viernes, 24 de agosto de 2012

DESMITIFICACIÓN DEL "MÉNAGE À TROIS"

Política
Adam Thirlwell
Traducción de Javier Calzada
Editorial Anagrama, Barcelona, 317 páginas.

  
   Triunfar incluso antes de debutar. A ese puerto del éxito editorial llegó Adam Thirlwell (1978) en su primera singladura narrativa, Política (2003), traducida ese mismo año al español. En buena medida por obra y gracia, una vez más de la revista Granta que le incluyó en la selección de “los mejores escritores jóvenes ingleses” de la década 1993-2003, en base exclusivamente de la lectura del manuscrito de su primera novela.
   Y su debut tuvo lugar con una comedia escrita según los cánones del más puro realismo decimonónico. Una comedia antiideológica sin embargo, con un título que no es engañoso y en la que no hay denuncias ni pretensiones intelectuales, sino una descripción del sexo de forma divertida y en la que se entrecruzan momentos íntimos con anécdotas políticas. Su objetivo inmediato: la desmitificación de una de las más típicas fantasías humanas: el ménage à trois, reflejado como es en  realidad, con sus prácticas incómodas y embarazosas. Su finalidad, que no mensaje porque el autor no pretende transmitirnos ninguno, no es fabular sobre el sexo,  a pesar de que los editores de la novela en todo el mundo pretendieron venderla como una novela erótico-pornográfica, sino otra cosa: algo que el escritor nos advierte ya de entrada: “Este libro no trata sobre el sexo. No. Trata sobre la bondad. Su argumento versa sobre la bondad de las personas. En él, mis personajes practican sexo, como hacen cualquier otra cosa, por motivos morales”.
   No obstante, el romance de Adam Thirlwll rebosa  de sexo: en sus páginas se describen innumerables escenas explícitamente sexuales y las frecuentes alusiones y comentarios extra argumentales hacen referencia a acontecimientos políticos, a anécdotas sobre escritores,  a citas históricas y al propio papel del escritor como ingenuo retratista de esas escenas sexuales.
   Centrándome ya en la trama argumental, se puede decir que Política narra, de una forma frecuentemente irónica y de vez en cuando seria, las vicisitudes de tres personajes londinenses: Moshe, un joven actor, judío a medias. Nana, una hermosa rubia, estudiante de arquitectura con manifiestas debilidades por la Bauhaus y por su padre Mies van der Rohe. Flirtean, se enamoran, pero no acaban de comprender las necesidades sexuales del partner. Pronto en la pareja se introduce un tercer elemento, Anjali, la amiga anglo-india de Nana a la que esta misma da entrada en las prácticas sexuales de la pareja, deseosa de satisfacer con un triángulo amoroso lo que considera que son los deseos sexuales de Moshe. Y es entonces cuando surge la necesidad de una estrategia, de una táctica. Política en definitiva. Desde este momento, la novela adquiere ciertas semejanzas con la política porque el comportamiento de los personajes se refleja en aspectos políticos y las normas que rigen sus actos son semejantes a las reglas de la política.
   Sin embargo Adam Thirlwell titula su novela con ese rótulo, Política, un término solemne y  rimbombante, por razones lúdicas. Para ironizar sobre la crítica literaria moderna que tiende a leer la mayoría de las novelas en clave política e ideológica. El contrapunto es esta comedia sobre sexo en tono paródico, con múltiples digresiones sobre las relaciones sexuales de personajes históricos, con una presencia constante de la voz narradora que participa, comenta e incluso anticipa acontecimientos, inspirándose en las novelas inglesas del siglo XVIII, en Stendhal y en Milan Kundera. Una historia en definitiva -el autor lo reitera una y otra vez- sobre el altruismo, sobre la bondad: ¿cómo ser ambles en la cama con la otra persona y un tercero? ¿Y si quieres ser amable con todos/as?

