Isabel Garzo
Prólogo de Gustavo Martín Garzo
Editorial Pie de Página, Madrid, 2016, 190 páginas.
Cimentándola en un buen hacer
narrativo, con una arquitectura tripartita y con erratas colocadas
estratégicamente, según se nos advierte en el paratexto, Isabel Garzo nos
regala su segunda novela que, en palabras del prologuista, rinde un generoso
tributo a las bodas misteriosas entre sueño y realidad, entre el amor y la
muerte. Una novela de difícil catalogación y registro, que no ofrece demasiadas
facilidades a la hora de definirla, pero que, si en algún subgénero narrativo
puede ser encuadrada, es en la literatura intimista. La literatura intimista no
es esclava de cuestiones semánticas; y es por ello penetrantemente narrativa; pone su foco de atención en los problemas
existenciales, en asuntos íntimos, familiares, en las oscilaciones y estados
del ánimo humano, en los sentimientos y emociones. Justifico esta taxonomía
porque, en esta novela, Isabel Garzo se encuentra a años luz de las actitudes
retóricas, tanto en la forma como en el contenido. Huye así mismo de los tonos
ampulosos, no ensalza a seres excepcionales, ni canta gestas heroicas, sino que
privilegia las representaciones de la vida diaria, y lo hace frecuentemente con
un estilo evanecido y en buena medida casi difuminado. La representación de la
realidad no es concluyentemente objetiva, sino que nos llega reinterpretada a
la luz del mundo interior de los personajes, filtrada a través de sus
recuerdos, emociones y estados de ánimo.
Mas nada de lo dicho significa que Los seres infrecuentes carezca de trama
argumental. En la novela conviven tres hilos narrativos que no corren
simplemente paralelos. Al contrario, se retroalimentan entre sí, o mejor dicho,
los dos secundarios sustentan y suministran sentido al principal: la historia
cuyo protagonista es Brais, un personaje que, en compañía de su esposa Elena y
de su hijo Jesús, nacido con una malformación cardíaca, vive en Madrid, estrechamente
unidos a su abuelo, un gallego de A
Costa da Morte que enviudó al poco tiempo de casarse y se responsabiliza de su
único hijo, el padre de Brais, al que este no alcanzó a conocer, pues, tanto él
como la madre supuestamente fallecieron jóvenes, con Brais apenas de tres años.
Tras un viaje a Rumanía para adoptar a una
niña, Mirela, la familia efectuará un desplazamiento transcendental a Galicia,
a la aldea natal de Ézaro, donde Brais se enfrentará con sus verdaderos
orígenes y descubrirá los insospechados giros que da la vida y que no revelaré
en esta reseña ya que en ellos reside toda la magia de esta novela, un
verdadero tirabuzón, tal como la define el principal protagonista; y no exenta
de intriga.
Y a la par, los otros hilos argumentales: la
fábula “Ciudad de Lis” que le contó el abuelo a Brais, un regalo que incluía el
permiso para hacer de su vida un cuento sin avergonzarse, ser él mismo,
atreverse a elegir a Elena y convencerse de que no existen reglas que valgan
para todos. Y la historia de “La pareja de cuento” que tiene gran
incidencia en la trama principal: cuando
al marido le importa más su honor que la intimidad con la esposa porque el hijo
que ella acaba de parir no se parece en nada
a él y concluye que su mujer le ha sido infiel. Mas los giros y golpes
de efecto de los que se nutre la novela, harán que el lector se lleve una
indiscutible sorpresa y que la verdadera pareja de cuento sea realmente otra:
la formada por la bella joven y el padre de Brais, no el esposo rico con el que
aquella se vio obligada a casarse.
En Los
seres infrecuentes todo nos llega filtrado a través de los ojos y de la voz
del principal protagonista. Los escasos personajes que intervienen en la triple
trama son actantes secundarios, a excepción de la figura del abuelo y de la
anciana Ingrid, la meiga de Ézaro. Los otros forman la familia o el entorno de
Brais. Personajes cercanos y muy naturales, cualidades que comparten con Brais
que no solo es la voz narrativa en su propia historia, sino el referente en
buena parte de las otras dos. Brais, como personaje, evoluciona conforma avanza
la historia, y llena el texto con agudas reflexiones: la incidencia de los
demás en la propia vida, el
cuestionamiento de la existencia, los caprichos del destino, el determinismo de
las relaciones familiares y la importancia así mismo de otras que son
aleatorias y que vamos construyendo día
a día. Se trata de la relación con los seres infrecuentes con los que nos
cruzamos en la vida y que también influyen en nuestras decisiones hasta el
punto de poder revolucionar nuestra existencia.
