lunes, 12 de marzo de 2012

"LOS LIVING", DE LA FARSA AL DISPARATE SURREALISTA EN EL TRASFONDO DE UNA TURBULENTA ARGENTINA

Los Living
Martín Caparrós
Editorial Anagrama, Barcelona, 2011, 430 páginas.


Una vez más un escritor latinoamericano se hizo merecedor del Premio Herralde de Novela en su vigésima novena adición. En efecto, un narrador ya consagrado, Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) con la novela Los Living, una propuesta narrativa ambiciosa y brillante, un texto profundamente argentino, mas a la vez universal, fue el ganador de uno de los más selectos certámenes de narrativa en lengua española.
Los Living, un proyecto narrativo consolidado, es muchas cosas a la vez: novela de formación, novela picaresca y de humor negro desde la primera página hasta la última, excepción hecha de esas páginas que el narrador nos regala a modo de epílogo y que alguien puede leer a la vez en clave fantástica o como una inmensa sátira y disparate surrealista. Y al mismo tiempo, una continua presencia y connivencia con la muerte. Y todo esto reflejado en la Argentina turbulenta de las tres últimas décadas del pasado siglo.
La novela, relatada en primera persona, apunta de una manera y acaba de otra. Comienza con el nacimiento del protagonista, Nito Remondo, en julio de 1974, el mismo día en el que se produce la gran muerte, la muerte del siglo, la de Juan Domingo Perón. De ahí el nombre, Juan Domingo, con el que le bautiza su padre, una venganza, un “chiste torcido” contra el General. Durante su niñez y adolescencia Nito sufre la pérdida de dos seres queridos: su padre y su abuelo. Desde entonces se siente cada vez más acosado por el significado de la muerte.
Mas antes de que esos interrogantes  entren en la escena novelesca, el narrador nos divierte con varios capítulos de lo que él mismo ha llamado “picaresca contemporánea”, que nos permiten conocer al protagonista incluso desde los años previos a su concepción y en los que va desgranando la presencia y la historia de cada uno de los personajes que tienen que ver con el protagonista: su concepción con el final del sexo placentero y el inicio del sexo con sacrificio, la educación en las telenovelas, el descubrimiento en la escuela de que es un niño y no un amorcito de mamá. La ausencia del padre que comienza a inquietarle. La vivencia de la guerra de las Malvinas. La llegada de la adolescencia, retorcida, cruel, hecha de aprendizajes, los escarceos sexuales, la iniciación en el sexo con mujeres de “revistas” que lo convertirán en un artista del pajoleo. Y sobre todo, su caminar en el filo del abismo, enfrentado con la muerte del abuelo y con la desaparición de su padre.
En la mente del adolescente se hace cada vez más porfiada la pregunta ¿cuál es nuestra relación con los muertos? Es a partir de aquí cuando los difuntos comienzan a acaparar todo el protagonismo hasta el punto de que la muerte se convierte literalmente en la forma de vida del protagonista, aunque sin desprenderse el relato de ese sabor de humor negro y sin abandonar la platea de una convulsa Argentina.
Cuando Nito descubre al hombre que había atropellado a su padre, brota en él  la idea de predecir la muerte, primero como venganza y posteriormente como timo muy productivo al servicio  del Pastor protestante Trafálgar que le convierte en un pronosticador de muertes futuras para atraer clientela masculina para su iglesia. Se transforma así en un ángel exterminador, en una estrella de rock predicando la muerte, lo que le permite ganar mucho dinero y descubrir el placer de pajearse no por obligación, sino por elección.
Hasta que revienta, cae del caballo y en su revelación en la que entra en escena de forma definitiva el artista Pitu Carpanta, se arrastra al lector de forma concluyente hasta la pirotecnia esperpéntica final: el invento de los linving. Los muertos no se ven, pero están con nosotros. Nos deshacemos de ellos porque nos dan miedo y porque la muerte es gratis, es dar un paso hacia ninguna parte. Mas nosotros mismo somos nuestra muerte. Víctimas y beneficiarios. Por esos es preciso tener a los muertos en los living. Surge así la Movida Living y el florecimiento de la industria del embalsamiento.
De este modo, una narración que se inicia en clave picaresca, concluye con un gran esperpento surrealista, no carente de simbolismo y de acerba crítica al país  que vio nacer al escritor. Los argentinos que solo hablaban de futbol y de que el país se va a la mierda, convivirán ahora no solo con la memoria de los familiares fallecidos sino con sus cuerpos embalsamados.
Martín Caparrós ha señalado que su abigarrado conjunto novelesco no ha sido escrito con una notación político-social  explicita. No obstante, la novela alberga en grandes dosis un calidoscopio de un país turbulento: la guerra de las Malvinas, un embole que desaparece tan pronto como había aparecido, la benevolente acogida a ciertos fugitivos alemanes, los saqueos, los desaparecidos, convertidos únicamente en incómodos comentarios marginales, las referencias al alfonsismo, al comienzo del menismo con su fiebre de privatizaciones, el desencanto o ese dejarse llevar, como sucede cuando el anuncio del inicio de la guerra.
Desde una perspectiva formal, lo más relevante, en mi estima, dejando a parte un estilo quizás demasiado reiterativo, es el dominio que muestra el autor de una estética carnavalesca, preñada de picaresca en buena parte del relato, hasta la bifurcación final en una grotesca sátira, en una acre contemplación sobre un país y sobre su gente. La maestría de Martín Caparrós para cuestionarse, a medida que avanza el relato, las claves que definen Argentina, es incuestionable. Creo finalmente que es de justicia agradecerle al editor la conservación de los abundantes argentinismos, muy eficaces e una novela que pretende revelar al menos una porción de la argentinidad.

