miércoles, 6 de junio de 2018

UN CLÁSICO DE LA FICCIÓN DISTÓPICA


1084

George Orwell

Traducción de Miguel Temprano García

Editorial Debolsillo (Peguin Random House Grupo Editorial) Barcelona, 2018, 352 páginas

(Libros de siempre)



   

    1984, en su versión original en inglés  Nineteen Eighty-Four, fue escrita por Georges Orwell entre 1947 y 1948 y publicada el 8 de junio de 1949. Desde entonces, se ha traducido a numerosos idiomas en los que ha tenido múltiples ediciones hasta convertirse en un clásico de la ficción distópica. Una obra paradigmática en ese intento de inventar el porvenir, la ciudad imaginaria del futuro que traduzca las esperanzas o los miedos de los seres humanos que viven un presente preñado de carencias e imperfecciones. “El delirio de los indigentes -escribía Cioran, crítico cáustico de la civilización occidental- es un creador de acontecimientos…una muchedumbre de seres que quieren otro mundo, aquí abajo y en este instante.”

   Los deseos utópicos, en sus dos vertientes fundamentales (utopías positivas y utopías negativas o distopías) acostumbran a cimentarse exclusivamente en la razón humana, dejando al margen los datos provenientes de la historia, de la economía o de la política. Sin embargo, no es ese el caso de la novela 1984 de Georges Orwell. La odisea de Winston Smith, en un Londres dominado por el Gran Hermano y el partido único, debe de interpretarse como una crítica de todas las dictaduras, si bien las analogías con el comunismo estalinista resultan obvias, sobre todo si tenemos en cuenta la trayectoria vital y política del autor hasta que en 1947 y 1948 escribió esta novela.

   Pero 1984 no solamente es la más famosa y conocida de las distopías o antiutopías, sino también la más depurada y clarificadora, ya que describe con gran claridad lo que es una sociedad opresiva y cerrada sobre sí misma bajo el control de un gobierno totalitario, pero presentándola a los ciudadanos como un ideal deseable e incluso necesario. Lo que, sin embargo, Orwell delinea no son relaciones verdaderamente humanas, sino el monstruo totalitario, en una imagen estremecedora e incluso caricaturesca. Los mismos nombres de los organismos y de las instituciones del régimen totalitario del Gran Hermano dan fe del escalofrío caricaturesco que provocan en los lectores de nuestros días. Ministerio de la verdad, Ministerio de la paz (gestiona los asuntos de la guerra), Policía del pensamiento, Ministerio del amor (organismo encargado de torturar a aquellos que como Winston Smith, no aceptan que el enunciado 2+2=5 es verdadero.)

   Georges Orwel relata el control total del individuo y la historia trágica y aparentemente emancipadora de Winston Smith y Julia, a través de un relato de lavado de cerebros, educación totalitaria de la juventud, empleo de la psicología y del lenguaje, substitución del amor entre las parejas por el amor hacia el Gran Hermano, único sentimiento afectivo tolerado por el régimen.

   La obra de Orwell continúa una tradición narrativa cuyos antecedentes más claros y notorios son las novelas Nosotros de Yevgueni Zamiatin, Un mundo feliz de Aldos Husley y  Darkness at noon de Arthur Koestler. Así mismo es preciso reconocer que 1984 ejerció fuertes influencias literarias y cinematográficas en el mundo de la cultura posterior.

   
                                                 
Cartel de la versión cinematográfica de 1984 estrenada en 1956
   

 Pero lo más preocupante es que la novela transciende el ámbito puramente literario y podemos hallar huellas de 1984 en la vida cotidiana. La conclusión más extendida cuando se cumplió la fecha de 1984, es que Orwell había fracasado como profeta: el Gran Hermano no gobernaba el planeta. Pero Orwell nunca pretendió ser un vaticinador sino un escritor que, si algo pretendía, era concienciar. Y lo que parece evidente es que las actitudes descritas por Orwell no se evaporaron. Hoy en día, ni tan siquiera es preciso apelar a la represión para mantener la cohesión social. Una dictadura como la que Orwell describe, no es viable en las sociedades capitalistas liberales. Pero existen mecanismos mucho más sutiles y peligrosos para tiranizar a la ciudadanía como es el control de los derechos civiles. Existen mecanismos, formalmente democráticos y constitucionales mediante los que los ciudadanos cedemos parte de nuestra soberanía al estado para proteger, por ejemplo, nuestra seguridad. Modelos de sometimiento semejantes a los descritos en 1984, pero revestidos de apariencias mucho más humanas e incluso “deseables” y que, sin embargo, nos quieren libres viviendo en la esclavitud, uno de los lemas del Partido único e ubicuo del Gran Hermano. He aquí pues la vigencia de Orwell y la necesidad de no olvidarnos de este clásico de la ficción utópica negativa.








Georges Orwell




Fragmentos



"No habrá lealtad; no existirá más fidelidad que la que se debe al Partido, ni más amor que el amor al Gran Hermano. No habrá risa, excepto la risa triunfal cuando se derrota a un enemigo. No habrá arte, ni literatura, ni ciencia. No habrá ya distinción entre la belleza y la fealdad. Todos los placeres serán destruidos. Pero siempre, no lo olvides, Winston, siempre habrá el afán de poder, la sed de dominio, que aumentará constantemente y se hará cada vez más sutil. Siempre existirá la emoción de la victoria, la sensación de pisotear a un enemigo indefenso. Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro. figúrate una bota aplastando un rostro humano... incesantemente."



…..



"-Nosotros, Winston, controlamos la vida en todos sus niveles. Te figuras que existe algo llamado la naturaleza humana, que se irritará por lo que hacemos y se volverá contra nosotros. Pero no olvides que nosotros creamos la naturaleza humana. Los hombres son infinitamente maleables. O quizás hayas vuelto a tu antigua idea de que los proletarios o los esclavos se levantarán contra nosotros y nos derribarán. Desecha esa idea. Están indefensos, como animales. La Humanidad es el Partido. Los otros están fuera, son insignificantes."



…..



"Los hechos no podían ser ocultados, se los exprimían a uno con la tortura o les seguían la pista con los interrogatorios. Pero si la finalidad que uno se proponía no era salvar la vida sino haber sido humanos hasta el final, ¿qué importaba todo aquello? Los sentimientos no podían cambiarlos; es más, ni uno mismo podría suprimirlos. Sin duda, podrían saber hasta el más pequeño detalle de todo lo que uno hubiera hecho, dicho o pensado; pero el fondo del corazón, cuyo contenido era un misterio incluso para su dueño, se mantendría siempre inexpugnable."



(Georges Orwell, 1984)
  

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