Joan Perucho
Edhasa, Barcelona, 284 páginas
(LIBROS DE FONDO)
Joan Perucho (Barcelona,
1920-2003) es una de los escritores catalanes más traducidos. Poeta, novelista,
articulista, gastrónomo y crítico de arte, se inició en la escritura en español,
pero la mayor parte de su obra está escrita en catalán. Sus obra literaria es
tan amplia como rica, sin embargo fue ninguneado durante largos años, al igual
que su amigo Álvaro Cunqueiro. Ignorado por la crítica, propensa a juicios
fundamentalistas, porque, como afirma Carlos Pujol, la literatura de Joan
Perucho es la proclamación de la fantasía y de la libertad de las quimeras (…)
de las verdades soñadas que suelen ser para el lector mucho más hondas,
hermosas y significativas de lo que nunca podrán sospechar los que nunca han leído
a Perucho. Sin embargo Perucho vio al fin reconocida su contribución a las
letras peninsulares con el Premio Nacional de las Letras al conjunto de su obra,
concedido por el Ministerio de Educación en 2002, poco antes de fallecer.
Ejemplo de dignidad, decoro y elegancia artística,
cautivado por la palabra, por su música interna y por las fantasías que son
capaces de hacer nacer en nuestro interior, gobernó como nadie lo imposible y
lo maravilloso, haciéndolos convivir con lo más cotidiano, con aquello que nos
es familiar, con la naturalidad del casalicio.
Perucho nació para la literatura como poeta
surrealista para transitar más tarde por la narrativa. El año 1968 fue el de su
explosión con la publicación de nueve
libros, lo que obligó a la crítica a hablar del “boom” Perucho. No obstante el
escritor catalán estaba pendiente de una reivindicación: la traducción de su
corpus literario al español, hecho que finalmente dio comienzo al emprender la
Editorial Edhasa la edición castellana de su obra completa. El proyecto dio
comienzo con la publicación de Las
historias naturales, una de las novelas más emblemáticas del autor pues
recogió en 1960 -año de su publicación en catalán- la quintaesencia de su obra:
la digresión culta, la cháchara erudita en la que se entretejen y amalgaman personajes reales e imaginarios, a
la manera de una mitología en la que no resulta nada fácil distinguir la realidad
de la ficción. Su protagonista es Antonio Montpalau, un sabio del siglo XIX, empeñado en
combatir la superstición en nombre de la ciencia, dedicándose por ejemplo a perseguir
un extraño pájaro, que resultó ser un vampiro, empleando armas como el ajo, el
perejil o el crucifijo. Sin embargo su investigación de la avutarda géminis, le obligará a replantearse su visión del mundo.
Todo ello en el transfondo de las guerras carlistas, por lo que entre sus protagonistas
encontramos personajes reales.
Perucho halló en Las historias naturales el camino para iniciarse en esa concepción
de la literatura como juegos de ingenio, condimentados no con el humor directo,
como hizo Álvaro Cunqueiro en el territorio de la literatura gallega, sino con
la ironía. La simbiosis de lo racional y de lo sobrenatural, de la fantasía, de
la erudición, real o apócrifa, que hallamos como características definitorias de la obra literaria de Joan Perucho, mereció
el elogio de la crítica internacional. Un crítico de la categoría de Harold Bloom
escribe el siguiente juicio sobre Las
historias naturales: “ambientada en los años treinta del siglo XIX, la época
de las guerras carlistas, sigue siendo una narrativa de futuro todavía hoy, más
de cuarenta años después de su publicación. Es una narrativa magnífica que
mezcla una historia de vampiros, la Historia y una ironía que semeja
enteramente catalana”. Este “modelo de narración elíptica para la literatura
del futuro” que sutura lo cotidiano con la magia, desvela el oculto secreto de
los espejos. Mientras tanto el mundo se entretiene con Tolkien, Rowling o con Las cincuenta sombras de Grey.
Francisco
Martínez Bouzas
Joan Perucho |
Fragmento
“Se
apoyó en la balaustrada y contempló la mar en calma. Se divisaban seis navíos,
uno de los cuales enarbolaba pabellón británico. Pasó una «gavinis comunis»,
chillando, en vuelo rasante. Se hizo un silencio perfecto. Allá arriba, en Montjuich,
tremolaba la bandera. Surgieron unos acordes arrebatadores, pero inaudibles,
absolutamente inexistentes. Aparecía la imagen de Riego, y el himno, y la
Constitución de 1812. Podía verse a los carlistas y la ciudadela y al general O’Donnell
desplomándose, con la sangre que fluía, lenta y absurda. Fluía vertiéndose
sobre los adoquines. Pasaban los milicianos y las canciones patrióticas, y se
gritaban vivas a la reina. Volaban «gavinis comunis» y «avutarda géminis», la
especie indeterminada, chillando, moviendo las alas sobre los pórticos de la
casa Xifré, recién estrenados. Se saboreaba el gusto salobre del mar, y un
optimismo delirante alternaba con un fúnebre pesimismo. Todo el mundo movía las
alas y gritaba. Sólo la ciencia permanecía impasible, más allá del bien y del
mal.”
(Joan Perucho, Las historias naturales, página 20)