Francisco Martínez Bouzas


Martín Caparrós


Fragmentos

“La situación, sin embargo tenía –como todas- flancos débiles. Hubo momentos en que mi padre pensó que su mujer era una puta porque hacía cosas de puta -lo que él llamó en principio, cosas de puta- como agarrarle la pija entre sus dos manos entrelazadas y apretarla con un movimiento lento, suave, acompasado hasta que él le pedía por favor que lo dejara porque le daba miedo acabar en sus manos como un chico, o decirle al oído, en voz muy baja y aniñada, que le gustaba que se la metiera muy adentro porque era muy grandota, y alguna vez hasta le lamió el glande con la puntita de la lengua, como si quisiera meterle la puntita en el agujero de su pija y mostrarle que ella también podía entrarle en el cuerpo”
…..

“Mamá se había convencido de que no quedaba embarazada porque su marido disfrutaba demasiado de esos polvos. Ah, sí, ¿y vos no disfrutás? Yo sí, pero eso no es lo que importa: si queremos tener un hijo tenemos que hacerlo de otra forma, insistió mamá diez y cien veces y terminó por convencerlo; para marcar el cambio, cubrió el espejo de la cómoda y colgó una cruz con Jesús doliente a la cabecera de la cama: ahora no estamos haciendo nada malo, nada que el Señor no pueda ver.”
…..

“Leí, busqué, aprendí. Pero creo que tenía una aptitud innata para saber la muerte. Porque nací ese día, por mi padre, por alguna forma de destino: cualquier razón es posible y ninguna termina de ser satisfactoria. Algunos saben jugar al fútbol, otros cantan, otros resuelven logaritmos; yo sé pensar la muerte. No era una bendición; era más bien una desgracia pero gracias al Pastor, se trasformó e una desgracia afortunada: yo fui, de pronto, un inútil con don -y pude utilizarlo. Tanto tiempo sin saber qué hacer y de repente lo había descubierto”
…..
“Que todas las chicas punkies, dark, new romantic y demás de Morón Haedo Palomar Ituzaingó y alrededores enloquecieran por mí en un santiamén: mi saber sobre la muerte era imbatible para enamorar rebeldes suburbanas. Cada sábado,  a la salida del teatro, diez o veinte, me esperaban con flores pintadas en negro; me las daban y, a veces, había números de teléfono escondidos en los pétalos. Yo no las llamaba: era un elegido del Señor y no podía andar llamando a rebeldes suburbanas. Se espera de mi cierta conducta -y ésa era una razón perfectamente presentable. Pero fue entonces cuando descubrí, por fin, el placer de pajearme no por obligación sino por elección: por preferir mis manos. Nunca en mi vida -digo nunca en mi vida- tuve tan buen sexo como esos días”
…..

“Tenemos que tener a nuestros muertos con nosotros, quedarnos muertos junto a nuestros vivos, ser la presencia de la ausencia en los living de todas nuestras casas, ser los living. ¡Vamos a ser los living, los de siempre! ¡Vamos a estar ahí, junto a lo nuestros! Vamos a ser la conexión entre los mundos, sentaditos en un sillón cuando ya no haya sillones y las personas se sientan en campos de energía que les ciñan las nalgas y no se manchen ni se gasten”

(Martín Caparrós, Los Living, páginas 38-39, 50, 314, 368-69, 417-18)

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