lunes, 11 de marzo de 2013

EDUARD LIMÓNOV, CARNE DE NOVELA

 
Limónov
Emmanuel Carrère
Traducción de Jaime Zulaika
Editorial Anagrama, Barcelona, 2013, 396 páginas.


   Una y otra vez reitera Emmanuel Carrère que Limónov no es un personaje de ficción, que existe y que él lo conoce. Y no engaña a nadie al novelar la vida de Eduard Veniaminovich Savienko (Dzerzhinsk, 1943), escritor y político, fundador del incatalogable ultranacionalista Partido Nacional Bolchevique, oponente político de Vladimir Putin y aliado o ex aliado del ex campeón mundial de ajedrez, Gary Kasparov en el partido político Otra Rusia. Personaje real que sin embargo parece surgido de la ficción como carne de novela. Personaje vitriólico en un país como Rusia donde el cinismo es religión, maleante fallido, poeta fracasado en su juventud, pequeño proleta, bohemio en los años en los que la sociedad soviética no solo es totalitaria sino también un desmadre. Y hoy en día, uno de los más encarnizados opositores de Putin y Medvédev, por lo que ha sido detenido en numerosas ocasiones en las tradicionales manifestaciones de los días 31 a favor de la libertad de reunión. Y también un escritor de culto, “el más escandaloso de los escritores rusos vivientes y uno de los más importantes novelistas de la Rusia contemporánea”, que ha conseguido vender cientos de miles de ejemplares de sus más de cuarenta poemarios o novelas, pero sin salir de la miseria.
   A la extensa y apasionada peripecia vital de este personaje nos acerca Emmanuel Carrère. Nadie como él para familiarizarnos con una figura desmesurada y estrafalaria como Limónov y regalarnos al mismo tiempo un retrato contundente de la Rusia de los últimos cincuenta años. Para nosotros casi todo lo referente a Rusia nos es ajeno. Emmanuel Carrère, nieto de rusos blancos, está por el contrario empapado de Rusia y lo refleja perfectamente en esta biografía novelada o novela de no ficción, que es a la vez muchas cosas: novela picaresca, de aventuras, retrato del comunismo y del poscomunismo, pieza profundamente metaliteraria que ha sido galardonada en Francia con los premios literarios más importantes (Renaudot, Premio de la Lengua Francesa 2011 y Prix des Prix 2011).
   La historia comienza en la primavera de 1942 en una ciudad a orillas del Volga. Allí viven los padres de Limónov, Veniamin Savienko y Raia Zybin. Al año siguiente, veinte días antes de la capitulación del sexto ejército del Reich, nace Eduard. Es pues un hijo de la victoria, pero su infancia fue acuñada entre los millones de rusos muertos por los alemanes y por las purgas de Stalin. En Ucrania no pasó de ser un gamberro, un maleante fallido que salta de pequeño proleta a bohemio y a aspirante de poeta. En 1967 se traslada a Moscú, junto con Anna, su primera pareja y allí intenta actuar como lo que Stalín denominó “ingenieros del alma”, como poeta que en siete años recorre los circuitos del underground moscovita  y por eso él y su segunda pareja, Elena, emigran a Nueva York. Serán cinco años de envilecimiento en la ciudad de los rascacielos: proletario de lujo con ínfulas de poeta, pero no hay tal poeta sino un mendigo perdido en Manhattan, chapero que se deja encular  por negros, ayuda de cámara de un multimillonario. Lo encaja todo: rechazo de los editores, trabajos de mierda, chicas de categoría E… Más tarde, escritor de moda en París a raíz del éxito de su novela, El poeta ruso prefiere a los negrazos, con acceso a las mujeres de clase A y a los círculos de homosexuales. En todos estos avatares interpreta a la perfección el papel de rufián encantador. Pero es así mismo una época de intensa producción literaria: libros buenos, directos, escandalosos quizás, pero llenos de vida.
