lunes, 26 de octubre de 2015

"LA ZONA DE INTERÉS". EL HORROR CON RIBETES GROTESCOS



La Zona de Interés
Martin Amis
Traducción de Jesús Zulaika
Editorial Anagrama, Barcelona, 2015, 304 páginas

   Ya hace tiempo que Martin Amis (Swansea, 1949) dejó de escribir buenos libros satíricos para convertirse en perseguidor de atrocidades. Ofertas inabarcables como los asesinos en serie, el Gulag o el 11 de Septiembre. Como si el hecho de escribir sobre acontecimientos reales perversos o catastróficos fuese capaz de hacer de un autor un buen escritor. En La Zona de Interés Amis recupera sus obsesiones, esta vez sobre el Holocausto, mas de nuevo vemos surgir el mejor Martin Amis con su sutil maestría en el uso de la sátira y de la comicidad al narrar una de las mayores barbaries de la historia. El mejor Amis en su segunda novela sobre el Holocausto después de Time’s Arrow (La flecha del tiempo), una historia construida en el espacio de un Auschwitz imaginario, pero con elementos reales. Una novela por cierto rechazada por sus editores franceses y alemanes habituales por considerar que Amis se mofa del Holocausto.
   En efecto, la nueva novela de Amis da cuenta del genocidio visto desde la perspectiva de los alemanes que dirigían los campos de exterminio, intercalando entre los incontables horrores cotidianos una historia de amor con ribetes de farsa. La crueldad -Amis prefiere no hablar del mal, para él un concepto teológico- asomándose en medio de innumerables escenas grotescas, propias de la comedia negra..
   Con un absoluto dominio del oficio, Martin Amis cuenta una historia situada en los años 1942-1943, construida en torno a tres personajes masculinos, tres verdugos, envueltos dos de ellos en un triángulo amoroso. Forman parte del mismo Galo Thomsen, sobrino de Martin Bormann, secretario personal de Hitler; el comandante del campo Paul Doll y Smzulek Zacharias  (Szmul), un miembro de los Sonderkommando, la unidad de trabajo judía, encargada de llenar y vaciar las cámaras de gas e incinerar los cadáveres. En medio de la rutina diaria del campo -un   Auschwitz que Amis bautiza como Kat Ze-, surge una relación ed amor entre Galo Thomsen y Hannah, esposa del comandante Paul Doll, atormentada por el “trabajo” de su marido. La otra pieza del triángulo es el judío Szmul que se considera a sí mismo un ser repulsivo, y al que algún crítico ha definido como “uno de los más trágicos personajes de la ficción contemporánea”. Él será un espectador paradójicamente privilegiado.
   Cada uno de estos tres personajes relata una parte de la trama. Galo Thomsen es el responsable de supervisar la construcción de un sub campo, Auschwitz III, conocido como Monowitz-Buna, un lager donde los prisioneros fabricaban caucho sintético. Siente interiormente remordimientos sobre la forma como se trataba a los judíos, pero su cobardía le hace callarse. Su zona de interés es la señora Hannah Doll de la que está obsesionado sexualmente y a la que trata de seducir. La segunda parte del guión la narra Paul Doll, el marido de Hannah, un tirano perfectamente convincente por sus acciones e incluso por su forma grotesca de hablar. Szmul, el jefe del Sonderkommando, también narra su historia. Él es uno de los “cuervos del crematorio”, mas Amis, como ya había hecho Primo Levi con relación a los miembros de los Sonderkomamando, omite hablar de la depravación de su comportamiento -en el fondo es un victimario que se convertirá muy pronto en víctima-, y lo describe, o hace que se describa a sí mismo, como uno de los hombres más tristes que hayan existido, infinitamente repulsivo, infinitamente triste, carente incluso del consuelo de la inocencia.
   La simiente del libro no es otra que el interés de Amis por dar una respuesta, a través de la ficción, al interrogante sobre la posibilidad de que el amor pueda surgir y prosperar en un contexto de demencia totalitaria. En un final en el que la sátira deja paso a una cierta tonalidad sentimental, el escritor responde que no, ya que el amor no puede arraigar, y menor crecer entre el odio y la muerte.
   Solamente en el Epílogo teclea Martin Amis la palabra Adolf Hitler, un nombre ausente en toda la novela. La gran razón: es imposible entender, explicar a Hitler, comprender el porqué. Como tampoco puede explicarse el odio fanático de los nazis a los judíos. Y aquí acude a Primo Levi con cuya cita cierra de forma redonda esta visión del Holocausto, percibida desde dentro de los verdugos:
     “Quizás no se pueda, más aún no se deba, entender lo que sucedió,     porque entenderlo, casi es justificarlo. Déjenme que lo explique: «entender» una  propuesta o una conducta humana significa «abarcarla», abarcar a su autor, ponerse en su lugar, identificarse con él. Ahora bien, ningún ser humano normal podrá jamás identificarse con Hitler, Himmler. Goebbels, Eichmann e incontables nazis más. Ello nos causa consternación, pero al mismo tiempo nos procura una sensación de alivio, porque quizá sea deseable que sus palabras (y también, por desdicha sus actos) no sean susceptibles de comprensión por nuestra parte. Son palabras y actos humanos, palabras y actos «contrahumanos»…No hay racionalidad en el odio nazi; es un odio que no está en nosotros; es un odio ajeno al hombre…”
   Amis recrea con la mano maestra del gran narrador que es, el ambiente a la vez grotesco y putrefacto de los campos de exterminio. Escenas impactantes y de crudeza monstruosa narradas con un lenguaje imaginativo, alimentado en la sátira, son un buen antídoto contra cualquier tentación de desmemoria y contra el olvido del mal, de la banalidad del mal, o de la crueldad como prefiere Martin Amis. También de sus ridiculez.

