El anorak de Picasso
José Antonio Garriga Vela
Editorial Candaya, Les Gunyoles ( Barcelona), 2010, 132 páginas.
Bajo el sello de la Editorial Candaya, una de las casas editoriales que más están apostando por la literatura de fronteras, en la senda de las creaciones más vanguardistas y experimentales, publicó hace unos meses José Antonio Garriga Vela una antología muy personal de cinco relatos, rotulados con el título de uno de ellos, El anorak de Picasso. El autor, especialmente después de la aparición de su novela Muntaner,38, está considerado como un escritor imprescindible de la narrativa española contemporánea, un autor que no rechaza las formas más vanguardistas y experimentales de narrar, sobre todo la metaficción en su vertiente autorreferencial.
El juicio de la contraportada de la autoría de Juan Bonilla le hace plena justicia a este carácter metaficcional autorreferencial de los relatos de Garriga Vela: “En El anorak de Picasso (…) reúne textos que se entrelazan y que pueden ser relatos o ensayos o confesiones sin que importe mucho qué son”. Quizás no sean relatos en el sentido convencional. Non-fiction para los puristas que siguen negando el debilitamiento de las barreras entre los géneros, uno de los recursos primordiales de los posnarradores y que los estudiosos de la narratología tienen en cuenta a la hora de definir la metaliteratura.
Los cinco relatos de El anorak de Picasso reflejan, en efecto, recuerdos personales, historias verdaderas, como el primero de la serie en el que el escritor rememora las relaciones de Santiago Rusiñol, el Cau Ferrat y Pablo Picasso con su propia familia. También anécdotas -falsas, confiesa el escritor- de las que él mismo es sujeto activo o pasivo, convertidas en historias reales. Pequeñas parcelas o incidentes biográficos camuflados como ficción. Finalmente, reflexiones acerca de su propia obra y sobre el proceso de gestación de la misma, como ocurre en varias de las secciones del relato “El cuarto del contador”.
Nos encontramos pues sumergidos de lleno en lo que Alter y Waugh designan con el nombre de novela autoconsciente; Linda Hutcheon, narrativa narcisista y Spires, novela autorreferencial. Literatura, en definitiva, en la que el discurso narrativo se refiere a si mismo, como proceso de escritura, de lectura o de discurso oral. Es por ello que la arquitectura compositiva del relato da razón de su carácter metanarrativo. Todos aquellos que ponen en entredicho el carácter literario de este tipo de obras, deberían recordar lo que, al respecto, escribe Darío Villanueva: “(…) la novela es el reino de la libertad, libertad de contenido y de forma y por naturaleza resulta ser proteica y abierta”. Y de este “cruce de literatura y de vida” forman así mismo parte los otros tres relatos aún no mencionados: “El teléfono del señor Permanyer”, “Días felices en Tánger” y “El kilómetro cero”. Literatura confesional, según reconoce el propio autor, que nace de “decenas de imputs que atacan precisamente cuando non estamos a escribir” (Juan Tallón, A pregunta perfecta (O caso Aira-Bolaño, página 13).
Todo forma parte del desarrollo argumental, incluida así mismo la intertextualidad, aspecto distintivo del arte moderno en general, y del que Garriga Vela apenas echa mano, dirigiendo su mirada y el norte de su pluma sobre su propia obra, en una suerte de auto-intertextualidad. Dedicar la textualidad a reflexionar sobre la propia ficción, sobre el arte de narrar o de escribir puede ser excelente literatura cuando llega acompañada por un saber hacer narrativo perspicaz y de primera calidad y un estilo lingüístico sencillo y diáfano. El anorak de Picasso es una muestra incontestable de todo ello.
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