Antón Aviles de Taramancos
Sotelo Blanco Editor, Santiago de Compostela, 62 páginas
Edición bilingüe en traducción de Ánxeles Penas
Espiral Maior, Santiago de Compostela, 100 páginas
(LIBROS DE FONDO)
Al menos durante un período de once años, desde 1980 a
1991, el cartel: “Que viva Cali, Chipichape e Yumbo”, rotulaba la entrada del
mesón la Tasca Típica en la villa marinera gallega de Noia. Era el encendido y
permanente homenaje que su propietario, el eximio poeta gallego, Antón Avilés
de Taramancos, rendía a Colombia y especialmente a la ciudad de Cali, que le
había acogido en su día con inmensa calidez durante diez años. Hoy rememoramos
aquí la figura del poeta en el que obra y biografía dialogan constantemente, la
personalidad humana y lírica, quizás del mayor cantor en verso del Valle del
Cauca. Homenaje a Antón Avilés de Taramancos y a Colombia, su patria de exilio
y acogida. Al cosmos literario de un poeta gallego universal y unido para
siempre a Cali y al Valle del Cauca en muchos e sus poemas, pero de forma
especial en su libro Cantos caucanos.
En Taramancos, una minúscula aldea labriega
y marinera del Municipio de Noia, en
Galicia, nace Xosé Antón Avilés Vinagre el 6 de abril de 1935. Crece integrado
en aquella naturaleza de bosques y maizales, huertas y viñedos, vientos y
aromas atlánticos. Con catorce años publica sus primeros poemas y ya en ese
momento tiene clara una cosa: nunca dejará de ser poeta, un poeta nacionalista,
monolingüe en lengua gallega, mas nunca un poeta profesional: “Soy la grandeza
y la miseria de la poesía. Un francotirador de la hermosura”, declarará muchos
años más tarde.
En el año 1953 se traslada a la ciudad de A
Coruña para estudiar náutica. Son años de bohemia y e contacto con poetas,
pintores e intelectuales gallegos que resisten en el idioma propio de Galicia
bajo la presión de la dictadura de Franco. Fue entonces cuando por sugerencia
de los escritores Manuel María y Uxío Novoneyra, se convierte en Antón Avilés
de Taramancos. Escribirá sus primeros libros también en aquellos años: As
moradías do vento (1955), A frauta y-o garamelo (1959) y Pequeño
canto (1959). Pero vigilado por la policía franquista, un comisario amigo
le recomienda que ponga tierra por medio. Tiene veinte y seis años y ningún
futuro laboral. En 1961 por invitación del Cónsul colombiano en A Coruña,
Avilés de Taramancos embarca hacia el país andino con apenas nueve dólares en
la cartera.
Inicia así un periplo vital que lo llevará a
desempeñar los más peregrinos oficios para sobrevivir: “Hice de todo. Fui
comerciante, domador de caballos, contrabandista. He cavado más de cuarenta
hectárea de tierra americana de sol a sol, hasta que el acero del azadón se
agrietó y no hubo siega ni cosecha que no fuera quemada por la peste, por la
helada, por el destino”. Pero no todo es desarraigo. En Bogotá, recién llegado,
Avilés de Taramancos conoce en la Embajada de Brasil donde ambos trabajan a la
que será su compañera hasta el último aliento de su vida. Es Sofía Baquero
Céspedes con la que tuvo tres hijos, el último nacido en Cali en 1971, y que
fue el lazo para que Aviles de Taramancos se uniera definitivamente con la tierra
colombiana que había acogido al poeta como hijo propio. Con fina sinceridad y
acento apasionado y fantástico explica así el poeta el suceso de su vida: “Me
casé con una india andina como pude casarme con una princesa turca. Llega un
día en que nos encontramos tan huérfanos que necesitamos una guarida, un puerto
en el que invernar, una compañera que nos aliente. No estoy arrepentido. Es una
mujer simple y amorosa como necesita un presidiario. Y como la tierra, es
fértil, segura para siempre”.
Su vida en Colombia es una pura anécdota,
una cruel aventura olvidada en el anonimato de la emigración. La familia se
traslada en el año 1970 a Cali y en esta ciudad Avilés de Taramancos regentará
durante diez años la Librería Cultural Colombiana de Occidente, desde la que
organizó la primera fería del libro de Cali al año de su llegada. Es el período
de la estabilidad económica y de la integración en la vida de la ciudad, en el
Valle. Conoce a personajes famosos, cantantes y poetas (Celia Cruz, Miguelito
Valdés, Pablo Neruda, pero también a Nereo, a Daniel Santos, a la orquesta
de Pacho Galán y el merecumbé de Alberto
Beltrán -el Negro del Batei -, a Jimmi Boogaloo, el gran chamán de la salsa
brava, a Elcano Sidelnik...). En 1980 Antón Avilés regresa a Galicia donde
escribe los libros definitivos de su trayectoria lírica, los que le consolidan
como una voz singular en el contexto de la poesía gallega contemporánea. Son
ellos: Cantos caucanos (1985), As torres no ar (1989 y la obra póstuma, su testamento poético, Última
fuxida a Harar. En marzo de 1992, la enfermedad quiebra la figura del poeta
que fallece prematuramente víctima de un cáncer. Diez años más tarde la Real
Academia Gallega dedica el Día de las Letras Gallegas a honrar la memoria y la
obra de Avilés de Taramancos, uno de los grandes poetas gallegos del siglo XX.
