Robert.
E Howard
Traducción
de Francisco Arellano
Ediciones
Miraguano (Futurópolis), Madrid, 154 páginas.
Aunque menos conocido que Tolkien, Robert
Ervin Howard (Texas, 1906-1936) es uno de los grandes creadores del género
fantástico. Padre de personajes de fama internacional como Conan, Solomon Kane
o Kull de Atlantis, y de sus respectivas sagas publicadas originariamente en
revistas como la pulp “Weird Tales” y en otras “magazines pulp”. Discípulo de
Lovecraft y perteneciente a sus Circulo del que hereda el horros cósmico (el
mal proviene de entidades extraterrestres o de presencias arcanas, lo que se
conoce como “Weird Menace”), Robert E. Howard está considerado, junto con sus
maestro Lovecraft, como no de os más destacados autores de la literatura de
terror, a pesar de su trágico y temprano fallecimiento.
Precisamente en la revista que se
consideraba el diario oficial del Círculo Lovecraft, “Weird Tales”, vio la luz por
primera vez Almuric, en el año 1939, gracias
a la insistencia del agente editorial de Howard, que asumió además la tarea de
revisar el borrador original de la novela que el autor le había entregado poco
antes de su suicidio. No será hasta el año 1964 cuando Almuric aparezca como libro independiente. Posteriormente será reeditado
en múltiples idiomas.
Ya en el proemio Robert E. Howard nos
adelanta la sustancia del libro: contar lo que le aconteció a Esau Cairn y
disipar así el misterio de sus desaparición. En efecto, en la única incursión
de Howard en el “Planetary Romance” - el subgénero tiene como padre a Edgar
Rice Burroughs, con una cierta amalgama de elementos de “Sword ans Sorcery”
(“Fantasía heroica”)-, nos presenta la figura de Esau Cairn, un joven
norteamericano violento, dotado de una gran fuerza corporal. Un día, mientras
se adiestraba como boxeador, mata a su adversario, y como consecuencia le
privan de la licencia. Esau Cairn es sobre todo instinto, fuerza bruta. Se
sentía atado en este mundo y aspiraba
por otro en el que sus ansias de libertad se vieran libres de fronteras
y limitaciones. Por eso mismo, tras haber entrado por azar en el laboratorio de
un científico que le ofrece la forma de huir de la justicia, es enviado a otro
planeta de nombre Almuric.
Un mundo extraño y primitivo donde inicia
sus aventuras entre hombres salvajes (los “guras”), acosados por una suerte de
diablos. El libro de Howard narra una gran cantidad de aventuras que no
revelaré ya que no es esa la función del crítico. Basta con apuntar que todas ellas
se cimentan en el llamado romance o novela planetaria y en la literatura de espadas
y planetas, con un personaje que sobresale por encima de los demás: Yasmeena, la
reina que gobierna desde hace mil años el destino de los habitantes de Almuric,
y que Howard identifica con la imagen romántica del vampiro, esclavo de depravados
instintos sexuales.
La estructura narrativa de Almuric
da la impresión de ser una sutura
de elementos de Borroughs con otros del propio Howard, especialmente en aquellas
escenas en la que actúa el arquetipo de héroe
howardiano, a semejanza de Conan, el Bárbaro.
Un libros pues del gusto de aquellos lectores que
leen con voracidad historias de fantasía heroica, repletas de acción, que tienen
lugar entre extraños seres malignos, si bien sin un mensaje explícito que sin embargo
se puede extraer de otras sagas como El Señor
de los Anillos. En definitiva una novela de fantasía histórica que resiste el
paso del tiempo.
Francisco Martínez
Bouzas