Ahora, escribo
Lolita Bosch
Editorial Periférica, Cáceres, 2011, 197 páginas.
Lolita Bosch, pese a las reticencias de ciertos lectores y críticos que ignoran que el mundo se mueve constantemente, es una de las voces más originales de la narrativa que se escribe actualmente en español. Autora de referencia para aquellos otros cercanos a la literatura hoy en día más vanguardista. También para escritores que practican la postnarrativa. En una de las metanovelas más subversivas del actual sistema literario gallego (A pregunta perfecta. O caso Aira-Bolaño), su autor, Juan Tallón escribe lo siguiente: “Lectura de Tres historias europeas de Lolita Bosch. Trátase dunha nouvelle e dous relatos. Pingüinos, título da nouvelle, vai permanecer moito tempo na miña memoria. Seino. A súa arquitectura e dialéctica narrativas, baixo as que se procede a dividir en cachos inteligentes o feito temporal, presentando os acontecementos do pasado e do futuro en orde indistinta, confusa, pero que non impide unha lectura natural e emocionante, achegan o texto ao que chamaría unha pequena obra mestra”.
“É a primeira obra que leo desta escritora. Comézase a consolidar unha nova xeración de narradores que avanzan en dirección non tanto ao bo, que é algo difuso, como ao novo” (páginas 28-29). Entre esa generación de narradores que avanzan en dirección a lo nuevo, se halla en efecto Lolita Bosch. Natural de Barcelona, su vida, sin embargo, se ha desparramado hasta ahora en el Bajo Ampurdan, EE.UU., la India y, sobre todo, México, donde completó su formación académica y se empapó de lo bueno y de lo malo de la atmósfera mexicana, reflejada en alguna de sus obras. Entre las más conocidas (Tres historias europeas, 2005, La persona que fuimos, 2006, Esto que ves es un rostro, 2008, y La familia de mi padre, 2008). Ha sido traducida a varios idiomas.
Ahora, escribo es precisamente la narración o correlato de su última novela, La familia de mi padre. Según un texto de Walter Benjamin (El narrador), analizado por Scott Lash, en los actos de escritura ficcional se yuxtaponen dos tipos de textos: por un lado, la novela; por otro, el narrador y su historia. Con ello se evaporan de golpe muchas de las concepciones de la narratología clásica. La narración corresponde a un modo de experiencia personal que precede a la novela o acontece mientras esta se fragua. Lolita Bosch nos introduce, pues, en Ahora, escribo en su “taller de escritora”. En el taller de la escritora durante el proceso de su obra anterior, La familia de mi padre, como ya he dicho. Una novela que confiesa la autora, la dejó exhausta y sumida en un verdadero descalabro emocional. La familia de mi padre es el viaje a la intimidad y es así mismo la demolición de los muros de silencio que ella misma había levantado a su alrededor, tras el fallecimiento del padre en México, sin que pudiera llegar a tiempo a su sepelio. Al finalizar aquel libro, se sintió bloqueada en su profesión de escritora.
Lolita Bosch |
Ahora, escribo es un “ancla transparente” con la que la escritora intenta volver entrar en el mar de la literatura, desde el vacío de la no-escritura. “Ahora no. Ahora la escritura no ha logrado evitar ni construir nada. Porque ahora la escritura es la muerte” (página 79). No es de extrañar, pues, que varias secuencias del libro comiencen con el ritornelo, “Casi se de nuevo caminar” (páginas 93, 127, 130), que, más allá de la anécdota de la rotura del menisco de la rodilla saltando en una cama elástica, el lector, en diálogo con este libro, pueda interpretar como una recuperación de la libertad para poder volver a escribir.
A lo largo de las tres secuencias que componen este libro, Lolita Bosch va desgranando una narración que echa a andar desde el dolor y esa extrema relación con la literatura, sobrevenida tras La muerte de mi padre. Nos hace partícipes de sus miedos tras preguntarse qué ha sucedido e intenta entenderse a sí misma, para llegar finalmente a la aceptación y a comprensión de que un texto literario es tan incomprensible como un ser humano.
Historia íntima de una escritora, de un lenguaje escrito (página 53), que dan fe de la condición metaliteraria, y al mismo tiempo “intraliteraria” de esta obra de Lolita Bosch, con una clara autorreferencialidad del yo, tal como lo entiende Spires (Beyond the Metafictional mode. Directions in the Modern Spanish Novel), en este libro-narración y una lematización del acto de escribir. Escritura que se refiere a si misma contestando la tradición mimética del arte, para interrogarse sobre su posibilidad/imposibilidad, sobre la enfermedad, la muerte y también la vida.
Fragmento
“Hace apenas cuatro meses terminé de escribir La familia de mi padre (2008, Empúries / Mondadori); catalán y castellano. Un texto escrito a la vez en dos idiomas y luego, tras su primera versión, corregido como dos libros independientes. Incluso con personajes distintos y, a veces, otras conclusiones producto de espacios diferentes, construidos con otros lenguajes.
Tras entregarla a mis editores pasé un tiempo absorta que duró casi cuatro meses y luego, cuando pareció que algo que no se que fue se detuvo, tuve la sensación de que habría podido matarme, hacerme análisis médicos y descubrir que padecía cualquier tipo de enfermedad, o permanecer para siempre tumbada, fatalmente sin dormir: escondida bajo las sábanas de franela de casa de la Ciudad de México y poco a poco hacerme volátil, inmaterial, celeste.
Comencé a pensar en la historia que finalmente he contado en La familia de mi padre cuando tenía seis años. Cuando por primera vez quise contar algo completo que me habían contado. Aunque a lo mejor fue antes. Cuando pasaba temporadas en casa de mis abuelos paternos y la tata Pilar, que trabajaba pare ellos desde que mi padre cumplió dos años, me contaba quiénes éramos. Cuando me enseñaba que unas cosas son las que suceden y otras las cosas que se cuentan. Y que mi familia (nosotros) trataba desesperadamente de ser una familia a la que las cosas le sucedieran, a la que no le fuese necesario contar. Una Familia Silencio. Como si palabra no fuera un elemento esencial para reconocer nuestro entorno y pudiera evitarse. Como si lenguaje no tuviera peso y el tiempo pudiese transcender sin consecuencias, impune”
(Lolita Bosch, Ahora, escribo, páginas 25-26)
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