miércoles, 30 de diciembre de 2015

"LA LEY DEL MENOR": CUANDO LA RELIGIÓN SE CONVIERTE EN VENENO



La ley del menor

Ian McEwan

Traducción de Jaime Zulaika

Editorial Anagrama, Barcelona, 2015, 213 páginas



   La ley del menor (The Children Act, 2014) es la última novela de Ian McEwan (Aldershot, U.K), uno de los miembros de la generación de los “Young British Novelists de 1983, de la que también formaron parte Julian Barnes o Salman Rushdie. La ley del menor es una novela en la que el escritor británico ya no escandaliza a sus lectores ingleses, ni a los de ningún otro país, como hizo en sus primeras ficciones de formato largo y en sus colecciones de relatos: Primer amor, últimos ritos, Amor perdurable o El inocente. Sin embargo, McEwan no ha perdido un solo átomo de pulso narrativo, y mantiene la misma intensidad emocional, si bien penetrando en conflictos, especialmente en dilemas éticos, como los que el lector puede apreciar en la trama de esta novela.

   Ian McEwan ha declarado que le fascinan la narrativa de ideas. La ley del menor se encuadra justamente en esa zona arisca donde chocan dos ideas: las creencias religiosas y el derecho. Pero no conviene equivocarse: ese tipo de colisiones se suelen analizar en el género ensayístico. McEwan, sin embargo, hace que penetren en nuestras zonas racionales y emocionales mediante la ficción. Con piel, con humanidad, con personajes reales para coexistir al lado de conflictos que son dramas que afectan a las personas de carne y hueso, no a individuos entes abstractos. Por eso, en La ley del menor conviven dos tramas: la de la colisión de ideas ya aludida y una trama paralela que penetra también en la médula de Fiona Maye, la principal protagonista.

   A ella aludiré en primer lugar. Fiona Maye es magistrada del Tribunal Superior de Justicia, especializada en temas de familia. Casada con Jack, considera que su vida profesional y personal está estabilizada. No obstante ninguno de los dos miembros de la pareja recuerda cuándo había sido la última vez que practicaron sexo. El suyo es un matrimonio que ha llegado a ese punto en que sus miembros viven como hermanos. Jack, en las puertas de los sesenta, quiere vivir la última gran relación apasionada con otra mujer, por supuesto más joven que Fiona, pero sin divorcio, sin romper su matrimonio. Ella considera que es una propuesta indignante y se niega. Jack sigue adelante y se va de casa.

   En esa situación de ruptura, y después de contextualizar el caso que constituye el nudo de la novela, con otros en los que Fiona tiene que dictar sentencia (entre ellos, la separación de dos siameses que causará la muerte de uno de ellos), le llega en efecto el nuevo proceso, el de Adam Henry, un joven testigo de Jehová, enfermo de leucemia que le llevará sin ninguna duda  a la muerte si no recibe una transfusión de sangre. A punto de cumplir los dieciocho años, decide asumir los dictados de la fe de sus padres y rechazar la transfusión. Por ser menor de edad, la decisión le corresponde al tribunal de Fiona. Ella tendrá que decidir entre el derecho de los pacientes a elegir o rechazar los tratamientos, o las recomendaciones del hospital de llevar a cabo cuanto antes la transfusión. O con otras palabras, entre la vida y la muerte de una persona que, dentro de tres meses, cumplirá los dieciocho años y será autónoma para decidir. Mas, antes de que Fiona emita la sentencia, decide visitar de inmediato a Adam Henry en el hospital. Para ella es importante saber el grado en que el chico comprende su situación y a lo que se enfrenta si falla contra el hospital.

   Lo hace y no solo hablarán de esos dilemas, sino también de poesía, porque Adam, cuya vitalidad está siendo asfixiada, escribe poemas, toca el violín y la jueza lo acompaña cantando. Percibe así mismo que Adam posee plena conciencia de su situación, una concepción romántica del sufrimiento, mas quizás sus ideas no son suyas puesto que fue condicionado desde la infancia por una ininterrumpida y categórica visión del mundo. Prevalecerá el interés de Adam y la jueza tomará una decisión entre dos malas opciones que, por respeto al lector no debo revelar. Anoto solamente que los padres de Adam llorarán de rabia y gritarán de alegría.

