Arturo
Barea
Edición
y prólogo de Francisco Caudet
Ediciones
Cátedra, Madrid, 2019, 1335 páginas.
Arturo Barea (1897-1957) es uno de los autores primordiales de la
literatura española en el exilio. Sn embargo en Inglaterra fue mejor tratado
que en España, incluso después de la instauración de la democracia. Y en inglés
fueron publicados los tres volúmenes (The
Forge, The Truck y The Clash) que ahora, en edición crítica
de Francisco Caudet nos ofrece Ediciones Cátedra, precedida de una Introducción
de cerca de 400 páginas, de la autoría del mismo Francisco Caudet. Arturo Barea
fue una víctima de la pobreza (su madre enviudó cuando Barea tenía apenas diez
años) y uno de los miles de víctimas del golpe de estado, de la
dictadura franquista y del silencio
que esta impuso.
Publicado con el título general de La forja de un rebelde, Ediciones
Cátedra ofrece en un solo volumen La forja, La ruta y La
llama. Una trilogía fundamental para explorar la vida en España tal como la
vivió el autor antes, durante y después de la Guerra Civil. Un registro hecho
con absoluta sinceridad y honestidad: “El documento más convincente acerca de
la guerra civil” en palabras de Benedetti. Barea fue el más precoz de los
escritores del exilio en reproducir en papel sus experiencias bélicas, con las
emociones todavía aflorando. Arturo Barea trabajó y tejió durante años la
historia e intrahistoria de España a través del mismo personaje: él mismo.
Estamos pues ante un relato autobiográfico repleto de acciones, repartidas en
tres volúmenes, como ya quedó indicado.
Todo comienza en el mundo de su niñez en
Badajoz. Años de infancia transcurridos en la pobreza; el mundo de su madre
Leonor y la beca que le permitió estudiar. Quería ser ingeniero para que su
madre no tuviese que lavar y no fuese criada de nadie. La madre finalmente
emigra a Madrid para sacar adelante a sus cuatro hijos. Y en el río seguirá
lavando ropa.
El primero de los libros de la trilogía
tiene límites y coordenadas temporales y espaciales: en Madrid desde 1907 a
1914: la niñez y la adolescencia del protagonista que se corresponde con la
España de la Restauración y del desencanto. Por Madrid circulaban personajes
populares, sumidos muchos de ellos en la
miseria, lumpen proletariado y una burguesía incipiente. Barea hace un retrato
de esta España costumbrista, sierva de los castizo. Él niño pasa los fines de
semana recluido en la buhardilla
familiar del barrio de Lavapiés, y el resto de la semana en casa de sus tíos,
un matrimonio acomodado. Su educación se desarrolla entre la pobreza y los
ambientes burgueses. Siendo aún muy joven organiza el sindicado de oficinistas
de la UGT.
En el segundo volumen, La ruta, el autor da un
salto de seis años. Ha de hacer un alto en sus trabajos burocráticos para
cumplir con el servicio familiar; es destinado al frente de África como una res
al matadero y allí asiste al desastre a Annual. La ficción se transformó en
pesadilla. Su experiencia militar está narrada con tono antibelicista y lo que
reflejan las páginas de La ruta es el
negocio de la guerra: mandos corruptos que sustraen el dinero de la
alimentación de la tropa. Narra igualmente los hechos convulsos de la España de
entonces, especialmente el pronunciamiento militar de Primo de Rivera.
El tercer volumen se inicia con la
proclamación de la República, el Bienio Negro y las elecciones de febrero de
1936 ganadas por el Frente Popular. Pero Barea encuentra el mismo caciquismo de
la Restauración. Emplea dos escenarios, un pueblo de Toledo y Madrid, para dar cuenta de la idiosincrasia
española y las componendas con las multinacionales. Y desde ambos observatorios
refleja lo que estaba a punto de desencadenarse; la rebelión militar de un
ejército ultraconservador y al servicio de los intereses de la burguesía. La
mayor parte del libro está dedicada a narrar los acontecimientos de la Guerra
Civil, de la que fue testigo privilegiado desde Madrid y Valencia. Fue
instructor de milicias, tarea difícil porque
cada facción partidista se organizaba a su manera, de forma autónoma. Presencia
la impotencia del gobierno ante el caos. Más tarde se encargará de la Oficina
de Prensa ejerciendo de censor de los
despachos de la prensa extranjera. Allí conoce a la que más tarde se convierte
en su mujer, la socialista austriaca Ilsa Kulcsar. La última tarea que
desempeñó en Madrid fue la de locutor de radio, experiencia que repetiría años
más tarde en la BBC.
Barea rechazaba radicalmente que de las acciones bélicas formasen parte
las manifestaciones de violencia gratuita de ambos bandos. Ello motivó su
retiro, primero a Alicante y finalmente a Barcelona, desde donde la tensión
nerviosa ante los horrores de la Guerra, hizo que tomara el camino del exilio.
Primero en París y después en Londres.
Si algo es reseñable en esta amplísima
trilogía es la tensión narrativa que el autor es capaz de sostener en el
conjunto de los tres volúmenes que forman La
forja de un rebelde. Una versión al español
para la austriaca Ilsa Kulcsar. El texto lo quedó suficientemente pulido: las incorrupciones
forman parte de su versión. Esta edición de Cátedra quiere subsanar esas
heridas, los errores de traducción que se conservan en las anteriores ediciones
españolas. Estamos pues ante una edición crítica de un libro que reconstruye un
pasado nefasto del siglo XX que sigue influyendo en nuestro presente.
Francisco
Martínez Bouzas
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