdad y a pesar de su ateísmo, intentó buscar
respuestas definitivas que piensa que hallaría, no en los países árabes, sino
en Europa. Su búsqueda se inicia en España, un país plagado de grandes
monumentos islámicos y de restos de una cultura que sobrevivió a pesar de la
destrucción sistemática que de la misma se hizo a los pocos años de finalizar
la Reconquista. Tariq Ali pretende poner de manifiesto con esta novela dos
hechos incontestables: en primer lugar la excepcional contribución al saber y a
la cultura en todas sus ramas de los árabes en España. Y, en segundo, la
destrucción de la misma por la intolerancia de los vencedores cristianos,
vulnerando los acuerdos solemnemente firmados que garantizaban la tolerancia
hacia la religión musulmana y judía.
La novela que ahora reedita Alianza
Editorial, traslada al lector a Granada, en el año 1499, apenas siete años
después de las Capitulaciones para la entrega de la ciudad al ejército isabelino.
Y en esa Granada y en el pueblo de al-Hudayl, situado posiblemente en la Sierra
de Albarracín, Tariq Ali nos presenta la crónica de un desgarramiento de los
musulmanes que permanecieron en sus tierras, tras la conquista, conservando su
cultura y su religión y a los que las pragmáticas de conversión forzosa al
cristianismo, promulgadas por la reina Isabel, a instancias del cardenal
Cisneros, llevará a la diáspora, a la simulación y ocultamiento de su fe o
directamente a la muerte. Bajo la férrea voluntad del arzobispo de Toledo,
Francisco Jiménez de Cisneros, disconforme con la mano blanda del capitán
general, el conde de Tendilla, y del primer arzobispo, Fray Hernando de Talavera, se inicia una campaña de dura
represión que no deja alternativas: la huida o la conversión forzosa.
El libro, como preanuncio de lo que más
tarde ocurrirá, se abre con relato de la ominosa noche en la que una barricada
de libros y manuscritos requisados en las bibliotecas de los nobles granadinos
y que custodiaban ocho siglos de cultura, arden bajo las órdenes de Cisneros.
Muy pronto los musulmanes granadinos verán prohibidas sus usos, costumbres, su
música e incluso su lengua a pesar de haber sido garantizados en las
Capitulaciones de la entrega de la ciudad. Cisneros, instrumento de la reina
Isabel ejerce un poder absoluto que no se limita a los asuntos espirituales. Él
será la personificación de la intransigencia religiosa como arma política.
La novela está narrada desde la perspectiva
de una familia musulmana asentada en al-Hudayl y en la que se entrecruza la
historia de varias generaciones. A través del relato de su historia y
vicisitudes familiares, se nos permite acercarnos a los esplendores de una
civilización muy avanzada y a la convivencia de siglos de culturas y
religiones. Mas llegan los días decisivos en los que la siniestra figura del
cardenal Cisneros, “el cura de Satanás” para los árabes granadinos, y las
hogueras inquisitoriales se abaten de forma implacable sobre los musulmanes
granadinos y sus vidas, sumidos en la indecisión de huir o quedar y, en este
caso, convertirse o luchar para defender sus propia identidad religiosa y
cultural, incluso con el precio de sus vidas. Un baño de sangre y una feroz
destrucción arrasa sus vidas e incluso el jardín donde crece un granado,
testimonio simbólico de la historia de una familia, con sus amores, pasiones,
conflictos, dolores y de la destrucción de una valiosa civilización.
Una tonalidad apesumbrada, reflejo de lo que
se nos cuenta, un ritmo pausado, muchas veces demasiado premioso y detallista, especialmente cuando se relatan
de la historia familiar de los Banu Hudayl, un diseño potente de los personajes
femeninos, pilares fundamentales de la historia, configuran la escritura da
Tariq Ali en este primer volumen de sus Quinteto
del Islam, reconstrucción de una saga familiar y de sus desgarramiento
debido a uno de los mayores actos de bárbara injusticia cometidos por reyes,
nobles, monjes y seglares, sedientos de sangre y de las riquezas de las
familias musulmanas.
No se ha librado de la polémica el epílogo
de la novela en el que Tariq Ali proyecta su ficción veinte años después y nos
presente a uno de los hipotéticos exterminadores de al-Hudayl, un joven capitán
pelirrojo y barbilampiño, (Hernán Cortés) a las puertas de la ciudad construida
sobre el agua de Tenochtitlan, regida por Moctezuma, sonriendo ante las
riquezas que se presentan delante de sus ojos. Una asociación de dos expolios y
genocidios culturales que, con independencia de los datos históricos, el
escritor está legitimado a realizar, porque su libro, ficción narrativa, no se
rige por las leyes del rigor histórico. Lo que es indiscutible es que la
expulsión y la matanza de los musulmanes granadinos fue un bochornoso preámbulo
del brutal expolio de las tierras americanas, bajo el pretexto de la conversión
a la fe cristiana de los indígenas, pueblos con una civilización avanzada.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Desde
detrás de la ventana de una pensión, el centinela más favorecido de la Iglesia
de Roma observaba la creciente barricada de libros con satisfacción. Jiménez de
Cisneros siempre había pensado que sólo se podría eliminar a los infieles como
fuerza si se arrasaba su cultura por completo. Eso implicaba la destrucción
sistemática de sus libros. Las tradiciones orales sobrevivían algún tiempo,
hasta que la Inquisición se encargara de arrancar aquellas lenguas que
delinquiesen. De no haber sido él, alguna otra persona se tendría que haber
ocupado de organizar esa necesaria hoguera, alguien que entendiera que había
que salvaguardar el futuro por medio de la firmeza y la disciplina, y no el
amor y la educación, como no dejaban de proclamar los imbéciles de los
dominicos. ¿Qué habrían logrado ellos jamás?”
