jueves, 25 de junio de 2015

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE SKYPE



Música para feos
Lorenzo Silva
Ediciones Destino, Colección Áncora y Delfín, Barcelona, 2015, 215 páginas.

   Tras un largo período de veinte años, Lorenzo Silva retorna a la narrativa de amor con Música para feos. El detonante de un proyecto que invernó en su cabeza durante tantos años, fue un viaje a Afganistán realizado el pasado año, un escenario en el que han trabajado personas de similares características a las del personaje masculino de su novela. Lorenzo Silva, uno de los autores más representativos de la actual narrativa en español, ganador de los grandes premios literarios de este país, tanto los comerciales como aquellos que premian la calidad literaria, permite que descansen los protagonistas de su saga policiaca (Bevilacqua y Chamorro) y nos ofrece una historia de amor actual, cimentada en el encuentro casual de dos personas que huyen de la soledad y de un mundo desabrido, basado en empleos precarios poco o nada gratificantes y en relaciones enfermizas.
   En Música para feos la experiencia amorosa se convierte en efecto en el eje central de la novela. Una experiencia amorosa que huye de excesos melodramáticos, de espurios y falsos ornatos líricos, de la tentación del erotismo explícito y que, sin embargo, persigue emocionalmente al lector echando mano de la contención.
   El cuerpo de la novela, su trama principal, se centra en dos personajes: Mónica, una periodista que roza la treintena, que malgasta sus días trabajando como telefonista para un reality que detesta. Su pasado está marcado por el fracaso de una relación frustrante que le dejó como secuela el temor de no volver querer a nadie. Él, Ramón, un hombre maduro, no muy lejano de los cincuenta, orgulloso de su profesión que sin embargo intenta ocultar por discreción profesional y quizás porque la considera tabú. Un hombre muy bregado en situaciones difíciles  como las guerras del siglo XXI. Dos desorientados, descartados, que solamente comparten una indisimulada desesperación vital. Por azar se conocen un viernes por la noche en un sórdido tugurio madrileño donde ninguno de los dos parece tener su sitio. Pero el encuentro, a parte de la caballerosidad de él, no dio más de sí. No obstante, una semana después se citan en El Retiro y la perspicacia y sensibilidad de él comienzan a seducir a Mónica, porque no solo la folla, sino que acierta a amarla y a provocar que lo ame. Y eso “antes o después será tu cárcel” (página 68).
   Pero el misterio de una gran parte de la vida de Ramón se prolonga en el tiempo; incluso en buena parte de los cuatro meses de una obligada separación. El laconismo sobre su trabajo y destino domina sus conversaciones por Skype, cuyo final precario y trágico el lector irá intuyendo a través de ciertos rastros que Lorenzo Silva irá sembrando en su narración y que, sin embargo, no comienza a ser previsible con absoluta certeza hasta el “Adios” de la parte final.
   Si algo es preciso resaltar en esta novela, en este idilio entre las asperezas bélicas, es la acuidad con la que Lorenzo Silva se mete dentro de la voz femenina. Es Mónica la que cuenta la historia, y el autor afronta con éxito ese reto de hacer creíble la voz femenina, haciendo que nos sumerjamos en esa doliente pero gran historia de amor, contada desde la perspectiva de una mujer. Y ello se debe a la extremada agudeza del escritor al delinear con gran perspicacia psicológica a los dos personajes del relato, definidos muchas veces simplemente por gestos o silencios.
   Huye el autor de los tópicos de un enamoramiento repentino, inesperado, pero intensamente deseado. En especial, del relato pormenorizado de las escenas de sexo. Lo que realmente cuenta y quiere trasmitir el escritor son las sensaciones que experimenta la protagonista al comprender también en la cama que aquel hombre era el hombre. Los pormenores de las descripciones anatómicas, de las mecánicas amatorias o de la dinámica de fluidos, piensa Lorenzo Silva, han dejado de ser literatura, son un plato indigesto, y por consiguiente están ausentes de las páginas de este canto de alegría, tristeza y superación. Pero a través de la elipsis, el lector intuye sobradamente que los errantes protagonistas están hechos de carne y hueso.
   La banda sonora no solo le hace justicia al título, sino que actúa como el marco escénico, más decisivo incluso que El Retiro madrileño o la base militar de Herat, en las estepas y montañas afganas. Serán las canciones de los 80 y de los 90, a las que los dos protagonistas les dan sentido, las que harán visibles sus afinidades y diferencias y sobre todo los sentimientos de la pareja. La música que también viaja a través de Skype, será la que en el fondo los defina, siguiendo el verso de Leonard Cohen: “Seremos feos pero tenemos la música”, reiterado en la novela.
   Una buena novela, de lectura lineal, ajena a cualquier rompecabezas estructural, con mínimas secuencias digresivas, que despierta sentimientos mas sin caer en sentimentalismos.