   La novela, sin embargo, dará mucho más de sí. Lo que sigue después es una propuesta descabellada y al mismo tiempo inocente. Y la tragedia, porque Adam había ido a buscarla y ella no le había ofrecido nada en lugar de la religión, sin comprender en ese momento lo que dicta la Ley: el bienestar del menor como consideración prioritaria. Su único asidero será un matrimonio que comienza a renovarse a trompicones.

   La ley del menor es una novela de ideas, especialmente de enfrentamientos entre ideas legítimas: el derecho y las creencias religiosas, que pierden su legitimidad cuando se convierten en veneno, y de las que es preciso proteger a los menores de edad. Cargada de múltiples referencias y detalles concernientes a la administración de justicia en Inglaterra, la burbuja gris en la que vive la protagonista. Pero también, especialmente en las páginas finales, una novela sobre la vida, sobre la búsqueda de sentido, un sentido que jamás se verá colmado con la razón, cuando opera alejada de la pasión y de las emociones, de los sueños que, también en la madurez, siguen siendo un horizonte, quizás utópico, pero necesario.

   Una ficción llena de historias estremecedoras que acontecen en el ámbito de la justicia familiar que son reflejo de la vida real, y que McEwan concluye de una forma redonda, bien cerrada, lo que ha ido tejiendo con una prosa armoniosa, sin estridencias, con  presencia frecuente de la música, ese arte capaz de abrir el corazón de los personajes. Una novela que solamente demanda lectores adeptos de las buenas historias, capaces de dejarse seducir por ellas, y gozar, en una sola sesión, de una de las mejores novelas del gran narrador inglés.



Francisco Martínez Bouzas

                                                       
Ian McEwan

Fragmentos



“Él dio un sorbo cuidadoso al whisky. No iba a emborracharse para reivindicar sus necesidades. Sería grave y racional cuando ella habría preferido que fuese ruidos en el agravio.

Sostenido su mirada le dijo:

-Sabes que te quiero.

-Pero te gustaría tener una mujer más joven.

-Me gustaría tener una vida sexual.

Era una invitación a que ella formulara promesas efusivas, a atraerle hacia ella, a disculparse por estar atareada o cansada o indisponible. Pero ella miró a otra parte y no dijo nada. No iba a dedicarse, sometida a presión, a revivir una vida sensual por la que en aquel momento no sentía apetencia. Sobre todo porque sospechaba que la aventura ya había empezado. Él no se había molestado en negarlo y ella no iba a preguntárselo de nuevo. No era sólo por orgullo. Aún temía la respuesta.”



…..



“-¿No es cierto que si accediera a recibir una transfusión sería excomulgado, como dicen ustedes? ¿Expulsado de la comunidad, en otras palabras?

-Desasociado. Pero eso no va a ocurrir. No va a cambiar de opinión.

Técnicamente, señor Henry, es todavía un niño a su cargo. Por eso quiero que usted cambie de idea. Su hijo tiene miedo de que le rehúyan, ¿no es la palabra que emplean? De que lo rechacen por no hacer lo que usted y los ancianos quieren. El único mundo que conoce le daría la espalda por preferir la vida a una muerte terrible. ¿Es eso una elección libre para un chico joven?

Kevin Henry hizo una pausa para reflexionar. Miró por primera vez a su mujer.

-Si usted pasara cinco minutos con él se daría cuenta de que sabe lo que hace y es capaz de tomar una decisión conforme con su fe.

-Yo prefiero pensar que encontraría a un chico aterrado y gravemente enfermo que quiere con toda su alma la aprobación de sus padres. Señor Henry, ¿le ha dicho a Adam que es libre de recibir una transfusión si lo desea? ¿Y que seguiría queriéndole?

-Le he dicho que le quiero.

-¿Sólo eso?

-Es suficiente

-¿Sabe usted cuándo se les ordenó a los testigos de Jehová rechazar las transfusiones de sangre?

-Está escrito en el Génesis. Data de la Creación

-Data de 1945, señor Henry. Hasta entonces era perfectamente aceptable. ¿Le satisface una situación en que en los tiempos modernos un comité de Brooklyn ha decidido la suerte de su hijo?”



…..



