El temblor del héroe
Álvaro Pombo
Ediciones Destino, Barcelona, 2012, 222 páginas
¿Puede ser la literatura ese territorio donde plantear los grandes asuntos que atarean o agobian al ser humano, tales como la traición, la culpa, el arrepentimiento, la cobardía o el mismo sentido de la existencia? Estamos ante una pregunta claramente retórica. Un personaje de Milan Kundera se servía de una sola arma para defenderse del mundo, de la zafiedad que le rodeaba: los libros que le prestaban en la biblioteca. Al igual que dicho personaje, la novela de Álvaro Pombo ganadora del Premio Nadal 2012, que profundiza en los mecanismos del engaño, en las consecuencias trágicas de pasar por el mundo resbalando, deslizándose sobre la superficie de la realidad, sin comprometerse con nada, es una nueva prueba de que la literatura es una infinita cosmografía en la que cabe todo, si detrás de la pluma que escribe está esa rara avis que es Álvaro Pombo con su “poética del bien”. Álvaro Pombo, filósofo empedernido -esta novela es una prueba fehaciente-, contorsionista de las palabras, defensor de la libertad e inventor de tramas que encauza a través de un peculiar método literario, por él mismo bautizado como psicología-ficción, cuyo primer postulado es la falta de sustancia, abordado de forma magistral en esta novela.
Pombo es un creador superdotado, un creador pleno como lo definen los académicos, aunque quizás más para ser leído por escritores que por el gran público. Ya en 1992, cuando aún no estaban amasadas sus grandes obras (Donde las mujeres, La cuadratura del círculo, El cielo raro, Contra natura…) hubo críticos que catalogaron a Pombo junto con Javier Marías como los dos narradores más interesantes de los últimos veinte años. La lengua prodigiosa, mezcla de barroquismo, espontaneidad y capacidad inventiva de este genio que anda suelto (Jorge Herralde) hacen de Álvaro Pombo el mejor estilista, el gran fascinador verbal y uno de los grandes creadores contemporáneos en lengua española.
El temblor del héroe es una prueba sobreabundante de cuanto digo y confirma además la querencia del escritor por explorar en el interior de los universos humanos. Sin embargo, que nadie se confunda: El temblor del héroe no es una novela comercial, de consumo rápido. Se trata, al contrario de una pieza narrativa compleja, densa, rebosante de reflexiones y disquisiciones filosóficas, también de citas en latín y en otros idiomas, pero no una pieza obscura, sobre todo a medida que se avanza en la lectura. Tampoco experimental a pesar de algún que otro comentario metanarrativo de un narrador omnisciente.
Pombo, como ha escrito Ángel Basanta, solo se parece a Pombo, se ha especializado -y en esta novela lo hace de forma brillante- en la fabricación de estructuras narrativas penetradas de cultura, de ideas, combinando sabiamente reflexión, narración, descripción y diálogo, con la presencia de personajes complejos que el escritor explora en sus más ocultos recovecos y sinuosidades.
En una breve sinopsis argumental, cabe decir que la novela nos presenta de entrada a Román, un profesor universitario jubilado, invadido por la nostalgia de los días luminosos de la pedagogía en los que fascinaba a sus alumnos, inculcándoles el amor a la sabiduría y estimulándoles para alcanzar una vida más noble y más alta. Todo aquello se evaporó de repente. Dos de ellos, sin embargo, una pareja de médicos, comparten su amistad y con ellos ha entablado complejas relaciones intelectuales y sentimentales. En un momento determinado, entra en su vida un joven periodista (Héctor), arrastrando una niñez de abuelos aturdidos por los hijos drogadictos y una adolescencia torturada por las violaciones de un pederasta (Bernardo), un ser demoníaco, una rémora vampiresca, que consigue así mismo incluirse en la vida de esta celebridad menor con perfil de Wikipedia.
Es a partir de este momento cuando los fantasmas del pasado reaparecen a la vez que los mecanismos del engaño, la cobardía, la insensibilidad y la falta de compromiso para reaccionar ante el dolor ajeno provocan un trágico final en una novela cuyo núcleo diegético se reduce sin embargo a un trío con un conflicto amoroso no resuelto en un ambiente de relaciones homosexuales, amores líquidos y chaperos, con sentimientos de culpa y muchos vaivenes. Con vidas agobiadas por lo que el autor llama una razón aburridamente posmoderna: la falta de sustancia en seres incapaces de sustentar una ética autónoma, aletargados que pasan por la vida patinando, deslizándose, sin involucrase en nada más allá de lo que les dicta la cobardía.
Una novela con trasfondo turbulento, perturbador que se desarrolla en un burdo tiempo democrático y sin héroes, con un gran problema verbalizado en las palabras del profesor jubilado: no sentimos nada y por eso mismo somos insensibles ante el dolor y el sufrimiento ajenos. Y si alguna vez lo percibimos, la cobardía, la inacción o ese insustancial escurrirse por el mundo, nos impide comprometernos con los demás.
