Cativa en su lughar / Casa Pechada
Luz Pichel
Interlogo de Maria Salgado
Progresele, Ibiza, 2013, 207 páginas.
Con evidente sentido do humor, alguien ha escrito que en Galicia conviven en perfecta armonía al menos nueve lenguas romances: el gallego (casi extinguido!), el castellano, el coruñés, el bazanero, el chapurrao (o “Lingua Conselleira”), el sunteiro (lengua koiné utilizada por la Sunta / Xunta y sus medios de difusión), el portuxés, el vigués y el castrapo ( el más extendido y equivalente al gallego moderno).
La poeta Luz Pichel, aclimatada desde el año 1971 en Madrid, en ese Madrid que, según afirma Manuel Rivas, huele a todos los destierros, aunque a ella no le ha hecho olvidar su lughar de Alén, una pequeña aldea del valle del Deza (Pontevedra), acaba de regalarnos un libro hasta ahora seguramente único en su género, lo que lo convierte en una joya bibliográfica: una versión libre, libérrima y en castrapo de su poemario Casa Pechada, Premio Esquío de poesía en lengua gallega en el año 2006.
No oculta la poeta su “pánico” por tamaña osadía y sobre todo por traer este libro a Galicia. Pero creo que es un pavor sin razón porque el castrapo, variante popular del castellano hablado en Galicia, caracterizada por el uso de sintaxis, vocabulario y expresiones tomadas del gallego y que no existen en castellano, puede y debe ser entendido desde dos actitudes: como una variante idiomática, socialmente vulgar, consecuencia de la agresión o desplazamiento del gallego por muchos hijos de las clases medias y bajas hablantes del gallego que abandonan su lengua materna para ascender socialmente adoptando la lengua que en su subconsciente va unida al prestigio social y al bienestar económico, y que daría lugar a esa “identidad castrada” de la que habla la autora. Pero también como “lengua de esfuerzo, amor y dolor” porque significa -y me remito a las clarificadoras palabras de la poeta- “el trabajo del miembro de la tribu por hacerse entender de quien, de fuera, se acerca”. Lengua pues de quien sufre cuando habla por el mismo hecho de hablar su propia lengua.
A esta lengua de caricatura, de burla y humillación (lengua difformis, matalengua), dialecto sin norma, traduce Luz Pichel sus versos para la edición bilingüe de Casa Pechada. Y con la versión, el libro queda “artefeito” como castrapo. El uso del castrapo como legua de autotraducción de la poesía, que circula tranquilamente por los quirófanos, por la castración, la construcción y sus contrarios, permite a esta versión libre expresar y transmitir contenidos, miradas, esos mundos do lughar que de otra manera serían difícilmente enunciables.. Ese es el gran centro de interés de este libro. La poeta rehace su poemario, sin liberarse del original, pero impulsada por una nueva libertad creativa que la llevará por sendas impensables, aunque demandadas por la distancia temporal y otras circunstancias, hacia una versión libre.
Así pues, en Cativa en su lughar de los poemas originales de Casa Pechada queda la médula. El resto ha sido transformado con nuevos hilos y nuevo tejido, que con esfuerzo y amor siguen cosiendo o arropando a una lengua para que no muera. Hilos también de dolor porque fue el castrapo la lengua que amamantó l la adolescencia de la escritora en el colegio de monjas que frecuentó. La que la hizo sufrir. Quizás algún día Luz Pichel -y yo desde aquí la animo- nos relate cómo las lenguas del poder gramatical y políticamente correcto pusieron clavos y espinas sobre aquella “paparruxada” lingüística que a juicio de la censura monjil empleaba el padre en las cartas que escribía a su hija.
Luz Pichel, como se ha reiterado, autotraduce su versión libre de Casa Pechada desde su lughar. Y en su lughar la lengua gallega emplea con naturalidad la gheada. Un fenómeno fonético consistente en pronunciar el fonema /g/ oclusivo velar sonoro como /h/ aspirante sonoro semejante a la letra jota. De ahí que en esas recreaciones poemáticas de Casa Pechada la gheada pasa con naturalidad al castrapo porque es propia de la comarca del Deza.
El volumen se completa con las glosas poético lingüísticas, pequeños manjares con los que la autora agasaja a los lectores descubriendo la esencia y la vida del vocabulario gallego introducido en su autoversión. Y con “Findologos”, doce notas en las que, también desde un castellano con cierto mestizaje gallego, la poeta madrileña hija de gallegos, Maria Salgado nos brinda su mirada a este libro, a este juego de “artefacer”.
