Juan Francisco Ferré
Editorial Anagrama, Barcelona, 2015, 276 páginas
Juan Francisco Ferré (Málaga, 1962), es un
escritor que, si algo ha demostrado, es que la literatura no solamente no está
en crisis, sino que no cesa de innovar. Como botón de muestra, sus dos novelas Providence (2009) y Karnaval (2012), a las que
se une ahora con igual prestancia El Rey
del Juego, editada recientemente por Anagrama. Una narrativa cimentada en
el humor y en la causticidad y que, en formato híbrido, abre nuevas sendas más
allá del realismo y de ciertos vanguardismos carentes de sustancia.. El
resultado, una novela política ambientada en un tiempo muy cercano, 2014,
pautado por la abdicación del anterior rey Juan Carlos y el ridículo de la
selección de futbol en su intento de revalidar su título dc campeona del mundo.
Pero sobre todo, una novela que dice algo sobre la realidad, enmarcada en
múltiples enfoques paródicos y festoneada por una comicidad, a la vez lúdica,
crítica y con todos los adjetivos que seamos capaces de añadir.
Son ilustrativas dos páginas paratextuales
situadas en el pórtico de la novela en las que se vierten controvertidas
opiniones -citas inventadas- sobre El Rey
del Juego, de las que entresaco solamente tres: “…una teoría de España
disfrazada de videojuego novelesco” (Iñaki Ezquerra); “No hay una sola idea
inteligente en toda la novela” (Pablo Iglesias); “El Rey del Juego es una novela que no me gustaría escribir por nada
del mundo” (Juan Goytisolo). A todos, o a una buena parte de los lectores de El Rey del Juego, la novela nos toca las narices, o quizás las
pelotas como al presunto Arcadi Espada. En efecto, Juan Francisco Ferré no
tiene ningún reparo en ofrecer un retrato -teoría según algunos- de la “querida
España”, que es mucho más que un puro disparate. Una novela desconcertante,
extremada, verraca (nada que ver con lo que esta palabra significa en Colombia),
aquelarre narrativo que nada tiene que envidiar a las visiones esperpénticas de
Valle Inclán. Porque su apuesta e itinerario, a la hora de cocinar esta novela,
han sido “entrar por el otro lado del espejo y encontrarse con un país
deformado, con seres monstruosos, deformes, con criaturas fantásticas”.
Entre el humor cáustico sin mesura y la
bufonada, Juan Francisco Ferré enfrenta al lector con un periplo disparatado,
en el que el protagonista y narrador, Axel Bocanegra, un novelista cuarentón,
se queda dormido viendo porno en la tela, después de haberse bebido media botella
de Jack Daniels. Dos supuestos fans de su literatura, gamberros cuánticos los
dos, le convencen de que les acompañe al Bar de Bringas para discutir de futbol
o de lo que se tercie. Y de allí a las Ruinas del Reino, un hiperactivo nido de
okupas. Le confinan en una habitación con una pareja de monstruos de circo: un
viejo de cabellara canosa y una enana con orejas de soplillo. Y a partir de
aquí, una catarata de anécdotas, de diálogos de besugos, de sexo y violencia,
de atentados o pseudo atentados en el que aparece muerto el nuevo rey de España
o su doble, un encuentro con Cristina Pedroche o su clon (dice llamarse Marta
Sánchez), en corta minifalda y sin bragas, de historias relativamente
autónomas, introducidas en la novela no con calzador, pero poco menos… Son los
colores con los que el autor dibuja un país monstruoso.