Francisco Martínez Bouzas



Adam Thirlwell

Fragmentos

“Le quedaban demasiado sueltas. Así que iba a tener que echarle teatro a la cosa.
Abandonando las esposas, Moshe levantó el rollo de gruesa cuerda rosa de bondage. La ciñó en forma de ochos en torno a las manos casi esposadas de Nana, y finalmente ató el extremo de la cuerda al cabezal de la cama. Las muñecas de Nana quedaron formando una especie de cruz fluorescente.
Era una postura dolorosa, pero Nana se sentía cómoda así. Perfecto, pensó.  La sensación justa para hacer placentero el dolor.
Luego Moshe le separó las nalgas.
La primera reacción de Nana fue de cierto embarazo. A ello siguió en seguida una oleada de júbilo: Moshe estaba hundiendo la nariz en el surco entre las dos nalgas. Aquello prometía. Luego, obstinadamente, Moshe avanzó la lengua y comenzó a lamer,  a acariciar con su lengua el ano de Nana, introduciéndola repetidamente en sus oscuros repliegues”

…..

“Una noche de 1936, la actriz de cine Renée Muller estaba a solas en el edificio de la Cancillería alemana con el entonces canciller de Alemania. El entonces canciller de Alemania era Adolf Hitler. Como era tarde, y estaban los dos solos, Renée estaba convencida de que Adolf pretendía practicar sexo con ella. Y pareció que estaba en lo cierto, porque Adolf comenzó a desnudarla. Pero, en el instante en que los dos estaban a punto de meterse en la cama, Adolf se arrodilló en el suelo y le suplicó a Renée Muller que la emprendiera con él a patadas.
Al principio, René puso reparos. Era la mar de embarazoso tener al canciller desnudo a cuatro patas delante de ella, suplicando recibir una tunda. Pero Adolf insistió en sus súplicas. Le dijo que era un inútil, un gusano, un bobo, un bruto que no merecía mejor trato que un perro, un niño malo que necesitaba castigo. Adolf se arrastró delante de ella. Sexualmente, se arrastró ante Renée.
(…) El caso es que, al final, Renée Muller le pegó una patada a Adolf Hitler. Le pegó suavemente, sí, pero lo cierto es que la pegó. Y esto puso a Adolf fuera de si, de manera que empezó a suplicar que le pegara más. Suplicó una y otra vez pidiéndole más.
-Eres un gusano…un degenerado- le decía Renée.
Adolf estaba disfrutando de veras. Le agradeció a Renée lo generosa que estaba siendo con él…”

(Adam Thirlwell, Política, páginas 13, 241-242)

sábado, 18 de agosto de 2012

LA PRIMACÍA DEL LENGUAJE SEXUAL

Siemprejuntos
José Luis Martínez Ibáñez
Ediciones Barataria, Barcelona, 283 páginas.

  

