Dolores Redondo
Ediciones Destino, Colección Áncora y Delfín,
Barcelona, 2013, 435 páginas.
Hay libros
que nacen estrellados y otros siguiendo de sopetón el rastro de la estrella del éxito. Así
ocurre con este fenómeno editorial, El
guardián invisible de Dolores Redondo que, en menos de dos semanas, ha
alcanzado la categoría de super-ventas. En efecto, el primer volumen de la
Trilogia del Baztán fue publicado simultáneamente a mediados de enero del
presente año en todas las lenguas peninsulares y la programación de su
traducción y edición en otros idiomas es
imparable: al italiano en febrero, en marzo al francés y al holandés, en junio
al alemán y portugués de Brasil. Al checo y al inglés a lo largo de 2013. Y la
previsión para 2014: al turco, noruego…No cabe duda de que estamos ante la
“fabricación” de un best seller, solo comparable en España con La sombra del viento de Carlos Ruiz
Zafón, El tiempo entre costuras de
María Dueñas o alguna de las novelas de Arturo Pérez Reverte. Un best seller no
originado directamente por el boca a boca, sino a través de una operación de
marketing perfectamente programada que elige dos subgéneros específicos muy
atractivos para el público lector: el detectivesco con fuertes dosis de
mitología y supersticiones.
En ciertos ámbitos de la crítica se suele
cuestionar la calidad de este tipo de obras de consumo masivo, considerándolas
literatura marginal, ese subcampos literario de la gran producción que diría
Pierre Bourdieu, que goza de escasa autonomía, se guía por el beneficio
económico y posee exiguo valor simbólico. Pero como en literatura no existe
ningún tipo de determinismo, cabe preguntarse si esta segunda novela de la autora
vasca, de ascendencia gallega, pertenece al subcampos de la gran producción o
al de la producción restringida. O dicho con palabras llanas: si es una obra de
posible consumo masivo que “deja sin aliento a quien la lee” como afirma la
presentación de la edición gallega, precisamente por su calidad literaria, o es
en cambio literatura marginal de fácil y gratificante lectura pero nada más.
La novela de Dolores Redondo reúne todas las
fórmulas e ingredientes para impactar al lector: una historia de crímenes
ubicada en un escenario excepcional: el
corazón del País Vasco, en los márgenes del río Baztán, un valle navarro asido
por leyendas y antiguos mitos que desempeñan un importante papel en la trama
novelesca. Un espacio mítico, en efecto, porque el valle del Baztán es un lugar
repleto de bosques impenetrables con dólmenes salpicando el paisaje, cuevas
habitadas desde hace miles de años que remiten sin duda a una cultura druida,
como sugiere la misma narradora o a leyendas de criaturas mágicas. Un escenario
muy propicio para hacer surgir entre sus pobladores miedos ancestrales,
incertidumbres acrecentadas por no pocos desastres que han castigado a sus
habitantes a lo largo de los tiempos.
Por eso mismo, como dice un personaje de la
novela: “Hace cien años, ciento cincuenta a lo sumo, era raro encontrar a
alguien que declarase no creer en las brujas, sorgiñas, belagiles, basajaun, tartalo y, sobre todo, en Mari, la diosa, genio, madre, la protectora de las
cosechas y los ganados que a capricho hacía tronar el cielo y caer granizos que
sumían al pueblo en la más terrible de las hambrunas” (página 108).
En este espacio de mitos y leyendas aparecen
los cadáveres de dos adolescentes en una macabra puesta en escena, con
mutilaciones sexuales incluidas y con la impresión de la mitología del valle de
Baztán. Todo hace sospechar en un asesino en serie. Se hace cargo de la
investigación Amaia Salazar, inspectora de la Policía Foral de Navarra que vive
angustiada por una maternidad que le dolía porque no acababa de llegar.
Regresará así, para investigar los crímenes, a Elizondo, la capital del valle
donde un terrible suceso, ocurrido en su niñez, la dejó traumatizada para
siempre.