Francisco Martínez Bouzas

                                                       
Martin Amis
Fragmentos

“Somos del Sonderkommando, el SK, la Brigada Especial, y somos los hombres más tristes del campo. De hecho somos los hombres más tristes de la historia del mundo. Y de todos estos hombres tristísimos yo soy el más triste. Y se trata de una verdad demostrable, e incluso mensurable. Soy, con cierta diferencia, el primer número, el número más bajo…el número más antiguo.
Además de ser los hombres más tristes que hayan existido, somos también los más repulsivos. Y sin embargo, nuestra situación es paradójica.
Cuesta entender por qué somos tan repulsivos siendo como somos seres que no hacemos ningún daño.
La cuestión es que podría argüirse que, en contrapartida, tampoco hacemos ningún bien. Pero somos infinitamente repulsivos, y también infinitamente tristes.”

…..

“¿Y qué decir de Szmul? ¿Y de los Sonders? Dios, sólo a duras penas me decido a ponerlo por escrito. ¿Saben? Nunca dejo de maravillarme ante el abismo de miseria moral en el que algunos seres humanos están deseosos de hundirse…
Los Sonders…Cumplen con sus tareas pavorosas con la indiferencia más muda. Usan cinturones de cuero grueso para sacar  a rastras de las duchas a las piezas y llevarlas hasta el Leinchenkeller. Allí les arrancan los dientes de oro con alicates y cinceles, y les cortan el pelo a las mujeres con grandes tijeras; les quitan los pendientes y las alianzas; y ponen la carga en la polea (6 o 7 cada vez), y la izan hasta la boca de los hornos. Por último muelen las cenizas, y el polvo se lleva en camión y se echa al río Vístula. Todo esto, como ya he dicho, lo llevan a cabo con una insensibilidad muda. No parece importarles en absoluto que la gente que manipulan sea de su misma raza, hermanos de sangre.(…)
Me pasma que decidan subsistir, durar, de esta forma. Y lo hacen: algunos (no muchos) se niegan categóricamente, pese a las consecuencias obvias, porque ellos, ahora, se han convertido también en Geheimnisträger, portadores de secretos. No es que ninguno de ellos confíe en prolongar su cobarde existencia más de 2 o 3 meses. Somos absolutamente claros al respecto: la tarea inicial de los Sonders, a fin de cuentas, es la incineración de sus predecesores; algo que saben que no va a cambiar en adelante. Szmul posee la dudosa distinción de ser el sepulturero que más tiempo lleva en el KL; de hecho, es muy probable que sea el Sonder que más tiempo lleva en todo el sistema de campos de concentración. Es prácticamente un Notable (hasta los guardias le tienen cierto grado de respeto. Szmul sigue. Pero sabe muy bien lo que les sucede a todos, a todos los potadores de secretos.”