Novela cuya tonalidad va más allá del humor
ligero y divertido y se ancla en la causticidad con la que se nos cuenta una
aventura kafkiana que tiene que ver con la “épica zafia de la Transición”,
contada como un videojuego o un comic, y con aditivos que están a su altura:
referencias cinematográficas, acervas y solapadas críticas contra ciertos
programas televisivos, el género de la telerrealidad entre ellos. Y en el
trasfondo y tras la cortina del disparate y lo deformante, una tematización
sobre el enmascaramiento y la pluralidad de identidades. Y una forma de hablar
de España que no quiere ser casposa ni paleta, pero mucho menos una ensoñación
idílica.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Esto
último es lo que más duele del lote, digan lo que digan las mustias matronas de
Móstoles. El psicodrama patriarcal no es el cibersexo al alcance de un clic
pajillero ni las eyaculaciones virtuales con las proletarias del porno. La
enfermedad incurable es la vida. Año tras año. La matemática de la juventud. El
calendario del declive programado. La fecha de caducidad del deseo. Lo que es
bueno para el whisky de malta conservado en barricas de roble centenario es muy
malo para el hombre que lo bebe todas las noches para consolarse. Y no digamos
para la mujer abstemia.”
…..
“La
cama es una tentación a mi alcance, calculo que en ella cabría una orgía
acrobática de ocho cuerpos infatigables sin excesiva merma de espacio. Me tiro
sobre ella para probar la flexibilidad del colchón, una de mis fijaciones, y
para intentar aclarar mis ideas. No hay mucho que procesar en una mente que ha
elegido la amnesia como estado ideal de vida y no tardo en ponerme en pie de
nuevo. Soy reacio a la posición horizontal excepto si una buena cama lo
justifica.
Voy
al coqueto salón de la suite. Una mesa baja con un montón de revistas de
chismorreo apiladas unas sobre otras. Las portadas son deprimentes. Mujeres o
novias de futbolistas, cantantes sin voz, cantamañanas de la radio episcopal,
ídolos de la chusma, presentadoras de televisión en busca de mejora salarial,
futbolistas mastuerzos, algún político codicioso, empresarios corruptos,
modelos anoréxicas, etc. El lote de la infamia nacional al completo por un
precio irrisorio.”
…..
“Saciado
con creces el primer apetito, Amaro G. volvía a monologar sobre sus obsesiones
preferidas, mientras recibía por debajo de la mesa, como percibí pronto, las
gratificaciones manuales de Ildi, un prodigio de discreción y tiento.
-¡No,
no, no y no! Mira que te lo tengo dicho, mi querida Ildikó. Como me gusta más
es con la izquierda. La derecha es torpe y siempre se precipita. Es inevitable.
Mirándome
sonriente , en el ápice de su relación climática con la visitante húngara
sentada a su izquierda, Amaro me guiñó el ojo derecho con picardía. Tenía la
cara sudorosa y roja, a tono con el birrete cardenalicio que portaba sobre la
cabeza como un atributo sacramental, y temí que pudiera darle un síncope.
Parecía exhausto. Y no me extraña.”
(Juan Francisco Ferré, El Rey del Juego, páginas 43, 108, 193-194)
Muy interesante....
ResponderEliminarPreciosa reseña, gracias, una manera pícara de tomar el tema político de España, aquí lo interesante parece ser, es el enmascaramiento de personajes importantes que se aborda como si fuera un juego, tratando de dar a conocer, algo de la realidad. Muchas felicidades por tu trabajo, que siempre es ilustrativo y educativo. Te mando un abrazo con cariño. Gracias.
ResponderEliminarLa verdad es que al leer el segundo fragmento de la novela, no sé si habla de tu país, Francisco, o del mío.
ResponderEliminarTu crítica me fue llevando al pensamiento ambiguo pero me doy cuenta que de eso se trata en la narración. En realidad no puedo opinar sobre España, primero tengo que ver "...la viga en mi propio país", que a veces se parece tanto al tuyo.
Me quedé muy interesada en el estilo que marca Ferré, parece una tendencia muy actual, la oración corta y certera como un arma disparada, en este caso el arma es el humor y/o el enmascaramiento para contar una realidad dentro de otra.
Tu crítica como siempre nos plantea nuevos caminos de lectura.