Acertadas, en mi opinión, varias de las
estrategias compositivas que emplea la autora. En especial, el hecho de prestar
atención a los pequeños detalles que ayudan, sin embargo, a entender el sentido
de la narración. Cobra así mismo un importante valor el factor sorpresa que
aligera y hace más soportable una narración centrada sobre todo en el mundo
interior de los personajes.
Cascada de Ézaro donde el Río Xallas se funde con el Atlántico |
Pocas descripciones de ambientes y espacios,
con una notable excepción: el retrato que la autora hace de Ézaro en A Costa da
Morte, desvelada con ajustadas pinceladas. Estilo lento, parsimonioso, mas muy
envolvente, para hacernos degustar historias aparentemente sencillas pero
profundamente vitales e intimistas. Novela con intensos sabores gallegos; se
nos habla de meigas, de Ézaro, del río
Xallas, el principal protagonista lleva un nombre gallego… Desconozco si el
empleo del topónimo “La Coruña”, para referirse a la ciudad gallega, es una de
esas erratas colocadas estratégicamente. Mas, sea como fuere, quiero dejar constancia
de que el nombre correcto y normativo de la capital herculina, tanto en gallego
como en español, es “A Coruña”. La
disputa “A Coruña / La Coruña” fue un debate, hoy felizmente superado.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Muchas
veces después de aquello, sobre todo en los momentos más felices de mi vida,
imaginaba todo lo que no tendría si esa operación hubiera salido mal. Había
visto muchas películas en las que parejas que se amaban se separaban porque no
podían sobrellevar la pérdida de un hijo. Había leído libros de personas que se
veían inmersas en la indigencia de la noche a la mañana tras sufrir algo así y
decidir que ya no tenían fuerzas para nada.
Supongo
que, al fin y al cabo, aquel momento de la operación y el que ahora enfrentaba
en Constanza eran bastante
parecidos en cuanto a que,
salieran como salieran, marcarían un antes y un después en mi vida. De ahí que
lo recordara justo ese día, frente a la cinta transportadora de equipajes. La
vida fluye en un juego de paralelismos, de actos, momentos y personas
conectados por un engranaje de hilo, momentos y personas conectados por un
engranaje de hilo invisible que no entendemos. Solo de vez en cuando, gracias a
un rayo de luz que se extravía, que seguramente no debería estar ahí,
vislumbramos uno de esos hilos. Entendemos, por un momento, la conexión, la
coincidencia. Amamos las partes coincidentes antes de dejarlas alejarse de
nuevo por quién sabe cuánto tiempo más.”
…..
“En
esos primeros encuentros conocí un deseo sin límites y saboreé el respeto que
sentía cada uno por el cuerpo del otro. Si nuestras manos se rozaban, si
compartíamos cualquier otro gesto, tratábamos cada centímetro de piel como si estuviera hecho de
un frágil y carísimo material. Todos los encuentros románticos o sexuales que
había tenido en los años anteriores con otras personas pasaron a convertirse en
otra cosa. No tenían nada que ver con lo que hacía con Elena; deberían llamarse
de otra forma.
Cada
vez que quedábamos, pasábamos nerviosos los primeros minutos. Tardamos semanas
en darnos un beso en condiciones porque nos derretíamos cuando nuestros labios
se rozaban, lo que hacía que nos quedáramos durante minutos simplemente así,
posados el uno sobre el otro, acompasando nuestra respiración, sintiendo.
Después de despedirme de ella, ya en la casa que compartía con otros dos
compañeros, esos proyectos de beso eran suficientes para desarrollar mi
imaginación hasta límites insospechados, para acompañarme una y otra vez
durante decenas de noches, para acunarme en los momentos previos al sueño y
hacer que me durmiera con una sonrisa.”
…..
“Era
difícil arrancarse uno de la tierra a la
que pertenecía. Aunque para la gente de ciudad, siempre con prisa, vivir en
Ézaro podía resultar tremendamente
aburrido, lo cierto es que Ingrid había vivido muchas emociones en ese pueblo.
La Costa de la Muerte es muy abrupta, los temporales son frecuentes y en esos
años no era raro que las olas arrastraran hasta la playa los restos de algún
naufragio o la mercancía perdida de algún barco. Ingrid, el abuelo y el resto
de su generación habían pasado su adolescencia y juventud rodeados de leyendas,
cuentos de fantasmas y misterios que llegaban a la orilla en cajas de madera. Calzado,
maniquíes… Quien menos tenía una historia que contar de algo inesperado que las
olas llevaron hasta sus pies como por
arte de magia.”
(Isabel Garzo,
Los seres infrecuentes, páginas 25-26, 63, 163)
¡Muchas gracias por tus bellas palabras, Francisco! Me alegra que te haya gustado. Un abrazo
ResponderEliminarLeí esta novela hace bastantes meses y me gustó muchísimo, incluso más que su primera novela. Un saludo!
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