La huella colombiana, especialmente la
huella del Valle del Cauca, es muy profunda en el alma y en la obra del poeta
gallego. Poeta épico, pero también elegíaco y lírico. Sus versos están escritos
para ser escuchados, desde los endecasílabos a los versículos, desde el soneto
al himno, desde los ritmos populares a las nuevas crónicas. En tierras
colombianas nacen los versos conmovidos y nostálgicos de Poemas de ausencia
que recrean el mito de Ulises a través de un léxico que comienza a incorporar
topónimos colombianos.
Pero Colombia y el Valle del Cauca centran
sobre todo la materia lírica del poemario Cantos caucanos, editado en
1984 y galardonado con el Premio Nacional de la Crítica. Los once poemas que
componen el volumen son el homenaje
agradecido a las tierras colombianas. Poemas que rezuman por todos sus poros
líricos los sabores del Cauca. Los escribe el poeta herido por los recuerdos,
bajo las bóvedas góticas de su taberna de Noia, eludiendo toda referencia
personal, para ceñirse a una geología
inmisericorde, a las botánicas exuberantes, a las crónicas, a los relatos
orales, a la tradición indígena de las tierras del Valle. Relato lírico, vital
y apasionado de la “saudade” americana, recreación del gozo de la naturaleza y
de la calidez humana de sus moradores. Poemas nerudianos capaces de expresar la
desmesura telúrica de las tierras del Cauca.
Busto de A. Avilés de Taramancos en Noya (A Coruña) |
Avilés de Taramancos, lírico herido por la
nostalgia, se recrea desde la distancia en este mundo erguido entre la
naturaleza y los mitos y que fue su segunda patria. Comenzando por la
dedicatoria (“Aos meus fillos: que gardan de Colombia a luz extensa que
percorre o Cauca” ), el poeta gallego recupera los ámbitos geográficos del
Valle, su desmesura tropical y muchas de sus figuras míticas y reales. Buena
parte del Valle, de sus ciudades y municipios, de sus árboles y frutas se
hallan vivos en los versos nostálgicos
del poeta. El “branco corazón de la guanábana”; Guacarí, Popayán, Palmira,
Tuluá, “onde os cóndores esfollaron un día margaridas”; el viento perezoso “nas
corredoiras de Timbío”; la casa que aspira a poseer en Cahachauí, en la cumbre
del Cúndur-Cundur, “para ver no fondo do precipício o Putumayo brincar como un
regueiro pequeniño”; la sal del mango biche que se bebe en Guacarí; el indio
Chankaka “que debullaba na cana brava
unha guabina”. Y los ritmos y bailes del folclore colombiano: el mapelé, la
cumbia, el currulao, el bunde y la tamborera, los xoropos y el bambuco. O la
fórmula secreta del sancocho del Cauca, afrodisíaco y regenerador (“Despois
deste sancocho queda o mozo / co que ten de varón ergeuito e duro / e a meniña,
diposta a todo gozo”). La exégesis lirica así mismo de María, la novela romántica del
escritor colombiano Jorge Isaacs (“Abres o libro / e o perfume de xardín
silvestre / de xardín doutro tempo aínda fresco / emana da lectura” ) y desde
cuyo balcón el Valle del Cauca aparecía como recién hecho en la tenue luz y en
la calma. Y el himno órfico, el “Canto a Noralba Timbacoi”( “un elixir no medio
da agonía”) que recrea las noches estelares de Cali (“Ninguna noite tan fermosa
como a noite de Cali”), en las que Dionisios unge los cuerpos de un frenesí
inagotable y la danza se convierte en ceremonia necesaria. Espléndido y
telúrico homenaje al Valle del Cauca, territorio abierto, llanura del confín,
la otra casa, la otra tierra, de Antón Avilés de Taramancos, francotirador de
la hermosura, capaz de salvaguardar la memoria a través de la escritura.
Francisco
Martínez Bouzas
(Este texto con ligeras modificaciones
fue publicado el día 28 de agosto de 2005 en el periódico El País de Cali
(Colombia)
Antón Avilés de Taramancos |
Fragmentos (con traducción al español)
PRIMEIRO CANTO
I
Era o clamor universal:
gorxeaban os astros o seu canto,
e o río inmenso
esfarrapaba a vaxina froital do mundo
no ámbito do Cauca.
Un deus sinxelo apacentaba os aerolitos
ao pé das criaturas inocentes
-branco corazón de guanábana.
