Carlos Algora
Algaida Editores, Sevilla, 2020, 412 páginas.
Carlos
Algora es un investigador y narrador ya de dilatada experiencia, que ha entrado
de lleno, con alguno de sus estudios, en la proyección en Sevilla de la
Institución Libre de Enseñanza. Y ha recreado, desde la ficción, la vida de los
pícaros de las almadrabas de Conil. Y con un relato de suspense nos introduce
de lleno en la revolución de 1868. En su tercera novela, El maestro de la Mano Negra, recién editada por Algaida, nos
sumerge en la Andalucía profunda y
campesina, y en episodios de inusitada violencia, provocados en gran parte por
la miseria y por la sed de venganza de los terratenientes, apoyados por las
fuerzas represivas gubernamentales y por jueces que hicieron dejación de su
imparcialidad a la hora de aplicar la ley, favorecer a los poderosos y condenar
a garrote vil a pobres inocentes.
La novela
se base en hechos reales, constatados por historiadores, amalgamados con elementos
de ficción. La Mano Negra fue una presunta organización anarquista secreta que
posiblemente nunca existió, pero a la que se le atribuyeren ciertos crímenes,
incendios y destrucción de cosechas en la comarca de Jerez en los primeros años
del siglo XIX. Los antecedentes causales -si existieron- es preciso buscarlos
en las sequías y pésimas cosechas que sufrió Andalucía en 1881 y 1882. Lo que
provocó hambre y crispación social, con asaltos a tiendas, robos e incendios,
así como invasiones de fincas y motines de protesta por falta de trabajo y por la
escalada de los precios. El gobierno envió refuerzos, sobre todo a la comarca
de Jerez, que, con la ayuda de la guardia municipal, procedió a detener a
muchos jornaleros, afiliados en su gran mayoría a la Federación de
Trabajadores, de cariz anarquista, que sin embargo había expulsados a los
autores de actos de violencia.
Así pues
la novela de Carlos Algora, sin renunciar a la creatividad del género de
ficción, tiene base real, incluyendo incluso no pocas citas de la prensa de la
época. El autor relata los hechos sin renunciar nunca al suspense ni a dar
cuenta de hechos espeluznantes y atroces.
Entre los
múltiples actantes, dos de ellos se convierten en los protagonistas centrales:
el maestro cortijero, Juan Ruiz en el papel
de héroe honrado, y su contrapunto, el bandolero Miguelilo Ajorjacambre.
El relato se inicia “in media res”, en un punto medio del tiempo de la
historia, con Juan Ruiz en la cárcel, acusado de un asesinato, pero sobre todo de atentar contra los ricos y de
instigar a destruir viñedos, provocar incendios y asesinatos, cuando lo único
que había hecho, había sido acudir con su mujer a la siega en un cortijo,
encuadrado en una cuadrilla, y exigir salarios acordes a su trabajo. En la
sierra actúan bandoleros al mando de Miguelillo Ajorcajambre, que con torturas
y asesinatos no sólo hacen pagar traiciones, sino que asaltan, roban y matan a
ricos y a pobres. La novela comienza pues presentándonos los deleznables abusos
sobre las gentes de Andalucía que nada tienen.
Novela
fragmentaria que intercala el trabajo de la cuadrilla, las sesiones escolares
de Juan Ruiz con sus días de de cárcel, víctima de terribles torturas, y los
planes facinerosos de Miguelillo Ajoscajambre. Ninguna prueba tienen los
torturadores, fiscales y jueces contra el maestro, pero le tienen enfilado por
ser socialista libertario de la Federación de Trabajadores de España y por
aconsejar a sus compaisanos para que reclamen lo que les pertenece, y que
protesten contra los abusos de los hacendados que les dan el poco trabajo que
había a dóciles y agradecidos.
La trama
novelesca se extiende en relatar el hambre enorme de las familiar que les lleva
a comer ratas, grillos y lagartijas. Refiere así mismo con detalle las
aventuras de los salteadores de caminos, cuatreros y contrabandistas,
aficionados al vino, al juego y a los
prostíbulos. Escenas terribles como la del hacendado que ordena castrar a un
enamorado de su hija, únicamente por ser de condición humilde. Las calamidades
y abusos que hacen soñar a muchos con un justiciero que, a toque de espada,
restableciese la dignidad de los parias. Pero el maestro Juan Ruiz y los
socialistas libertarios creen que ese no es el camino. Su misión es inculcar
en sus discípulos y vecinos la idea de
que no somos esclavos de nuestro destino.
Hasta que detienen a Juan Ruiz, al que consideran
el jefe de la Mano Negra. Y a base de indescriptibles torturas le obligan a
confesar un crimen que nunca cometió.
La novela
refleja sobre todo la Andalucía desesperada por la hambruna, y la
connivencia de las fuerzas del orden,
jueces y partidos gobernantes que se negaban a diferenciar entre los bandoleros
y la supuesta Mano Negra y la Federación de Trabajadores. Lo que buscan y
ansían es lograr un castigo ejemplar del que serán víctimas seres inocentes.
Refleja igualmente lo que opinan las fuerzas represoras de la Guardia Civil,
asociadas con los caciques conservadores.
Novela en
la que tienen cabida grandes dosis de amor
verdadero como el del maestro cortijero y su pareja Maria Frasca. Y
otras de amor machista, prepotente y humillante.
No revelo
el desenlace. Solamente diré que el garrote
vil actuó sin misericordia sobre seres inocentes, tras confesiones
forzadas por la tortura. Novela histórica y negra, como reconoce el autor.
Respeta el contexto histórico, pero el lector no debe olvidarse que esta es una
pieza de ficción. Ficción y realidad que nos permiten ver que el ser humano es
maravilloso y capaz de lo más noble, pero también el depredador más inhumano de
sus semejantes. El único ser vivo que es
capaz de hacer daño por placer.
Francisco Martínez Bouzas