Novela pródiga de comentarios y digresiones filosóficas (el motor inmóvil aristotélico, el entendimiento agente medieval…), con citas y referencias de numerosos pensadores desde Platón a Roland Barthes, pasando sobre todo por Kierkegaard; con el uso de variados registros: un nivel culto sobreabundante en terminología filosófica y otro que se alimenta de jergas juveniles y de neologismos (por derivación y acronimia sobre todo) y expresiones de propia cosecha, sin que falte la barroca pedantería de alguna frase típicamente pombiana (“Tenía el don predigital del uso transtextual de los textos”, página 130)
Francisco Martínez Bouzas
Álvaro Pombo |
Fragmentos
“Román está en su sesión de meditación. Lleva años practicando. Hace la mayoría de los ejercicios muy automáticamente, con considerable perfección, elasticidad… pero puede hacerlo sin prestar atención o reflexionar. Esto no está bien. Hoy es uno de esos días. Puede desbaratarlo todo ahora mismo. Desbaratarse y desahuciarse. Y desea darse esta extremaunción, el descabello. No, no está muerto aún. Aún no es inane, pero le ronda la inanidad como una mosca cojonera. Recuerda las clases que él daba. Y cómo se fue adrede desligando de las relaciones.Fue debido todo a una elemental decencia de maestro, de profesor, rodeado de gente muy joven”
…..
“Una vez más, al hablar ahora con Héctor acerca de Bernardo, en estos nuevos términos amistosos, Román da vueltas a lo que ha dado en llamar, para su capote, el misterio de la víctima. Cómo es posible que Héctor, víctima de la violencia sexual de Bernardo cuando era un niño todavía, haya, en poco más de quince años, trasformado todo aquello en admiración y afecto por su victimario. A Román no le ha convencido del todo la explicación que Héctor ha dado desde un principio, que le quería, que no tenía familia propia y que Bernardo hizo las veces de su familia, su madre, su padre, sus hermanos. La sexualidad no tenía ningún perfil específico, era parte de la ternura que los dos sentían el uno por el otro”
…..
“- ¿De dónde has sacado ese dinero?
-Se lo he sacado a un tío que me ligó la otra noche.
-Déjate de bromas.
-Es la verdad, no son bromas.
-¿Qué le diste a cambio?
- Lo normal, lo que suele venderse en estos casos: mi cuerpo. Fue agradable. Fue una experiencia agradable, me hubiera dado el dinero de cualquier manera, el pobre maricón, pero yo le garanticé la mercancía. Hice lo que me pidió, ¿te parece mal?
-No te creo.
- Dirás que no quieres creerme. Que si me creyeras tendrías que aceptar que he hecho lo correcto dentro de un mundo absurdo. Reconoce que eres tú quien más gana con mi chapa. No Bernardo, sino tú. Si yo no te hubiese traído los 1.600 euros, hubieras tenido que tomar una determinación, montarle un pleito a Bernardo, echarle de casa”
(…) – Esa pena tuya, Román, es desagradablemente buenista. ¿Qué quieres decir con que si fuera verdad te daría pena? ¿Te parece mal la prostitución masculina? ¿Te parece mal la prostitución en general?¿Crees que somos víctimas insalvables de un sistema económico salvaje, un antiquísimo sistema de compra-venta, que tiene sus encantos, dependiendo, claro está, del precio que se asigne cada cual? El mío, por cierto, es muy alto. En el alterne siempre se ha considerado que el alto alterne es menos puterío que el bajo. ¿No vende la gente otras cosas? ¿Dónde está la degradación? Hay mucho paro, tío. Mejor puto que insolvente, digo yo”.
…..
“En el momento en que los dos se levantan tras apurar sus bebidas, Héctor se da cuenta de que ha cometido una gran equivocación. El bareto les amparaba: la comunidad gay, por artificial y absurda que parezca, les contenía, aunque solo fuera superficialmente, les alojaba en su seno equívoco, en su bienestar campechano, provinciano, minitransgresor hoy en día, reasegurado, a diferencia de la calle y los automóviles de lujo y el dinero y el intercambio comercial entre viejos y jóvenes. Todo lo incalculable estaba fuera: the truth is out there. La verdad es interior como el tiempo. Héctor sabe que lo verdadero y lo falso intercambian papeles ahora en su conciencia: lo inauténtico y lo auténtico: el no poder creer que alguien le amaba (excepción hecha de Bernardo) y el creer a pie juntillas que cualquiera le amaba. Todo el mundo le deseaba aquella tarde de otoño a la salida del bareto de Chuecas: se sintió sin embargo, indeseado, el indeseado, el jovenzuelo equívoco, que jamás lograría distenderse y desanudarse y correr los 1.500 y hacer una marca razonable”
(Álvaro Pombo, El temblor del héroe, paginas 21, 109, 178-179,198)
No hay comentarios:
Publicar un comentario