“El trabajo del departamento de Familia proseguía. Era fortuito que tantos conflictos matrimoniales de las listas le llegasen a Fiona. Y una pura coincidencia que ella también tuviese el suyo. No era frecuente en esta sección encarcelar a gente, pero aún así en sus momentos de asueto pensaba que podía meter presos a todos los casados que querían, a expensas de sus hijos, una mujer más joven, un marido más rico o menos aburrido, un barrio distinto, sexo nuevo, amores nuevos, una nueva visión del mundo, un nuevo y bonito comienzo antes de que fuera demasiado tarde. Mera persecución del placer. Kitsch moral.”



…..



“¿Alguna vez dejaría de llover? Vio la figura solitaria (de Adam Henry) que subía el sendero de entrada de Leadman Hall, encorvado contra el temporal, avanzando en la oscuridad mientras oía la caída de las ramas. Debió de ver al fondo las luces de la casa y supo que ella (Fiona Maye) estaba allí. Refugiado en una construcción anexa, dudaría, aguardaría una oportunidad de hablar con ella, arriesgándolo todo en ese intento de… ¿qué, exactamente? Y creyendo que podría obtenerlo de una mujer sexagenaria que no había corrido ningún riesgo en la vida, aparte de unos pocos episodios temerarios en Newcastle, muchos años atrás. Debería haberse sentido alagada. Y preparada. En cambio, en un arranque imperdonable y poderoso, le besó y luego le expulsó. Después ella también huyó. No contestó a sus cartas. No descifró la advertencia en su poema. Cómo le avergonzaban ahora sus mezquinos temores por su reputación. Su transgresión sobrepasaba el alcance de cualquier comisión disciplinaria. Adam había ido a buscarla y ella no le había ofrecido nada en lugar de la religión, ninguna protección, aún cuando la Ley era clara, su consideración prioritaria era el bienestar del menor. ¿Cuántas páginas y cuántas sentencias había dedicado a este concepto? La asistencia, el bienestar, eran sociales. Ningún niño era una isla. Pensó que sus responsabilidades terminaban dentro de las paredes del tribunal. Pero ¿cómo podían terminar allí? Él fue a buscarla, quería lo mismo que quiere todo el mundo y que sólo podían darle los librepensadores, no los seres sobrenaturales. Un sentido.”



(Ian McEwan, La ley del menor, páginas 31-32, 84-85, 134-135, 208-209)

domingo, 27 de diciembre de 2015

"CÓDIGO ROJO": UN THRILLER MILITAR PARA DENUNCIAR AL SISTEMA



Código rojo

Luis Gonzalo Segura

Ediciones Destino, Barcelona, 2015, 309 páginas



   Luis Gonzalo Segura saltó a la fama mediática en 2014 con su libro Un paso al frente, basado en las múltiples denuncias de corrupción en las Fuerzas Armadas españolas. Porque Luis Gonzalo Segura es, o era, oficial del Ejército español hasta el pasado junio, mes en el que le fue notificada oficialmente la pérdida de su condición militar. Luis Gonzalo Segura, según algún medio “ídolo favorito” de Podemos y en especial de Pablo Iglesias, fue expedientado precisamente por publicar esa novela. Previamente había sufrido varios arrestos por denunciar varios abusos de corrupción en el Ejército español, o por afirmar que no participaría en una eventual intervención armada en Cataluña. El pasado verano publicó una nueva novela, Código rojo, que hoy comento.

   Código rojo, echa a andar precisamente con una calificación semántica del título del libro, porque esas dos palabras constituyen un término militar que define el acoso extremo en el ámbito castrense; un castigo para los que se niegan a cumplir las órdenes de la cadena de mando, o simplemente no encajan. Esa etiqueta la emplea el autor para poner de manifiesto la reprobación del sistema que, a su juicio, impera dentro del Ejército, cuyos pilares básicos son el secretismo, la corrupción y los abusos. Desde la ficción, pues, prosigue el autor su lucha contra lo que él considera hechos criminales o delictivos, que no son infrecuentes en una institución jerarquizada como la de las Fuerzas Armadas. Y lo hace con un thriller en el que los actantes son tres personajes vinculados con la Guardia Civil o con el Ejército, y que desemboca, en su desenlace, en un ejercicio de cruda denuncia de no pocos acontecimientos o situaciones que, a diario, se producen en España y que sin duda reconocerá el lector, porque están protagonizadas por personajes públicos muy conocidos.

