viernes, 6 de febrero de 2015

"SALMO 44": AUSCHWITZ, LA DEMOLICIÓN DEL HOMBRE



Salmo 44

Danilo Kĭs

Traducción de Luisa Fernanda Garrido y Thomir Pištelek

Acantilado, Barcelona, 2014, 125 páxinas.



   Prosigue Acantilado con la publicación de las obras completas del escritor serbio Danilo Kĭs (Subótica, 1935 – París, 1989), publicación iniciada en 2006 con la edición de la novela más conocida del escritor, Una tumba para Boris Davidovich. Salmo 44, una novela breve, supuso el debut de Danilo Kĭs, en 1962. Una pequeña obra maestra que condensa en sus escasas páginas una historia terrible, que agita sin duda las coordenadas intelectuales y morales  de los lectores. Sostenía Danilo Kĭs que la literatura es la destrucción de uno mismo, pero gracias a ella, a su capacidad para conservar la memoria y hacerlo además de esa manera, con esa precisión de lenguaje, con esa intensidad y madurez, con sus centelleos estéticos, ayuda a sobrevivir, a liberarse del infierno a aquellos seres humanos cuyos familiares fueron exterminados en campos de concentración, o se vieron obligados a presenciar en su niñez matanzas  de judíos como la de Novi Sad. Sin embargo, el autor, al escribir esta breve pieza, lo que pretendió fue liberarse del horror, dejar atrás la sombra de la tremebunda memoria. Lo consiguió posiblemente, mas esa terrible memoria es un legado para las generaciones venideras. Es el poder de la literatura: permite una liberación personal de un destino trágico y, a la vez, es un testimonio para el futuro de esa tragedia o de esa barbarie.

   En Salmo 44 la escritura de Danilo Kĭs se halla todavía sumida en la incertidumbre sobre qué orientación estética debe adoptar para describir la tragedia del pueblo hebreo, en especial sobre la oportunidad de utilizar el discurso directo. No obstante, a través de Marija, la protagonista de la novela, judía de origen polaco, el escritor fue capaz de realizar una síntesis de varios temas: el Holocausto, un tema que la literatura yugoslava se resistía  a tratar, la desaparición del padre, su propia infancia cargada de sufrimientos y miedos, la humillación, la diversidad hebraica.

   Basándose en personajes inspirados en prisioneros y guardias de Auschwitz -en la narrativa de D. Kĭs se entrecruza la historia y la ficción-, el autor serbio nos ofrece un relato de la rutina cotidiana de un grupo de prisioneros del campo de concentración en los días previos a la huida colectiva que están planeando, cuando en la lejanía ya se oía el estampido de los cañones de los aliados. Tras las primeras páginas en las que se nos permite percibir cómo piensan y actúan  algunos de esos personajes, Danilo Kĭs nos estremece con una escena pavorosa, el “lamento babilónico”: un convoy de vagones sellados, repletos de prisioneros que asomaban caras fantasmales por los ventanucos y que susurran en todos los idiomas de Europa la palabra agua, “como si fuese la misma encarnación de la vida” (página 16).

   Vendrá después el retrato de la cara más espantosa de Auschwitz, el terrible día a día. A través de la voz vicaria de Marija, Danilo Kĭs enfrenta al lector con aquel momento en el que ya no solo muere el animal, sino también el hombre; con la colección de cráneos y esqueletos de judíos que el médico nazi quiere que se conserven a toda costa porque piensa  que será lo último que se conserve de una raza extinguida. La lucha por no perder la esperanza, porque el verdadero muerto es solo un hombre sin esperanza (página 52).

Danilo Kis
   Y afloran los recuerdos: los primeros días en el campo; las mujeres desnudas y con la cabeza rapada, seleccionadas para servir de diversión a los oficiales alemanes que marchaban o volvían del frente. Otras  elegidas para cobayas de la eugenesia nazi. Recuerda todo lo que sus ojos han visto. También la violación de una chica pechugona por un nazi, a la que, una vez consumado el ultraje, le aplasta la mejilla y le raja la boca.