(Aínda o ferro non coñecía
a súa paixón máis terríbel,
e no taller escuro do espanto
un garañón a gargallada aberta
artellaba a morte total dos séculos
-doce territorio da vida)
II
Vén na doce cantiga da torcaza
todo o amor a me subir na illarga:
e bico os dous peitiños de María
como puidera un temporal, acaso,
bicar a flor.
Cómo ergo o meu estandarte de brétema
-a memoria é un can tan triste,
tan triste.
Cómo ergo, digo, o meu estandarte de sol
e nos outeiros brúa o meu corazón,
meu corazón
que un día afiaron afervoadamente
pola beira do mar.
E en Guacarí bebe-se o sal do mango biche
en Guacarí.
Pero de súpeto o paxaro prismacolor
ouvea como unha torre solitaria
e quixera estender o sangue ao vento
nas caneiras do Cauca.
III
Necesito tanta fermosura
coma un día calquera en Popaián
-pero xa ninguén
ceiba
os poldros a voar
como antigamente.
E vou derramando a miña arxila,
vello barro occidental
na agra aberta de Palmira
no límite do tempo.
Ai como amo a Tuluá
onde os cóndores
esfollaron un día margaridas.
E amo o
sancocho, miña nai,
e amo os
trapiches
coa ternura
elemental do tigre.
IV
Non hai
regreso, avoa,
nunca
regresa o
mesmo home
ao mesmo
sitio.
O lobo do
deserto
perdeu a túa
voz,
e a auga
clara da túa man
non apaga a
saudade revertida.
Todos os
rumbos, todos os navíos
levan-me ao
grande río a renacer:
No ámbito do
Cauca.
PRIMER CANTO
I
Era el clamor universal:
gorjeaban los astros sus canciones
y el río inmenso
desgarraba la vagina frutal del mundo
en el ámbito del Cauca.
Un dios sencillo apacentaba los aerolitos
al pie de las criaturas inocentes
–blanco corazón de guanábana.
(Aún ignoraba el hierro
su pasión más terrible,
y en el taller oscuro del espanto
un garagón a carcajada abierta
articulaba la muerte total de los siglos
–dulce territorio de la vida).
II
En la dulce canción de la torcaza
viene el amor subiéndome la ingle:
y beso los pechitos de María
como pudiese un temporal, acaso,
besar la flor.
Cómo alzo mi estandarte de bruma
–la memoria es un perro tan triste,
tan triste.
Cómo alzo, digo, mi estandarte de sol
y en los oteros brama mi corazón,
mi corazón
que afilaron un día ardientemente
por la orilla del mar.
Y en Guacarí se bebe la sal del mango biche
en Guacarí.
Pero de pronto el pájaro prismacolor
aulla como una torre solitaria
y quisiera extender la sangre al viento
en los cauces del Cauca.
III
Necesito tanta hermosura
como un día cualquiera en Popayán
–pero ya nadie suelta
los potros a volar
como antiguamente.
Y voy derramando mi arcilla,
el viejo barro occidental
en el abierto agro de Palmira
en el límite del tiempo.
Ay cómo amo a Tuluá
donde los cóndores
deshojaron un día margaritas.
Y cómo amo el sancocho, madre mía
y amo los trapiches
con la ternura elemental del tigre.
IV
No hai regreso, abuela,
nunca
regresa el mismo hombre
al mismo sitio.
El lobo del desierto
perdió tu voz,
y el agua clara de tu mano
no apaga la saudade revertida.
Todos los rumbos, todos los navíos
me llevan al gran río a renacer:
En el ámbito del Cauca.
…..
FÓRMULA SECRETA DO SANCOCHO DO CAUCA
A galiña ha de ser de capoeiro,
algo entrada
en idade, abastecida
de vermes,
grao de millo, e a comida
que atope
pola horta e o rueiro.
O pelexo
amarelo, e o gorgueiro
queimado polo
sol. A preferida
é aquela que
leva boa vida
e tén unha
polgada de peteiro.
O plátano
pintón verde-maduro.
Ola de barro
e leña de carozo;
e o cilantro
que sexa fresco e puro.
Despois deste
sancocho queda o mozo,
co que tén de
varón, ergueito e duro,
e a meniña
disposta a todo gozo.
FÓRMULA
SECRETA DEL SANCOCHO DEL CAUCA
La gallina ha de ser de gallinero,
algo entrada en edad, abastecida,
de gusanos, maíz, y de comida
que encuentre por la huerta y el terrero.
El pellejo amarillo y el gorguero
quemado por el sol. La preferida
es aquella que lleva buena vida
y tiene un pulgada de petero
El plátano pintón, verde-maduro.
Olla de barro y leña de carozo;
y el cilantro que sea fresco y duro.
Después de este sancocho queda el mozo
con lo que es de varón, alzado y duro
y la muchacha abierta a todo gozo.
(Antón Aviles
de Taramancos, Cantos caucanos,
traducción al español de Ánxeles Penas, páginas 30-35, 74-75)
Excelente trabajo...
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