   Pocos y prácticamente innominados son los templos donde se  rinde culto al erotismo, esa afección teñida de deseo y, al mismo tiempo, género literario que tiene que ver con la recuperación de muchas cosas. Con la recuperación, en primer lugar de los cuerpos transgresores, escondidos y silenciados, que frenaban y reprimían en su interior todo lo que la cultura tradicional nos impuso a lo largo de siglos de prácticas y prédicas represoras
   La buena literatura erótica no se alimenta con aquellos libros, que, siguiendo la sutil definición de Rousseau, leen los lectores con una sola mano. Al contrario, se alimentan con la donación absoluta al lector, donación de la corporalidad física, pero también de aquella otra mucho más profunda y sutil a la que acostumbramos reconocer con la palabra amor. Es, como diría Roland Barthes, el “darse” por entero al lector para que este sea capaz de progresar hasta las cumbres más elevadas del placer.
   Una de las escasas aras en las que se rinde culto a la erótica, a lo irreverente y furtivo es la colección “Inferno” de la Editorial Barataria. En la misma tiene cabida lo furtivo, lo escondido, la transgresión formal y de contenidos, lo irreverente y licencioso de todos lo siglos. Y también el deseo, el culto a la erección, a la excitación sexual, al refinamiento hedonista, convertido en fructíferas cosechas, que una buena y gozosa literatura erótica nos puede ofrecer. La colección le sirvió de escenario a José Luis Matínez Ibañez, un periodista de larga y exitosa  trayectoria fallecido en el año 2006, para hacer su debut en la literatura de ficción y publicar su única novela, Siemprejuntos. Una pieza escrita sin amaños y desde la idea de que el primer lenguaje de comunicación entre hombre y mujer es el sexual. Después vienen el emocional, el afectivo y el intelectual. Y de todo ello puede nacer el amor.
   Una teoría que pone a prueba a través de dos protagonistas. Una mujer dueña de su sexualidad a la que utiliza de una forma libre de cualquier prejuicio social o moral y un maduro profesor universitario, anclado en el desencanto, en los cócteles, en la pasión por las contiendas verbales. La pareja se ve atrapada en una verdadera riada de encuentros sexuales, desnudos de cualquier pizca de emoción. El autor emplea a propósito la clave erótica y una cascada de sexo de todos los colores y modalidades para indagar los arcanos orígenes del amor. Porque detrás de este erotismo previsible, mecánico y monótono, capaz de desafiar la moral represiva establecida, alienta una pregunta fundamental: ¿puede nacer el amor de la simple pulsión sexual, de la seducción física que una mujer de sexo esquizofrénico, vertiginoso y desmedido ejerce sobre un hombre deshumanizado y adicto al alcohol? La relación entre esta ambigua pareja se inicia en efecto basada en una marejada de sexo descarnado, químico e irreverente con la condición humana. “Folleteo” y “pajeo” en todas las latitudes y coordenadas, con una protagonista femenina que se resiste a revelar sus escondrijos vitales interiores.
   Mas poco apoco, la lucha de sus cuerpos y los excesos físicos los lleva a una fuerte comunión, primero sexual y, al poco tiempo, afectiva e intelectual, que ellos confunden con el amor. Hasta que la unión sentimental se traduce en incomunicación, desencanto y destrucción.
   El autor emplea la clave erótica y un torrente de sexo para indagar, como he dicho, lo arcanos orígenes del amor. Pero la vorágine de erotismo previsible y mecánico que transita por la novela, no resulta en absoluto gratuita, ya que a través de esa frenética actividad copulatoria, el autor pretende llevarnos a su terreno, que no es otro que el auténtico encuentro de las personas. Más allá del sexo irreverente con la condición humana, el protagonista masculino pretenderá derribar los muros de la protección de la estratega femenina y ambos perseguirán el amor, pensando que el sentimiento con mayúsculas es una auténtica comunicación, no solo de cuerpos, sino también de almas. Sin embargo lo que al final de esta competición vertiginosa y deshumanizada hallarán, será el agujero negro de la aniquilación emocional y el definitivo y absoluto distanciamiento.
   Novela sin reservas ni disfraces. Sin cohibiciones timoratas ni didactismos explícitos. No obstante el erotismo del que hace uso el autor, con frecuencia fronterizo con la pornografía, sugiere un claro mensaje: la sexualidad descarnada, el pulso físico entre un hombre y una mujer, no conducen, ni por necesidad ni por azar, hacia los territorios del amor. Su destino será quizás primero el hechizo. Más tarde, la destrucción.
   Dos son a mi juicio lo requisitos que deben de estar presentes en el género en el que se encuadra la novela de Martínez Ibáñez: la tensión erótica y la elaboración literaria. Con relación  a la primera de las condiciones, Siemprejuntos se muestra deficitaria, aunque quizás por las mismas exigencias del guión. Resulta imposible mantener un verdadero pulso erótico entre marejadas de sexo mecánico, previsible, desposeído de la mínima porción de refinamiento estético, que anega a la novela desde el principio hasta su conclusión. En cuanto a  la segunda exigencia, es preciso reconocer que Siemprejuntos avanza a buen ritmo y el autor es capaz de mantener un aceptable tono narrativo, con el empleo de un lenguaje basado en la frase corta, en rápidas puyas verbales y en un buen aparato formal, especialmente metafórico y eufemístico, no  carente de originalidad y a veces también de buenas dosis de artificio.