   Una ficción con visos detectivescos ambientada en una institución en la que, según Luis Gonzalo Segura, nunca  se ha producido la Transición, y mantiene ciertas estructuras de la dictadura franquista. Esos tres personajes  aludidos que forman un equipo especial, son Fernando, un cabo de la Guardia Civil; es un gay al que en el cuerpo tratan con cierto desprecio por su condición y porque pertenece a organizaciones reivindicativas dentro de la Benemérita; Sira del Rosal, teniente igualmente de la Guardia Civil, inteligente, buena conocedora de la historia y discriminada en su carrera por su condición de mujer. A ellos se unirá Guillermo Fernández, militar de carrera expulsado del Ejército por sus declaraciones en los medios de comunicación, un claro trasunto literario del autor, si bien él lo niega.

   Este equipo se va a enfrentar con una cadena de crimines. El primero de ellos no puede ser más macabro y escalofriante: la víctima aparece crucificada, con las cuencas de los ojos vacías, la lengua cercenada y con una nota en los pies del cadáver en la que el asesino avisaba que las víctimas serían cinco. El cabo Fernando se enfrenta a un asesino en serie, pero recibe órdenes de su coronel de cerrar el caso cuanto antes. Decidirá, sin embargo, seguir adelante con la ayuda de su jefa Sira del Rosal y de Guillermo Fernández. El siguiente caso es tan espeluznante como el primero. La víctima, despellejada viva, aparece encerrada en una urna de cristal, devorada por hormigas. La “cuna de Judas” será el instrumento del que se sirva el asesino para torturar a su tercera víctima.

   Estas macabras escenificaciones de los cadáveres y el avance de las investigaciones hacen derivar la novela hacia episodios de la historia de España, acontecidos hace más de cien años (la Guerra del Rif, en 1921, con el desastre de Annual) y miles de soldados muertos debido a la improvisación de sus mandos superiores). Avanza la investigación y se suceden los crímenes. Una vuelta de tuerca en el desenlace hará ver que la realidad no es lo que parece.

   La investigación detectivesca, entre dificultades y órdenes de la cadena de mando que pretenden silenciar lo que está ocurriendo, avanza incluyendo revelaciones ocultas pero reales de acontecimientos escandalosos producidos en el Ejército o en la Marina española; a la vez que se hace referencia y se denuncia las “puertas giratorias”: esas puertas doradas que se abren ante ex políticos de primer orden acomodados en consejos de administración de las hidroeléctricas. También la referencia al todavía ministro español de Defensa, ligado a en un pasado reciente a empresas armamentísticas

   Código rojo no es un gran ejercicio literario. Nunca estuvo eso entre las intenciones del autor. Su estructura constructiva es, no obstante, suficientemente sólida y bien arquitrabada. El estilo de la novela se define con dos palabras: explícito, claridad. Luis Gonzalo Segura no pretende otra cosa. Novela que entretiene, pero también nos revela las interioridades desconocidas de las Fuerzas Armadas españolas. Y no exenta de confrontaciones entre los principios éticos y la absoluta obediencia  que se exige en la vida castrense. Así como denuncias muy claras de las relaciones existentes entre el sistema político, el poder financiero y la cúpula militar. Ficción, pues, para entretener, informar de las interioridades de las instituciones castrenses y hacer pensar.



Francisco Martínez Bouzas



                                                       
Luis Gonzalo Segura

Fragmentos



La imagen que vio Fernando nada más cruzar el umbral le impactó como nada nunca lo había hecho antes en su dilatada carrera como guardia civil. El cuerpo estaba desnudo y crucificado sobre una cruz de madera de olivo, en mitad de un salón diáfano de unos cuarenta metros cuadrados con unos grandes ventanales cerrados casi por completo, lo que hacía que al principio apenas se pudiera ver con claridad y que el hedor  golpease con virulencia. Se quedó unos instantes inmóvil frente a la crucifixión asimilando lo que creía estar viendo. Cuando su vista se adaptó a la falta de luz se acercó al cuerpo para observarlo con nitidez. Un reguero de sangre descendía por las piernas desde las rodillas hasta llegar a los clavos metálicos, negros y gruesos, clavados en los talones, situando éstos de forma paralela a cada lado del tronco de olivo. Las rodillas y las tibias habían sido machacadas, quizás con mazas. «Tranquilo, sólo es un cadáver, haz tu trabajo como siempre», se dijo Fernando para tranquilizarse ante tan macabra imagen. El cuerpo estaba tenso como si alguien lo hubiese estirado, la cabeza caída, las muñecas clavadas al travesaño, que también parecía de madera de olivo. En el suelo, de parqué, no había ni una sola gota de sangre.

