miércoles, 3 de febrero de 2021

"LA TERNERA": EL DESAMPARO DE LA NIÑA VIOLADA

La ternera

Aurora Freijo Corbeira

Editorial Anagrama, Barcelona, 2021, 122 páginas.

 

    

   

   La breve sinopsis que de esta novela nos ofrece Anagrama, hiela la sangre: “Un solo gestó bastó para hacer de ella una ternera”. Aurora Freijo Corbeira, especializada en filosofía, y autora de tres libros, uno de ellos sobre Pasolini, con una contención digna de elogio, relata en esta novela la historia de los abusos de la que fue víctima una niña menor. Y lo hace con potente fuerza literaria, reflejando, por ejemplo el espantoso abismo que se refleja en los “ojos de mar” de la menor. El dolor, la vergüenza, la culpa, el silencio hacen de La ternera un libro quizás incómodo pero necesario. Un libro con el que la autora debuta en la más cruda ficción que el lector pueda imaginar. Un mosaico narrativo hecho como si fueran estampas poéticas. Un libro pues con una estructura muy  fragmentada, pero que a pesar de ello, comprendemos de lo que nos habla: de esa carne inocente violada de la forma más despiadada y violenta.

   Esta novela o conjunto de relatos, tan poética como dura, tiene al abuso de los menores aparentemente como hilo conductor. Es más, el abuso vertebra la narración porque La ternera narra, de forma fragmentaria, la historia de una niña de cinco años que sufre abusos sexuales, pero más grave todavía que esta aberrante y desalmada violación, es el aislamiento, la soledad en la que queda sumergida la víctima y que emplea como defensa. Y aunque no es una novela escrita desde su propia experiencia, la autora admite que en el libro hay una cierta vivencia autobiográfica del abuso que, no obstante, no emplea como ejercicio catártico.

   Para leer La ternera debemos partir del hecho de que la violencia y el abuso infantil son fenómenos que no solo se producen en la familia o en la escuela. El bulling cobra cada día más fuerza y el surgimiento del cyberbulling lo hace aún más peligroso y más cotidiano. Quizás nos produce espanto cuando nos enteramos de esos abusos sexuales a menores, pero apenas hacemos otra cosa que lamentarnos.

   En el texto de Aurora Freijo no hay nombres propios, ni referencias espacio temporales -algo se menciona en la parte final sobre alguna zona de Galicia-, porque lo que verdaderamente le interesa a la autora es que nos situemos en el baño del encierros y olamos la carne sacrificada, el sexo brutal y despiadado y nos sintamos afectados por el frío que siente esa niña mancillada, aunque también nosotros nos asfixiemos anta tanta intemperie.

   Nadie repara en la niña víctima del abuso sexual (“Puede volver a casa con la falda al revés y nadie repara en ello”). El padre en el que confía, nada sabe de sus cazadores. Y su madre que amorosamente le llama liebre, ignora que su liebre había sido cazada en las perneras de un pantalón. Y ella sola, sufriendo el horror, callada como un gorrión que no canta y como si un silencio de agua la persiguiese. Solamente el violador es el dueño de su soledad. Y ella despiezada, “como pasada por el matadero”, cada vez que el violador la lleva allí.

    

                            

                                   Aurora Freijo Corbeira

    Por eso le cuesta mucho entender que la carne se coma, porque ella también es carne, carne de ternera. Ningún dios retiró la mano violadora donde él la ponía. Y así, sola, en inaudita soledad, y respirando desamparo, la niña víctima soporta los brutales atropellos en su pequeño cuerpo. Solo tendrá presente que es una presa, carne de presa para ser palpada por unos dedos inmundos. Y sin llorar ni una sola vez cuando profanaban su carne. En la misma escritora se produce un extrañamiento: “No se sabe cómo cabe tanto asco en un cuerpo tan frágil”.

   Un libro ciertamente espeluznante, pero no tanto porque sea narrativa sobre abusos sexuales, aunque ellos sean el motor de la novela. Lo aterrador de una trama fragmentada, escrita con un estilo descarnado, pero no exento de altura, incluso lírica, es el inmenso desamparo, la soledad desértica en la que se halla la víctima, una niña de cinco años que no puede escapar de su agresor, y cuya única respuesta es el silencio. Aurora Freijo Corbeira cuenta el dolor de forma poética y a la vez rebosante de simbolismo. De forma fría, intensa, mas preñada de contención y lirismo.