Francisco Martínez Bouzas



José Luis Martínez Ibáñez



Fragmentos


“Marion, ninfa masculinizada, se deshizo del tímido ropaje superior y aireó sus pechos esbeltos, caldeados y faltos de mimos. Dejó expuestas las bragas a la depravación de su hermafrodita subyugada. Le retiró a Karla el abrigo y le arrulló el rostro antes de desabotonarle la camisa superpuesta sobre la menguada falda. La morenaza portaba un sujetador de blonda azul oscuro y concavidades escasas que encerraban unas frutas pequeñas, suficientes y bien parchedas. Todavía de pie, Marion las copó en sus manos, las mesuró y adobó, las empujó una contra otra y mordisqueó los pezones mudados de una sola dentellada. Le descerrajó la falda, que resbaló limpiamente por las nonatas caderas”

…..

“Marion, no me vas acreer, ya lo se. Pero te querré en todos los mundos que habite como la tierra a la lluvia que la empapa. Te querré cuando la desgana me debilite en náuseas, cuando los párpados me pesen de juicio o de júbilo, cuando rechace la sangre que me facultaría a seguir contigo. Te voy a querer Marion como un inevitable goloso, ante tu Cristo de hoy y en los crucifijos de todos los mañanas, con la ley de tu Dios, sea cual sea mi suerte. ¡No sabes, Marion, cómo soy capaz de quererte! Y, probablemente, no lo sepas nunca. Cuando enloquezca en la persecución de tu voz, te amaré; cuando agonice y desfilen ante mí las extrañas figuras del pasado, te amaré; cuando me cuenten que me has arrancado de tu historia, te amaré, Marion. Te voy a querer como nunca he sabido, como nadie podrá igualar, para que nunca me puedas suprimir”

(José Luis Martínez Ibáñez, Siemprejuntos, páginas 120, 137)

sábado, 11 de agosto de 2012

HORROR Y AVENTURAS EN LA PRIMERA INVASIÓN DE AFGANISTÁN

El Imperio de las Zarzas. Una aventura de la primera guerra afgana.
Philip Hensher
Traducción de Alberto Coscarelli
Edhasa, Barcelona, 640 páginas.

  

   El multiculturalismo dejó hace tiempo de ser un concepto abstracto. Eso, al menos, se observa al comprobar quienes son los componentes de la selección efectuada por la revista Granta del año 2003, “Los mejores novelistas británicos”. En el último Twenty británico están representadas en efecto la enorme variedad de etnias, creencias religiosas, opciones sexuales, modelos familiares que convierten a Gran Bretaña en una sociedad sumamente fluida. La misma diversidad encontramos en las temáticas de las obras de los autores seleccionados. En la selección de Granta figura la comedia de costumbres y la sátira, géneros británicos por excelencia, la homosexualidad y el lesbianismo, ambiciones experimentalistas, pero también la novela histórica, representada entre otras por The Mulberry Empire (2002) de Philip Hensher, traducida al siguiente año al español bajo el rótulo de El Imperio de las Zarzas. Una aventura de la primera guerra afgana.
   Su autor se ha convertido en poco tiempo en uno de los novelistas y críticos británicos más respetados. Sorprendió hace unos años al obtener el Premio Somerset Maughan con Kitchen Venon. Ahora ha saltado a la fama internacional al convertirse en uno de los escritores de “la lista que establece las lecturas de toda una generación”. El Imperio de las Zarzas traslada al lector al Kabul de 1830 y le sumerge en el desastroso primer intento de invasión de Afganistán realizado por el Imperio Británico y que finalizó en un colosal desastre ya que del brillante cuerpo expedicionario de 16.000 soldados, sólo sobrevivirá un jinete.
   De raíces realistas pero dotada de una gran originalidad en el tratamiento de los personajes, la novela de Hensher describe las relaciones entre Oriente y Occidente durante la década de 1830, trasladando al lector a los diversos escenarios de toma de decisiones políticas de la época: San Petersburgo, Kabul, Londres, Calcuta. El virtuosismo del narrador hace posible que la novela adopte diferentes tonos según las ciudades en las que se desarrolla la acción: aventuras exóticas, influencia de la novela victoriana, de la narrativa decimonónica rusa, etc.
   La mayoría de los personajes tuvieron existencia histórica. Tal es el caso del protagonista, el viajero  Alexander Burnes que arriba a Kabul en una de sus expediciones geográficas y descubre todo un mundo de olores, colores y costumbres sorprendentes para un occidental.
   Tanto el tema de la primera guerra afgana como el escenario de Kabul resultan de indiscutible actualidad. Sin embargo, el acierto es puramente azaroso ya que Philip Hensher ya había redactado la novela antes de la  intervención americana y de la OTAN en el país. La novela es fruto de las sugerencias del escritor A. S. Byatt que le aconsejó que escribiese una novela de amplias dimensiones sobre el tema. El resultado es El Imperio de las Zarzas, una pieza exuberante, colorista, rebosante de vida, de personajes singulares como el emir Dost Mohammed Kan, padre cincuenta y cuatro hijos. Escrita en homenaje de las grandes obras literarias inglesas del siglo XIX, se modula según sus acentos, se ajusta a sus cánones y preocupaciones, nos introduce en las moradas inglesas de la época, en la geografía de Crimea y en los palacios orientales con el lenguaje propio de un novelista victoriano. Y aporta noticias a los lectores, una de las razones que, según el premio Nobel  V.S. Naipul, justifican la existencia de una novela.