Encendió una linterna e iluminó la cabeza, lo que le permitió descubrir que las cuencas de los ojos estaban vacías y había una serie de pequeños orificios en las mismas. «¿Qué coño es esto?” Se acercó más y dio un respingo porque algo se movió de forma extraña. Su respiración se aceleró e intentó tranquilizarse. Al cabio de unos instantes volvió a observar las cuencas y confirmó lo que sospechaba: pequeñas larvas se movían libres en su interior.”



…..



“El universo militar era y es así: un acosador sexual asciende a coronel y se le otorga el mando de una unidad; cuando se le condena se hace con el suficiente cuidado de conseguir que la pena sea inferior a los tres años de cárcel para que de esta manera pueda seguir siendo militar una vez cumplida la condena. En cambio, a los que denuncian la corrupción o los desmanes, se les expulsa sin piedad. «Te crees que vas a heredar», se suele espetar a los militares que son rigurosos en las cuentas, mejor dicho que lo intentan, como si ello fuese una lacra, un defecto a corregir de la forma más inmediata posible. «Ni que fuese tu empresa», decían muchos. Pero lo cierto es que lo era, y lo es: la empresa de ése, de éste, de aquel, de todos.”



…..



“¿Cuándo se transforman los niños en políticos corruptos, en jueces injustos, en fiscales que actúan como abogados defensores, en periodistas manipuladores y/o tergiversadores, cuando no mentirosos, en altos mandos militares, talibanes capaces de cualquier cosa, en directivos de farmacéuticas que especulan y se enriquecen con la muerte…?¿Cuál es el momento exacto?. Guillermo miraba a los niños y les preguntaba en su mente: «Serás tú el próximo presidente que mienta a los ciudadanos? ¿Serás tú el próximo presidente que organizará una banda paramilitar y después trabajará para una hidroeléctrica? ¿Serás tú el próximo ministro de Defensa que venderá bombas de racimo a un dictador para que éste las arroje contra su propio pueblo ¿Serás tú el próximo presidente de la Unión Europea que solicite recortes a los países a la vez que cobra más de 360.000 euros anuales? ¿Serás tú el próximo que suba el salario a los altos cargos, amiguitos todos ellos, para que cobren cantidades desorbitadas? ¿Serás tú? ¿Serás tú.”



(Luis Gonzalo Segura, Código rojo, páginas 23-24, 160, 170)

lunes, 21 de diciembre de 2015

"HORA ZULÚ": PRISIONEROS DE UN TIEMPO ETIQUETADO



Hora zulú
Santiago Lopo
Traducción del autor
Mar Maior (sello de Editorial Galaxia), Vigo, 2015, 216 páginas