…..

“El 21 de enero de 1942, el número se hizo tan grande que las SS y la Orpo seleccionaron a otro centenar de judíos para que ayudaran a los Sonders a arrastrar los cuerpos hasta las fosas masivas. Este Kommando suplementario estaba formado por quinceañeros. No se les suministraba ni comida ni agua, y trabajaban doce horas seguidas bajo el látigo, desnudos en la nieve y el barro petrificado.
Cuando la luz se hacía más tenue, el sargento mayor Lange llevaba a los chicos hasta las fosas y los mataba de un disparo uno por uno…, y podías oírlo. Al final se quedaba sin balas y utilizaba la culata de la pistola para machacarles el cráneo. Y podías oírlo. Pero los chicos, que avanzaban a empellones en la fila para tratar de ser los siguientes, no emitían sonido alguno.”

(Martin Amis, La Zona de Interés, páginas 40-41, 72-74, 200)

sábado, 24 de octubre de 2015

"EL EXTRANJERO": NOVELA UNIVERSAL, JOYA EDITORIAL



El extranjero

Albert Camus

Traducción de José Ángel Valente

Ilustraciones de José Muñoz

Alianza Editorial, Madrid, 2015, 139 páginas



   El extranjero está considerada como la mejor novela de Albert Camus y una de las grandes piezas narrativas del siglo XX. La edición que en estas fechas nos ofrece Alianza Editorial en su colección de Libros Singulares, se convierte así mismo en una joya editorial. La traducción de José Ángel Valente eleva a la categoría de arte el lenguaje conciso y esencial de Albert Camus. Calidad artística a la que contribuyen las numerosas ilustraciones del famoso dibujante argentino José Muñoz, discípulo de Hugo Pratt y creador de numerosos personajes conocidos universalmente en el mundo del comic. El extranjero -la primera edición francesa es del año 1942- pertenece a un período en el que Camus se enfrentó de una forma real no solo con el dolor, sino con la vecindad de la muerte. Un período pues muy alejado de la “dicha solar” mediterránea, tema central  de Noces, en el que el escritor descubre el absurdo en el mismo orden del universo. Y en El extranjero nos coloca ante ese absurdo, con la conciencia de que la vida no vale la pena ser vivida. Por eso el protagonista de la novela se siente seguro de sí mismo y de la muerte que tarde o temprano va a llegar.

   En un relato lineal, nos encontramos con Meursault, el héroe principal de la novela. Es un modesto empleado de una entidad bancaria en Argel, un hombre cualquiera exento de preocupaciones, incluso de pasiones. Vive en un embotamiento lúcido. Como un extraño. Y como tal asiste a los funerales de su madre. Consume su vida diaria en la rutina de su trabajo en la oficina y en unas diversiones triviales: el cine, la playa, preparar la comida, dormir, soñar, observar desde su balcón a un viejo que da de comer a los gatos, tener sexo con Marie Cardona, la que sin embargo no es su amante  y a la que no quiere, ya que querer no significa nada, tal como piensa. Todo en su existencia da un giro radical un día en el que, mareado quizás por el calor o por la misma insípida vida que lleva, mata de forma absurda a un árabe. Condenado a muerte, sin posibilidad de apelación, este hombre mediocre se transforma en un héroe que se enfrenta a su destino: comprenderá y gozará de su condición de “extraño” de extranjero, rehusando los consuelos y las esperanzas de una existencia más allá de la muerte. Acepta la vida que ha vivido. Es una elección lúcida del absurdo, que ya es en sí un acto enteramente moral. Una moral laica, tan legítima como aquellas que están cimentadas en una fe.

   Novela de un solo personaje que, en primera persona, da cuenta de su trágica felicidad. Es Meursault, un ser fantasmal, “sueño de una sombra”, cuya vida se halla pautada por los baños del sábado por la tarde, por las sesiones del cine a continuación y por el sexo con Marie los domingos. Vive, o mejor dicho, vegeta en un automatismo de pesadilla que le arrastra a un crapuloso arreglo de cuentas entre árabes del hampa. Mata a un desconocido porque un amigo ocasional le induce a hacerlo. Y asiste al proceso que le condena a muerte como si nada fuera con él. Y aunque percibe la falsedad del mismo, no protesta. Hasta la víspera de sus ejecución no percibe que la vida “extraña” es la única real, aunque no merezca la pena ser vivida por su falta de sentido. Cuando pocas horas antes de su ejecución, el capellán le habla de Dios, Meursault se rebela, cobra conciencia de la absurdez de la existencia y también de la dicha que engendra ese mismo hecho de ser absurda. Y por eso se siente dichoso. Una vivencia de la dicha sin duda estúpida, inconsciente, animal.