   Soldado perdido en los Balcanes defendiendo a las minorías servias. Y de nuevo en Moscú viviendo intensamente la caída del comunismo y el desmadre del poscomunismo, convertido en el escritor favorito y en el héroe de la vida real de miles de jóvenes con el porvenir totalmente obstruido. Vendrá después el encarcelamiento en Lofórtovo, en Sarátov y en el campo de concentración de Engels, la inesperada liberación y la oposición radical a Putin.
   Carrère confiesa que Limónov se ve como un héroe y se le puede considerar un canalla. Es por ejemplo un ávido seductor de adolescentes, pero profundamente monógamo. El mismo autor confiesa que, mientras escribía el libro, hubo períodos en los que detestaba a su personaje, hasta que la profesora Olga Mátich, una rusa blanca profesora de literatura en Berkeley, le convence de que Limónov es un tipo decente: mezcla de honradez y sentido común, desconfianza hacia las grandes palabras y respeto de la palabra dada, apreciador realista de las situaciones y atención al prójimo.
   No cabe duda de que Carrère escribió sobre Limónov porque su héroe / antihéroe tuvo una vida apasionada, peligrosa, “una vida que ha arrastrado el riesgo de participar en la historia” (página 392). Pero su libro transciende al personaje y se convierte en retrato de la sociedad rusa, sobre todo en los tiempos de Breznev, Gorvachov, Yeltsin y Putin. Describe perfectamente Emmanuel Carrère la efervescencia rusa, la implantación de la economía liberal, cómo se amasaron las grandes fortunas rusas bajo Yeltsin. Y nos muestra así mismo la Rusia actual en la que los oligarcas lo poseen absolutamente todo. Y el impacto desmedido entre la gente al ver como el mercado sustituye en unos meses a la dictadura del proletariado como único horizonte de porvenir.
   En el relato del escritor francés el lector no ajeno a la metaliteratura hallará un nuevo aliciente, porque la novela no solo ensaya el retrato de un personaje inverosímil, sino que novela a un escritor. En efecto, Carrère explota la faceta de escritor de Limónov, aunque no sea la única. Su lucha titánica desde la adolescencia por convertirse en poeta, sus arrebatos a la hora de escribir, su método escritural, su disciplina espartana cuando tocaba  coger la pluma en los años de cárcel, donde, por ejemplo escribió El libro del agua que estuvo en la shortlist del Booker Prize, su batalla con los editores. Por la novela además desfilan como actantes con suficiente relieve la mayoría de los escritores rusos del pasado siglo: Maldelsatam, Tsvietáieva, Evtushenko, Pasternak, Brodsky, Simiavski, Yuli Daniel, Solzhenitsyn. Todos ellos son en buena medida personajes prototípicos de la novela.
   Limónov es seguramente el libro más complejo de Emmanuel Carrère. Fruto de un gran trabajo de documentación, su peripecia autorial en este caso es mucho más arriesgada y ardua  que en anteriores obras del escritor francés, que de una forma precisa, aunque repleta de detalles y sutiles matices y con una tonalidad periodística rebosante de frases secas y densas, nos ofrece una materia prima inestimable: el devenir vital de un hombre que se ve como un héroe, al que muchos consideran un cabrón y al que el escritor francés no se atreve a juzgar.