…..
“Yo
también voy a ser franco con vos, arzobispo. Nunca tuvimos problemas serios en
este reino hasta que vos llegasteis. No habéis conseguido ganároslos por medio
de los razonamientos, y por eso ahora queréis recurrir a los métodos de la
Inquisición.
-Unos
métodos prácticos, Excelencia, de probada eficacia.
-Sí,
de probada eficacia con los católicos con cuyas posesiones queríais haceros, y
con los judíos que nunca han gobernado este reino y que compraron su libertad
pagando ducados de oro y convirtiéndose a nuestra religión. Esos métodos no
servirán aquí. La mayoría de esa gente a la que llamamos moros son nuestra
propia gente, iguales que vos y que yo. Han gobernado una gran parte de nuestra
península, y lo hicieron sin quemar muchas biblias, ni derribar todas nuestras
iglesias, ni prender fuego a sinagogas para construir encima sus mezquitas. No
son una anomalía desarraigada. No se les puede eliminar a latigazos. Opondrán
resistencia y habrá más derramamiento de sangre, tanto suya como nuestra.”
…..
“Veinte
años después, el vencedor de al-Hudayl, ahora en la cúspide de su poder y
considerado por todos uno de los dirigentes militares más curtidos del reino
católico de España, desembarcó de su buque de guerra en una costa a miles de
kilómetros de su tierra natal. Se ató el viejo casco que nunca había dejado de
usar, por más que le habían regalado dos de plata de ley. Además, ahora llevaba
barba, que por ser pelirroja era objeto de muchas bromas procaces. Sus dos
ayudas de campo, ya capitanes también, lo acompañaban en esta misión.
La
expedición viajó durante muchas semanas por tierras pantanosas y espesas
junglas. Cuando llegaron a su destino, el capitán fue recibido por embajadores
del mandatario del lugar, que vestían túnicas de los colores más insospechados.
Después de intercambiar obsequios, lo acompañaron al palacio del rey.
La
ciudad estaba construida sobre el agua. Ni en sueños se había imaginado el
capitán que pudiera ser así. La gente se desplazaba en botes de una parte a
otra.
-¿Sabes
cómo se llama este lugar tan excepcional? -preguntó a su ayudante para ponerlo
a prueba, mientras el bote que los llevaba atracaba en el palacio.
-La
ciudad se llama Tenochtitlan, y su rey es Moctezuma.
-Emplearon
grandes riquezas para construirla -comentó el capitán.
-Es
una nación muy rica, capitán Cortés -contestó el otro.
El
capitán sonrió.”
(Tariq Ali, A la
sombra del granado, páginas 20, 108-109, 377-378)
Muy interesante...
ResponderEliminarInteresante esta novela histórica que nos adentra al reflejo de una época donde el arzobispo Jiménez de Cisneros, que era un fanático religioso, y de ideas que exigen la conversión de los musulmanes y la renuncia a su cultura. Una lucha de poder en donde los ricos cristianos, siempre han de llevar la ventaja. Gracias por tu reseña que siempre es fascinante, me encantaría leerlo, un abrazo con mi siempre admiración.
ResponderEliminarTu reseña es lo más imparcial que he leído cuando se trata de la crítica de una novela con estas características en cuanto a un tema tan candente hoy, tan prolífico de guerras, de pasiones religiosas, de mentiras, de politiquería, de tanta desinformación. Me has abierto el camino para tratar de encontrar el libro e intentar hallar una explicación diferente de la que se nos brinda a menudo. He leído los fragmentos y he visto la conquista del continente americano, he recordado a los Borgia, a los grandes Imperios como el Romano, a los Enriques, los Fernandos, etc. etc. y llegando a lo contemporáneo, tengo en cuenta a los Hitlers, los Stalins, los Francos, los Pinochet, los Videlas y tantos otros. Nos cansamos de llamar bárbaros a tantos pueblos y en realidad casi no sabemos de sus padecimientos.
ResponderEliminarSon las asociaciones que me ha provocado tu crítica que siempre alumbra al lector el camino hacia donde se dirige y de allí en adelante seguirá él solo eligiendo lo que creerá, lo que descartará, lo que lo convencerá o lo que no.
Muchas gracias querido amigo.