miércoles, 1 de septiembre de 2021

LA CONCISA CUCHILLADA

Parricidio

María Elena Lorenzin

Editorial Asterión, Santiago de Chile, 2018, 73 páginas

 

    

 Desde Adelaide, en las antípodas australianas, me llega esta colectánea  de cincuenta microrrelatos de la autoría de la escritora argentina, María Elena Lorenzin, profesora hasta su jubilación en la Universidad de Flinders. Su segunda aportación en solitario al microcuento, una singular e irrepetible singladura en esta magia de verdad emboscada en el hechizo de la minificción.

   La autora, con varias obras y premios en su haber, supera con creces la prueba del algodón de la minificción: las pequeñas ficciones, un texto que contiene una historia, un elemento narrativo en muy pocas líneas, siendo capaz de mantener el aliento y fabricando con facilidad, pero no sin esfuerzo, decenas  de historias, acompañadas de frases geniales.

   El libro es un mosaico híbrido de prosas de temática variada, distinta gestura, pero cimentadas en una verdadera estética. La cita inicial de Robert Musil (“No me interesa la explicación de los acontecimientos reales. Me interesa el momento imaginativo, quiero decir, lo fantasmal de los acontecimientos”) nos coloca en la pista del predominio de la ficción en estas cincuenta prosas, aunque alguna, como tal la que rotula el libro (“Parricidio”) se fundamenten en elementos biográficos y en sucesos vitales que llegaron a la autora, como advierte en el prólogo  Ángela Romero Astvaldsson.

   La autora articula en Parricidio cincuenta microficciones. El inicio es “Parricidio”, el retrato de un aspecto denigratorio de la condición humana, un microrrelato tan brutal como el hombre de barriga gruesa, que cuando finalmente logra engendrar una hembra, se olvidó del parentesco. Ese fue el parricidio, y al igual como el que abre el libro, la mayoría de los relatos: pequeñas ficciones, quizás algunas vividas directa o indirectamente, en la que la violencia hace acto de presencia en casi todas ellas.

   Múltiples relatos violentos, una denuncia en pocas líneas contra las penalidades y atrocidades cometidas contra las mujeres, sean santas o putas: asesinatos, moratones, narices reventadas, el relato dramático de un feminicidio cometido en la cárcel, la niña de doce años que cuida a sus hermanitos y sin quererles hacer daño emplea el raticida porque no soporta más. Y frente a todo ello, una prédica indecente sobre “las muchas alegrías que brinda la vida familiar”.

   Es la amalgama que, con no disimulada ironía, es capaz de hacer la autora sobre la brutalidad humana, sobre ese expulsado de los árboles que sabe cazar, la clase dominante, el animal dotado de sinrazón que diría Edgar Morin, que bascula sobre la sabiduría y la demencia, sobre la ubris transformada en violencia en la especie de los homínidos.

   Otros relatos más amables, basados en la capacidad fabuladora de María Elena Lorenzin y en el cultivo de la parodia humorística, en historias de vida que la autora teje con gran habilidad, y que es capaz de cerrar una historia o un momento importante de la vida de una persona, con esos finales en los que salta la sorpresa.

    

 

                                       

                                       María Elena Lorenzin

 

 

   Otras basadas en anécdotas preñadas de humor o de realidad como “Fidelidad”, por señalar un texto. Y con  “Penecidio”, el título lo dice todo, clausura la autora un repaso en breves líneas de la condición humana, con más momentos de dolor y violencia que de alegrías.

  María Elena Lorenzin domina a la perfección la dinámica del microrrelato. Narraciones que se inician y  muchas veces prosiguen como pequeños relatos que a veces semejan intranscendentes, pero que de pronto, en su conclusión salta la sorpresa con la concisa cuchillada del desgarramiento cruel, o con la anécdota fantástica. Y todo teñido de humor e ironía. Conclusión: María Elena Lorenzin es una verdadera experta en la minificción. Desde la brevedad rinde homenaje al idioma común, como ya señalé en otro momento.

 

Francisco Martínez Bouzas

 

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