Francisco Martínez Bouzas





Fragmentos

“Por un millón de espabilados que gracias a la «terapia de choque» empezaron a enriquecerse frenéticamente, ciento cincuenta millones de remolones se hundieron en la miseria. Los precios seguían aumentando sin que subieran los sueldos. A un ex oficial del KJB como el padre de Limónov apenas le alcanzaba la pensión para comprarse un kilo de salchichón. Un oficial de rango más alto, que había empezado su carrera en los servicios de información en Dresde, en Alemania del Este, una vez repatriado de emergencia porque ya no existía Alemania oriental, se encontró sin empleo ni alojamiento pagado, y tuvo que trabajar de taxista sin licencia en su ciudad natal, Leningrado, maldiciendo a los «nuevos rusos» con tanta crudeza como Limónov. Este oficial no es una abstracción estadística. Se llama Vladímir Putin, tiene cuarenta años, piensa como Limónov que el fin del imperio soviético es la catástrofe más grande del siglo XX y está llamado (entre otros) a desempeñar un papel nada desdeñable en la última parte de este libro.”

…..

“He querido avisar a Natasha, pero no contesta al teléfono. Eduard llega temprano, llama a la puerta, espera un minuto -a su manera es un chico educado- y después abre con su llave. La encuentra desplomada de través en la cama, rodeada de botellas vacías y ceniceros llenos. Ronca fuerte, borracha perdida. La habitación debe de llevar varios días sin ventilar: huele mal. Deposita su bolsa y sin hacer ruido se pone a ordenar. Natasha abre un ojo. Se incorpora sobre un codo, mira lo que él hace. Con la voz pastosa dice: «Luego me echas la bronca, primero fóllame». Él se sube a la cama, se hunde en Natasha. Se agarran mutuamente como náufragos. Después del amor, ella le dice que ha pasado tres días sin salir del estudio, dejándose cepillar por dos desconocidos.”

…..

“El verano anterior, antes de partir a Altai, apremiantes necesidades de dinero le empujaron a terminar en un mes ese Libro de los muertos que tan útil me ha sido. Al trazar el retrato de personas famosas o desconocidas, ya fallecidas, con las que se había cruzado, evocaba sus propios recuerdos, según le venían, y  a pesar de la imposición de cumplir los plazos y escribir más de veinte páginas al día, el ejercicio le satisfizo tanto que en la cárcel le apeteció hacer algo parecido. Como Georges Perec podría haber confeccionado la lista de las camas donde había dormido; al igual que Don Juan, la de las mujeres con las que se había acostado, o incluso, como buen dandy, contar la historia de algunas de sus costumbres. Eligió las aguas: mares, océanos, ríos, lagos, estanques y piscinas. No necesariamente aguas donde se había bañado, aunque se hubiera prometido hacerlo, desde que aprendió  a nadar…El libro no sigue ningún plan cronológico ni geográfico, pasa según el humor del momento de una playa de la Costa Azul, donde observa nadar a Natasha,  aun baño en el río Kubán con Zhirinovski…”

(Emmanuel Carrère, Limónov, páginas 275, 298-299, 353-354)

3 comentarios:

  1. Un gran trabajo que sabe transmitir los elementos claves de este escritor.

    Saludos
    Mark de Zabaleta

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  2. Igual que te he ido comentando que los últimos libros me atraían poderosamente, he de confesar que en este solo ha habido un par de cosas que me han llamado la atención: el hecho de que Carrère en un momento de su proceso creativo sienta cierta aversión por su protagonista me parece fantástico. Los personajes (y más si son reales) para que me produzcan admiración deben contener la mezcla de bien y de mal que es tan identificativa del ser humano. Los personajes de Alice Munro o de Coetze, el de Lola López Mondéjar en Mi amor desgraciado, en este sentido, me producen una envidia "sana e insana", jajaja.
    

Biografía novelada o novela de no ficción. Que menciones esto, me recuerda un artículo que escribí sobre A sangre fría, de Capote, al que quizá te apetezca echar un vistazo. Se titula: "A sangre fría, la non-fiction-novel", claro que, en este caso el género que inaugura Truman Capote es el de la crónica novelada de la realidad, como bien sabes una suerte de híbrido entre novela y periodismo. Y esto que acabo de decir, si sigo tirando del hilo de las asociaciones, me conduce a otro ejemplo de género mestizo que pasó a ser uno de mis favoritos, la Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez.
    
Como siempre, gracias por compartir tu lectura.

    Un fuerte abrazo.

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  3. Mª Pilar: muchas gracias por tu lectura y por tu comentario tan atinado y repleto de sabiduría literaria

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