Vita
Melania G. Mazzucco
Traducción de Xavier González Rovira
Editorial Anagrama, Barcelona, 541 páginas
(LIBROS DE FONDO)
Muy pocos países de Europa se distinguen por una significativa producción narrativa sobre la emigración. La realidad de nuestros días es que los flujos migratorios se dirigen hacia Europa, pero es suficiente un breve retroceso de unos cuantos años para hallar la imagen inversa. América, tanto la del Norte como la del Sur, fue el continente que acogió con las manos abiertas a millones de europeos que, huyendo de la miseria o de la opresión, encontraron al otro lado del Océano una segunda patria segura.Argentina, México, Chile, Venezuela, Colombia… abrieron con generosidad sus puertas a los emigrantes europeos. Inexorablemente con los ríos de los recuerdos me viene a la mente la figura de eximio poeta gallego, Antón Avilés de Taramancos que en 1961, huyendo de la dictadura franquista y por invitación del Cónsul colombiano en A Coruña, emigró a Colombia, donde se casaría con una hija de aquella tierra, Sofía Barquero Céspedes. La familia se traslada en 1970 a Cali y en esta ciudad regentará una próspera librería. Tras su regreso a España en 1980, la huella colombiana y en especial la del Valle del Cauca se dejará sentir de forma muy profunda en la obra y en el alma del poeta gallego, sobre todo en su poemario Cantos caucanos, editado en Galicia en 1984 y que rezuma por todos sus poros líricos los sabores del Cauca, su segunda patria (“Ningunha noite tan fermosa como a noite de Cali. Dionisos unxía os corpos dun frenesí inesgotábel...”). En tierras andinas desempeñará los más peregrinos oficios para sobrevivir. De la misma manera que hacen hoy los miles de anónimos emigrantes colombianos en Europa, que guardan en el baúl de los amargos recuerdos insólitas epopeyas de supervivencia que algún día alguien debería fabular.
Como los personajes de la novela Vita de Melania G. Mazzucco que sobreviven en Nueva York entre hambre, vejaciones, prepotencias de la Mano Negra y que descubren juntos la muerte y el alfabeto, el sexo y el amor, la traición y la fidelidad. Vita es la gran novela de la emigración italiana en América. Su autora, Melania G. Mazzucco (Roma 1966), que estuvo a punto de conseguir el prestigioso Premio Strega con sus dos primeros libros, El beso de la Medusa y La habitación de Balthus, lo ha obtenido, y con todo merecimiento, con este romance basado en una historia real sobre la emigración italiana en la pasada centuria. Su procedimiento a la hora de narrar es elemental pero muy verosímil: Melania G. Mazzucco sigue las huellas que dejaron miles de emigrantes en el otro lado del mar, interroga a sus familiares, descubre y analiza correspondencia, ahonda en la memoria e inventa.
A comienzos del siglo XX doce mil extranjeros desembarcaban diariamente en el puerto de Nueva York, la ciudad de las oportunidades, buscando una vida mejor. De ellos, una buena parte eran italianos que son odiados como supersticiosos y criminales. Hay pues una inmensa y extraordinaria memoria histórica de la emigración italiana en los Estados Unidos, la de toda una vida que se despliega a lo largo de un siglo. Como la hay de otros países. Una memoria histórica que alimentó memorables películas (“Érase una vez América”, “El Padrino”), pero que no fue aprovechada en la narrativa. Italia no se distingue por la producción de piezas narrativas de gran calado sobre su emigración. Ausencia difícil de entender si tenemos en cuenta que cada familia italiana podría escribir una saga familiar sobre la emigración, como señaló la autora de Vita. Sin embargo, su novela llenó este vacío y entusiasmó a los italianos a los que les muestra con la fuerza de una fabulación de las que ya no se escriben, no sólo la historia de una saga, sino también una verdadera epopeya, hecha de humillaciones, ilegalidades, ignorancia y miserias. Hasta el punto de que el lector podría suscribir lo que leemos en una de las páginas del libro que acaba de traducir Anagrama: los italianos eran la minoría étnica más miserable de la ciudad. Mas miserable que los judíos, polacos e incluso que los negros. Eran negros que ni siquiera hablaban inglés.
Esta saga épico-lírica comienza un día de 1903. En Ellis Island desembarcan dos chiquillos originarios de Tufo de Minturno, una aldea perdida en las montañas del Garigliano. Son Vita y Diamante. Entr los dos completan los veinte años. Él es temerario, taciturno y precavido. Ella, todo lo contrario: intuitiva, inquieta, celosa. Los espera el tío Agnello, el padre de Vita , que sale a flote desempeñando múltiples oficios, que sin embargo no le permiten huir de la miseria. En una caótica y destartalada pensión del gueto italiano del dowtown, los dos adolescentes descubrirán la América que espera, pero que nunca regaló oportunidades a tantos hombres y mujeres escindidos entre la nostalgia de la vieja patria y los intentos por asimilar como sea el nuevo mundo.