  
Ilustración de José Muñoz en El extranjero
La definición de su identidad nace pues del absurdo, y se transforma en felicidad, en el instante en el que toda ilusión se desvanece. Meursault es en definitiva un “extranjero”, un “extraño” moral. Será la cólera que en él brota cuando el capellán trate de acercarle  a Dios, cuando le dice que rezará por él, la que lo convertirá en un ser moral al tomar conciencia de su vida: “vaciado por la esperanza, ante esta noche cargada de signos y de estrellas me abría por primera vez a la tierna indiferencia del mundo” (página 138).

   A pesar de los más de setenta años transcurridos desde la publicación de El extranjero, la novela de Albert Camus no ha perdido actualidad, ya que refleja fielmente la mentalidad de millones de hombres y de mujeres de hoy. Es, según uno de los primeros críticos de Camus, Charles Moeller, la novela de la dicha de Sísifo. Los dibujos de José Muñoz que incluye esta edición especial, acrecientan sin duda, en una dimensión sensorial, la profunda carga de dramática extranjería, la única patria de la que puede presumir el protagonista. La única así mismo que le hace feliz.



Francisco  Martínez Bouzas



                                                      
Albert Camus

Fragmentos



“Del mar llegó un soplo espeso y ardiente. Me pareció que el cielo se abría en toda su extensión para vomitar fuego. Todo mi ser se tensó y mi mano se crispó sobre el revólver. El gatillo cedió, toqué el pulido vientre de la culata y fue así, como un ruido ensordecedor y seco, como todo empezó. Sacudí el sudor y el sol.

Comprendí que había destruido el equilibrio del día, el silencio excepcional de una playa donde había sido feliz. Entonces disparé cuatro veces sobre un cuerpo inerte en el que se hundían las balas sin que lo pareciese. Fueron cuatro golpes breves con los que llamaba a la puerta de la desgracia.”



…..



“Durante toda la jornada había mi petición de indulto. Creo haber aprovechado al máximo esa idea. Calculaba sus consecuencias y obtenía de mis reflexiones un óptimo rendimiento. Partía siempre de la suposición más negativa: mi petición era rechazada. «Pues bien, habré de morir». Antes que otros, era evidente. Pero todo el mundo sabe que la vida no vale la pena de ser vivida. No ignoraba, en el fondo, otros casos, otros hombres y otras mujeres vivirán, y así durante miles de millones de años. Nada resultaba más evidente, en realidad.

Era siempre yo el que moría, ahora o dentro de veinte años. En ese momento, lo que me molestaba un poco en mi razonamiento era el brinco terrible que sentía en mí al pensar en veinte años de vida por venir. Pero no tenía más que ahogar esos pensamientos imaginando lo que éstos serían cuando, de todos modos, la hora hubiese llegado. Desde el momento en que se muere, el cómo y el cuándo, no importan, es evidente. Así (y lo difícil era no perder de vista todos los razonamientos que ese «así» representaba), así debía yo aceptar que mi petición fuese recusada.”



…..



“No, hijo mío -dijo poniendo la mano en el hombro-. Estoy con usted. Pero usted lo ignora. Porque tiene un corazón ciego. Rezaré por usted.

Entonces, no sé por qué, algo reventó en mí. Empecé a gritar a voz en cuello, lo insultaba y le dije que no rezase. Lo había agarrado por el cuello de la sotana. Volcaba sobre él todo el fondo de mi corazón con estremecimientos de alegría y de cólera. Parecía tan seguro. Sin embargo ninguna de sus certidumbres valía un cabello de mujer. Ni siquiera tenía la certeza de estar vivo porque vivía como un muerto.

Yo parecía tener las manos vacías. Pero yo estaba seguro de mí, seguro de todo, más seguro que él, seguro de mi vida y de esa muerte que iba  a llegar. Sí, era lo único que yo tenía. Pero, al menos, yo tenía esa verdad tanto como ella me tenía a mí.”



