Nelson Jiménez
Ilustraciones de Mónica Rodríguez
Por el ojo de la aguja Editorial, Miami, 2016, 60
páginas.
Nelson Jiménez Vivero publicó, en una
editorial de Alicante (España), hace ya dieciséis años, la primera edición de
este pequeño relato, un libro de acertijos, adornado con la capacidad de
generar un universo de símbolos. Hoy, desde Miami y editado por el sello Por el
ojo de la aguja, el libro-conversación recobra una nueva vida. La datación de
su escritura es anterior, tanto con relación a la primera edición como a la
segunda. Prosas inventadas, soñadas, en La Habana en el año 1992. Su autor es
una persona polifacética en grado sumo: médico, graduado de escritor, realizador
de programas de radio tanto en Cuba como en Venezuela, cantautor, columnista de
varios medios de comunicación, profesor universitario, poeta y narrador en
formato breve. Y en la actualidad, director de la emisora Punto y Seguido
Radio, en la diáspora cubana en Miami.
El
caracol, una de sus primeras publicaciones, no es exactamente un libro de
cuentos, sino una larga conversación -así lo reconoce su autor- que se extendió
durante doce años. Un repentino oscurecimiento, en una tarde de un veinte de
enero, la interrumpió e impidió que se siguiera dilatando en el tiempo. Un
demorado diálogo entre un viejecito de
pelo canoso y un niño, alter ego, sin duda, del propio escritor. Abuelo y nieto
que charlan, mientras la abuela cocina. Una charla que atesoró muchos
acertijos, muchas preguntas, con las respuestas explícitas o entre líneas si el
lector tiene la capacidad de escudriñar las palabras no escritas.
Los interrogantes que un niño le formula a
la persona amada y consentidora del abuelo. La primera: ¿Por qué existe la
tristeza? Y en cada secuencia del relato, una pregunta: ¿Por qué los ríos van
hacia el mar? ¿Qué es un árbol? ¿Por qué no caminan? Y más y más preguntas, ya
que la curiosidad infantil no tiene fronteras. Y la amorosa y bonachona
paciencia del abuelo es infinita. Hasta que llega el encuentro con el caracol.
Que, a pesar de los cuatro cuernos / tentáculos del diseño de la portada, no
es es seguramente ese caracol gigante
africano (Achatina fúlica), el
gasterópodo invasor más dañino del mundo, y que tantas alarmas, temores e
incluso infortunios está provocando en muchos países de América Latina. El
caracol que el niño había encontrado es bello como una mariposa.
El interrogatorio del niño llegará a
traspasar el mundo de las realidades sensibles, también el de los animales, y
se internará en el ámbito de los sentimientos: ¿Por qué las lágrimas? ¿Qué es
el odio? ¿El Amor? ¿La distancia? ¿Una espiral? ¿La verdad? ¿Cómo se mide el
amor?
Y así, con preguntas y respuestas, Nelson
Jiménez le da forma a una sencilla, pero intensa historia de amor familiar, que
es también el necesario aprendizaje de los secretos de la vida. La iniciación a
las sencillas o complejas verdades que modularán la existencia de un niño que
se está abriendo a la vida. Y todo ello bajo el paraguas protector, hilo
conductor además del relato-conversación cimentada en el amor, fuente
inagotable de emociones, verdades y sentimientos.
Narrativa lineal, minimalista, no en un
sentido elusivo, sino como expresión de una escritura sencilla, aunque habitada
por la poesía. Literatura de sentimientos sin caer en el sentimentalismo. Y
que, sobre todo, lleva impresa en su médula la marca de las pequeñas y grandes
verdades que dan sentido al afecto familiar, a la amistad y, en definitiva, al
verdadero sentido de la vida.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“-Abuelito,
mira, encontré un caracol.
-¿Ya
sabes qué hacer con él?
-He
pensado guardarlo como recuerdo en mi gaveta.
-¿Sólo
eso?
-¿Qué
más pudiera hacer con un caracol?
-Un
caracol sirve para trazar un camino.
-No
entiendo, abuelo.
-Los
caracoles son las casas de algunos animalitos que son tan fieles a su hogar que
no lo abandonan; ellos lo llevan a donde quiera que vayan. Su camino es largo o
difícil, pero por nada del mundo se deshacen de su casa ni por un minuto. Un
caracol sirve para trazar un camino. ¿Entiendes ahora?”
…..
“-¿Y
el amor cómo se mide?
-Primero:
saber reconocerlo, después recordar siempre que el amor no se mide por la
cantidad de besos; la forma de medirlo no es importante, cualquiera sirve si
aprendiste para qué sirve la luz. Ten mucho cuidado, pues siempre hay un abismo
libre para hundir la luz. ¡Cuidad lo cerrado!
-Abuelo,
si es grande y profundo el amor, ¿por qué ha de estar encerrado?
-Recuerda
siempre estas palabras: zumba la abeja fabricando la miel para que otro ingiera
el pastel.”
…..
“-Abuelo,
¿qué es la esperanza? ¿Acaso el verde de los árboles?
-Es
más que el verde, mi nieto, es la otra cara de las ganancias.
-¿Cómo
se pierde?
-Con
la distancia
-¿Cómo
se gana?
-Con
la añoranza?
-No
entiendo, abuelo, si se pierde con la distancia ¿cómo puede ganarse la
esperanza con la añoranza?, si uno añora lo distante?
-Fíjate
bien, uno siempre añora lo que no tiene, es por eso que surge la esperanza por
alcanzarlo, pero la distancia lo separa todo, por lo que arranca los sueños
tallados por una imaginación fértil, casi siempre sin cabellos. Escucha esto,
no pierdas la esperanza porque dejarás crecer
el pelo inútil de la ignorancia.
-La
ignorancia?
-Sí,
mano fuerte que puede despojarte del horizonte, el puño torpe que talará los árboles
que siembres.
-Tendré
horizonte, abuelo, cuidaré la esperanza.”
(Nelson Jiménez,
El caracol, páginas 18, 40-41, 49-50)