Telón de boca
Juan Goytisolo
El Aleph Editores, Barcelona, 100 páginas
(LIBROS DE FONDO)
Lo prometió y lo cumplió. El Premio
Cervantes 2014 anunció en 2003 que Telón
de boca sería su última pieza ficcional, sencillamente porque, confesó
entonces, no tengo nada más que decir en este terreno. A partir de aquel
momento Juan Goytisolo (Barcelona, 1931) se centró en otros géneros. En la poesía
y en el ensayo literario: en el estudio, por ejemplo de la figura de Manuel
Azaña (El Lucernario: la pasión crítica
de Manuel Azaña). Y en la poesía. En 2008 publicó El exiliado de aquí y de allá, que es sin embargo otra cosa: media
docena de textos independientes con el mismo personaje que nace en Señas de identidad, se transfigura en Reivindicación del conde don Julian y en Makbara, para ocupar finalmente el lugar
central en Paisajes después de la batalla.
Textos independiente de naturaleza ficcional pero que sin embargo no son islas.
Intelectual crítico, Goitysolo sigue siendo uno de los autores españoles más
influyentes en el extranjero.
La obra ficcional de Juan Goitysolo atraviesa
toda la segunda mitad del siglo XX. Sun inicios explosivos en la década de los
cincuenta pusieron a disposición de los lectores cinco piezas narrativas (Juego de manos, Duelo en el paraíso y
los volúmenes de la trilogía El mañana efímer).
A inicios de los sesenta, publicaría La
isla y Fin de fiesta títulos que
clausuran una etapa narrativa. Después de años de reflexión, aparece de nuevo
el escritor fabulador e intelectual, aunque
con notables cambios en su concepción
novelística. Si en otras etapas la escritura de Goitysolo pretendía mostrar
sobre todo aspectos externos de la realidad, poco a poco sus obsesiones
convergen en luchar contra los mitos imperantes de la sociedad patria y en la
transformación de la lengua española. Es la época de sus libros más emblemáticos:
Señas de identidad, Reivindicaciones del
conde don Julián, Juan sin tierra o Makbara,
obras que significan una verdadera peregrinación en la búsqueda de las
propias raíces, en el sentido de la historia española y en un proceso imparable
de racionalización que lo conducirá a romper con sus orígenes, con un pasado
cultural y, por último, con la propia
lengua, que progresivamente se va transformando en caracteres árabes en las últimas
páginas de Juan sin tierra.
En 2003, como ya he dicho, el
intelectual rebelde ante el franquismo y uno de los pocos supervivientes del
espíritu crítico, como lo calificó Günter Grass, se despidió de la literatura
de ficción con este pequeño volumen, un
libro extremadamente conciso, en el que nada queda a salvo y que se ciñe
ciertamente a lo que dice su título: Telón
de boca. El paño que esconde el escenario cuando termina una representación,
pone de manifiesto la voluntad del escritor de poner silencio definitivamente a
su labor ficcional.
Telón
de boca es una pequeña obra de arte, escrita de forma primorosa y muy
concisa, que rezuma intimismo y, sobre todo, pesimismo en cada página. Tres
personajes arrastran sus problemas existenciales por los episodios de la novela:
una mujer indirectamente evocada (Monique Lange, fallecida en 1996), su viudo y
un doble de este, un verdadero demiurgo que le interroga e increpa. En un paréntesis
entre “la nada y la nada”, el viejo protagonista, alter ego del propio autor,
desde una ciudad “ocrerrosada” -posiblemente Marrakech- nos proyecta una amarga
y desolada reflexión sobre la existencia que tiene la seguridad que dejará muy
pronto. Desde la frontera de la muerte, realiza un repaso de su vida con
extrema clarividencia y con grandes dosis de pesimismo. Su hablar se transforma
en un recuerdo de la esposa fallecida y en un reconocimiento del poder cruel de
los vivos frente a la indefensión de los muertos. Un espécimen de demiurgo, apodado “El desalmado” y
confirmable su condición en la percepción pesimista de la especie humana, la
especie más nociva del universo.
Únicamente somos poseedores de una certeza:
la igualdad de los muertos, pero esa igualdad no la veremos al morir. Novela
pues que semeja que el manto de la noche pende sobre todos nosotros que también
anochecemos sin darnos cuenta. Un símbolo extraído de Tolstoi y que aparece en
el epígrafe, el cardo amputado, con flores ennegrecidas, se convierte en la
gran metáfora del desvanecimiento de toda certeza y de la inevitabilidad del
destino al que están condenados los descendientes de la Caverna: partir sin
haber hallado el sentido de nuestra vida.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Su
destino -el de ella, de él y todos los descendientes de la Caverna- sería el
del cardo cuya imagen obsesionaba a Tolstoi, el mismo cardo tenaz que él buscó
en las montañas del Cáucaso. Iba en una chatarra de automóvil por el camino
enfangado a Shatoi y pudo atisbar, cuesta abajo, los tanques y vehículos
calcinados en una emboscada similar a la tendida a los soldados del zar siglo y
medio antes. Verificó una vez más la necia reiteración de la historia, su
crueldad obtusa. En el valle de Argún había una magnífica variedad de flores. A
través del intérprete, preguntó por la planta a uno de los reclutas que les
detenía a mendigar cigarrillos. No supo darles respuesta y, aunque siguió
escrutando entre retén y retén, no divisó ninguna. El trayecto a las ruinas aún
recientes del pueblo le confirmó en su certeza de pertenecer a la especie más
dañina del universo. El cardo amputado y sus flores ennegrecidas cobraban el
valor de un símbolo. El carro ciego que las tronchó era el que segaba metódicamente
sus vidas.”
…..
“Discurría
el cariño del sol, con un ejemplar de La sonata en el regazo, cuando irrumpió la voz del que, entre risas, afirmaba
ser a la vez creador y creado.
«¿Piensas
que puede existir, no ya una mísera tribu, sino una sociedad de las que llamáis
modernas o posmodernas sin alguna forma de creencia irracional y fantástica?¿Sin
palio blanco, manto de brocado, clámide purpúrea, diadema de oro, cetro
pontificio? Los pueblos, vuestros rebaños, no lo soportarían. ¡Mira en lo que
fueron a parar las utopías y crisis místicas de tu mentor! Sus compatriotas
pretendieron condenarme al olvido pero forjaron en seguida ídolos crueles como
yo, aunque contingentes y efímeros: ¡el profeta arrengador de la perilla y el déspota
con bigotes de cucaracha! Dime: ¿qué ha sido de ellos? No lograron suplantarme,
fueron derribados de sus peanas mientras yo sigo ahí tan fresco, con los
hechiceros que bendicen a la soldadesca e inciensan sus matanzas. Las botas
aplastan de nuevo el cardo. ¿Merecerían la pena tantos esfuerzos, sacrificios y
horrores para volver a la casilla del comienzo? No creas que soy megalómano si
sostengo que, malvado o bueno, me necesitáis y no desapareceré en un futuro probable. Sois una colonia de insectos
en la que cada uno tira por su lado y busca el provecho inmediato a costa de
los demás. La igualdad fraterna en la que algunos sueñan no pasa de quimera. Sólo
tenéis una certeza, pero no queréis mirarla ala cara: es la igualdad de los
muertos y, al morir, no serás tú quien la vea.”
(Juan Goitysolo, Telón de boca, páginas 29-30, 47-48)
Un telón que acaba con una gran obra....
ResponderEliminarFeliz 2015