 

Francisco Martínez Bouzas

 

lunes, 1 de febrero de 2021

"MAPOCHO": CUANDO LA MUERTE NO SE ACABA NUNCA

Mapocho

Nona Fernández

Editorial Minúscula, Barcelona, 237 páginas.

 

   

 

   Nona Fernández (Santiago de Chile, 1971) es una actriz y escritora con amplia experiencia en campo narrativo, tanto en ficción de formato largo como corto, con la que ha hecho méritos para ganar numerosos premios de la literatura chilena. En Mapocho, confiesa la autora, intenta romper el hechizo del que habla en el epílogo: “vagamos condenados de un siempre a un siempre” recogiendo toda la mugre y los cuerpos sin vida que  arrastra  el rio. La acertada intuición de Valeria Bergalli, editora de Minúscula,  nos permite leer en España este libro, una verdadera colección de belleza y de espanto.

   Anoto de entrada para que el lector no se pierda que Mapocho es un río, un río que desde los Andes atraviesa la ciudad de  Santiago de Chile, llevando consigo toda la mugre y deshechos de la ciudad, hasta desembocar en otro río -el río Maipo- que los arrastra hasta el Océano. El río Mapocho, en la descripción que de él hace la autora, es un río hediondo, está lleno de caca y muerte.

   En una escueta e incompleta sinopsis se puede decir que la trama de la novela es la historia de una familia, de una ciudad y de un río. Pero también se puede afirmar que Mapocho es una metáfora de la historia de Chile, sobre todo de su cara oculta, la de las voces silenciadas, de vidas y muertes olvidadas hasta por la Virgen que vino de Francia. Mapocho hace pues de altavoz de esos muertos que pronto caerán en el olvido. En ese río hediondo hallaremos sus voces.

   El libro fue publicado por primera vez en el año 2002; la autora había comenzado su escritura a los diez años de la llegada de la democracia. Y reitero lo ya dicho: es una metáfora de las heridas jamás cicatrizadas de la sociedad chilena. “Eso duele, sigue doliendo si no lo observamos, si no lo limpiamos va a doler y sigue doliendo, pataleando de vez en cuando”, en palabras de la propia autora. Y  esas heridas, a esa cartografía urbana llena de mugre y de muerte y que vemos cada día, y sin embargo no observamos, viene reflejada en Mapocho. Una gran herida abierta en la ciudad.

   En el inicio de la escritura de la novela, la autora solamente pensaba contar la historia de tres muertos, visualizados en una fotografía. Pero fue esa imagen la que la empujó a hacer un rastreo de esas tres personas, y eso mismo la forzó a investigar sobre los muertos que habían “navegado” por el río, y que no solo eran monopolio de la dictadura, sino parte de la historia de la ciudad desde sus orígenes..

   Esta novela que en buena medida da la vuelta a los relatos  de la historia oficial, está estructurada en cuatro pates: “Cabezas y ombligos”, “Diablos y muertos”, “Padres y guachos”, “La Rucia y el Indio”. De su dureza da fe la frase inicial: “Nací maldita. Desde la concha de mi madre hasta el cajón en el que ahora descanso”. En la trama nos encontramos en efecto con La Rucia, con el padre desaparecido cuando ella y El Indio eran dos pendejos y la madre convertida en cenizas. Vuelve a Santiago porque precisa encontrase con su hermano, El  Indio, para liberarse del tormento de una relación  incestuosa. Busca en su barrio para contar lo poco que recuerda. Pero algo le resuena de Santiago, una ciudad infernal y sobrecogedora. También surge en su memoria la imagen del río Mapocho, pero le cuesta recordar. Y lo que recuerda es la historia de Chile y las múltiples venganzas cobradas desde los conquistadores, desde Pedro de Valdivia amputando cabezas aborígenes y entre ellas la del caudillo mapuche  Toqui Lautaro.

   También recuerda la esclavitud, los esclavos que construyeron uno de los puentes, un historiador suicida y un padre ausente, poblaciones abrasadas por los militares, y pichangas fulminados a tiros, toda la sangre derramada que está en el meollo de la historia chilena: los encerrados en los estadios durante el fascismo pinochetista. Mientras tanto La Rucia divisa muertos arrastrados por el río, entre neumáticos, ramas, inmundicia, mierda, transgresiones sexuales. Y El Indio que se dejó llevar por el Mapocho entre sus aguas podridas.