La intriga que avanza al mismo ritmo con el
que corren las páginas, hará que el lector sospeche que el autor del crimen es
un basajaun, un ser mitológico, ese
guardián invisible que habita en los bosques en los que actúa como entidad protectora.
Pero la investigación se va complicando, quedando envuelta en la nebulosa
familiar de la propia inspectora, dando lugar a un formidable e inesperado
complot.
Así pues, un thriller que amalgama hábilmente
el suspense de una investigación policial con la magia de los mitos
vasco-navarros, las ajustadas descripciones de las pruebas forenses y, sobre
todo, una asfixiante atmósfera de leyendas suturada al pequeño universo de una
naturaleza exuberante en el valle de Baztán.
Caserío del valle del río Baztán |
Quizás lo menos logrado de la novela sea la
construcción de personajes que no evolucionan demasiado a lo largo del relato,
procedimiento frecuente en el género policíaco. La novela refleja correctamente
el rol que ha adquirido la mujer en la
sociedad actual. Pero en los pensamientos de ese poderoso personaje femenino que
asume el papel del héroe y es una mujer de nuestro tiempo, sobran ciertas
reflexiones sobre la maternidad como la realización máxima de la mujer.
Todo ello son alicientes suficientes para
considerar esta primera novela de la Trilogía del Baztán, que parece ser que ya
está medio escrita, como un best seller que puede ser inscrito en la buena
literatura. La condición de best seller es una circunstancia paraliteraria que
esperemos que no haga que Dolores Redondo se desborde como seguramente lo hace
el río Baztán en estas fechas.
Francisco
Martínez Bouzas
Dolores Redondo ante el río Baztán |
Fragmentos
“El
cementerio estaba repleto de vecinos que habían abandonado sus faenas y hasta
cerrado su negocio para asistir al sepelio. El rumor de que podría no ser la
primera chica que moría asesinada por el mismo criminal comenzaba a afianzarse
entre la gente. Durante el funeral, que había tenido lugar apenas dos horas
antes en la parroquia de Santiago, el sacerdote había insinuado en el sermón
que el mal parecía estar acechando en el valle; y durante el responso, frente a
la tumba abierta en el suelo, el clima era tenso y ominoso, como si sobre las
cabezas de los presentes se cerniera una maldición de la que no podrían escapar.”
…..
“No
era raro en medio de este bosque aceptar la existencia de las criaturas mágicas
que conformaron el pasado de las gentes de aquella región. Todos los bosques
son poderosos, algunos son temibles por profundos, por misteriosos, otros por
oscuros y siniestros. El bosque de Baztán es hechizante, con una belleza serena
y ancestral que evoca sin buscarlo su parte más humana, la parte más etérea e
infantil, esa que cree en las maravillosas hadas con pies de pato que vivían en
el bosque (…)
Amaia
sentía en aquel bosque presencias tan palpables que resultaba fácil aceptar una
cultura druida, un poder del árbol por encima del hombre, y evocar el tiempo en
que en aquellos lugares y en todo el valle la comunión entre seres mágicos y
humanos fue religión.”
…..
“El
perfil criminológico del basajaun resultaba sobrecogedor por la evidencia de su
comportamiento casi de manual. Amaia recordaba su estancia en el curso sobre
perfiles criminales con el FBI y que allí aprendió, entre otras cosas que la
parafernalia psicosexual que muchos asesinos en serie montaban en torno al cadáver
indicaba su deseo de personalizarlos para establecer un vínculo entre ellos y
sus víctimas que de otro modo no existiría, Había lógica en sus actos, no se
evidenciaba trastorno mental alguno. Los crímenes estaban perfectamente
planificados y premeditados, hasta tal punto de que el asesino era capaz de
reproducir una y otra vez el mismo crimen en diferentes víctimas.”
(Dolores Redondo, El guardián invisible, páginas 45, 91-92, 211-212)
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