Francisco Martínez Bouzas



Philip Hensher



Fragmento

   “A la sombra del camello, el aventurero entrecerró los párpados e intentó ver qué era aquella cosa en el borde del vasto horizonte de arena. No había nada que ver; un vacío, un enorme vacío amarillo, oro y marrón. Pero en el desierto algo brillaba, muy lejos. Nada se movía excepto las ondulaciones del aire; nada vía aparte de Burnes, sus animales y su grupo, refugiados lo mejor que podían de la terrible luz del mediodía. Pero en algún lugar, amuchas millas de distancia, resplandecía un objeto, como un trozo de metal en una pila de arena. Algo vivía y hacia ellos venía, muy lentamente.
   Para el ojo europeo, el desierto y el cielo blanco eran una misma cosa, un único resplandor. Pero Burnes sabía que sus porteadores veían de todo. Un afgano, si lo apartaban del desierto y le mostraban el mar y el cielo, no vería nada; vería una única mancha azul, dado que no había contemplado nunca las posibilidades del azul. El desierto, para ellos, estaba vivo con cambios y distancias. Lo contemplaban, y veían aquello que sus sudorosos amos novelan, un país lo bastante rico como para permitir la vida de los hombres”

(Philip Hensher, El Imperio de las Zarzas,, página 364)

lunes, 6 de agosto de 2012

EL REGRESO DE UN DINOSAURIO. RELEYENDO A ROBBE-GRILLET

Reanudación
Alain Robbe-Grillet
Traducción de Javier Albiñana
Editorial Anagrama, Barcelona, 185 páginas
(LIBROS DE FONDO)

  