(Albert Camus, El extranjero, páginas 78, 131, 136-137)

miércoles, 21 de octubre de 2015

"AMBERES": INTANTÁNEAS CONGELADAS DE UNA PELÍCULA DELIRANTE



Amberes

Roberto Bolaño

Editorial Anagrama, Barcelona, 119 páginas

(Libros de fondo)



   Amberes es la penúltima novela que Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953- Barcelona 2003) publicó en vida. Después de su muerte, Anagrama, su editora de siempre, publicaría en ediciones póstumas 2666, Los sinsabores del verdadero policía y varios libros de cuentos, El gaucho insufrible, entre otros. La publicación de Amberes siguió agrandando el “territorio Roberto Bolaño”, convirtiendo al escritor chileno en una de las voces narrativas más relevantes y originales de la literatura latinoamericana. Su prosa ecléctica, sus lúcidos desvaríos temáticos, mezcla de autobiografía y de ficción, sus personajes situados siempre en terrenos fronterizos y difícilmente literaturizables hicieron de este chileno correcaminos una de las voces emergentes y renovadoras de la narrativa escrita en español.

   Chileno de pasaporte, Roberto Bolaño es otro escritor que edita con su vida una verdadera novela. A los quince años se estrena en la trashumancia instalándose en México donde da los primeros pasos en el periodismo y se convierte al trotskismo. Unos años después, pudo contemplar en su país la crueldad impune del golpe militar que clausuró aquella avenida de libertad llamada Salvador Allende. El mismo Bolaño dio con sus huesos en los calabozos de los golpistas. Liberado gracias a la intervención de unos policías amigos desde la infancia, puso tierra por medio y se trasladó a El Salvador, país donde tuvo la oportunidad de conocer al poeta Roque Dalton, y también a sus asesinos. Desde 1977, será España el país que acogerá a este chileno diminuto e inconformista. En suelo español, de la misma forma que  en Francia y en otros países, ejercerá los más diversos oficios: lavaplatos, camarero, vigilante nocturno, vendimiador, descargador de barcos… Asentado finalmente en la villa costera de Blanes, Roberto Bolaño estructuró con sabiduría y perspicacia espacios y materiales ficcionales, transformándolos en balizas de su mar literario. En 1998, su novela Los detectives salvajes obtuvo los premios Herralde y el Rómulo Gallegos, considerado el Nobel de Latinoamérica, que en sus momento habían ganado los grandes autores del boom, García Márquez y Vargas Llosa.

   Amberes es una vieja-nueva novela que Roberto Bolaño escribió hace más de treinta años, cuando ganaba la vida trabajando en un camping español y tenía el convencimiento de que la frontera final de su existencia no pasaría de los treinta y cinco años. La novela es un prólogo del extraordinario talento que Bolaño exhibirá más tarde en obras futuras. Redactada en un momento en el que el escritor experimentaba en su propia carne una absoluta pobreza y vivía en una escenografía anarquista, sus textos extremos, de difícil clasificación, mas de gran calidad, son el anuncio de un universo ficcional repleto de potencialidades que explotarán de manera definitiva en sus obras posteriores.

   Las páginas de Amberes recuerdan instantáneas congeladas de una película delirante que transcurre con rapidez desconcertante y al margen de cualquier sutura cronológica y genérica: “Se visita el género negro, mas como se podría visitar a un extraterrestre, a una granja avícola. No es necesario que descifremos nada. Lo que queda son imágenes sueltas de una pesadilla”, declara el mismo escritor juzgando su obra. Su postrer declaración no deja lugar para las dudas: “De lo perdido, de lo irremediablemente perdido, sólo deseo recuperar la disponibilidad cotidiana de mi escritura, líneas capaces de cogerme del pelo y levantarme cuando mi cuerpo ya no quiera aguantar más” (página 119).

   Un texto difícil por el que circulan jóvenes traficantes de droga que tienen sexo con los detectives de la brigada de estupefacientes, mujeres hermosas y radiantes, turistas asesinos, escritores vagabundos y otras figuras que entrarán a formar parte de la geografía fabuladora del escritor, y que volverán a aparecer en Los detectives salvajes y en una extraordinaria colección de cuentos, Putas asesinas.

