Diccionario de Literatura para Esnobs y (sobre todo) para los que no lo son
Fabrice Gaignault
Traducción de Wenceslao - Carlos Lozano
Ilustraciones de Sara Morante
Editorial Impedimenta, Madrid 2011, 250 páginas.
Impedimenta es uno de esos sellos editoriales agrupados, a efectos publicitarios, en el Grupo Contexto. Editoras a las que la actual crisis y deriva editorial han hecho surgir como una forma de resistencia frente al “libro único”. Su catálogo, aún no muy numeroso, es sin embargo variado y muy selecto. Recupera clásicos incontestables, “fabrica” clásicos modernos y hace llegar al lector español obras de otras tradiciones literarias. Y sobre todo es sensible a la buena narrativa, también a la de la periferia española.
Con el diseño de Enrique Redel, Impedimenta inaugura 2011 con una nueva colección: “La Biblioteca del Pájaro Dodo” ( del portugués “doudo”, lelo, bobo ). Abre la colección un curioso libro: la traducción del Diccionario para Esnobs y ( sobre todo ) para los que no lo son de Fabrice Gaignault. Un glosario esencial, como reza el subtítulo, de lo más puntero de la Literatura.
Uno de los rasgos del esnobismo, como escribe el prologuista, José Carlos Llop, uno de los tres autores españoles que tienen entrada en este Diccionario, es la incomodidad, el recelo silencioso ante la vulgarización de escritores que empiezan a ser conocidos. Y la consecuencia es la inmediata expulsión de tales escritores del coto privado de los lectores esnobs. Por consiguiente, lo que leen los esnobs, son las rarezas, lo más chic, para no contaminarse de la simple trivialidad de los lectores corrientes. Ellos forman el Club de los Happy Few. Leen y sueñan incluso con post – post – poesía. Esa es la razón por la que Enrique Vila – Matas aparece citado pero sin entrada: se supone que, pese a ser un autor de culto, para el público francés ya ha perdido su carácter de exquisito minoritario.
El Diccionario se inaugura con el catálogo de los libros odiados por los esnobs literarios. Y en esa relación encontramos, como es obvio, algunas de las obras cumbres de la narrativa del siglo XX, ya que justamente su fama las privó de ese carácter minoritario. A continuación, un desfile de la crème de la crème de las letras. Los malditos, los fugitivos, los narradores errabundos, los dandis, los elitistas, los líricos psicópatas, los esotéricos y escritores sólo para iniciados, pero también los iconoclastas, los miembros de sectas literarias los y las que exhiben su intimidad “como stajanovistas del sexo a mogollón” tal como reza la entrada de Catherine Millet. Todos ellos, indispensables para los lectores exquisitos. Tipos desconocidos en su gran mayoría para el gran público, a los que Fabrice Gaignault retrata entre un rosario de anécdotas, frecuentemente malvadas o define de forma perversa.
Fabrice Gaignault |
Veamos, a modo de ejemplo, algunas de la credenciales de estos escritores y escritoras de la familia de los raros o exquisitos. Kathy Acker: “Escritora tatuada de rostro andrógino, adepta del bodybuilding, autora de una obra que mezcla pornografía, fragmentos autobiográficos y préstamos de textos ilustres ( … ), no vacilaba en copiar pasajes de obras maestras de la literatura universal, una actitud que le valdría ser tildada de pirata y que ella justificaba irónicamente explicando que, al fin y al cabo, copyright significa derecho a copiar” ( página 30 – 31 ); William Burroughs: “Personaje inquietante con cara de enterrador psicópata, tocado con sombrero de gángster y a menudo armado con pistola cargada” ( página 72 ) ; Marguerite Duras: “Hacendada ( y escritora ) francesa, famosa por haber alquilado durante varios años una mansarda al gran escritor español Enrique Vila – Matas. Solía llevar jersey con cuello vuelto” ( página 100 ); Mitteleuropa: “Patria de escritores depresivos y suicidas ( Kafka, Zweig, Roth, Trakl ) muy dados a aborrecer una determinada bohemia forzosa” ( página 162 ).
Y para los que no son esnobs, este Diccionario les suscitará los sabores de una novela de personajes curiosos y fascinantes novelistas, poetas, editores, aforistas, moralistas, charlatanes, alcohólicos, drogadictos… Y se divertirán porque Fabrice Gaignault no pretende pontificar ni hacer didáctica. Inventa únicamente unos códigos “un poco más sutiles y refinados que la lectura de confesión al uso”
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