Francisco Martínez Bouzas

                                                
Lorenzo Silva
  
Fragmentos

“De pronto me sentí inútil, desvalida. El alcohol me había abandonado, dando paso a mis inseguridades y mis amarguras. Supongo que quise escapar de ellas, impedir con fuerza que tomaran posesión de mí otra vez. Con voz quebradiza, le ofrecía:
-¿Quieres subir?
Me miró. No sé describir cómo. Se supone que me gano la vida con las palabras, o me las ganaba, antes de convertirme en telefonista reducida a la  interlocución con pseudopersonajes retardados. Pero todos los adjetivos me parecen torpes, casi imbéciles. Pongamos que estuvo un rato mirándome, sin decir nada, sin prometerme nada, asegurándose, con una delicadeza que nunca le había visto a ningún otro hombre, de que no iba a hacerme daño. Sobre todo esto último. Con su mirada me preparó para que no me doliera lo que iba a decirme, y que iba a hacerme quedar como una idiota:
-No, no quiero subir.
-¿Y eso? -salté, nerviosa.
-No te ofendas. Me gustaría. Pero no quiero.
-No entiendo.
Volvió a mirarme de aquel modo. Cálido. Protector.
-Son las reglas. No se puede disparar contra quien no está en condiciones de dispararte a ti. No sería un blanco legítimo.”

…..

“Cuando acabó la música, suspiró y se quedó pensativo durante unos segundos. Luego tradujo:
-«Somos feos, pero tenemos la música».
Sonreí complacida.
-También es mi verso favorito. De todos los de Leonard Cohen, que es quien lo compuso. Me alegra que lo hayas cazado.
-No tiene mucho mérito. Pero tú no eres fea.
-Ni guapa. Y fea es mi vida, en muchos aspectos. No me engaño.
-Y la mía –dijo-. Y la de tantos. Pero para nosotros hay una compensación. Para otros, ninguna. Debemos estar agradecidos.
-Por la música…”

…..

-¿Sabes? Siempre he tenido la sensación de que las mujeres, en general, tenéis más capacidad de ver las capas profundas de las cosas. Que sabéis más, con menos información. La noche que nos conocimos, yo te miraba, pero tú viniste. Tú hiciste que pasara, yo no lo habría podido hacer. Viste lo que había antes de que yo lo viera.
-Para serte sincera, no andaba yo muy fina aquella noche.
-Pues no lo demostraste. ¿Y sabes otra cosa? Estoy convencido de que algunas mujeres no sólo saben más, sino que saben siempre. Eso no se da entre los hombres. Nunca. De ninguna manera.”

…..

“Ahora que era consciente de los doce mil kilómetros (seis mil de ida y seis mil de vuelta) que recorría nuestra conversación, me fascinó la inmediatez con que podía escribirle, y él a mí. Sólo veinte años atrás, semejante capacidad de conexión y comunicación sólo estaba disponible para unos pocos. Ahora la tenía en su mano cualquiera: incluso, como era su caso, quien usaba una tarjeta de telefonía afgana.
Al final, serían alrededor de las ocho y media cuando pude conectarme. Las once de la noche en Herat, por la diferencia horaria que según me molesté en averiguar teníamos en el horario de verano. Le había enviado un whatsapp unos minutos antes y me sorprendió no verle todavía en línea. Sin embargo, no tardó mucho en aparecer.”

(Lorenzo Silva, Música para feos, páginas 28-29, 81, 99-100, 156)

2 comentarios:

  1. Haces una reseña que nos da la fotografía de la obra, amigo, con ese poder de síntesis, escogiendo párrafos medulares; y uno sale motivado siempre. Muchas gracias y abrazos.

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