   Si bien este ejercicio de ficción de Santiago Lopo poco o nada tiene que ver con las propuestas metaliterarias, es posible que su lectura haga surgir no pocos interrogantes en aquellos lectores  habituados a propuestas narrativas convencionales, basadas, sobre todo, en discursos compactos y lineales. Sin embargo, la arquitectura compositiva de Hora zulú da razón de su carácter posmoderno, un territorio poco frecuentado en el sistema literario gallego, al que pertenece originalmente la novela de Santiago Lopo, y en general en todas las narrativas. Por eso mismo, Hora zulú puede producir a veces ciertas dosis de pasmo, pero su estructura compositiva y sus imputs, fueron reconocidos, hace ya muchos años. por escritores que trabajaron desde el otro lado del espejo como Henry James, Borges o Walter Benjamín, entre otros. Historias fragmentadas, ramificadas, las multiplicidades o el libro rizoma que dirían Deleuze y Guattari.
   Hoza zulú fue galardonada en el año 2012 con el Premio de Novela García Barros, cuyo jurado tuvo la intrepidez de premiar una novela cuya arquitectura compositiva está basada en fragmentos, una opción que hoy tiene cabida en la narrativa porque responde a nuestra forma de percibir el mundo, cada vez más fragmentado, inconexo e incoherente.
   Hora zulú es en efecto una novela construida a base de fragmentos, de registros de naturaleza muy diversa, pero eso no quiere decir que carezca de un centro oculto para hacer cuadrar y coincidir las piezas de esta nove-puzzle. En su ejerció narrativo, Santiago Lopo relata en efecto una historia de esos fragmentos (poemas, informes hospitalarios, anexos de los mismos, correos electrónicos entre dos psiquiatras y cinco textos rotulados con el título de la novela). Mas todo ese material no denota un cajón de sastre, sino que remite a una historia que un lector activo sabe apreciar.
   Aparentemente la trama de la novela no parece otra cosa que la búsqueda de identidad de una persona que aparece herida al pie de un acantilado en la costa gallega. La amnesia que parece padecer, hace que lo internen en un hospital psiquiátrico. La multitud de fragmentos, y de forma especial los correos que una psiquiatra le hace llegar a un antiguo compañero, y los cinco textos que se apropian del nombre de “Hora zulú”, parecen remitir a la figura de un misterioso Profesor -el hombre desnudo y herido hallado en la playa gallega-, cuya enigmática figura atrae la atención del lector hasta el desenlace final. Mientras todo eso sucede, el texto nos acerca al ambiente de un hospital psiquiátrico, por cierto muy humanizado, y a temas e interrogantes ecológicos que tienen que ver con el desenlace.
   Sin embargo, el tema de la novela, la idea-eje subyacente y que además le confiere sentido a la historia, va mucho más allá de la misma, y nos remite a las etiquetas espacio-temporales en las que se mueve la humanidad. El tiempo, como las vidas humanas, no es lineal, no existe, por mucho que lo etiquetemos en husos horarios para intentar entenderlo. Somos pues esclavos de su medición. De ahí la razón de ser del título: una “hora zulú”, alejada de cualquier meridiano. Será nuestro deseo de liberarnos de ese sistema de referencia, de detener el tiempo, lo que induzca o determine el desenlace del relato, y por lo tanto de la trama, la parte visible del iceberg que esconde este artefacto narrativo, arriesgado sin duda, más cuya calidad y hondura no me ofrecen dudas, considerando tanto su coherencia compositiva como la línea de pensamiento que la sustenta.

Francisco Martínez Bouzas

                                                       
Santiago Lopo

Fragmentos

“INFORME MÉDICO PIQUIÁTRICO Nº 4
FECHA: 1 DE FEBRERO DE 2000, 12:30 HORAS
Nº DE INTERNO: 222513
PSIQUIATRAS: Francisco Carballo y Zacarías Penselas

DE MANERA SOPRENDENTE, el sujeto decide hablar hoy por primera vez. Después de sentarse, el interno repite insistentemente al doctor Penselas  su habitual pregunta: «¿Qué hora es?» La respuesta del doctor Penselas cito textualmente, es: «¡Ni lo sé ni me importa, coño!» El evaluador se echa a reír y le dice:«Así me gusta». Ante nuestra expresión de incredulidad el paciente continua:«No sé cómo me llamo, ni de dónde vengo. No recuerdo nada. Pero no estoy loco». Le apreciamos un ligero acento cuando habla, casi imperceptible y muy peculiar, pero no reconocemos su origen. Decidimos actuar con cautela y no alterarlo con preguntas personales. Al interrogarlo sobre su primer recuerdo, nos dice: «Estaba mojado y tenía la boca llena de arena». Queremos descubrir si está a gusto en su celda de aislamiento, pero permanece en silencio y empieza aponerse nervioso.
Optamos por terminar la entrevista a las 12:50 horas.
DIAGNÓSTICO: Amnesia retrógrada. Posible demencia.”

…..

“Por eso, queridos amigos, desgraciadamente este reloj de sol nos recordará cada día que somos prisioneros de un sistema de referencia. Nos recordará que nuestra sombra no es libre, nos recordará nuestra cadena perpetua. Vaya faena, ¿eh? No, no os agitéis nerviosos, no pongáis cara de angustia…No llores Faki. Yo sé cómo escapar. Yo lo he conseguido. He sido capaz de contraerme en mí mismo para dejar fluir en mi mente el torrente del río sin prestarle atención. Ahora veo con claridad las múltiples realidades que me rodean. Por eso os animo, desde esta tribuna cuántica, a que encontraros con vosotros mismos. ¡Centraos en lo más pequeño para conseguir lo más grande!”

(Santiago Lopo, Hora zulú, páginas 24, 193)