   Sin embargo incluso en medio de esta crónica de lo más espantoso, de la demolición del hombre que diría Primo Levi, hay un lugar para la esperanza. La banalidad del mal no será capaz de impedir que la protagonista le transmita a su hijo, nacido en Auschwitz, la alegría de aquellos que de la muerte y del amor han podido crear una vida (página 121).

   La lengua sencilla, mas con instantes de profundo lirismo arropa una crónica aterradora que bascula entre la realidad histórica y la ficción, y cuyo final nos convence de que no se equivocan los editores españoles de Salmo 44: sí, después de Auschwitz, la poesía sigue siendo posible.



Francisco Martínez Bouzas



                                                     
Foto del Álbum de Auschwitz

Fragmentos



“Y así llegó sin darse cuenta a la estación y vio un largo convoy de vagones sellados de los que asomaban caras fantasmales por ventanucas enrejadas y reconoció ese lamento babilónico que también ella misma había experimentado cuando la deportaron en vagones iguales, ese lamento que se transforma en susurro oscuro, seco: la palabra agua pronunciada en todas las lenguas de Europa como si fuera la misma encarnación de la vida, algo más que el arcaico elemento primordial griego y la sustancia básica de todo lo vivo, junto con el aire y la tierra, por supuesto.”



…..



“Y ella se acordó de cuando le rogó a Jakob que hiciera algo por María Belianska, su tocaya, que dormía en el mismo cuarto: la habían llamado con otras diez mujeres para que se presentara al doctor Nietzsche, y él le puso una inyección a causa de la cual se les inflamaron las piernas; María había ido varias veces a la sala de operaciones, donde le tapaban la cabeza con una manta de modo que no podía ver lo que le hacían en la pierna, que le dolía horriblemente y que estaba vendada y escayolada. Después le quitaron la escayola  y las vendas, y la herida supuraba pus. No podía tenerse en pie, y enseguida la llevaron a la cámara de gas.”



…..



“El que había escogido a la muchacha y la había arrastrado hasta las escaleras desde las que una ametralladora apuntaba al gentío, y todavía pudieron ver cómo la chica se resistía y se aferraba a la nieve, y luego cómo, ya desnuda y exhausta, se desplomaba medio inconsciente y, mientras el hombre se quitaba el cinturón del abrigo, ella chillaba abalanzándose contra la multitud, pero el hombre blandió el cinturón y se lo enroscó alrededor del cuello (…),luego le dio media vuelta hasta tenerla boca arriba y con esfuerzo le separó las rodillas como cuando se abre una concha con las uñas: y después el hombre se incorporó, se ajustó el cinturón sobre el corto abrigo gris, se pudo de rodillas al lado de la muchacha, sacó la bayoneta y se dispuso a hacer lo que ella no vio pero sí comprendió: con la mano izquierda le aplastó las mejillas hasta que se le abrió la mandíbula y luego con dos movimientos le rajó la boca por las comisuras hasta las orejas y golpeó con el mango los molares de oro hasta que cayeron en su mano: la cabeza yacía abierta de par en par como una suerte de monstruoso pez caníbal; comprendió también lo que no vio: para los pendientes no fue necesaria la bayoneta, cuando el tejido se congela se vuelve quebradizo y se rompe fácilmente.”



…..



“Luego percibió la presencia casi física de la muerte y moratones verdinegros en la carne de la noche. Y de pronto, de algún lugar delante de ellos, el olor del viento y de la noche que entraba a través de una rendija en el cristal o en la pared, o por una ventana entreabierta, invisible en las tinieblas, y sintió que el viento húmedo, helado, le insuflaba un silencio nuevo, un silencio que tenía un sabor, un aroma y un peso específicos, diferentes del silencio denso del cementerio que quedaba a su espalda.”



(Danilo Kĭs, Salmo 44, páginas 16, 40-41, 97-98, 102)

1 comentario:

  1. Tremendo, amigo. Es bueno leer estas cosas, saber que sucedieron, que suceden todavía horrores en esta humanidad variopinta. Un abrazo y muchas gracias.

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