   Roberto Bolaño posee una gran habilidad para fundir biografía y fantasía, para recuperar la memoria de las batallas perdidas y de las obsesiones que expulsaron del paraíso a generaciones enteras. De ahí el extrañamiento y la inmensa desolación que acompaña a todos sus personajes. Seres solitarios y atormentados que viven en un nihilismo gélido, en la impotencia más absoluta, incapaces de traspasar la sima de la incomunicación sentimental. De ahí también el sabor agridulce y extraño que nos dejan las páginas de pequeña pieza narrativa que encuentra en la sensualidad, en la ironía y en el humor cáustico las únicas salidas para huir de la desolación.

   La literatura radical de Roberto Bolaño se aleja decididamente de los autores del boom y de los escritores cortesanos (“esos ladrones de estructuras ajenas, esos pobres ilusos que por un trozo de pan…son capaces de las peores mezquindades”). Sus textos nada tienen que ver en efecto con la “imaginería tropical y telúrica” de García Márquez, ni con las fabulaciones vividas de Vargas Llosa, escritores que Bolaño considera que ya agotaron su manantial imaginativo y que ya nada tienen que decirnos. Un caso muy distinto es Cortázar y un grupo de escritores de su generación como Rey Rosa, César Aira o Ricardo Piglia que intentan renovar el mapa literario de Latinoamérica. De la resignada comprensión de sus lectores que, según palabras del propio Bolaño, saben perdonar a sus gladiadores y a sus payasos, dependerá que lo consigan. Bolaño sí que lo logró.



Francisco Martínez Bouzas



Roberto Bolaño

Fragmentos



AZUL



“El camping  de La Comuna de Calabria según nota sensacionalista aparecida en PEN. Hostigados por la gente del pueblo: en el interior los campistas se paseaban desnudos. Seis chicos muertos en las cercanías. «Eran campistas»…«Bueno, del pueblo no son»… Meses antes recibieron una visita de la Brigada Antiterrorista. «Se desmadraban, follaban en todas partes, quiero decir: follaban en grupo y en donde les venía en gana»… «Al principio guardaron las distancias, sólo lo hacían dentro del camping, pero este año armaron orgías en la playa y en los alrededores del pueblo»… La policía interroga a los campesinos: «Yo no lo hice», dice uno, «si alguien hubiera prendido fuego al camping podría echarme la culpa, más de una vez lo pensé, pero tengo corazón para balear a seis machos»… Tal vez fue la mafia. Tal vez se suicidaron. Tal vez ha sido un sueño. El viento entre las rocas. El Mediterráneo. Azul.”



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LITERATURA PARA ENAMORADOS



“Me quedé en silencio un momento y luego pregunté si él creía realmente que Roberto Bolaño ayudó al jorobadito sólo porque hacía años había estado enamorado de unas mexicana y el jorobadito también era mexicano. Sí, dijo el guitarrista, parece mala literatura para enamorados, pero no encuentro otra explicación, quiero decir que en esa época Bolaño no iba muy sobrado de solidaridad u desesperación, dos buenas razones para ayudar al mexicano. En cambio, de nostalgia…”



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LA PELIRROJA



“Tenía dieciocho años y estaba metida en el negocio de las drogas. En aquel tiempo solía verla a menudo y si ahora tuviera que hacer un retrato robot de ella creo que no podría. Seguramente tenía nariz aguileña y durante algunos meses fue pelirroja; seguramente alguna vez la oí reírse detrás de los ventanales de un restaurante mientras yo aguardaba un taxi o simplemente caminaba bajo la lluvia. Tenía dieciocho años y una vez cada quince días se metía en la cama con un tira de la Brigada de Estupefacientes. En los sueños ella aparece vestida con vaqueros y suéter negro y las pocas veces que se vuelve a mirarme se ríe tontamente. El tira la ponía a cuatro patas y se agachaba junto al enchufe. El vibrador ya no tenía pilas y él se las ingenió para hacerlo funcionar con electricidad. El sol se filtra por el verde de las cortinas, ella duerme con las medias hasta los tobillos, bocabajo, el pelo le cubre el rostro. En la siguiente escena la veo en el baño, asomada al espejo, luego exclama buenos días y sonríe.”



(Roberto Bolaño,  Amberes, páginas 23, 49-74-75)