   “Aquí, pues, reanudo y resumo”. Con estas escuetas palabras regresó a la literatura Alain Robbe-Grillet (Brest, 1922-Caen 2008) el abanderado del Nouveau roman. Después de veinte años de silencio y con ochenta y seis años, el antiguo compañero en el experimentalismo narrativo de Claude  Simon, Nathalie Sarraute, Marguerite Duras, Michel Butor, Claude Ollier y Robert Pinget publica (año 2001) una sección de sus escritos sobre teoría literaria, Le voyageur y una novela, La Reprise, traducida a los dos años al español por Anagrama, bajo el rótulo, Reanudación. El escritor confesó en su momento que durante los años anteriores había escrito otras novelas, pero al no llamarlas así, la crítica ha podido hablar de su silencio narrativo. Lo que sí parece indudable es que título, tema y esa primera frase que abre la novela, suponen una reanudación de su primera ficción, Las gomas, que se presentaba también como literatura de género y recogía sus obsesiones: el erotismo protagonizado por nínfulas, el fetichismo, el tema del doble y la obsesión por un filósofo, Kierkegaard, con el que se identifica con frecuencia, aunque reconozca, entre explosiones de humor, que el pensador estaba “aun más loco que yo”. Sin embargo, lo cierto fue que Robbe-Grillet falleció sin editar ninguna otra obra.
   El regreso de Robbe-Grillet fue sin duda alguna una buena noticia para los amantes de la literatura francesa. Tal como en su día afirmó Nelly Kaprièlian (Les Inrockuptibles), leer en la actualidad a Alain Robbe-Grillet y de forma especial esta novela, no es nada más ni nada menos que leer a Robbe-Grillet al cuadrado.
   La historia le ha dado la razón a aquel jovenzuelo que un día llevó una de sus primeras novelas a Gaston Gallimard y el gran editor francés no se atrevió a publicar aquella obra tan rara y experimental. En aquel momento, Robbe-Grillet, en vez de amilanarse, pronosticó: “Seré leído en el futuro”·. Pero las producciones del fundador de aquel movimiento literario, provocador y duro de digerir llamado Nouveau roman han sido más citadas y comentadas que leídas. De ahí la sorpresa del escritor al comprobar que ese juego literario titulado Reanudación ha vendido en Francia más de 40.000 ejemplares. El mismo escritor se encarga de explicarnos las razones: “Sencillo, Samuel Beckett ha muerto, Marguerite Duras ha muerto, también Nathalie Sarraute y Maurice Blanchot. Y de repente reaparezco yo. Soy un dinosaurio, sí, pero todavía estoy bastante bien”.
   El patriarca del  Nouveau roman es un escritor pertinaz y en este último libro tomó prestados muchos elementos de sus anteriores escritos y de sus películas. Encontraremos rastros, huellas y marcas, también algunos guiños, de El mirón, Las gomas o La celosía, así como del guión de la película El año pasado en Marienbad. Pero todos estos elementos aparecen ahora combinados de una forma diferente y novedosa.
   Hablando de si mismo, emplea Robbe-Grillet el mismo tono provocador y ajeno a toda modestia que siempre le caracterizó. Así reconoce que fue célebre antes de ser leído. Y en relación con el Nouveau roman, por él impulsado en los años cincuenta, acepta que no fue una revolución, como entonces se dijo, puesto que ya todo estaba en Kafka, en Faulkner o en Joyce: “Hubiera sido suficiente leer a Sartre y a Camus para contemplarnos sin pizca de asombro”. En efecto, lo que pretende Robbe-Grillet y sus camaradas de vanguardia fue, no tanto una ruptura como una purgación de la novela tradicional. Una atrevida voluntad de renovación formal y una apuesta por el lenguaje, por su capacidad para representar la realidad. Como muestra, esos romances hechos de puras descripciones de apariencias, de objetos obsesivos y despoblados. Un mundo de objetos, “duros, inalterables que se encuentra ahí desde siempre y se burla de su propio sentido”.
   El resultado es una escritura cimentada en la aridez y en el intelectualismo de sus procedimientos que con frecuencia hizo imposible la lectura de sus productos. Es el arte narrativo que renuncia a los grandes discursos y que, al cabo de unos años, desemboca en la posmodernidad que nos impedirá vislumbrar horizontes estéticos o axiológicos. Son esos libros escritos sobre la nada, obsesión en la que porfiaron los autores del Nouveau roman, rasgando las estructuras narrativas tradicionales (tiempo, espacio, personajes…) que ahora quedarán fuera de la circulación. Ya no existen narradores omniscientes, dejan de importar los contenidos para proyectar la escritura dentro de su propio movimiento. Los críticos estructuralistas de la época (Gérard Genette, Roland Barthes) apoyaron y enaltecieron esta forma de novelar, ya que en estos libros, encerrados en si mismos y autosuficientes, encontraban el objeto apropiado para sus investigaciones.
   Más tarde Robbe-Grillet seguirá otros derroteros. A través de los mismos y sin renunciar nunca a los dogmas del Nouveau roman, buscará la desmitificación de los géneros de la ficción tradicional, echando mano para ello de motivos de la literatura popular (La casa de citas, Proyecto para una revolución en Nueva York, Topología de una ciudad fantasma).
   La Reprise es una novela, hecho novedoso, porque Robbe-Grillet no se acercaba al género desde 1981,  a pesar de la trilogía Romanesques (Novelescas), escrita entre 1985 y 1994. El título de la novela no resulta de fácil traducción y solamente una cita introductoria de Kierkegaard nos pone en la pista de lo que se trata: “Reanudación y recuerdo son un mismo movimiento, pero en direcciones opuestas; porque lo que uno vuelve  a recordar ha ocurrido: así pues, se trata de una repetición que vuelve hacia atrás; mientras que la reanudación propiamente dicha sería un recuerdo que vuelve hacia delante”.
   La novela, una historia de espionaje en la que nada es lo que parece, nos sumerge en la ciudad de Berlín a finales del año 1949. Un agente, al que solamente conoceremos por sus iniciales, llega a la antigua capital en ruinas y a la que se siente ligado por difusos recuerdos de infancia. Desconoce cuál es su misión y el sentido de la misma. Sus jefes únicamente le han proporcionado los elementos indispensables para ejecutarla. Y debe obedecer ciegamente, cosa que hará sin dudarlo.
   Sin embargo La Reprise está lejos de ser una novela policíaca o de espionaje. Lo que el lector halla en estas páginas del romance son las obsesiones que desde siempre atormentaron al escritor: el tema de la duplicidad, el incesto, el de la gemelidad, el de la ceguera y un cierto erotismo sádico que alimenta la imaginación de sus personajes. La Reprise no es una novela apta para los partidarios del sentido y de la representación, para los entusiastas de la legibilidad fácil y lineal, pues, aunque la fabulación se encuentra repleta de tópicos cotidianos, estos funcionan únicamente como tales: como estereotipos a los que el autor priva intencionadamente de cualquier capacidad representadora de la realidad ajena a ellos mismo. Y todo su sentido y coherencia lo reciben de la arquitectura y de la lógica del relato y de la forma en la que se articulan los diferentes fragmentos del texto. Así pues, un regreso menos novedoso de lo que cabría esperar.

