La rata
Andrzej Zaniewski
Alianza Editorial, 1999, 204 páginas
(Libros de siempre)
Esta novela, escrita originariamente en polaco en el años 1979, fue traducida a numerosos idiomas y se convirtió de inmediato en un éxito literario, a pesar de que la censura impidió su publicación durante varios años porque “mostraba la crueldad y la falsedad y despertaba los lados obscuros de la imaginación”.
Zaniewski (Varsovia, 1940) prosigue con su novela una línea narrativa (recordemos a A. Camus, Kafka, Eliot o a Günter Grass) en la que las ratas son a la vez metáfora, símbolo, lectura de y para los seres humanos). De hecho las ratas de Zaniewski son mucho menos animales y mucho más humanas de lo que nuestro orgullo y vanidad nos permiten admitir.
El núcleo narrativo de La rata no es otra cosa que una verdadera y nueva odisea en la que una rata macho relata su vida terriblemente cruel, gris y dolorosa, en un viaje de ida y vuelta en búsqueda de mundos mejores, con el final inaplazable de la muerte y de una cierta esperanza de un cierto más allá de la muerte, único momento en el que el múrido se siente salvo, seguro y feliz. Viaje simbólico de ida y vuelta en la puesta del sol y en la noche, en las cuevas y escondrijos, en las ciudades hostiles y abrasadoras. Por eso piensa el autor que, cuando describe la vida de las ratas, está pensando en nosotros, en las leyes que rigen nuestra sociedad, en nuestros mitos, en nuestras verdades y mentiras, en el amor y en la esperanza, en la soledad y en la nostalgia.
Andrzej Zaniewski
Sin embargo nos podríamos preguntar: hasta qué punto son válidas las analogías: ¿lo que es cierto y válido para el mundo de las ratas, tiene que serlo necesariamente para el mundo de los seres humanos y viceversa? Así por ejemplo, cuando sobre el mundo de las ratas se habla de metáfora, parábola o alegoría, ¿no estaremos efectuando excesivas antropormizaciones, con buenas dosis de finalismo sobre el comportamiento de estos animales, a los que se hace ser incestuosos, sádicos, caníbales, celosos, ansiar la música, liarse en mitos de la caverna y morir como los humanos, corriendo hacia adelante por túneles luminosos? En realidad sería suficiente una lectura sin ninguna de estas connotaciones del relato de secas sensaciones de Zaniewski para reconocer su sustantividad, y darnos cuenta de los componentes épicos de la vida de este ser “no racional”. Así concluiríamos en comunión patética con este odiado e inseparable compañero de nuestra especie que, por su parte seguramente jamás pretendió darnos lecciones de nada, sino huir, huir siempre de nosotros.
Francisco Martínez Bouzas