El jardín colgante
Javier Calvo
Editorial Seix Barral, Barcelona, 2012, 363 páginas.
Con este título, El jardín colgante, obtuvo el joven escritor barcelonés Javier Calvo el Premio Biblioteca Breve correspondiente a este año, 2012. El jurado de este prestigioso y ya histórico premio eligió una obra transgresora y seguramente provocativa, que rompe con los cánones de lo literariamente correcto, y que revisa nuestros años de Transición con una mirada distinta, la que capta que en la España de la segunda mitad de los años 70 nada es lo que parece y todo sobrenada en la ambigüedad de las aguas turbias de un mar de fondo, el de aquellos años en los que la mayoría de los españoles tratábamos de erguir un país renovado, que dejara atrás casi medio siglo de existencia. Todo pues es reinventado, ha desaparecido la verdad unívoca de los largos años de la dictadura y, como afirma el autor de esta novela, “no hay diferencia entre el bien y el mal”. De ello da idea la confesión de Javier Calvo de que su novela fue escrita a partir de una docena de canciones de grupos punk, todas ellas sobre la mentira y la falsedad.
El jardín colgante es la segunda entrega de “La trilogía de la muerte”, el tríptico con el que el autor pretende retratar Barcelona en clave negra. La primera, Corona de flores, se desarrolla en el ya lejano 1877, en el nacimiento de la Barcelona moderna. Cien años más tarde se sitúa la acción de El jardín colgante, en la Barcelona de la Transición. En dos de esos años, entrecruzados por duplicidades, alarmas y sobresaltos, 1977 y 1978, se despliega la trama de El jardín colgante, que Javier Calvo estructura en dos partes: “Meteorito” e “Islote”.
En Sallent, a las afueras de Barcelona, ha caído un meteorito que entre el calor y la lluvia hace de Barcelona una ciudad polvorienta, pegadiza e irrespirable y con una conciencia aletargada de lo que estaba realmente pasado: las manifestaciones pro amnistía, restauración de la Generalitat, Tarradellas de regreso. Y algo más: los antiguos servicios secretos del franquismo se han puesto al día y dirigen sus fuerzas no a perseguir la disidencia política, sino formaciones o grupúsculos terroristas de extrema izquierda. Uno de ellos es el TOD (Tropa de Acción Directa). En ese ambiente, el agente Arístides Lao, alias Sirio, es elegido para lidiar contra esa organización terrorista. Cuenta para ello con Melitón Muria, un agente tan peculiar que con Lao forman una pareja de espías tan decadente como esperpéntica. Deberán contactar con Teo Barbosa, un topo, un infiltrado en el grupo terrorista y al que deberán rescatar. Un plan descabellado y una misión imposible porque entre las ideas y su ejecución hay un abismo.
Javier Calvo escribe una novela del género negro, basada en las convenciones canónicas de dicho género: la conspiración, la falsedad, la traición, la investigación… Sin embargo su novela es una verdadera amalgama: una sutura de literatura policial con una visión carnavalesca de España en aquellos años de la Transición. En la historia, si hay algo que flota, es la ambigüedad. Una trama, cuyos protagonistas son agentes dobles, de agentes que no se sabe muy bien de que parte están, significa una verdadera desmitificación del género, una deconstrucción de la novela policiaca. Sensación que se acrecienta si atendemos a las semblanzas de sus héroes / antihéroes, a los que describe con calificativos que van del esperpento al lenguaje canalla (Arístides Lao, carita de gastrópodo sin concha; Melitón Muria, tupé grasiento y asimétrico, convencido además de su estulticia; los terroristas en vez de guerrilleros maoístas parecen bandoleros de cuentos de hadas).
Sin embargo el estilo de Javier Calvo es eficaz. Relativamente sobrio, sin dejar por ello de ser ameno. El mismo talante de una escritura provocativa, irreverente y sumamente audaz contribuye a hacer de El jardín colgante una lectura entretenida y sobre todo muy original.
Francisco Martínez Bouzas
Javier Calvo |
Fragmentos
“Ya es de día cuando Teo Barbosa se despierta junto al cuerpo desnudo de Sara Arta, en el sobreático diminuto de la calle Escudillers al que ella lo llevó al final de la noche. El polvo del meteorito que cubre los cristales le da un matiz plomizo a la luz ya de por si fría de la mañana. Barbosa se frota los ojos. Como suele pasar con casi todas las camas, la de Sara es demasiado corta para él y provoca que los pies le cuelguen del borde. Sobre las sábanas rojas, la piel muy blanca de ella tiene una cualidad casi pictórica. Barbosa se permite un solo momento para admirar el cuerpo dormido que tiene al lado, delgado pero de proporciones exquisitas, a diferencia del de él, que es exageradamente alto y huesudo y tiene unas rodillas y unos codos enormes y un pene que se ve inevitablemente pequeño entre sus muslos interminables. Por fin comprueba que la joven sigue dormida y se incorpora lentamente, sin hacer ruido.
Afuera se oyen las gaviotas. Barbosa va directamente al recibidor donde recuerda que la noche anterior Sara Arta dejó su chaqueta de cuero. Saca la cartera del bolsillo de la chaqueta y examina rápidamente toda la documentación, memorizando la información relevante. Por fin devuelve todo a su sitio, echando vistazos de vez en cuando por encima del hombro. A continuación se dispone a abrir cajones y a registrar sus contenidos.
Cinco minutos más tarde, vuelve a entrar en el dormitorio y se inclina para besar el cuello de la dueña de la cama.
-Me voy antes de que llegue tu marido- dice Barbosa, poniéndose los calcetines y recogiendo del suelo el resto de la ropa.
Ella gira lentamente la cabeza sobre la cama deshecha y se lo queda mirando con los ojos inflados.
-¿Dónde están los hombres que hacen café antes de abandonar ala mujer que han deshonrado?
-Son rémoras del patriarcado,-Barbosa se pone los calzoncillos-. Sucumbirán bajo las ruedas de la Historia.”
…..
“Aquí solamente hablaremos de España. Todo lo demás no nos incumbe. A efectos prácticos, no existe nada que no sea España. Les recomiendo un ejercicio. Cierren los ojos. Piensen en todas las cosas de las que han oído hablar que no son España. Ahora abran los ojos. Todo lo que han pensado era un sueño y ahora se están despertando a la realidad de España. No busquen nada más. Imaginen que están en una isla desierta. Los demás lugares son sueños. Aunque llegados a este punto conviene aclarar que España no es ninguna isla desierta. España es una isla desierta para alguien que ha nacido en esa isla desierta. Y perdonen la aporía. España es una lamprea. Es un trilobito. Es un comedor de mierda del fondo marino que lleva millones de años existiendo, siempre igual, comiendo la mierda que cae de los peces, sin ver nunca nada y sin que nadie lo haya visto nunca. Sin que nadie sepa que existe. España es el mundo para una lamprea. Es el mundo para un bicho que no tiene ni ojos ni oídos: inexistente, sin coordenadas, sin estímulos, y por eso mismo absolutamente perfecto y total. La imagen de la totalidad más perfecta que pueda existir.”
(Javier Calvo, El jardín colgante, páginas 47-48, 354-355)
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