En su narración, Melania G. Mazzucco hace de lo que solamente debería ser una ficción, una mezcla donde se conjugan fabulación y recuerdos familiares, en especial los de su abuelo, con la documentación histórica, fruto de una minuciosa investigación personal. Así pues, una nueva novela que amalgama historia e imaginación. Sin embargo, la escritora no siente como Álvaro Pombo la preocupación de estar inyectando ficción en la realidad histórica, porque todo lo que nos relata, comenzando por la invención de sus héroes y la inmensa mayoría de los personajes de la novela, existió realmente. Sin embargo la habilidad de la autora convierte la historia en una formidable fabulación.
Así pues, Vita no es únicamente el nombre de una niña de doce años, trasplantada desde la miseria de una aldea italiana a Nueva York. Vita también es la personificación literaria de millones de emigrantes italianos – dieciséis entre 1840 y 1940 – que nada más iniciar su experiencia en la ciudad de los rascacielos se dieron cuenta de que la América de la esperanza no era tal, sino al contrario, un lugar de violencia, árido y del que estaba ausente el amor. Una verdadera pesadilla tejida con las experiencias del propio abuelo como paño de fondo: “Comencé a interesarme por ellas cuando viajé a los Estados Unidos por primera vez en 1997. Me asomé entonces a aquellos años en los que los italianos pasamos de ser odiados emigrantes a gente que exporta belleza”.
Vita recoge una gran cantidad de historias que se suturan unas con otras y se transforman en la epopeya de lo que fue la aventura de la emigración italiana, que desearíamos que sirviese de referencia para novelar la épica de los innumerables emigrantes españoles en América y la de los cientos de miles latinoamericanos que ahora lo hacen a Europa, ya que a través de la memoria todo vuelve a vivir.
Bella y conmovedora saga épico-lírica con un argumento que es un canto al coraje, a los sueños y utopías, pero también a las desilusiones que ofrece América. Novela coral, repleta de personajes, que existieron realmente, personificación de tantos italianos que a inicios del pasado siglo decidieron realizar sus ilusiones en una tierra mítica y lo que hallaron, fueron pesadillas.
Francisco Martínez Bouzas
Melania G. Mazzucco |
Fragmentos
“Lo primero que le toca hacer en América es bajarse los calzoncillos. Las cosas claras. Le toca enseñar las joyitas colgantes y la ingle todavía lisa como una rosa a decenas de jueces apostados tras un escritorio. Él, denudo, de pie, desolado y ofendido; ellos, vestidos, sentados y prepotentes. Él, con las lágrimas prendidas a la caída de una pestaña; ellos, sofocando sus risitas cohibidas, carraspean, y esperan. La vergüenza es centuplicada inicialmente por el hecho de que lleva unos calzoncillos de su padre, gigantescos, anticuados y raídos, tan sucios que no se los pondría ni un cura. El problema es que los diez dólares necesarios para desembarcar su madre se los ha cosido precisamente en los calzoncillos, para que no se los robaran por la noche en el dormitorio del piróscafo. En esos dormitorios -lo sabe todo el mundo-, en las interminables doce noches de viaje, desaparece de todo -desde los ahorros hasta el queso, desde las cabezas de ajo hasta la virginidad- y nada se recupera. Efectivamente, los dólares no han sido robados, pero a Diamante le ha dado vergüenza confesar a los funcionarios de la isla que lleva los dólares en los calzoncillos, y se le ha ocurrido la genial idea de decir que no los tiene”
…..
“Con el tiempo, a base de colarse en los salones de los barberos, en los lupanares y en las cantinas donde los matones apuestan en las carreras de caballos, de saltar y bajar sin caerse de los carros en marcha, Celestina ha adquirido una actitud insolente. Corre sobre la plataforma del ferrocarril elevado con el manojo de periódicos bajo el brazo -inasible para los vigilantes del orden y los vendedores de billetes, molestísimo para los clientes, más que un mosquito. Ha aprendido a agredir a los empleados cuando salen de sus oficinas y a gozar de su odio impotente de burguesitos asustados por su descaradísima insistencia. A desafiar a los lófaros disputándoles un pasaje en los trenes de mercancías que se dirigen a los depósitos, y a los murphy a pedradas- apuntando siempre a la cabeza, donde hace más daño. Boina de algodón en la cabeza, tirantes sueltos, sonrisa pícara, se asoma a figones y tabernas gritando LOS ESPELUZNANTES DELITOS AMERICANOS, SILLA ELÉCTRICA PARA EL ASESINO, LOS SECRETOS DEL VERDUGO, ÚLTIMO DELITO ATROZ DE LA MANO NEGRA…”
(Melania G. Mazzucco, Vita, páginas 23, 90-91)
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