María José Codes
Menoscuarto Ediciones, Palencia 2014, 300 páginas.
La peluca de Franklin es la
tercera novela de María José Codes, autora así mismo de relatos cortos
publicados en varias antologías y de un interesante libro de ensayo sobre la
intriga y el suspense. Ha sido finalista del Premio Tusquets y del Nadal en 2014.
En La peluca de Franklin, la autora
reúne dos historias separadas por muchos años, relatadas en paralelo y
aparentemente sin relación entre ellas. No obstante, a medida que avanzan las
dos tramas, se irán superponiendo, comunicándose con sutileza, hasta terminar convergiendo
entre si, a pesar de las distintas y muy
alejadas cronologías en las que se desarrollan. Un experimento sin duda muy
interesante pero muy complejo que constituye, no el único, pero sí uno de los
principales méritos de esta novela.
La primera de las historias acontece en la
actualidad y tiene como protagonista a Vilán, un sociópata precoz que sufre de agorafobia. No sale a la
calle; es un autómata sin contactos reales con nadie, pero hay pocas cosas que
no pueda conseguir por la red, a través de
la que se comunica con otras personas, especialmente con un personaje misterioso,
Malvaré. Está obsesionado con su vecina Floria, a la que espía de forma
clandestina con un telescopio que le permite grabar los momentos e imágenes de
la intimidad de la mujer. Es tal su adicción al voyeurismo que no acepta
ninguna de las repetidas y jugosas ofertas que le hacen por su casa. Resuelve
con bastante pragmatismo el problema del sexo: se masturba dos veces al día,
estimulado por un cuadro erótico. La primera en la sauna siguiendo el ejemplo
de Floria que lo hace con una escultura. Con su telescopio llega a grabar unas escenas
en las que la vecina es violada por un desconocido. Su pasividad le impide
intervenir, y además piensa que Floria lo preparó todo para que él lo
viese a través del telescopio.
Vilán consume su tiempo escribiendo la
segunda historia: en un viejo baúl ha encontrado unos papeles de un antepasado
suyo, Jaime Gardoqui, donde este relata el viaje marítimo que, por encargo del
conde de Aranda, embajador de España en Francia, realiza en 1776 a bordo del bergantín Reprisal, para acompañar y controlar los
movimientos de Benjamín Franklin que se traslada a Europa para recabar la ayuda
de Francia y España a favor de la lucha de independencia norteamericana. Con Franklin
viaja Eternity, una joven mujer cuya identidad es un enigma y a la que Gardoqui
también espía por el ojo de la cerradura de su cámara, observando cómo se
desnuda la joven.
Las dos historias transcurren en paralelo,
mediante una técnica basada en el contrapunteado, mas poco a poco la historia
de Gardoqui, Franklin y Eternity irá ocupando mayor espacio y protagonismo en
el libro, mientras que la de Vilán y su pasividad claustrofóbica se convierten en el nexo imprescindible de la
del viaje de Reprisal, en la que,
hacia el final y después de sortear tormentas y corsarios, Franklin arroja al
mar su peluca, un gesto simbólico con el que el político, científico e inventor
de Filadelfia está cumpliendo el proyecto de su vida tratando incesantemente de
ser un hombre nuevo. Un final bastante truculento, con tintes policíacos y con
un alegato contra los cultivos transgénicos, pone fin al relato de la primera
historia. El desenlace de la segunda se consuma en un naufragio y con Eternity,
mujer audaz y luchadora, ayudando desde Inglaterra y París a Franklin al que
transmite información política.
Ambas historias comparten no pocos puntos en
común. Los protagonistas de las dos viven inmersos en la opacidad: ambos son
espías voyeuristas; a los dos los ahoga la pasividad. Una pasividad culpable,
individualista, que es sin duda el tema de fondo de la novela y que se hace
evidente sobre todo en la personalidad del protagonista de la historia actual:
un personaje atado a su ordenador, un autómata sin contacto real con nadie que se
limita a ver el mundo desde el monitor del computador, sin moverse de su
asiento. “Una isla flotante ante mi claraboya virtual”. Frente a esa pasividad
masculina, la autora halla valores contrapuestos en el lejanos siglo XVIII: en
los predicadores cuáqueros que creían en la igualdad de hombres y mujeres, en
figuras de intelectuales femeninas (Suzanne Curchod, más conocida como Madame
Necker, Madame du Châtelet, traductora de Newton al francés, o la enigmática
figura ficcional, Eternity, que se agiganta a medida que transcurre el relato).
Una dualidad pues: pasividad – audacia luchadora y comprometida que origina
visones contrapuestas del mundo circundante.
Benjamin Franklin |
Todo ello sin embargo no desmerece el valor
de este ejercicio narrativo. A medida que la novela avanza, el relato cobra
interés: la aventura se asocia con la intriga, con el espionaje y sobre todo
con la defensa de valores e ideales de gran importancia, como la demanda de la
igualdad de todos los seres humanos. María José Codes lo hace reivindicando
figuras femeninas que, en los inicios de su relato, desempeñan un papel
secundario, mas, a medida que este avanza, se convierten en los grandes
referentes de la novela.
Francisco
Martínez Bouzas
María José Codes |
Fragmentos
“En
el Reprisal todo el
mundo parece ocupado en sus quehaceres. No se oyen bromas entre los marineros,
ni siquiera las quejas de costumbre. Hasta los gansos permanecen en silencio
dentro de sus jaulas apiladas en cubierta. Se diría que guardasen un secreto
vital y que hubiesen olvidado momentáneamente su infausto destino como alimento
futuro para la tripulación. Hay un ir y venir diligente entre tipos que apenas
se rozan, mientras despliegan los tableros y los bancos en cubierta para la
primera colación del día. Aparte el retumbo de tablones solo se escucha la mar,
con su parloteo de gárgaras de costumbre, y el casco enérgico del bergantín
cortando al bies el oleaje. Lo demás son chirridos de poleas, flameo de vela y
el suave céfiro a favor.
Jaime
pliega su coy como ha visto hacer a los demás, enrollando su tela con un
cilindro bien apretado, antes de subir al castillo para apilarlo junto a los
otros, entre las batayolas de proa. Con todas las hamacas apiladas, esas
barandillas con red se vuelven un sólido parapeto. Sabe Dios que, en tiempos
difíciles, resultan una protección útil en cubierta en caso de ataque inesperado.
Además, así se airean y huelen menos por la noche.”
…..
“No
pienso marcharme. He vivido desde hace años en esta comunidad donde las mujeres
hemos llegado a ganar muchas pequeñas batallas contra hombres sin escrúpulos,
contra maridos maltratadores, contra charlatanes aspirantes a la Asamblea,
contra ladrones y contra asesinos a sueldo. Algunas de entre nosotras se han
visto perseguidas por la ley a causa de sus propios hijos ilegítimos, con el único
fin de desposeerlas de sus tierras. Pero, como bien sabes, nunca nos hemos
cruzado de brazos y hasta las que decidieron marcharse, como Patience, continúan
a su modo con nuestra causa. No olvidamos que gracias a tu ayuda y tus contactos,
nuestra querida Patience no ha dejado de enviar dinero y valiosas noticias
desde Londres. Supongo que una viuda escultora y con cuatro hijos, despierta
pocas suspicacias entre sus ingenuos clientes aristócratas. Los hombres sois así
de incautos con nosotras. Estoy segura de que la mayor parte de la información
secreta que consigue la obtiene con solo escuchar dócilmente mientras el estado
mayor posa para ella.”
(María José Codes, La
peluca de Franklin, páginas 88, 240)
Un argumento muy original...
ResponderEliminarSaludos