   La Rucia, con la fijación en su ombligo porque El Indio dice que ese ombligo le habla. Pero en la novela hay mucho más: hay incesto con los hijos, incesto igualmente de La Rucia con su hermano que gime de placer y le pone la piel de gallina. Y mientras tanto en el Mapocho siguen flotando los muertos. Los milicos del fascismo que se llevan al padre y no volverá a aparecer.

   Y así prosigue la historia de La Rucia y su hermano el Indio, quizás personificaciones de una ciudad y un río mugriento y maloliente, que la atraviesa y aterroriza no solo por la sordidez sino por la violencia desde la Conquista hasta nuestros días.

   La novela, como se ha escrito, es una especie de agujero negro que todo lo engulle: a los personajes, a la mierda de la ciudad y a las más escalofriantes transgresiones sexuales.

   Es aconsejable leer el epílogo que escribe la autora porque allí confiesa que quiso seguir la hebra de tres muertos y se encontró con muchos otros que el río arrastra. Todo ello desde que Pedro de Valdivia fundara Santiago. Nona Fernández vio cuerpos  reflejados en el río Mapocho que eran el reflejo de otros y estos a su vez lo eran de otros anteriores y estos de otros aún más anteriores. Un río pues que irradia lo peor de esa tendencia del homo sapiens sapiens de aniquilar a sus congéneres. El Mapocho arrastra o retiene a todos los muertos del hechizo de la Historia chilena.

    

                               

                                       Nona Fernández

 

   Quisiera poner fin al  reflejo hediondo de las aguas del Mapocho valorando algunos aspectos de la novela. En primer lugar la narración de Nona Fernández  rechaza la concepción judeocristiana de un tiempo lineal y opta por un tiempo cíclico. El suyo pretende ser un relato cíclico y en mi opinión lo consigue. Escribe sobe el sexo, sobre el sexo incluso incestuoso, pero sin aspavientos, con una delicadeza a veces camuflada, pero siempre delicada. La novela, a pesar de ciertas digresiones,  avanza con un ritmo rápido y ese ritmo es un aliciente más para resignificar la cartografía urbana de Santiago, con el Mapocho como la gran herida abierta en medio de la ciudad. La tonalidad, a veces épica de la novela, alegórica con frecuencia, contribuye a darle profundidad al relato. ¿No hay acaso épica en la leyenda de los que cabalgan descabezados por el centro de la ciudad, suturada con las biografías oficiales? Aludo por último al estilo de la prosa: un libro escrito en el español de Chile, con el  lenguaje coloquial y plagado de chilenismos que contribuyen a enriquecer el texto y a darle veracidad.

   Esto es en síntesis Mapocho, la trama de una ciudad y un río donde la muerte no se acaba nunca y donde el río hace de barquero de Caronte hediondo para transportar  a tantos muertos  al mar. Si en la mitología era el río Aqueronte, en la historia de Santiago de Chile es el Mapocho.

 

Francisco Martínez Bouzas

 

domingo, 31 de enero de 2021

LA GENERACIÓN DERROTADA

Los viejos amigos

Rafael Chirbes

Editorial Anagrama, Barcelona, 221 páginas

(Libros de siempre)

   

 

   Rafael Chirbes (Tabernes de Valldigna, 1949 – Valencia, 1915). Es uno de los grandes narradores de la literatura española en el siglo actual, y con un éxito muy notable en varios países europeos, especialmente en Alemania. Sin embargo no se prodigó en demasía en publicar. Diez son los títulos que componen su aportación a la novela española. Algunos tan relevantes como Crematorio (2007), Premio de la Crítica en narrativa castellana, o En la orilla (2013), igualmente Premio  de la Crítica en narrativa castellana y Premio Nacional de Literatura.

   Pero con anterioridad a esas extraordinarias novelas había publicado otras, entre ellas, Los viejos amigos que prolonga y a la vez cierra un ambicioso proyecto narrativo que Rafael Chirbes iniciara con La larga marcha y La caída de Madrid.   Un proyecto que el autor nos presenta como un espejo de la época franquista y de todas sus innumerables secuelas generadas sobre todo en el interior de las personas.

   En esta novela coral, el escritor escudriña atentamente la  “generación derrotada”: aquella juventud que hace más de treinta años soñó con cambiar el mundo, y lo único que obtuvo fue un aplazamiento. O lo que aún es peor, el desgaste definitivo de sus utopías.

