Siete años
Peter Stamm
Traducción de José Aníbal Campos
Acantilado, Barcelona, 2011, 262 páginas.
Es imposible que sea de otro modo: la literatura que jamás desperdicia nada no podía dejar de tematizar el amor y el desamor, la condición no estática ni definitiva de los sentimientos, las relaciones interpersonales que siempre han estado en el subsuelo, alimentando los manantiales de la ficción. Pero también algo más novedoso y tan actual como la crisis económica y laboral de nuestros días que enturbia e incluso sepulta esas relaciones entre seres humanos más profundas como pueden ser las relaciones sentimentales.
Todo ello, unido a la dicotomía de una relación con dos mujeres, es aprovechado por Peter Stamm (Weinfelden, 1963) para construir no solo una novela muy actual, sino una buena novela. Una novela sobre seres humanos y sus mutuas relaciones.
La novela en la que se producen alteraciones de tiempos y se desarrolla en el Munich de finales de los 80 y comienzos de los 90 del pasado siglo, con unos protagonistas que estudian, flirtean, se enamoran -o eso parece-. Y en la actualidad, víctimas, villanos o héroes, de la crisis económica, siempre inmersos y a veces superados por marañas y cascadas de sentimientos y pulsiones eróticas, destinados al fracaso.
En Siete años Peter Stamm le concede la voz a Alex que, como narrador autodiegético, nos cuenta en primera persona la confesión que le hace a una
amiga de su esposa durante una visita. En esta confesión, el lector se encuentra con la historia de una pareja de jóvenes, brillantes y exitosos arquitectos, alejados sin embargo entre si por aspiraciones vitales dispares y con un caos interior difícil de llenar.
La vida del protagonista masculino discurre sometida a la atracción de dos mujeres: Sonja, una bella mujer y brillantes arquitecta -la mujer perfecta- con la que se casará y con la que crea un exitoso estudio de arquitectura. E Ivona, una emigrante irregular polaca, paradigma del desorden y de la vulgaridad. Sonja adopta frente al enamoramiento una actitud fría y racional: baraja como posibles parejas hombres en los que vislumbra posibilidades de realización profesional. Ivona, en cambio, es sumisa, se conforma con las pequeñas alegrías, desperdicia su vida por un hombre que no la ama, alimenta la necesidad de una vida mejor con novelitas rosa, le ama incondicionalmente y en eso consiste su felicidad. Para Alex, el protagonista masculino, es únicamente una obsesión sexual y una sensación de libertad, de entrega absoluta que no ha podido encontrar en Sonja.
La novela de Peter Stamm discurre alternando dos tiempos: el presente del relato en el que el matrimonio parece haber resuelto sus problemas profesionales y conyugales y el pasado que se remonta a los años estudiantiles en los que el azar hace que se encuentren Alex e Ivona. Cada mirada retrospectiva significa un cruel purgante que le hace experimentar un macabro sentimiento de culpa y le presenta una memoria rebosante de culpas y de vejaciones. A través de sus palabras salen a flote las mutuas infidelidades de la pareja, el humillante trato al que somete a la ocasional amante polaca, el egoísmo del acaudalado matrimonio que fuerza a la inmigrante polaca a realizar la oblación más dura para una mujer.
No es sin embargo la dicotomía de las dos mujeres, sino la tensión y la insatisfacción personal y profesional de Sonja, unidas a la crisis económica lo que hacen que la novela experimente distintos giros autodestructivos y bajadas a los infiernos, antes de un final que significa tanto un vacío como una liberación.
Siete años es un drama contemporáneo que plantea múltiples incógnitas. Entre otros, la naturaleza de las relaciones amorosas. Alguien dice en la novela que el amor pasional es una forma inferior de amor. Pero el gran interrogante es el concepto y el ideal de felicidad. ¿Consiste en alcanzar constantemente objetivos materiales, sabiendo que una vez logrado uno ya se está perfilando otro? ¿O en las pequeñas alegrías, en los pálpitos de quien cree con fe ciega en el enamoramiento incondicional? La novela es además un perspicaz retrato sociológico de la clase media alta alemana, con su búsqueda desenfrenada del éxito, la ausencia de moralidad, su caos existencial, la decepción, la abulia, la ruina de las pasiones.
Peter Stamm construye con maestría sus personajes, sobre todo el del protagonista masculino. Tanto él como su esposa Sonja no son personajes planos, evolucionan a lo largo de un relato que Peter Stamm escribe de forma concisa, con gran claridad, sin afectaciones. Una vía perfecta para que sus interrogantes hieran nuestras conciencias y nos fuercen a meditar sobre este maremágnum de abismos y derrotas.
Francisco Martínez Bouzas
Peter Stamm |
Fragmento
“Había confiado en que algún día me aburriría de Ivona y podría librarme de ella, pero aunque el sexo con ella me interesaba cada vez menos, y aunque a veces sólo hablábamos y ni siquiera nos acostábamos, no conseguía librarme de ella. No era el placer lo que me unía a aquella mujer, sino una sensación que no había vuelto a tener desde la niñez, una mezcla de protección y libertad. Era como si el tiempo no transcurriera cuando estaba junto con ella, pero, precisamente por eso, aquellos momentos tenían tanta importancia. Con Sonja me sentía construyendo algo que jamás quedaba terminado del todo. Pretendíamos construir una casa, tener un hijo, contratábamos empleados, comprábamos un segundo coche. Apenas alcanzábamos un objetivo, ya se perfilaba otro, y jamás conseguíamos estar tranquilos. Ivona, por el contrario, no parecía tener ambiciones. Ella no tenía citas de trabajo, su vida era sencilla y regular. Se levantaba por las mañanas, desayunaba y se iba al trabajo. Que fuera un día bueno o malo dependía de muchas pequeñas cosas: del estado del tiempo, de ciertas palabras amables en la panadería o en algunas casas en las que hacía la limpieza, de la llamada de una amiga con la que iba a tomar algo o al cine después de trabajar. Cuando yo estaba con ella participaba durante una hora en esa vida y me olvidaba de todo: las presiones de las citas, mi ambición, los problemas en las obras. También el sexo, debido a ello cobraba un cariz distinto. A Ivona no tenía que hacerle un hijo, ni siquiera tenía que dejarla satisfecha. Ella me aceptaba sin expectativas y sin exigencias”
(Pter Stamm, Siete años, páginas 148-149)
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