Francisco Martínez Bouzas



Alain Robbe-Grillet

Fragmento

“Saliendo por fin de su ensoñación (¿transcurrido qué lapso de tiempo?), el viajero dirige de nuevo sus miradas hacia la señora…Comprueba con sorpresa que el sillón en el que ésta se hallaba sentada está vacío. Y, volviéndose de derecha  a izquierda, tampoco la descubre en ningún punto de la amplia habitación. A lo que parece, la anfitriona ha abandonado el salón con sus muñecas eróticas y ha dejado allí a su visitante sin que éste percibiera el menor ruido de pasos, ni crujido de parque, ni rechinar de puerta. ¿Por qué ha salido de repente a hurtadillas? ¿Ha corrido a anunciarle a Pirre Garin que el ave migratoria se encontraba atrapada en las mallas de su red? ¿Se han  presentado ya agentes del SAD en la casa en cuyo piso superior se está produciendo un inquietante barullo. Pero en este preciso momento la huidiza viuda de verdes ojos, suavizados por falaces languideces, realiza su discreta entrada por alguna salida indiscernible del salón-tienda. Situada en profundidades tan sombrías que la joven parece surgir de las tinieblas, sosteniendo con precaución un platito en el que reposa una taza demasiado llena, cuyo contenido procura que no se desborde. Al tiempo que controla con el rabillo del ojo el nivel del líquido, se acerca con ingrávidos pasos de bailarina, diciendo:
-Le he preparado un café, señor Wallon, bien cargado a la italiana…Es un poco amargo, pero dudo que haya bebido usted alguno tan aceptable en la zona comunista…”

(Alain Robbe-Grillet, Reanudación,  página 71)