   Para ello, las páginas de la novela convocan a una cena a cuatro  viejos camaradas, unidos un día ya lejano por el confuso proyecto de hacer la revolución, para repasar y repensar sus vidas habitadas por el vacío.

    

                                     Rafael Chirbes

 

   Escrita sin complacencias y sin preocuparse de los que le acusan de hacer un flaco favor a la izquierda, Los viejos amigos puede ser considerada como una novela sobre el desengaño, elaborada con   gran lucidez, radicalidad e innegables perspectivas críticas. Por algo se ha afirmado que la sintaxis narrativa de Rafael Chirbes y el estilo de su prosa enlazan con la ècriture blanche de Roland Barthes. En cualquier caso, Los viejos amigos  es otra muestra paradigmática de literatura intimista que novela historias privadas, los recuerdos y la memoria que persiguen e identifican a sus personajes, percibidos desde una escritura de naturaleza fragmentaria.

 

Francisco Martínez Bouzas

 

sábado, 23 de enero de 2021

ULISES, "UN OPUS MAGNUM"



 

Ulises

James Joyce

Traducción de José María Valverde Pacheco

Editorial Lumen, Barcelona, 2010, 952 paginas

(Libros de siempre)

   

 

  Ulises (1922)  es para muchos críticos y estudiosos la mejor novela en lengua inglesa del pasado siglo XX. Y seguramente la más discutida, objeto de controversias, y la que más ha influido en la modernidad literaria. Este libro, que en una primera visual parece caótico y desestructurado, del que su mismo autor afirmó que introduciría en el texto tantos enigmas y quiebra cabezas que los críticos estarían ocupados durante siglos, discutiendo sobre el mismo, es sin duda la cumbre de la revolución que la narrativa europea experimentó en las primeras décadas del siglo XX.

   Escritores como Marcel Proust, Franz Kafka o Virginia Woolf son protagonistas sumamente destacados de ese período, ya que ampliaron de una forma radical  las posibilidades de la novela contemporánea. La reconstrucción minuciosa de una vida, el absurdo como respuesta a la deshumanización de la sociedad, la atención a las más insignificantes sensaciones, el profundizar en la vida interior y su representación caótica comenzaron, gracias e estos escritores y escritoras, a tener cabida en la novela contemporánea.

   Pero si el interés del lector es elegir una sola obra y  un solo autor emblemático que interprete de forma rigurosa y  cabal la ruptura con la novela decimonónica, esa sería sin ninguna duda el Ulises y James Joyce el autor escogido.   Según José María Valverde, uno de los  traductores de la novela al español, el Dublin de Joyce es equiparable al Londres de Dickens o al París de Balzac.

   Entre las características más importantes de este opus magnum es preciso destacar de forma especial, la consagración de lo que el mismo Joyce llamó “parole intérieure”, el monólogo interior - “stream of consciiouness”-. Según William James, la expresión del pensamiento de  cada personaje como si hubiese sido grabado en directo en todo el libro que se aprecia en todo el libro, pero de forma especial en el epílogo de la novela, en el conocido monólogo de Molly Bloom que reproduce ese río de pensamiento que fluye libre y sin barreras, monologando sobre temas muy diversos y sobre un amplio abanico de superficialidades  cotidianas.

   

                                   

                                      James Joyce

 

 Mas ese día en la vida de Leopold Bloom, un odiseo contemporáneo, que el 16  de junio de 1904 recorre su Dublin natal, y el de otros dos personajes, su mujer Molly y el joven Stephen Dedalus subvirtiendo de forma antiheroica  las materias típicas homéricas, encierra muchas otras claves que convierten la obra en la más influyente del pasado siglo, en opinión de los analistas que la  apoyaron.

   Entre sus méritos:  el simbolismo épico, la atmósfera naturalista con la que el autor retrata la ciudad de Dublín, la acuidad  con la que hace surgir algo hermoso desde las tinieblas de la sordidez, haciendo al mismo tiempo que confluyan, colidan y, casi como en un bucle, remitan unas a otras o se rechacen. Un mundo de acontecimientos múltiples desde Homero  a los procesos psíquicos o a la liturgia católica, como mantiene Umberto Eco. O el papel protagónico del lenguaje neutral que  que podamos convivir interiormente con seres mediocres. Ulises, como escribe José María Valverde escandalizó más que por las pequeñas obscenidades, por el hecho de que en las líneas de este libro nos reconocemos todos como pobres seres, siempre hablantes por dentro o por fuera.

 

Francisco Martínez Bouzas