Y finalmente, la reedición del original de Casa Pechada, ese ajuste de cuentas con la propia lengua y con la historia personal y familiar, escrita desde muy lejos y a la vez muy cerca del gallego. Un poemario sobre segundas emigraciones que obligan a cerrar la casa. Evocación de vivencias, sobre todo infantiles, vivencias desidealizadas, con versos preñados de desgarros ante ese viaje interior del abandono del lugar de origen. Por eso mismo todo se siembra de letreros para impedir la desmemoria. Acción catártica frente al abandono y la pérdida que se lleva a cabo pronunciando el nombre de las cosas que se encuentran recorriendo las estancias de la casa familiar y su contorno. Casa Pechada, lo escribió en su día un gran poeta gallego, Xosé María Álvares Cáccamo, significa también preservar la historia del país y las sendas de identidad colectiva, función semejante a la que desempeña la recuperación de su lengua y la nuestra que emprende Luz Pichel con este libro. Un libro ahora reinventado en lengua “ruin”, pero siempre, y de ello no cabe duda, lengua de esfuerzo, amor y dolor.
Francisco Martínez Bouzas
Luz Pichel |
Fragmentos
Poema prólogo
“Hai nesta aldea un gato
que coñece os abismos.
Ás noites,
desde o Alto das Penas,
érguese e mira para a casa que fora do seu dono
e laia coma un cadelo adoecido.
A súa sombra é longa e afiada.
Espétaselle a a un no peito de por vida.
Vai haber que o matar”
(Casa Pechada, página 132)
Poema prólogo
Al animal
“Un animal, un gato, un ghato,
dos córnea, dos cortes verticales frente a lo hondo,
lo fondofondo, la noche, la noiteneghra.
A la nochenegra, yérguese, animalito,
espeta sus dos patas en el Alto das Penas,
yérguese y mira para la casa que fue de su amo,
que fue de su amo,
lo hondo allá hondo qué es
quéjase, laia, es
un cadelo adolientado,
una sombra longa
una sombra un hilo
un filo negronegro
un filo neghroneghro,
clávasele a una de por vida
clávasele a cualquiera de por vida y va a haber que matarlo
va a haber que matarlo
va a haber que lo matar”
(Cativa en su lughar, página 15)
…..
Queimar a leña
“A néboa do amañecer énchese de tráfego
de xente voandeira.
O canto dun galo que vén de lonxe
correspóndese co canto do corvo
que foxe escorrentado
polos golpes dos homes.
Érgense co día e rompen mazas
contra as portas do gando.
Outro galo respóndelle.
Miro para o cuberto da leña e penso
como me gustaría dala queimado toda”
(Casa Pechada, página 134)
Quemar la leña
“Amanece en nébulas,
neblina, nebulas, néboa. Tráfico.
trasiego de volanderos.
la cantiga de un gallo de lejos
corresponde con el croack del corvo
que escaramuza en fuga
al escape de hombres berrinchudos.
Yérguense con el día, rompen
mazas contra las puertas
de los gandos.
Después cómbanse al uso y caen,
son vocales.
Otro gallo arrebátase
con el lucir del son.
Miro para el alpendre de la leña y
dígome
cómo me gustaría
cuánto me gustaría
cuánto me ghustaría
darla quemado toda,
ghastarla
consumirla
rematarla ¿entiendes?”
(Cativa en su lughar, página 19)
Un completo artículo, que me ha permitido conocer a Luz Pichel.
ResponderEliminarGracias
Mark de Zabaleta
Muchas gracias Mark por tu lectura y tu comentario.
ResponderEliminarEs indudable. La lengua es un ser vivo. Y como ser vivo se vuelve camaleónica, muchas veces con el objeto de subsisitir... En esa metamorfosis, se pierden rasgos raíces por la adaptación a circunstancias socio-políticas y económicas (como tú muy bien señalas) en pro de la adquisición de ciertos rasgos de la lengua con la que está en contacto. Y aquí va mi reivindicación del castrapo como lengua susceptible de ser literaria. El fenómeno es curioso... El castrapo, por las muestras que has puesto, tiene mezcla de literatura oral y escrita. ¿Por qué será que a estos hijos mestizos que sirven excepcionalmente para expresar "esfuerzo, amor y dolor" (como tú dices), se les considera habitualmente como hijos de un dios menor?
ResponderEliminarHijos o hijas de un dios menor porque el castrapo es fruto de ese fenomeno sociolingúístico conocido como diglosia: la lengua A, lengua del poder, del prestigio y conviviendo con ella la lengua B, lengua de los menos favorecidos, de los campesinos y marineros que como fotrma de autoasimilarse a los ricos y poderosos, obligan a sus hijos a hablar la lengua A, que no es obviamente su lengua materna. De ahí, esas "paparruxadas" que el niño o la niña comete en la escuela. Pero claro, lengua también de esfuerzoy amor porque no nos quedó otra. A mi mismo me molían a palos en la escuela si me atrevía a hablar en gallego. Luz Pichel ha itentando dignificar esa lengua elevándola efectivamente a categoría literaria.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, luminoso como siempre Mª Pilar